Juan José Tamayo
La utopía tiende a ser excluida de los diferentes campos del saber y del quehacer humano: de las ciencias y de las letras, de la economía y de la ética, de la filosofía y de la teología, de la política y de las relaciones humanas, del quehacer cotidiano y de la vida social, de las religiones y de los movimientos espirituales. Religiosamente es considerada, una herejía; socialmente, un sueño infundado; científicamente, una transgresión de las leyes de la naturaleza, filosóficamente, una desviación de la racionalidad. Y sin embargo, la utopía es el horizonte hacia el que camina el ser humano, definido por Bloch como “animal utópico” y constituye el motor de la historia.
Las utopías, y muy especialmente en tiempos de crisis como los que estamos viviendo, son el lugar donde pueden encontrarse las religiones y las éticas, ya que ambas son fuentes de utopías, aunque a veces también frenan los ideales más nobles de los seres humanos. Es la dialéctica en la que se mueven las religiones y las éticas. Veámoslo a continuación.
Las religiones: anverso y reverso
1. Las religiones: a) ofrecen utopías globales que expresan la armonía de la humanidad con sus semejantes, con el cosmos, con la divinidad y con la naturaleza; b) proponen caminos de esperanza para el logro de dicha armonía: las cuatro nobles verdades y el óctuplo camino, que conducen a la iluminación; los diez mandamientos, cuyo principal prohibición es la idolatría; el dharma, que es la ley del equilibro entre la humanidad y el cosmos; las bienaventuranzas y su opción por los empobrecidos; los deberes sociales para los con los desprotegidos de la sociedad, recogidos en el Corán ; c) ofrecen ejemplos a seguir en las personas de las reformadoras y los reformadores religiosos; d) señalan metas a las que dirigirse para este mundo o después de la muerte: nirvana, transmigración de las almas, resurrección, inmortalidad del alma, etc. Las utopías para después de la muerte no responden tanto al deseo de los seres humanos de vivir eternamente, cuanto a la necesidad de hacer justicia, rehabilitar a las víctimas, devolverles la dignidad que en vida se les negó. Este es el anverso (anteversum) de las religiones.
2. Pero las religiones tienen también su reverso: a) ofrecen visiones catastrofistas del presente: todo es negativo; b) tienden a mirar con añoranza al pasado más que al futuro, creyendo con Jorge Manrique que todo pasado fue mejor; c) colocan la edad de oro en el comienzo, en los orígenes, y no en el futuro; c) sacralizan la tradición convirtiéndola en norma de conducta; d) repiten miméticamente con frecuencia los gestos y gestas de sus predecesores, en vez de crear, imaginar; e) algunas religiones entienden la vida como eterno retorno de lo mismo, en vez de; f) Suelen ser fatalistas (fatalismo histórico) y responden a las consignas resignadas: “tenía que suceder”, “estaba escrito”, “es de Dios”, en vez de creer en la capacidad de los seres humanos para revertir la historia y dirigirla en dirección al futuro; g) sacrifican la fantasía y las ilusiones a los hechos contantes y sonantes: las cosas son como son y no pueden ser de otra manera; los hechos son tozudos, más vale pájaro en mano que ciento volando; h) Tienen propensión a seguir camino del dogma y de la ortodoxia; i) más que fomentar comportamientos éticos intachables, imponen “moralina” a sus seguidores, j) tienen la tendencia a instalarse cómodamente en el presente; k) los comportamientos no siempre ejemplares de las personas religiosas generan escándalo, alejan de la meta y provocan desaliento.
Las éticas: cara y cruz
1. Las éticas: a) ofrecen principios morales, ideales de conductas ejemplares y valores que orientan hacia la utopía de un mundo más justo, fraterno-sororal y solidario y ayudan a convivir y a compartir; b) invitan a la vida buena y a la felicidad; c) critican el orden establecido excluyente de las mayorías; d) proponen alternativas de vida inclusivas donde quepamos todas y todos; e) Afirman una relación interactiva entre los seres humanos y la naturaleza. Esta es la cara amable de las éticas.
