lunes, 20 de noviembre de 2017

Humanizar la humanidad practicando la proximidad.



Pedro Casaldáliga (2006)

Comunicación de Pedro Casaldáliga en la recepción del Premio Internacional de Catalunya 2006
Bienvenido Presidente de la Generalitat, Pascual Maragall, mi presidente. Bienvenida Sra. Diana Garrigosa Bienvenida comitiva de la Presidencia y del Jurado del Premio Internacional de mi Cataluña.
Querido hermano Leonardo, queridas hermanas y hermanos:
Es mucha deferencia del Gobierno de Cataluña y del jurado venir hasta São Félix do Araguaia para entregarme su Premio Internacional. Me siento violento y avergonzado, por eso y porque este Premio está asociado a personas extraordinarias de la filosofía, de la ciencia, de las artes, de la promoción social. Y yo continúo siendo un «fill de Cal Lleter», un «hijo de la casa del lechero», de Balsareny, a la orilla del Llogregat, un pequeño arroyo puesto al lado de este Araguaia majestuoso

Esta deferencia de la Generalitat es motivo, a la vez, para mi gratitud, recibiendo el Premio, y para renovar en la vejez la identidad catalana con sus carismas. «Quan més anem, més tornem»: avanzando en la vida, las personas regresa a los orígenes; el arco de las vivencias se cierra en paz.

Nuevo motivo también para reasumir las causas por las cuales, dice el jurado, me otorgan, nos otorgan, este galardón singular. Las causas de los derechos de las personas y de los pueblos, sobre todo de las personas y pueblos marginados y hasta prohibidos. Causas mías, pero causas de todos nosotros, causas de esta pequeña iglesia de São Félix do Araguaia, que por ellas ya dio sudor y hasta sangre. Causas específicamente de Nuestra América: la tierra, el agua, la ecología; las naciones indígenas; el pueblo negro; la solidaridad; la verdadera integración continental; la erradicación de toda marginación, de todo imperialismo, de todo colonialismo; el diálogo interreligioso, e intercultural; la superación de ese estado de esquizofrenia humana que es la existencia de un primer mundo y un tercer mundo (y un cuarto mundo también) cuando somos un solo mundo, la gran familia humana, hija del Dios de la vida.

Siendo la primera vez que se otorga el Premio a un morador en América Latina, yo, abusando de osadía sentimental, hago cuestión de recibirlo también como «representante adoptivo» de Nuestra América. Mi paisano de Verdú, San Pedro Claver, apóstol de los negros en Colombia, y mi paisano de Sallent, San Antonio María Claret, fundador de mi congregación y arzobispo de Santiago de Cuba, aprobarán sin duda esta osadía. Nosotros, como Iglesia, lógicamente, abrazamos esas causas a la luz de la fe cristiana, en el seguimiento de Jesús y de su Evangelio: el Evangelio de los pobres, el Evangelio de la liberación. El Premi Internacional de Catalunya 2006 es nuestro, pueblo mío de la Prelatura de São Félix do Araguaia, nuestra es la gratitud a la Generalitat, nuestro debe ser el renovado compromiso. La danza mayor de Cataluña es la sardana, danza en comunión de un pueblo entero dándose las manos. En la Prelatura, la corresponsabilidad es nuestra danza de celebración y de compromiso. Juntos hemos luchado, juntos recibimos el Premio, juntos seguiremos respondiendo.

El objetivo y la mediación de todas esas causas nuestras se pueden formular en este postulado: Humanizar la Humanidad, practicando la proximidad. ¿Es una utopía? ¡El Evangelio es una utopía mayor! Adaptando la palabra del poeta, titulé así mi última circular: «Utopía necesaria como el pan de cada día». No la utopía quimérica que arribaría a un «no-lugar», sino un proceso esperanzado que navega hacia un «lugar-otro», ¡un «buen-lugar», eu-topia! Porque no aceptamos la fatalidad de ese sistema de capitalismo neoliberal que nos imponen, hecha mercado la vida, cuadradas las cabezas en un pensamiento único, bajo un macro-imperialismo político, económico, militar, cultural. «Es preciso reinventar una economía de convivencia», pedía Edgar Morin, recibiendo este mismo Premio en 1994. El pueblo guaraní habla de la «economía de la reciprocidad».

Y el pequeño pueblo myky, en este Mato Grosso, proclama como uno de sus dogmas básicos que «vivir es convivir». Sin prepotencias, sin exclusiones. Todas y todos siendo reconocidos como personas en la radical dignidad de la «raza humana». Los pueblos indígenas, normalmente, en su autodeterminación se clasifican «gente», «humanidad»; después viene el nombre, la designación particular de cada pueblo, de cada cultura, de cada historia. Identidades colectivas que configuran la Humanidad una y plural. La globalización actual, con todos sus pecados, graves, tiene como contrapartida la virtud de hacer que hoy, como nunca, la Humanidad se sienta «una». Estamos descubriendo, por necesidad, que navegamos en un mismo barco. «El choque de civilizaciones» o «la alianza de civilizaciones» son la alternativa inevitable.

Como ahora nos encontramos todos con todos, debemos optar o por chocar unos contra otros, en la intolerancia y en la agresión, o por abrazarnos en la comprensión y en la complementariedad. «Las naciones son contenido, no fronteras» afirma Baltasar Porcel, en la presentación de los discursos de los 3 galardonados con el Premi Internacional de Catalunya. Muros, «vallas», cercas, leyes de intolerancia, no son la solución humana. Los «bárbaros del sur» acabarán rompiendo las fronteras de la separación. «El hambre no tiene fronteras», gritaba el superviviente de una «patera» africana. Esos nuevos bárbaros acabarán invadiendo la tierra, la casa, la mesa, el alma de los privilegiados de un mundo primero: ¿primero en malgastar; primero en insensibilidad? La más esencial tarea de la Humanidad es la tarea de humanizarse.

