jueves, 27 de diciembre de 2018

2019: un nuevo capítulo de la disputa por el futuro.


Por Javier Tolcachier*

Por estas épocas del año suelen oírse llamados a la concordia y la convivencia fraterna. Haciendo a un lado la hipocresía de quienes conciben la “paz social” como mecanismo para blindar la injusticia, no hay duda que los pueblos en estas fechas se desean honestamente un período de mayor calidez, de cercanía y humanidad. Del mismo modo que expresan con sinceridad de corazón, augurios de un año mejor.

Pasada la tregua, la ilusión de fin de año se desvanece, dejando ver que ninguno de los conflictos ha desaparecido verdaderamente. Lo que encalló a las orillas del nuevo año ahí está, a la espera de la nueva marea de sucesos, de un oleaje que traiga consigo transformación. Oleaje en el que corremos peligro de ser arrastrados, de no ser capaces de reflexionar, ver con mayor claridad y sentar postura frente a los principales conflictos.

Esto vale del mismo modo para quienes pretenden sostener posiciones de presunta “imparcialidad”, cercana en muchos casos a la fuga o al descompromiso, al cinismo, la indiferencia y ¿cómo no? también al temor, la decepción, la amenaza, la segregación, el chantaje o la persecución. Aún fundada, la pasividad, la no elección, tienen como consecuencia convertirse en objeto y no en sujeto de las circunstancias por venir.
Los conflictos 

Los conflictos existentes son polaridades, campos de “magnetismo social”, alrededor de los cuales se agregarán los grandes conjuntos humanos en el y los años venideros. Del potencial que cada polaridad acumule, dependerá la dirección que tomen los acontecimientos.

Las problemáticas están íntimamente entrelazadas, conformando una estructura en la que unas piezas engarzan con otras. Sin embargo pueden ser observadas en detalle sin adjudicarles prelación, linealidad o jerarquías.


Igualdad de oportunidades vs exclusión social

El artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos enuncia que “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.”

70 años después de haber sido consagrada esta Declaración, la realidad es bien distinta. Según el informe “Premiar el trabajo, no la riqueza” (Oxfam Internacional, 2018)(1) el 1% más rico sigue acumulando más riqueza que el resto de la humanidad. Citando distintas fuentes, el mismo informe señala que “cerca del 43% de la población joven activa no tiene trabajo o, si trabaja, sigue viviendo en la pobreza. Más de 500 millones de jóvenes sobreviven con menos de 2 dólares al día.”

En América Latina y el Caribe, en 2017 el 10% más rico de la población concentró el 68% de la riqueza total, mientras que el 50% más pobre contó solamente con un 3.5% para sobrevivir, agrega la citada fuente.

Por otra parte, 821 millones de personas padecen hambre en el mundo -una de cada nueve- y más de 150 millones de niños sufren retraso del crecimiento, indicó la ONU en un informe dado a conocer el pasado Septiembre en Roma. (2) Lejos de retroceder, el hambre ha aumentado en los últimos tres años, volviendo a los niveles de diez años atrás.

Ante esta barbarie, los esfuerzos políticos por paliar la desigualdad y el hambre son arteramente combatidos por quienes generan el problema -la banca y las corporaciones de negocios- en una espiral irracional de violencia económica que arroja a los grandes conjuntos a la asfixia y la desesperación.

La escala del agravio corresponde a un genocidio social que se parapeta detrás de la “inviolabilidad” de la propiedad privada, o sea, de la acumulación ilimitada. Frente a tamaño atropello, la articulación de las mayorías bajo las banderas de la inclusión social y la desmercantilización de la subsistencia digna es históricamente inevitable, pero debe acelerarse.

Autodeterminación, cooperación, integración vs unilateralismo y nacionalismo

La posibilidad de relacionamiento paritario entre naciones, muchas de ellas recién emancipadas del colonialismo luego de la Segunda Guerra Mundial, fue sepultada por la confrontación de bloques primero y por la globalización después, arrollando toda posible autodeterminación. Ante esta nueva dependencia los países del Sur global determinados a hacer valer su autonomía, amplificaron sus relaciones bilaterales y construyeron mecanismos multilaterales diversos. El objetivo de integrar virtudes y debilidades fue hacer fuerza común frente a la usurpación de facto. Al mismo tiempo, actores como China, India y Rusia emergieron o resurgieron en el tablero mundial, socavando la potestad única de EEUU (y de Occidente) en la esfera internacional.

