Miles de personas se congregan cada día aquí y
en el mundo para orar, pedir o agradecer en derredor de un templo, una figura o
una idea de ser que nos trascienda.
Es allí también donde muchas veces se deposita
la esperanza de un trabajo que lleve a la mesa el pan de cada día, la sanación
de un ser querido o el deseo de la vida eterna ante el desamparo de un triste
fallecimiento.
Datos antropológicos ponen énfasis en la
universalidad de la búsqueda de un ser superior entre diversos grupos de
culturas primitivas y avanzadas durante muchos miles de años. Para algunos,
esta universalidad podría interpretarse como sugerencia de que algunas
estructuras básicas en el cerebro necesitan de Dios. Otros argumentan que la
religiosidad es un artefacto de la evolución.
Aunque se trate de un tipo de pensamiento
extendido y milenario, las neurociencias durante mucho tiempo han sido
renuentes a la investigación científica sobre la espiritualidad. El estudio de
las bases neurales de la religión recién está empezando a ser un tópico
aceptado de investigación dentro de las neurociencias cognitivas. Es así como
la Universidad de Oxford ha creado un centro multidisciplinario que estudia las
bases neurobiológicas de las creencias (religiosas u otras) y cómo estas
afectan nuestros estados de conciencia y sentimientos.
Diferentes grupos de científicos han utilizado
las neuroimágenes funcionales para observar los cambios que ocurren en el
cerebro cuando una persona tiene una experiencia religiosa. Por ejemplo, en un
estudio se examinó la actividad cerebral cuando las personas rezaban. Aunque
estos ensayos pueden pecar de reduccionistas y producir una comprensible
controversia, permiten generar un riquísmo debate sobre si el cerebro humano
está programado para tener fe o si es un habilidad mental que él cerebro humano
desarrolló a través de la cultura.
La pregunta a la que pueden remitirse los
estudios neurocientíficos no se corresponde con cuestiones ligadas a cada una
de las creencias religiosas, sino a temas más básicos: ¿por qué los seres
humanos experimentamos la religión?, ¿qué procesos neurales se activan en el
tránsito de esa experiencia? Por ejemplo, durante la meditación, los lóbulos
parietales, que procesan nuestro sentido de orientación y conocimiento de uno
mismo, disminuyen casi por completo su actividad. También baja la actividad de
la amígdala, una región involucrada en el proceso del miedo. A medida que la
tecnología de neuroímagenes avance y los tests cognitivos sean cada vez más
avanzados, podremos discriminar, del mismo modo, cómo las sensibilidades
creativas y religiosas interactúan.
Existe evidencia de que las personas creyentes
viven más y mejor. Algunos investigadores sugieren que en esto podría haber una
ventaja evolutiva, ya que no se trata necesariamente de creer en tal a cal
sentido, sino en poseer un cerebro con capacidad para tener fe: Pero aunque los
científicos avancen en esta área, posiblemente nunca resuelvan el gran dilema:
si nuestras conexiones en el cerebro crean a Dios o si Dios crea nuestras
conexiones cerebrales.
Dios no acudió inmediatamente. Por lo
contrario, me pareció una eternidad la espera, y un sentimiento de postergación
indecible me hacía sufrir más que todos los suplicios anteriores. El dolor
pasado era un recuerdo grato en cierta manera, ya que me daba ocasión de
comprobarmi existencia y de percibir los contornos de mi cuerpo.Allí, en
cambio, me podía comparar a una nube, a un islote sensible, de márgenes
constituidas por estados cada vez más inconscientes, de manera que no lograba
saber hasta donde existía ni en qué punto me comunicaba con la nada.
Mi sola capacidad era el pensamiento, siempre
más desbordado y potente. En la soledad tuve tiempo de andar y desandar
numerosos caminos; reconstruí pieza por pieza edificios imaginarios; me
extravié en mi propio laberinto, y solo hallé la salida cuando la voz de Dios
vino a buscarme. Millones de ideas se pusieron en fuga, y sentí que mi cabeza
era la cuenca de un océano que de pronto se vaciaba.
De “El converso”; Juan José Arreola (Zaporlán
el Grande, 1918-Guadalajara, 2001)
Fuente: Nanes, Facundo y Mateo. Niro; “Usar el
cerebro. Conocer nuestra mente para vivir mejor.” Ed. Planeta. Chile 2014 .-
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