Humanizar la Humanidad es la misión de todos, de todas, de cada uno y cada una de nosotros. La ciencia, la técnica, el progreso, solamente son dignos de nuestro pensamiento y de nuestras manos se nos humanizan más. Frente a ciertos jactanciosos progresos, las estadísticas anuales de ese profeta laico que es el PNUD deberían provocarnos una indignada vergüenza. «Otro mundo es posible», proclaman los foros de la alternatividad. Otro mundo es necesario. «Hacer real lo posible» es el título del último libro del economista y educador Marcos Arruda: «Una reflexión creativa y de propositiva sobre economía…, la praxis de otra economía, ya en marcha, fundada en la cooperación y en la solidaridad y la prospectiva de otra globalización, que valoriza cada persona, cada cultura y cada pueblo. Buscando un proyecto común de Humanidad a partir de la valorización y de la complementariedad de las diferencias».

El Secretario General del Consejo Mundial de Iglesias, Pastor Samuel Kobia, resumía así el tema y el propósito de la IX Asamblea del Consejo, realizada en Porto Alegre, en este mes de febrero: «Transformar el mundo juntos». El pequeño mundo del propio corazón, del propio hogar, de la vecindad, y el gran mundo de la política y de la economía y de las instituciones internacionales. Otra ONU es posible y necesaria. Ya es un consenso universal que sólo habrá paz en el mundo si hay paz entre las religiones. Y que sólo habrá paz entre religiones si hay diálogo entre las religiones. Un diálogo interreligioso, pero que sea generador de Humanidad. Porque no se trata de sentar a las religiones en una tertulia narcisista y aséptica, fuera del mundo de la pobreza, del hambre, de la guerra, del racismo, de la marginación, del miedo. El contenido central de ese diálogo interreligioso ha de ser también humanizar la Humanidad, en nombre de Dios.

Nuestro Joan Maragall, el gran poeta humano-humanista de Cataluña, formulaba lúcidamente un principio para toda fe religiosa: «Home sóc i és humana ma mesura / per tot quant pugui creure i esperar» («Hombre soy y es humana mi medida / para todo cuanto yo pueda creer y esperar»). Para nuestra fe cristiana el propio Dios tomó la dimensión humana del hombre Jesús de Nazaret. Infelizmente, durante siglos, y todavía hoy, las religiones vienen siendo, con demasiada frecuencia, fundamentalismo, división y hasta guerra. Es hora de creer en plural unidad en el Dios de la vida y del amor y de practicar la religión con justicia, servicio y compañía.

Un Dios que separa la Humanidad es un ídolo mortífero. Esa tarea primordial y común de humanizar la Humanidad se hace practicando la proximidad. El Evangelio de Lucas (10, 25-37) nos ofrece la parábola paradigmática para esa praxis humanizadora. El maestro de la ley 4 responde correctamente a la pregunta de Jesús sobre los mandamientos.

Sabía el catecismo, por lo menos en su letra. Pero «para justificarse» el doctor en religión pregunta a su vez: «¿Y quién es mi prójimo?» La respuesta de Jesús es desconcertante y provocadora; para el doctor de la ley, para todo el pueblo que escucha «en aquel tiempo» e también para nosotros que la escuchamos hoy, aquí. Prójimo es aquel o aquella a quien yo me aproximo, y el primero los caídos en el camino, las personas al margen, las mujeres violentadas y sometidas, los emigrantes sospechosos, los extraños de quien no quiero ni saber, ocupado como estoy en mis negocios o tal vez con mi culto… Yo me debo hacer prójimo descubriendo al próximo, buscándolo, acogiéndolo, dando y donándome en su servicio. Sin hacer acepción de personas. Sin miedo de contaminarme con un samaritano heterodoxo. Solamente amo al prójimo en la medida en que salgo, libre, abierto, solidario, al encuentro del próximo, aproximándome a él, aproximándole a mí. No se humaniza la Humanidad con máquinas y formulaciones (útiles en su tiempo y a su debido modo), sino con la aproximación humana de cada uno y cada una, de cada persona y de cada pueblo.

Humanizar la Humanidad practicando la proximidad. La Teología de la Liberación nos ha recordado que la verdadera ortodoxia se verifica en la ortopraxis. El propio ser de Dios «consiste en estar amando», nos dice en el Nuevo Testamento la primera carta de Juan (4, 8-16). Haber salido de Cataluña, de España, de Europa, pasar por África y venir a vivir definitivamente en este brasileño Mato Graso de esta Nuestra América me ha universalizado el alma. Y el contacto apasionado con la causa indígena y la causa negra me han ayudado a redescubrir la identidad de las personas y de los pueblos como alteridad y como complementariedad. Aproximarme «al poder de los sin poder» (Václav Havel), en la opción por los pobres, en el movimiento popular, en las comunidades de base y en las pastorales sociales, me despertó definitivamente a la indignación y al compromiso; y también a la esperanza

Agradeciendo de corazón este Premi Internacional, quiero pedir a mi Cataluña que continúe siempre abierta al mar; que, desde el alero de la casa solariega (des de l’eixida pairal), se abra siempre más al infinito mundo. Dentro y fuera de casa; con «els altres catalans» y con los emigrantes que van llegando y con toda la Humanidad. Siendo ella, libre, justa, humanizada y haciéndose proximidad de todos los pueblos de la tierra. «La clau i la lletra» de la escultura del maestro Tàpies es también una parábola de apertura y de comunicación; llave para abrir, letra para hablar. Humanicémonos siempre más, humanicemos siempre, practicando la proximidad. Muchas gracias.

São Félix do Araguaia, 9 de marzo de 2006



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