jueves, 16 de junio de 2016

Concilio Panortodoxo: cuando alguien falta a su palabra.


"No parece que un Concilio fragmentado transmita imagen de unidad"

Redacción, 16 de junio de 2016 

La Iglesia de Moscú no hizo ningún esfuerzo para que el proyecto del Concilio panortodoxo llegara a buen puerto.


Sínodo ortodoxo

(Pedro Langa).- A solo un día de la apertura del Concilio panortodoxo, siguen fluyendo declaraciones y desmentidos. Una pena, la verdad, el espectáculo al que estamos asistiendo esta última semana. Hasta la fecha, sin embargo, sale lo que me temía. Las preguntas, por eso, llegan con su carga de inquietud y temor, también de extrañeza y dolor: ¿Quieren las Iglesias ortodoxas todas este Concilio? ¿Lo han reflejado así desde el principio? ¿Estarían ahora mismo dispuestas al acatamiento conciliar? Un simple recurso a la hemeroteca puede que hiciera ruborizarse a más de un barbudo jerarca.

En el curso de una entrevista sobre los últimos desmarques, el metropolita de Mesenia, Chrysostomos Savatos, dejaba caer el pasado 7 de junio esta perla: «El Espíritu Santo iluminará las mentes de los primados. Debemos transmitir la imagen de la unidad». Mucho me temo que ni una cosa ni otra. Es el recurso del eclesiástico ante lo inevitable. A poco que Su Eminencia recuerde los estudios de teología, sabrá perfectamente que el Espíritu Santo no ilumina sino a quien se deja iluminar. Por otra parte, tampoco parece que un Concilio fragmentado transmita imagen de unidad. Si acaso, lo contrario. Y lo que hasta la fecha está saliendo al exterior es que hay sutiles manipulaciones tendentes a crear la ceremonia de la confusión. Que nadie nos venga luego con milongas.

Uno de los que más sutilmente lo ha dejado caer, aunque me temo que sin querer mojarse del todo, es Andrea Riccardi, historiador de la Iglesia y fundador de la Comunidad de Sant'Egidio. En entrevista con Vatican Insider (14/06/2016) sobre la decisión de no participar por parte de la Iglesia ortodoxa rusa, desmarcada ella también a última hora (13 de junio) ha dicho cuanto sigue: «Moscú permanece apegada a su dimensión imperial y no secunda la misión universal que sueña Bartolomé». Para Riccardi la decisión rusa «expresa y plasma la fragmentación de los ortodoxos encerrados en sus fronteras nacionales. Al contrario, el gran sueño del Patriarca ecuménico de Constantinopla, siempre ha sido el de sacar a la ortodoxia del tradicionalismo y del nacionalismo, para decir y anunciar algo al mundo».

Preguntado por qué está haciendo (la Iglesia ortodoxa rusa) que fracase este proyecto, Riccardi, que tiene buenos amigos en el Patriarcado de Moscú, responde: «En lo personal, no creo que el fracaso se deba completamente a una maniobra de los rusos. Creo, más bien, que al final la Iglesia de Moscú no hizo ningún esfuerzo para que el proyecto del Concilio panortodoxo llegara a buen puerto.

Me explico: una cosa es pensar que las divisiones, las nuevas dudas, las recriminaciones que provocaron la petición de postergar las fechas entre algunas Iglesias ortodoxas fueron ‘provocadas' por los rusos. Y no me parece así. Incluso porque si hubieran querido verdaderamente hacer que fracasara el Concilio, habrían podido hacerlo en la fase preparatoria. Otra cosa es, en cambio, constatar que, frente a las primeras defecciones, la Iglesia ortodoxa rusa no haya hecho nada para impedirlo o para resolverlo. Y esto es lo que me parece que ha sucedido, y no hay que olvidar tampoco las divisiones presentes en la misma ortodoxia rusa». Seguro que más de un lector, ante esta respuesta, podrá aprender bien del bueno de Andrea Riccardi, qué quiere decir eso de nadar y guardar la ropa. Y tampoco dejará de haber quien le recomiende acudir al oculista.

Porque, acto seguido, ante la sutil pregunta del periodista - "En otras palabras, usted dice que no actuaron para hacer que fracasara pero no hicieron nada para que saliera bien..."- no le duelen prendas en responder: «Exacto. Moscú decidió dejar correr las cosas, y demuestra que no le interesa mucho el Concilio. Demuestra que no siente la necesidad de esa dimensión universal que Bartolomé persigue, a pesar de la debilidad del Patriarcado de Constantinopla, una debilidad que representa su fuerza. Bartolomé quiere dar un nuevo impulso a la misión de la ortodoxia en el mundo, confrontándose con los problemas del mundo y enseñando el rostro de una Iglesia unida».

«Los rusos siguen pensando en términos de fronteras ‘imperiales' y dirigen sus miradas al confín de su gran país. Las otras Iglesias que decidieron abandonar el Concilio al último momento corren el peligro de convertirse en minorías nacionalistas y tradicionalistas en países que tienen crisis demográficas y en los que cobran fuerza grupos de cristianos protestantes. Estamos frente a una grave crisis de la ortodoxia». Y tanto. Como que al metropolita Hilarión se le impidió hace poco entrar en Ucrania, que es donde está la madre del cordero del problema conciliar afrontado por Moscú. Seré más explícito.

