Alejandro Torres Rivera
En días pasados, los presidentes de la República de Corea (Corea del Sur) y la República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte), Moon Jae-in y Kim Jong-un, respectivamente, se reunieron en la localidad de Panmunjom, ubicada en el Paralelo 38 de la península, en la llamada ¨Zona Desmilitarizada¨ que divide desde 1953 ambos Estados. Se trató de un evento sin precedente, donde ambos presidentes, en una reunión televisada, afirmaron su disposición de llegar a un acuerdo final de paz que ponga fin al armisticio decretado entre ambas partes hace aproximadamente 65 años. Como parte de las conversaciones entre ambos presidentes, Kim Jong-un realizó expresiones indicando su disposición a también considerar poner fin al programa nuclear que viene desarrollando su país a cambio de un acuerdo negociado con Estados Unidos en el cual este país se comprometa a no invadir la República Popular Democrática de Corea, logrando así la desnuclearización de la península.
El encuentro preliminar entre los dos presidentes guarda relación con la también reciente visita del Director de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos a la República Popular Democrática de Corea. En ella se sentaron las bases iniciales para un eventual encuentro entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump y contra parte norcoreana, el presidente Kim Jong-un, proyectada para finales del mes de mayo del corriente. El posible lugar de reunión sería la emblemática sala donde las partes, desde la firma del Armisticio, han sostenido periódicamente encuentros para el manejo de sus diferencias, evitando así el reinicio de hostilidades.
A pesar de que en años recientes se produjeron incidentes entre ambos países donde se temió la reanudación de hostilidades en el plano militar, en la reunión habida entre los dos presidentes coreanos, cada uno cruzó simbólicamente la línea que demarca el inicio del territorio del otro como aspiración recíproca en torno a la reunificación de las dos Coreas.
La República Popular Democrática de Corea ha ido desarrollando un importante sistema de misiles capaces de portar armamento nuclear, químico y biológico. Sin embargo, a pesar de que el gobierno de la República de Corea no cuenta con armamento nuclear, Estados Unidos mantiene en el territorio instalaciones de todo tipo (aéreas, de tierra, navales e infantería de marina). Allí la capacidad nuclear está en manos estadounidenses. Recordemos que todos los submarinos estadounidenses son impulsados con energía nuclear al igual que muchos de sus buques, los que tienen a su vez la capacidad para portar armamento nuclear. Lo mismo podemos decir de la aviación estratégica estadounidense, tanto la estacionada temporalmente en suelo surcoreano como la que permanece en bases ubicadas a nivel continental en Estados Unidos y sus emplazamientos de misiles intercontinentales.
De acuerdo con expertos internacionales, la República Popular Democrática de Corea cuenta con misiles que podrían aproximarse a suelo japonés en apenas 10 a 11 minutos luego de ser lanzados. Estos pueden impactar su capital Tokio y otras importantes ciudades. Estados Unidos, sin embargo, contribuyó al desarrollo por parte de Japón de un sistema antimisiles denominado Aegis, capaz de interceptar misiles con un alcance menor a 5 mil kilómetros.
Existen también quienes dudan de la capacidad de la República Popular Democrática de Corea, cuyo gobierno ha hecho ostentación de poseer tal poder ofensivo, en que misiles lanzados desde dicho país tengan el potencial de impactar ciudades en la costa Oeste de Estados Unidos. El tiempo para el impacto desde su lanzamiento sería de media hora aproximadamente. Para ello tendrían que haber desarrollado la capacidad de lanzamiento de misiles con un alcance de 5,500 kilómetros. Sin embargo, se señala que el último ensayo fue de un misil que mantuvo la trayectoria por más de 20 minutos y proyectó un alcance de 4,500 kilómetros. Bajo tal capacidad, tendrían la posibilidad de impactar las bases de Estados Unidos localizadas en Guam, ya que tomaría apenas 15 minutos alcanzar tal objetivo.