Los nacionalismos surgidos en todo el mundo y gobernantes hoy en muchos países resultan de una reacción al intento de dominación mundial unipolar y la transferencia de poder de los Estados a las corporaciones transnacionales, como resistencia a la centralización fáctica del poder económico contraria a las necesidades populares. Al mismo tiempo, la decadencia del poder occidental pretende defenderse de su ocaso definitivo rompiendo las reglas de juego internacionales en el justo momento en que empieza a perder la partida, intentando imponer una vez más el propio interés como única regla posible.

Frente a la irracionalidad del poder único, la relación solidaria entre pueblos y estados, la cooperación, la autodeterminación de los pueblos y su integración creciente hacia un nuevo paradigma de “nación humana universal”, la lucha por la desconcentración del poder de las corporaciones trasnacionales aparecen como el sendero a transitar.
Guerras o Paz

El interés colonial por monopolizar recursos y mercados, por imponer normas culturales únicas, sigue vigente. Ese interés, junto al gigantesco negocio del armamentismo, continúa siendo el promotor de guerras. Las rivalidades históricas existentes, no son las causantes de las masacres bélicas, sino que son avivadas y propagadas por los poderes para dividir, enfrentar y conquistar.

Frente a ese frenesí destructivo, el estandarte de la paz supone una propuesta y conducta revolucionaria, ya que constituye un escalón de conciencia superior imprescindible para encarar verdaderos desafíos de unidad popular y liberación del sometimiento.
Democracia participativa para derrotar al fascismo

Los esquemas democráticos están severamente dañados. Los pueblos están efectivamente alejados de toda decisión y los funcionarios electos suelen alejarse de sus electores viviendo en espacios autistas, aprovechando además los beneficios de su posición privilegiada. La excepción, aquellos militantes o dirigentes, que en base a un férreo propósito de servicio al pueblo intentan sustraerse a esa pandemia, son atacados por los medios hegemonizados por el capital, juzgados por causas inexistentes y condenados sin pruebas.

El lawfare, la persecución y proscripción política de líderes populares, el macartismo de los gobiernos ultraderechistas, son anticuerpos de la plutocracia del dinero que rechaza así toda “injerencia democrática en sus asuntos internos”, es decir, en sus negocios.

Los personajes de extrema derecha cuentan con el apoyo del capital para reprimir revueltas y garantizar su protección. Pero también concitan la adhesión de una gran parte del pueblo llano, cegada por un rencor manipulado mediáticamente pero también hastiada de una parodia de democracia autorreferente. En la percepción de este amplio sector, la democracia “realmente existente” se ha vuelto estéril, incoherente, mentirosa, envilecida, incapaz de poner fin a la injusticia y dar solución a las urgencias populares.

La futura democracia, tendrá que ser profunda o no podrá reconstituirse. El único modo de regenerar el espíritu democrático, al tiempo de equilibrar el enorme contrapeso antidemocrático del poder económico, será dar amplia participación a los pueblos en las decisiones. La democracia participativa se extenderá, en un aprendizaje de errores y aciertos, para dar finalmente por tierra al “Ancien Régime” de una representación cooptada por el poder real.

Soberanía alimentaria, Buen Vivir y Reforma agraria vs catástrofe climática

Capitalismo es sinónimo de violencia humana y medioambiental. Los recursos comunes del planeta son enajenados por una minoría que saca ventajas de posiciones de fuerza para dominar al resto. La irracionalidad del desperdicio, de la desigual utilización energética entre Norte y Sur, de la permanente extracción y contaminación de suelos, aire, cuencas hídricas, del monocultivo agrario, de la especulación inmobiliaria. La exhalación carbónica de un mundo exaltado, la deforestación, el envenenamiento de los cultivos, el consumo frenético… ¿acaso hay algo sustentable en ello? No existe un “capitalismo sustentable”, ni “tecnología verde” que lo vuelva sustentable, ya que la maximización del beneficio – energía motora del capital – no tolera limitaciones ecológicas. El rédito particular no acepta razones colectivas.