Ahora mismo, cuando faltan horas para que se abra en Creta el Concilio panortodoxo,declinan acudir a él las Iglesias de Bulgaria, Antioquía, Serbia, Georgia y Moscú. Excepto Antioquía, las demás son Iglesias de área eslava. Afines en tal sentido a la Iglesia ortodoxa rusa. Si el metropolita Hilarión hubiera puesto tanto empeño en convencer a estas Iglesias para estar presentes en Creta como el que se trae con la zarabanda del consenso, es más que probable que el Concilio no hubiera conocido ninguna fisura; ninguna. Si eso no es dejar que las cosas corran a su aire y evitar poner remedio a tiempo, que baje Dios y lo vea. Dejémonos de historias que, más que aclarar, confunden. Si la Iglesia ortodoxa rusa quería de verdad acudir al Concilio, tiempo tuvo para convencer a los morosos o remisos o indolentes.

Pero no todo ha sido bailarle el agua al patriarca Kirill y al metropolita Hilarión. Valgan de ejemplo los testimonios de dos pesos pesados alineados con el Patriarcado Ecuménico. El primero es del 10 de junio, en el portal electrónico Romfea.gr. Teodoro II, patriarca de Alejandría y de toda el África, pedía a las Iglesias ortodoxas participar en el Concilio. Y en entrevista a la estación de radio 98,4, calificaba de histórico dicho Concilio, declarando también, ya de pasada -ojo-, que la Iglesia ortodoxa debiera estar lejos de intereses políticos, nacionales y raciales. A título de ejemplo, citó la Iglesia católica y el papa Francisco.

Y fue más lejos aún: « Es imposible imaginar que, al último momento, en razón de aspiraciones personales y de la amargura hacia el puesto del primado y el rol de coordinador del que goza el patriarca de Constantinopla, no venir al Concilio, aun cuando la decisión fue tomada por unanimidad! ». Y así proseguía Teodoro II todavía más contundente: « Es impensable hoy, cuando el mundo sufre, plantear la cuestión de saber quién se sienta dónde. Es difícil para toda la Iglesia decir « no », revocar su decisión», añadió el patriarca, para proponer seguidamente a los primados que expresan puntos de vista sobre la superioridad de ciertos pueblos, levantarse de sus sillas ornamentales y visitar África para que así comprendan el significado de los pobres y de los humildes de Cristo». Se podrá decir más alto, desde luego, pero no más claro. La cita del papa Francisco más arriba lo viene a corroborar cumplidamente.

Dos días después de Teodoro II, salía a la palestra en nombre de la Iglesia ortodoxa griega, su beatitud Jerónimo, arzobispo de Atenas y toda Grecia para opinar sobre la ausencia de ciertas Iglesias en el Concilio panortodoxo. Y a fe que tampoco se mordió la lengua expresando reproches indirectos a las Iglesias que declaran su ausencia del santo y gran Concilio en Creta. Su censura fue recogida por el periodista griego Georges Ferdis (diplomado del Instituto San Sergio) para el sitio griego Orthodoxia.info. « Puesto que nosotros hemos decidido comúnmente que el Concilio tendrá lugar, ¿cómo es que ahora cada uno puede decidir que él no vendrá?», se pregunta Jerónimo desde Chios, donde está pasando unos días.

Tras abogar por que el Concilio se desarrolle normalmente, con independencia de las ausencias, Jerónimo hizo saber claramente que la Iglesia de Grecia participará según lo convenido. Y prosiguió sin ambages: « ¡Estoy asombrado! Y lo digo porque nosotros decidimos comúnmente que el Concilio tendría lugar. ¿Cómo es eso de que ahora cada uno puede decidir que no vendrá? Cada uno es libre de decidir aquello que quiere, por supuesto. Pero, desde otro punto de vista, el Concilio no es panortodoxo, él es llamado «santo y gran Concilio». Por consiguiente, todos cuantos seamos (estemos presentes), haremos este Concilio».

Lo del sociólogo ruso Roman Silantyev -ex secretario ejecutivo del Consejo Interreligioso de Rusia y actual miembro del Departamento de Relaciones con las Iglesias Externas del Patriarcado de Moscú (es decir, un adjunto a Hilarión) a la agencia de noticias rusa Interfax, sosteniendo que los problemas que siguen amenazando a la organización del Concilio panortodoxo que debe celebrarse esta semana se han podido prever por presiones pro-estadounidenses -e incluso pro-islamistas- ejercidas sobre el Patriarcado de Constantinopla, tiene, hoy por hoy, poco recorrido. Dejemos a Obama en paz, que bastante penitencia tiene con haber dejado a la sufrida negritud de sus ancestros a los pies de los caballos, o carros de combate del ISIS. Y en cuanto a Erdogán, el asunto del jet derribado, junto a Siria, motivo del traslado de la sede del Concilio de Estambul a Creta, denota que su santidad Bartolomé I en ningún momento dio su brazo a torcer.

Eso de mandar recaditos por un subalterno no le ha de reportar ningún bien a su eminencia Hilarión, no señor. Sabe muy bien Hilarión, y lo sabe Kirill que no es rompiendo el cerco de la unanimidad, por donde podían ganarse el aplauso de las otras Iglesias ortodoxas, que, sin plegarse a caprichos, han decidido tirar hacia adelante, cueste lo que cueste, aunque tengan que subir las gradas del altar con la lengua fuera. El tiempo nos dirá quién tenía razón. Pero el testimonio de Teodoro II y el de Jerónimo II son irrebatibles. Sencillamente dicho con su beatitud Jerónimo: la palabra, una vez dada, hay que cumplirla. Pero con esto, estamos metidos de lleno en el corazón de la Sagrada Escritura.


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