por Arzobispo Juan Carlos Urquhart de Barros
Se va otro año, pero sus complejidades se
quedan para abrir otro ciclo. Nada es mágico, todo responde a un mecanismo de
construcción gradual, donde cada persona es el protagonista principal.
Se trata simplemente de un cambio cronológico o
de calendario. ¿Hasta que punto cambia en algo, nuestra vida?
¿Somos conscientes que el cambio debe
producirse, de adentro hacia afuera y que inicia desde lo más íntimo de cada
persona…?
Desde luego que no deja de ser una buena
excusa, marcar una fecha como clave para arrancar un cambio sustantivo en la
vida.
Tantos pendientes por concretar, algunas
utopías por acariciar…pero la lógica nos asegura que si no reconstruimos los
cimentos flojos, los maquillajes no conducen a buenos puertos.
Aprovechemos estos primeros días del año para
reforzar los cimientos…
Los cristianos seguimos una hoja de ruta que
muchas veces nos desorienta: por tomar atajos, irnos por las ramas o seguir a
falsos pastores.
Al respecto son muy claras las palabras de
Dios:
“¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no
hacéis lo que yo digo?
Todo aquel que viene a mí, y oye
mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al
hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la
roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa,
pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.
Mas el que oyó y no hizo,
semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra
la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella
casa.” (Mt.7, 24-27 RVR 1960)
Qué la reflexión de esta parábola
les indique un camino para comenzar un año 2019 lleno de bendiciones luminosas.
Que Dios Padre rico en
misericordia bendiga a todas las personas de buena voluntad y los ayude a
plantarse en un terreno firme para construir un año 2019 sólido y prospero.
Que la Paz reine en el mundo.
¡Feliz año Nuevo!
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