domingo, 23 de agosto de 2015

El derecho al mar.


por Pepe

Uno de los éxitos del actual presidente de Bolivia, Evo Morales, es haber colocado en la mesa de las discusiones mundiales que manejan los poderosos, el tema del mar: Bolivia quiere mar. No solamente como acceso a él sino con dominio sobre algún territorio costero: lo que se llama tener acceso “soberano” al mar.

Siempre estuvo en la conciencia nacional boliviana esa demanda pero ha sido en los últimos siete años que su voz se está escuchando cada vez más fuerte en los foros mundiales. Es un logro del gobierno de Evo. Ha sabido desplegar un abanico diplomático con una idea, un proyecto, un proceso inclaudicable. Y le ha dado frutos.

Desde su nacimiento como nación Bolivia tuvo mar propio. Los antiguos mapas así lo señalan. El mismo gobierno de Chile así lo reconoció; de lo contrario no hubiera tenido cónsul en Antofagasta hasta 1879.

El borde costero lo perdió Bolivia con la guerra extrañamente llamada “del Pacífico” (porque lo verdaderamente pacíficos no hacen guerras). Perdió el litoral y así quedó zanjado con la firma del Tratado de paz en 1904.

A ese Tratado se aferra Chile. En ese documento se le da a Bolivia amplio acceso a los puertos de la costa no solamente aquellos que fueron ganados en la guerra sino a todos los puertos del país. De hecho así se ha venido actuando por más de cien años: facilidades de acceso al mar, garantías para el uso de rutas, gratuidad en el comercio de las mercancías hacia otros países. Todo eso y algunas otras ventajas ofrece el Tratado al que Chile se aferra, que Evo Morales dice respetar, pero que le sigue pareciendo injusto. Tiene razón al creer que un Tratado puede ser superado por otro Tratado si hay buena voluntad.

Bolivia quiere un acceso soberano al océano. Es legítima su aspiración.

En 1982 la Convención de la UN sobre el derecho al mar, al que Chile está adherido, dice que el mar es un bien común de toda la humanidad y ningún país puede ser privado del libre acceso a él.

En este sentido Chile señala que eso lo está cumpliendo: Bolivia tiene libre acceso. Lo que no tiene es soberanía sobre algún punto del territorio que le dé derechos sobre el mar.

Es difícil el tema porque hasta ahora no se han presentado propuestas imaginativas. Es comprensible que Chile no puede ceder una franja que divida su territorio en dos. De otorgar un acceso solamente podría ser por la línea fronteriza con Perú.

Pero ahí entra un tercero en el problema. El presidente peruano Leguía, en 1929, exigió un Protocolo complementario en donde se señala que Chile no podría ceder a Bolivia ningún territorio que hubiese sido peruano, sin consultar primeramente a Lima.

Ante este estado de cosas todos estamos metidos en un zapato chino. Bolivia reclama acceso soberano al mar. Chile podría darlo solamente en la frontera con Perú. Perú se reserva el derecho a ser consultado.

En la catedral de La Paz el papa Francisco hizo un llamado al diálogo en este tema. Pero no se puede seguir dialogando eternamente. El asunto requiere solución.

¿No habrá entre tanta gente creativa alguna pista de solución que haga justicia, disipe los resquemores, ayude a fortalecer la paz y la amistad entre tres pueblos hermanos?

Nuestro país, que es tan celoso de su mar chileno, no ha tenido empacho en privatizar los 57 puertos nacionales y entregar los recursos pesqueros a siete familias de empresarios con apellidos largos, durante la administración de Sebastián Piñera.

¿No podría Chile inventar algo que nos aminore el mote de prepotentes, egoístas y leguleyos? Hoy día que todos nos necesitamos mutuamente para tener mejor calidad de vida en esta aldea global que es nuestro mundo ¿qué objeción habría para dar un enclave soberano en algún punto costero y acordar libre tránsito de mercaderías y personas (lo que favorece a Bolivia) a cambio de un enclave con derecho a aguas y petróleo con libre acceso (lo que favorece a Chile)?

Cuando Francisco habló de diálogo seguramente pensaba en conversaciones para solucionar las necesidades y no para tener una tertulia.

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