Leonardo Boff, 11-Febrero-2015
La situación actual de grave escasez de agua potable, que afecta a buena parte del sudeste brasilero donde se sitúan las grandes ciudades como São Paulo, Río de Janeiro y Belo Horizonte, nos obliga como nunca antes a repensar la cuestión del agua y a desarrollar una cultura del cuidado de la mano de sus famosas erres (r): reducir, reusar, reciclar, respetar y reforestar.
Ninguna cuestión es hoy día más importante que la del agua. De ella depende la supervivencia de toda la cadena de la vida y, consecuentemente, nuestro propio futuro. Ella puede ser motivo tanto de guerra como de solidaridad social y cooperación entre los pueblos. Especialistas y grupos humanistas ya han sugerido un pacto social mundial en torno a aquello que es vital para todos: el agua. En torno al agua se crearía un consenso mínimo entre todos, pueblos y gobiernos, con vistas a un bien común, nuestro y del sistema-vida.
Independientemente de las discusiones que rodean el tema del agua, podemos hacer una afirmación segura e indiscutible: el agua es un bien natural, vital, insustituible y común. Ningún ser vivo, humano o no, puede vivir sin agua. El 21 de julio de 2010, la ONU aprobó esta resolución: el agua potable y segura y el saneamiento básico constituyen un derecho humano esencial.
Consideremos rápidamente los datos básicos sobre el agua en el planeta Tierra: el agua existe desde hace ya 500 millones de años; el 97,5% de las aguas de los mares y de los océanos son saladas. Solamente el 2,5% son dulces. Pero 2/3 de esas aguas dulces se encuentra en los casquetes polares y glaciares y en la cumbre de las montañas (68,9%); casi todo lo restante (29,9%) son aguas subterráneas. Queda un 0,9% en los pantanos y apenas un 0,3% en los ríos y lagos. De este 0,3%, el 70% se destina a la irrigación en la agricultura, el 20% a la industria y queda apenas el 10% de este 0,3% para uso humano y para dar de beber a los animales.
Existen en el planeta cerca de 1.360 millones de km cúbicosde agua. Si tomásemos toda el agua de los océanos, lagos, ríos, acuíferos y casquetes polares y la distribuyésemos equitativamente sobre la superficie terrestre, la Tierra quedaría sumergida debajo de una capa de agua de tres km de profundidad.
La renovación de las aguas es del orden de 43 mil km cúbicos por año, mientras que el consumo total se estima en 6 mil km cúbicos por año. Por lo tanto no hay falta de agua.
El problema es que se encuentra desigualmente distribuida: el 60% en solamente 9 países, mientras otros 80 se enfrentan a la escasez. Poco menos de mil millones de personas consumen el 86% del agua existente mientras que para 1,4 miles de millones es insuficiente (en 2020 serán tres mil millones) y para dos mil millones no está tratada, lo que genera el 85% de las enfermedades según la OMS. Se presume que en el 2032 cerca de 5 mil millones de personas estarán afectadas por la escasez de agua.
Brasil es la potencia natural de las aguas, con el 12% de toda el agua dulce del planeta, que suma 5,4 billones de metros cúbicos. Pero está desigualmente distribuida: el 72% en la región amazónica, el 16% en el Centro-Oeste, el 8% en el Sur y en el Sureste y el 4% en el Nordeste. A pesar de la abundancia, no sabemos usar el agua, pues el 37% de la tratada es desperdiciada, lo que daría para abastecer a toda Francia, Bélgica, Suiza y norte de Italia. Es urgente, por tanto, un nuevo patrón cultural en relación a ese bien tan esencial (cf. el estudio más minucioso organizado por el recordado Aldo Rabouças,Aguas doces no Brasil: Escrituras, SP 2002).
Una gran especialista del agua que trabaja en los organismos de la ONU sobre el tema, la canadiense Maude Barlow, afirma en su libro Agua: pacto azul (2009): «La población global se triplicó en el siglo XX pero el consumo de agua aumentó siete veces. En 2050, cuando tengamos 3 mil millones más de personas, necesitaremos un 80% más de agua solamente para uso humano; y no sabemos de dónde vendrá» (17). Ese escenario es dramático, pues pone claramente en jaque la supervivencia de la especie humana.
Hay una carrera mundial para privatizar el agua. En ella surgen grandes empresas multinacionales como las francesas Vivendi y Suez-Lyonnaise, la alemana RWE, la inglesa Thames Water y la estadounidense Bechtel. Se ha creado un mercado de las aguas que supone más de 100 mil millones de dólares. En la comercialización de agua mineral, la Nestlé y la Coca-Cola que están buscando comprar fuentes de agua por todas partes del mundo, inclusive en Brasil.
Pero hay también fuertes reacciones de las poblaciones como ocurrió en el año no 2000 en Cochabamba (Bolivia). La empresa Bechtel compró las aguas y elevó los precios un 35%. La reacción organizada de la población hizo que la compañía saliese a marchas forzadas el país.
El gran debate hoy se plantea en estos términos: ¿el agua es fuente de vida o fuente de lucro? ¿El agua es un bien natural, vital, común e insustituible o un bien económico para ser tratado como recurso hídrico y cotizado en las bolsas de mercado?
Ambas dimensiones no se excluyen pero debemos relacionarlas rectamente. Fundamentalmente el agua pertenece al derecho a la vida, como insiste el gran especialista en aguas Ricardo Petrella (O Manifesto da Agua, Vozes 2002). En este sentido, el agua de beber, para uso en la alimentación, para la higiene personal y para saciar la sed de los animales debe ser gratuita.
Como por otra parte es escasa y demanda una compleja estructura de captación, conservación, tratamiento y distribución, implica una innegable dimensión económica. Esta, sin embargo, no debe prevalecer sobre la otra; al contrario, debe hacerla accesible a todas las personas. Incluso los altos costes económicos deben ser cubiertos por el Poder Publico. No haya aquí espacio para discutir las causas de la actual sequía. Recomiendo el libro el científico Antonio D. Nobre (INPE), publicado en enero: El futuro climático de la Amazonia, donde discute las causas principales.
El Hambre Cero Mundial prevista por las Metas del Milenio de la ONU, debe incluir la Sed Cero, pues no hay alimento que pueda existir y pueda ser consumido sin agua.
El agua es vida, generadora de vida y uno de los símbolos más poderosos de la naturaleza de la Última Realidad. Sin ella no viviríamos.
Leonardo Boff es columnista de JBonline y escribió Del iceberg al arca de Noé, Mar de Idéias, Río 2010.
Traducción de Mj Gavito Milano
Fuente: Atrio
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