Por tanto, la única salvaguarda real del entorno que posibilita la vida en este planeta pasa por la transformación sistémica hacia un modo de vida que ponga como valor central el reparto de la riqueza como bien finito y común. Un sistema nuevo que consagre el derecho a compartir, desdeñe el consumo desenfrenado como irrelevante para la felicidad y priorice el bienestar colectivo por sobre el egoísmo individual.

Feminismo vs patriarcado

La masiva movilización de mujeres exigiendo el fin de un sistema de dominación patriarcal continuará siendo uno de los temas centrales en la agenda política del nuevo año. El conflicto será uno de los principales ejes de tensión intergeneracional y cobrará una enorme relevancia al poner en discusión hábitos arraigados en las distintas culturas, alcanzando una dimensión global inédita.

Las mujeres serán un factor clave para la re-definición de relaciones de fuerza frente a la reacción conservadora producida por la vorágine de cambios, las incertezas existenciales y la falta de oportunidades de subsistencia y desarrollo humano que presenta el sistema actual.
Ciudadanía Universal vs criminalización y discriminación de migrantes

No habrá muro, valla o ejército que logre contener la migración desesperada, si no se acaba con las guerras, el hambre, la violencia producida por la miseria, la desigualdad local y entre regiones del mundo.

No habrá migración justa y libre, si las empresas insisten en atraer mano de obra precarizada, en situación de ilegalidad, para evadir responsabilidades derivadas del derecho laboral vigente. No desaparecerá la discriminación, mientras se culpe a los inmigrantes por la falta de trabajo, en vez de señalar el vaciamiento productivo del capitalismo usurero y especulativo.

La ciudadanía Universal, la libertad de elegir el lugar de pertenencia y la igualdad de derechos para todo ser humano más allá de su proveniencia, sólo se hará realidad en el marco de un nuevo sistema, como ya se esbozó en apartados anteriores.

Sentido de comunidad y renovado proyecto transformador vs avance retrógrado

Muchos seres humanos se sienten arrastrados por veloces acontecimientos que no dominan, dejando atrás realidades conocidas en el mundo familiar, laboral, profesional y de relación. Vivimos en un mundo acelerado que borra de la faz de la tierra aquel paisaje que creíamos que iba a durar para siempre. En pocos años, poco queda de lo anterior, salvo en la memoria… y los libros de historia.

Ese es uno de los vértices que llevan a añorar un mundo perdido, a idealizar con nostalgia el pasado, a criticar las “nuevas costumbres”, a reclamar la devolución de una realidad irrecuperable. Es uno de los principales factores que motivan la visión retrógrada.

Alimentan esa visión el cúmulo de dificultades sociales presentes ya esbozadas, que presionan por salidas rápidas. La angustia personal y social es multiplicada por la soledad, la fugacidad de lazos de relación y la ruptura de pertenencias que den cobijo en medio del vendaval de inseguridades y violencias. A todo ello se suma la banalidad de un mundo que agota sus opciones en un hedonismo consumista, en un recorrido fatigoso que conduce fatalmente hacia la muerte.

Todo esto explica porqué las opciones eclesiásticas conservadoras avanzan, ofreciendo una oferta atrayente ante el desamparo y exclusión de una civilización acelerada, vacía y violenta.

A esta correntada contrahistórica se debe contraponer un proyecto fuerte y no transigible de transformación social, que además de contemplar las necesidades físicas y biológicas, contenga también las emocionales y las existenciales. Una práctica social que sostenga a cada persona en un tejido de comunidad.

Un proyecto que pondere a los seres humanos sobre toda otra consideración y que en sí mismo, dote de un nuevo sentido a la vida humana. Un sentido de evolución, de crecimiento colectivo, que permita el nacimiento de una especie humana renovada, que dé alas al viejo mito de la Mujer y el Hombre nuevos.

A lo enunciado deberíamos dedicar nuestros esfuerzos, aunar en ello nuestras luchas, hacia ese horizonte hacer converger la bienvenida diversidad.

Que tengan buenos festejos y renueven energías para el año que comienza, un nuevo capítulo en la disputa por el futuro.

Notas.

(1) Informe “Premiar el trabajo, no la riqueza”, Oxfam International (Enero 2018). http://bit.ly/2BeZCV1

(2) El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2018, Naciones Unidas

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*Javier Tolcachier es un investigador perteneciente al Centro Mundial de Estudios Humanistas, organismo del Movimiento Humanista.
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Fuente: Servindi

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