En su espléndida obra Ética radical (Tecnos, Madrid, 2012), Carlos París demuestra la racionalidad superior del altruismo, que define como “el refuerzo mutuo entre el yo y el otro, en una sinergia en que ambos se potencian” (p. 94). “El libre desarrollo de cada uno –afirma citando a Marx- es la condición del libre desarrollo de los demás” (p. 99). En el discurso de recepción del Premio Nobel de la Paz el arzobispo anglicano de Sudáfrica Desmon Tutu afirmó: “Yo soy si tu eres”. Es precisamente en esa sinergia donde se encuentra la base de la argumentación a favor del altruismo. El ser humano no es, observa París, como las mónadas de Leibniz, un individuo “sin ventanas al exterior, sino abierto a la alteridad”. La superioridad del altruismo radica en “su apertura hacia un meta universalmente realizadora de lo humano”, que es la verdadera utopía, pero esa universalidad no puede ser abstracta, sino que debe hacerse realidad en cada contexto y traducirse en emancipación de los sectores más vulnerables de la sociedad, especialmente en tiempos de crisis como los que estamos viviendo.
Ofrezco a continuación algunos de los principios de la ética liberadora en forma de imperativos, que pueden contribuir a la construcción de la utopía de una sociedad alternativa:
1. Ética de la liberación, en un mundo dominado por múltiples opresiones; imperativo moral: ¡Libera al pobre, al oprimido!
2. Ética de la justicia en un mundo estructuralmente injusto; imperativo moral: ¡Actúa con justicia en las relaciones con tus semejantes y trabaja en la construcción de un orden internacional justo!
3. Ética de la gratuidad, en un mundo donde impera el cálculo, el interés, el beneficio, el negocio; imperativo moral: ¡Sé generoso! Todo lo que tienes lo has recibido gratis. No hagas negocio con lo gratuito.
4. Ética de la compasión, en un mundo en el que impera el principio de la insensibilidad hacia el sufrimiento humano y medioambiental; imperativo moral: ¡Sé compasivo! ¡Ten entrañas de misericordia con los que sufren. Colabora a aliviar su sufrimiento.
5. Ética de la alteridad, de la acogida y de la hospitalidad para con los extranjeros, los refugiados y los sin-papeles; imperativo moral: ¡Reconoce, respeta y acoge al otro como otro, como diferente! La diferencia te enriquece.
6. Ética de la solidaridad, en un mundo donde impera la endogamia; imperativo moral: ¡Sé ciudadano del mundo! ¡Trabaja por u mundo donde quepamos todos y todas!
7. Ética comunitaria fraterno-sororal, en un mundo patriarcal, donde predomina la discriminación de género en todos los campos de la vida; imperativo moral: ¡Colabora en la construcción de una comunidad de hombres y mujeres iguales, no clónicos!
8. Ética de la paz, inseparable de la justicia, en un mundo de violencia estructural causada por la injusticia del sistema: imperativo moral: ¡Si quieres la paz, trabaja por la paz y la justicia a través de la no-violencia activa!
9. Ética de la vida, de todas las vidas, de los seres humanos y también de la naturaleza, que tiene el mismo derecho a la vida que el ser humano; de la vida de los pobres y oprimidos, constantemente amenazada; imperativo moral: ¡Defiende la vida de todo ser viviente. Vive y ayuda a vivir!
10. Ética de la incompatibilidad entre la religión y el dinero, en un mundo donde se compagina fácilmente la fe religiosa y la creencia en los ídolos, la adoración a la divinidad y al oro del becerro; imperativo moral: ¡Comparte los bienes! Tu acumulación genera el empobrecimiento de quienes viven a tu alrededor.
11. Ética de la debilidad: en un mundo donde impera la ley de más fuerte y del ¡sálvese quien pueda!, el imperativo moral debe ser: ¡Trabaja por la integración de los excluidos, son tus hermanos! ¡Eres responsable de su exclusión, también de su inclusión!
12. Ética de los derechos de la Tierra, cuyo imperativo moral es: la tierra también es sujeto de derechos ¡Respétalos, como también te gusta que respeten los tuyos!
13. Ética del cuidado de la naturaleza, cuyo imperativo moral es: la naturaleza es tu hogar, ¡no la maltrates, no la destruyas ¡trátala con respeto y ternura.
