Julio César Centeno | Rebelión | 24/09/2016
375 de los científicos más prominentes en la materia, incluyendo 30 premios Nobel, advierten sobre la inacción política ante el calentamiento global en su pronunciamiento del 20 de septiembre 2016.
El calentamiento global es consecuencia de la actividad humana. No es una creencia, ni una teoría; no es un fraude o una conspiración. Es una realidad física.
El consumo de combustibles fósiles motorizó la revolución industrial. Pero también provocó aumentos en la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, provocando cambios significativos en el clima del planeta.
Las huellas del calentamiento global son visibles por todas partes: aumenta el nivel del mar, se calientan los océanos, se calienta la atmósfera y la superficie terrestre, se derriten las capas de hielo en el Ártico, en la Antártida, en los glaciares; se alteran los patrones de las lluvias, se acidifican los océanos, se propagan enfermedades, se extinguen especies, se amenaza el suministro de agua y alimentos a la población mundial.
El cambio climático provocado por la actividad humana no es algo alejado de nuestras experiencias diarias, afectando sólo lugares remotos. Es algo presente, aquí y ahora, en nuestro país, en nuestras comunidades. Es posiblemente la mayor amenaza actual para la humanidad, erosionando nuestra habilidad para construir un mejor futuro.
La ciencia del calentamiento global es conocida desde hace más de un siglo. Las evidencias, cada vez más fuertes, claras y contundentes, condujeron a todos los gobiernos del mundo a suscribir elAcuerdo de París en diciembre 2015. Participaron todos los países, a pesar de sus pronunciadas diferencias en sistemas de gobierno, en intereses nacionales, en responsabilidad por las emisiones acumuladas, en vulnerabilidad ante las crecientes consecuencias de los cambios climáticos en gestación. Los líderes de 193 países reconocieron que el calentamiento global es una amenaza real para las generaciones presentes y futuras de todo el planeta.
Las evidencias son incuestionables. Ningún científico con reputación las disputa. Es simplemente la verdad.
Sin embargo, a pesar del Acuerdo de París, corremos el riesgo de cruzar puntos sin retorno, como alteraciones en la circulación oceánica, la pérdida de enormes masas de hielo y la extinción de especies. Tales riesgos provocarían modificaciones dramáticas durante miles de años. No debemos asumir los riesgos de cruzar estos límites.
En la campaña presidencial de los Estados Unidos se vociferan dudas sobre el calentamiento global, o se insinúa que es sólo un proceso natural, o se afirma que el calentamiento global es un fraude. Estos señalamientos son falsos.
No son señalamientos nuevos. Se presentan en cada elección. Para el partido republicano es una condición electoral. Es realmente lamentable que el partido de Abraham Lincoln, el presidente que inició la Academia Nacional de las Ciencias, sea ahora cuestionado por la Academia Nacional de las Ciencias de hoy. Es igualmente lamentable que el partido de Richard Nixon, quien estableció laAgencia de Protección Ambiental, trate ahora de eliminarla. Más lamentable aún es que el partido que presume promover una visión fiscalmente conservadora, con su insostenible posición sobre el calentamiento global provoque costos económicos y sociales muchos más altos para todos los ciudadanos.
Los científicos hemos advertido por décadas sobre los peligros del calentamiento global para todo el mundo. Vemos como tales predicciones se han venido corroborando. Ya no hay científicos de reputación en desacuerdo sobre los factores fundamentales que modifican el clima.
A pesar de este progreso, no faltan quienes pretendan conducirnos al pasado, quienes se ciegan ante las contundentes evidencias científicas. Para aquellos ciudadanos que voten por políticos que niegan la ciencia, que arremeten contra los científicos en lugar de arremeter contra las causas del calentamiento global, su legado será el calentamiento global que pudieron haber contribuido a evitar.
¿Qué le dirán a sus hijos?
Firmado por:
Benjamin D. Santer, Member, National Academy of Sciences^
Kerry A. Emanuel, Massachusetts Institute of Technology^
George B. Field, Harvard University^
Ray Weymann, Carnegie Institution for Science Emeritus^
Peter C. Agre, Johns Hopkina Malaria Research Institute
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Fuente: iniciativadebate.org
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