sábado, 10 de octubre de 2015

El camino angosto de Jesús, nuestro camino.


Ignacio Simal Camps

El camino que emprendió Jesús desde que dio inicio a su ministerio, sin duda, fue el camino estrecho que conduce a la vida, y todos los que le siguieron tomaron la misma dirección, la dirección al mundo nuevo o, lo que es lo mismo, a la vida. Ello, según recogen los evangelios, establece un fuerte contraste con el camino fariseo, camino ancho por excelencia que conduce a la perdición, y no sólo a ellos, sino a todos los que le siguen.

El camino de Jesús es estrecho porque pone en solfa la comprensión tradicional de lo que significa ser piadoso y seguidor del Dios del Éxodo. Ese camino cuestiona y levanta ampollas entre los defensores de la moral tradicional. Es cuestión de tiempo, de poco tiempo, que los fariseos que aparecen en los evangelios decidan acabar con la vida de aquel que subvierte la teología y la moral tradicional de los garantes, en el contexto del pueblo de Dios, del “siempre se ha hecho así” o “las Escrituras y la tradición de los padres nos han enseñado”.

Existe un breve relato en el Evangelio según Mateo (Mt. 9) que arroja luz sobre lo que acabo de escribir. Me refiero a la narración que explica el llamamiento del publicano Mateo. Se nos cuenta que Jesús vio al futuro discípulo sentado a la mesa de los tributos, y le convocó a tomar el camino estrecho con un escueto “sígueme”. Nos hallamos ante una rotunda explicitación del camino de Jesús: llama a un recaudador de impuestos, a un publicano, a que le acompañe en el camino a la vida. Dicha acción entró en conflicto con la moral farisea de la época. Llamar como discípulo a una persona con mala reputación era altamente escandaloso. Más bien Jesús debía haber llamado como discípulos a personas respetables y sin tacha, moralmente hablando, si no quería entrar en un conflicto, con mal final, con los garantes de la teología y la moral tradicional. De haber sido así, su camino se hubiera tornado en espacioso e inmensamente cómodo. Pero no, el Galileo optó por la estrechez del camino que visibiliza el mundo nuevo de Dios.

Y no sólo eso, sino que entró a casa de Mateo. Casa que al momento se llenó de “publicanos y pecadores”. Nuestro Maestro compartió mesa con ellos, signo de comunión y acogida, con las gentes de moral algo más que distraída para los que se consideraban como santos y fieles cumplidores de la letra de la Ley. El cuestionamiento de “los santos” no se hizo esperar: «Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?» (S. Mateo 9:11 RVR1960). Sin duda, el camino elegido por Jesús era estrecho, inmensamente estrecho para la miopía incorregible de los defensores de la pureza de Israel. El camino del Mesías es estrecho porque para los que lo transitan provoca un incesante conflicto con los que dividen el pueblo de Dios entre pecadores-herejes, y santos-ortodoxos. Recordemos que dicho conflicto llevaría al Nazareno a la condena a muerte, a la crucifixión.

La respuesta del Mesías Jesús no se hizo esperar: «Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento» (S. Mateo 9:12-13 RVR1960). Y así se establece el contraste entre el camino estrecho y el espacioso. El primero es transitado por “enfermos y pecadores”, el segundo es transitado por “sanos y justos”. El camino estrecho es un camino que posibilita la conversión al reino de Dios, el segundo simplemente respeta el status quo de la teología y la moral tradicionales.

El camino estrecho, a la manera de Jesús, nos conduce al conflicto, ya no con el mundo -que también-, sino con los santos-ortodoxos. El camino espacioso nos conduce al parabién del “fariseismo”, y nos evita vivir en conflicto, nos evita “perder la vida” por causa del Evangelio. La elección es nuestra, ahora toca decidirse por el camino que vamos transitar… El camino del rigorismo moral, o el camino de la libertad mesiánica. En el primero viviremos como auténticos esclavos, en el segundo experimentaremos el significado de ser personas verdaderamente libres. Soli Deo Gloria.

Ignacio Simal es pastor de la Església Evangèlica de Catalunya - Iglesia Evangélica Española en la Església Evangèlica Betel (Orient,28; Hospitalet, Barcelona), y en la Església Evangèlica Sant Pau (Aragó, 51- Barcelona). Es Presidente de la asociación Ateneo Teológico. Fundó Lupa Protestante en el año 2005. Hasta el mes de julio del año 2012 fue su director. Presidente de la Mesa de la Església Evangèlica de Catalunya , y Director de Comunicación de la Iglesia Evangélica Española (IEE). Es miembro de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, y del Fòrum Català de Teologia i Alliberament. También dirige la revista de la IEE, "Cristianismo Protestante" (www.protestante.eu).

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