Xavier Casanovas.
Esta es la pregunta que mucha gente se hace esta semana después de la publicación de los #ParadisePapers, la nueva filtración de documentos provenientes de paraísos fiscales con nombres de personalidades y empresas que utilizaban la empresa AppleBuy situada en las Bermudas para ocultar patrimonio.
Ciertamente parece inverosímil que encadenando escándalos como el #SwissLeaks, #LuxLeaks, #PanamaPapers, etc. sigamos hablando de la existencia de paraísos fiscales, de la falta de regulación de estos a nivel internacional, y de la falta de cooperación política para hacer frente a una realidad que se calcula que esconde más de 6 billones de dólares y que implica una sangría de 90.000 millones de dólares anuales en las arcas de los países en vías de desarrollo.
Tres razones por las que creo que, a pesar de la evidencia y el rechazo social que generan, todavía no somos capaces de acabar con los paraísos fiscales:
1.- Empresas contra países. Como explicaba en el último cuaderno de Cristianismo y Justicia, la globalización ha sido un descalabro que necesita ser gobernado democráticamente. Esto es ciertamente difícil en un contexto en el cual resulta que de las 100 primeras entidades económicas del mundo, solo 31 son países, y 69 son empresas. Como muestra, Amazon tiene una cifra de negocio equivalente al presupuesto de un país como Portugal. Así pues esta es una lucha de poder entre intereses empresariales claramente alineados y convergentes contra intereses democráticos cada vez más divergentes, y de momento van ganando los primeros.
2.- Las élites contra el resto. También sabemos que la utilización de los paraísos tiene lugar, sobre todo, entre las élites económicas. Las últimas filtraciones nos han dado evidencia de que el fraude fiscal llega casi al 30% si ponemos el foco en el 0,01% más rico de la población:
3.- Los intereses particulares contra el bien común. Parece que todo esto debería acabar en un gran pacto global entre países que aislara de una vez por todas este tipo de prácticas. Pero podemos ver cómo los intereses diplomáticos y políticos se imponen en este tipo de negociaciones. Vemos el caso de España, donde cinco países con jurisdicciones opacas de los analizados en los #ParadisePapers no están considerados actualmente paraísos fiscales: Trinidad y Tobago, Aruba, Bahamas, Barbados y Malta. Hacienda retiró una quincena de ellos en 2015. Entre estos ya no se incluye Panamá, que salió de la lista de paraísos fiscales españoles en 2010. Zapatero lo retiró por la presión de constructoras como Sacyr o FCC con el fin de ganar concursos para la ampliación del Canal.
En fin, parafraseando a Marx podemos decir con claridad que los intereses dominantes responden a los intereses de la clase dominante. Ahora bien, la buena noticia es que mientras gobernantes y entes públicos van muy lentos en aplicar una agenda contraria a los paraísos fiscales -hace años que se habla de una lista negra europea de paraísos fiscales, que teóricamente debería ser publicada a finales de 2017 pero que a medida que avanza se va empequeñeciendo más y más-, este tipo de escándalos disparan al corazón de aquello que los paraísos fiscales buscan por encima de todo, la opacidad. Por cada paraíso destapado, un país cae de la lista de posibles escondites. Pasó con Suiza, con Panamá, y es muy probable que pase ahora con las Bermudas. No tengáis duda de que vendrán muchos más.
Fuente: cristianismeijusticia.net
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