Hace apenas ocho años ocurrió otra asonada de crisis dentro del marco de un duelo de artillería efectuado por tropas militares ubicadas a ambos lados del fronterizo Paralelo 38. En este mismo lugar, las partes contendientes en una guerra a la cual la comunidad internacional occidental ha llamado ¨conflicto¨, y que se propagara por espacio de tres años entre 1950 y 1953, concluyeron pro tempore sus hostilidades con una tregua y un Armisticio. Los incidentes ocurridos a finales de 2010 fueron descritos por los observadores internacionales como el mayor enfrentamiento militar entre ambos países desde la década de 1970. Otros incidentes de menor dimensión han ocurrido después de esa fecha.
Igualmente, podemos indicar que a lo largo de las pasadas décadas, en momentos de mayor distensión entre ambos Estados, se han materializado acuerdos en virtud de los cuales ciudadanos de cada uno de estos países transita temporalmente hacia el otro para encuentros familiares e incluso acuerdos de trabajo.
La península de Corea, como indicamos, es compartida por dos Estados cuyo origen es uno común. Por décadas, el espacio donde ubican ambas Coreas, fue objeto de disputa entre imperios regionales. Después de la Guerra Ruso–Japonesa y Sino–Japonesa de comienzos del Siglo 20, a partir de 1910 la península de Corea pasó a ser ocupada por Japón hasta que finalizó la Segunda Guerra Mundial en agosto de 1945. En ese año, el Ejército Imperial de Japón se rindió ante fuerzas armadas soviéticas y estadounidenses a partir de lo cual, en 1948, el país quedó dividido en dos. Para efectuar la división se tomó en consideración una línea imaginaria que discurriría entre Oeste y Este a lo largo del Paralelo 38. Así surgieron dos Estados separados, la República Popular Democrática de Corea y la República de Corea.
Con el triunfo de la Revolución China el 1 de octubre de 1949, el 25 de junio de 1950, Kim Il-sung, destacado dirigente comunista coreano que se había distinguido en la lucha de resistencia contra el Japón durante la Segunda Guerra Mundial, decidió invadir el sur de Corea. Kim Il-sung gozaba de un amplio reconocimiento por el pueblo coreano de la porción norte de la península. Con la invasión, el dirigente norcoreano perseguía a través de la lucha por la liberación nacional en la península, no solo la unificación de la nación coreana en un solo Estado político; sino además, la implantación en éste de un modelo de desarrollo económico y político socialista. La experiencia del desarrollo de la Revolución China era para Kim Il-sung un referente importante, aunque siempre concibió el desarrollo de la revolución coreana a partir de lo que entendía eran las particularidades de su país.
La reacción de Estados Unidos ante el conflicto desatado, todo ello en medio del calor por así llamarlo, de la ¨guerra fría¨, no se hizo esperar. Mediante una Resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, votada en momentos en que el representante de la Unión Soviética no estaba presente, Estados Unidos obtuvo la aprobación de un mandato para intervenir en el llamado ¨conflicto¨ en Corea.
Esta intervención, que se prolongó por espacio de tres años, provocó las muertes, heridas o mutilaciones de al menos de 778 mil surcoreanos; la muerte de no menos de 1.5 millones de norcoreanos; de medio millón de los llamados ¨voluntarios chinos¨ que fueron movilizados en apoyo a Corea del Norte; y 54 mil soldados estadounidenses. En esta guerra mal llamada ¨conflicto¨, la peor de las cuales hayan participado soldados puertorriqueños hasta el presente, nuestras bajas ascendieron a 3,540 de las cuales 743 fueron soldados muertos como resultado de las operaciones de combate.
En el conflicto participaron 43,434 puertorriqueños. En términos estadísticos, se indica que hubo una baja puertorriqueña por cada 660 habitantes; en comparación con Estados Unidos, donde hubo una baja por cada 1,125 habitantes. En el caso de los muertos en el conflicto, hubo un puertorriqueño por cada 42 soldados estadounidenses fallecidos. Como en otro tiempos, la potencia colonial ponía las armas y los colonizados su sangre.
