por PEDRO ZAMORA GARCÍA*
Los atentados yihadistas del último año en Europa, así como las subsiguientes detenciones de grupos yihadistas, están haciendo más actual la pregunta por el papel público de la religión en Europa, y cuál es la relación de la religión con la identidad europea.
Por desgracia, las preguntas se hacen desde el avivamiento de viejos temores, a saber: un Islam que de nuevo se cierne amenazante sobre Europa. Y no soy ingenuo: hay grandes poderes árabes interesados en islamizar Europa, del mismo modo que hay grandes poderes capitalistas interesados en cristianizar, por ejemplo, China para así facilitar su transición a una democracia capitalista. Sí, poderes en ambos lados que, en buena medida, son ajenos a una genuina vocación religiosa y de los que resulta imposible ‘despellejarse’.
Precisamente, es el reconocimiento de estos intereses lo que me hace pensar que, en Europa, las iglesias cristianas van a ser sometidas –una vez más– a la presión de los poderes fácticos (políticos y económicos) para jugar un papel decisivo en el tablero geo-político, lo cual conlleva el riesgo de perder espacio de libertad para ser ellas mismas, esto es, para proclamar y vivir su mensaje sin condicionamiento externo alguno, cualesquiera sean las amenazas que se ciernan sobre nuestra sociedad.
Y también creo que las propias iglesias nacionales –sí, en Europa todavía cabe hablar de ‘iglesias nacionales’, e incluso de ‘iglesias nacionalistas’– pueden ceder a la tentación de aprovechar la tesitura para recuperar el peso perdido en lo social y político, presentándose como consustanciales a la identidad europea. De hecho, el debate sobre si una eventual constitución europea debiera reflejar o no la herencia cristiana o religiosa, puede acabar convirtiéndose en una distracción para las confesiones cristianas (y para las religiones en general). Sí, una distracción porque el debate se convierte en una lucha de poderes, esto es, entre el poder secular y el poder religioso:
¡A ver quién puede más!
¡A ver quién ha tenido más peso en la formación de la identidad europea!
Personalmente, y como cristiano, creo que las iglesias (y toda confesión religiosa) deben evitar a toda costa enzarzarse en debates estériles sobre quién ha sido más determinante para la identidad europea (¡Baste la Historia para juzgar!). Y creo que las iglesias tampoco deben prestarse para jugar en el tablero geo-político sobre el que se desplegarán estrategias de todo tipo y se azuzarán toda clase de temores, incluidos aquéllos contra religiones en particular o contra la religión en general.
Pero para no quedar atrapadas en los condicionamientos geo-políticos, las iglesias han de ser ellas mismas Iglesia ante todo, esto es, encarnación viva y real de la Buena Noticia que ha roto toda cadena y toda frontera, que sería lo mismo que decir que «ha roto todo temor». Una Iglesia con mayúscula, creo yo, no lucha por ‘herencias históricas’ ni identifica Europa con Cristiandad, todo lo cual tiñe cualquier empresa de Evangelización de un espíritu de defensa identitaria contra otras religiones consideradas usurpadoras de «nuestros derechos al trono». Todo lo contrario, la Iglesia con mayúscula debe volcarse plenamente en «cumplir hoy este pasaje de la Escritura … “anunciar la buena nueva a los pobres, … pregonar la libertad de los cautivos, dar vista a los ciegos, y poner en libertad a los oprimidos, proclamando así el año de gracia del Señor”» (Lucas 4,18-21). Y si esto lleva a la Cruz …, simplemente estaremos siendo Iglesia con mayúscula.
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* Barcelona, 1957. Casado con Puri Menino, dos hijas (Caterina y Estela), un hijo (Jairo) y un nieto (Adrián), Vivo en El Escorial (Madrid). Ocupación actual: Director teológico de la Fundación Federico Fliedner, y profesor de Biblia en SEUT y Universidad Pontificia Comillas. Fui ordenado pastor de la Iglesia Evangélica Española en 1991. He escrito tres libros: 1. Fe, política y economía en Eclesiastés, Verbo Divino: Estella, 2002 2. La fe sencilla, Fliedner Ediciones: Madrid, 2011 3. Reyes I. La fuerza de la narración, Verbo Divino: Estella, 2011
Fuente: Lupa Protestante
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