La intervención de la República Popular China en el conflicto se produjo a partir del 19 de octubre de 1950. En esos momentos las tropas estadounidenses y de la coalición internacional se acercaban a la frontera sur de China, mientras en los mandos castrenses de debatía el uso de armamento atómico en las operaciones militares. Para el general Douglas Mc Arthur, Estados Unidos no sólo debía utilizar este tipo de armamento, sino aprovechar la coyuntura para un ataque preventivo contra la recién fundada República Popular China. De hecho, se indica que fueron estas declaraciones del principal oficial militar estadounidense en aquel momento lo que provocaron su retiro del mando y eventual jubilación.
Fue la intervención inicial de alrededor de 338 mil voluntarios del Ejército Popular de Liberación los que entonces forzaron la retirada de tropas de Estados Unidos y de la coalición de las Naciones Unidas hasta la frontera previa al inicio del conflicto en el Paralelo 38. Para 1951 la ofensiva de las fuerzas chinas y norcoreanas hacia el sur habían avanzado en sus posiciones hasta Seúl, actual capital de la República de Corea.
Entre avances y retrocesos militares de cada una de las partes, la contienda se extendió hasta el 27 de abril de 1953, cuando finalmente alcanzaron la tregua que suspendió temporalmente las operaciones militares, definiendo una vez más el Paralelo 38 como la línea divisoria entre ambos países.
Desde el final de la Guerra de Corea, Estados Unidos ha mantenido su presencia militar en el sur de la península con decenas de miles de tropas e instalaciones. China, sin embargo, no mantiene personal de combate en la República Popular Democrática de Corea.
La realidad de compartir una frontera entre ambos países convierte la situación coreana en un asunto de alto interés geopolítico para el gobierno chino.
Conforme a los documentos que rigen el Armisticio entre los dos bandos contendientes, cada parte debería haberse retirado dos kilómetros desde donde se encuentra el Paralelo 38, estableciéndose así una zona desmilitarizada de cuatro kilómetros entre los componentes militares de cada parte. Decimos ¨debería haberse retirado¨, ya que desde entonces, son múltiples los incidentes en los cuales unidades de cada lado infiltran el otro; mientras por debajo de la tierra o sobre su espacio aéreo, se realizan actividades asociadas a las operaciones militares encubiertas de cada parte. De hecho, recientemente se dio a conocer la deserción de un soldado norcoreano que se pasó al sur mientras se abría fuego contra él desde el lado norte de la zona.
Con posterioridad a la reunión entre los dos líderes coreanos, se ha planteado la posibilidad de que se lleve a cabo una reunión entre el presidente de la República Popular Democrática de Corea y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Aunque se indica que el encuentro sería en la Zona Desmilitarizada, también se han sugerido lugares alternos como Singapur y Mongolia, este último, dada sus relaciones diplomáticas tanto con Washington como con Pyongyang.
Existen funcionarios de la administración Trump que se oponen a que el presidente estadounidense viaje a la península de Corea señalando que prefieren un tercer país neutral. Sin embargo, medios estadounidenses indican que luego de Trump haber observado por televisión la reunión entre los dirigentes coreanos, este ha expresado su preferencia porque la reunión se efectúe en la Zona Desmilitarizada, lo que también es la preferencia del presidente de Corea del Sur. Sobre el particular el presidente estadounidense indicó: ¨Hay algo que me gusta allí, porque estás allí y, si las cosas funcionan, lo celebraremos allí mismo, y no en un tercer país.
El quid pro quo de este encuentro sería como poco, para Estados Unidos y las dos Coreas, poner fin a un estado de beligerancia durmiente que data de la fecha en que se suscribió el Armisticio en 1953; la normalización de las relaciones entre los dos Estados que integran la península coreana; un acuerdo de seguridad para ambas partes en la península que impulse importantes transformaciones como parte de un proceso de integración económica y de reunificación familiar; la desnuclearización de la península; el fin del programa nuclear de la República Popular Democrática de Corea; y una eventual disminución de la presencia militar de Estados Unidos en suelo coreano. Está por verse si, en efecto, las condiciones para tales avances están dadas.
Fuente: redescristianas.net
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