2. Pero no es oro todo lo que reluce en las éticas. No todas tienden a la utopía. Las hay que van en dirección contraria, ya que consagran el orden establecido y legitiman comportamientos opresores, justifican el maltrato de la naturaleza, atentan contra la naturaleza y utilizan a los seres humanos no como fines en sí mismos, sino como medios para conseguir otros fines supuesta o falsamente superiores. Veamos algunas.
. Ética antropocéntrica: descuida la naturaleza, peor todavía, al estar centrada en el interés del ser humano, la depreda y la pone a su servicio y se olvida de que la relación entre el ser humano y la naturaleza es interactiva
. Ética utilitarista: busca la utilidad como único valor
. Ética productivista: considera al ser humano unidimensionalmente como ser productivo y se guía por el principio “tanto vales cuanto produces”.
. Ética mercantil: reduce todo, incluido el ser humano, a mercancía, a compraventa con el único objetivo de conseguir beneficios, y entiende las relaciones humanas como relaciones mercantiles.
. Ética de la razón de Estado: defiende el orden como valor absoluto, para lo que recurre a la violencia, si preciso fuere, y busca la estabilidad del poder, aun cuando para ello tenga que negar la ciudadanía y sofocar los derechos humanos de los ciudadanos; salvar al Estado, aunque sea a costa de aplastar a los ciudadanos
. Ética individualista, solipsista, autista: descuida la dimensión comunitaria, sociable, comunicativa de los seres humanos y no fomenta la soldidaridad ni la convivialidad.
. Ética espiritualista: olvida la corporeidad y considera el cuerpo social como una sociedad de espíritus.
. Ética nostrista: su círculo es un “nosotros” estrecho, limitado a la familia, el municipio, la asociación profesional, el grupo religioso, el grupo de ocio, etc., pierde la conciencia y el sentido de la universalidad y desemboca en endogamia.
. Ética del capitalismo: fomenta el beneficio, la ganancia, la acumulación, el tener frente al ser.
. Ética patriarcal: consagra y canoniza (sentido literal: convierte en canon) las actitudes, los comportamientos y los valores del varón.
. Ética de los señores (aristocrática): se ocupa de legitimar el estilo de vida de las elites, justificándola en función del origen social o de los supuestos derechos históricos, y de preservar sus privilegios.
En la obra citada Carlos París dedica páginas antológicas a la crítica filosófica del egoísmo y a demostrar la racionalidad superior del altruismo. El egoísmo es cuestionado en su doble modalidad: el individual, tan presente como denostado, ocultado o disimulado en la historia humana, y el colectivo –nostrilatría o nostrismo lo llama París-, convertido “en norma pública de acción” (p. 79), que no es otra cosa que la dilatación del egoísmo hasta la exaltación de un “nosotros” cerrado y hostil frente a quienes no forman parte del grupo y que estrecha la acción a una minoría, a un fragmento de la humanidad, sea la nación, la raza, la religión, la familia (78-79). El nostrismo sitúa los intereses del grupo como ideal de la organización social asentada sobre las diferencias jerárquicas y sobre una supuesta superioridad moral, que desemboca en xenofobia y genocidios,
París hace una severísima crítica ética, filosófica, política y económica del capitalismo y demuestra la inferioridad de este, así como la de todas las sociedades basadas en la división de clases y guiadas por el egoísmo individual o grupal.
Vivimos bajo el imperio de la teología neoliberal del mercado, sin reglas, sin control político eficaz. El poder se ha emancipado de la política; ésta ya no lo detenta ni lo controla. El Estado está sometido a los principios de la ética neoliberal, que, bajo la inspiración de Riccardo Petrella, formulo en los siguientes mandamientos de las Nuevas Tablas de la Ley, bajo la inspiración de Riccardo Petrella:
1. No puedes resistirte a la globalización de los capitales, los mercados, las finanzas y las empresas. Debes adaptarte a ellas sin poner reparo alguno.
2. No puedes resistirte a la innovación tecnológica. Deberás innovar constantemente para reducir gastos y mano de obra, y mejorar los resultados.
3. Deberás liberalizar completamente los mercados, renunciando a la protección de las economías nacionales.
4. Transferirás todo el poder al mercado, y las autoridades políticas se convertirán meras ejecutoras de las órdenes del mercado.
5. Tenderás a eliminar cualquier forma de propiedad pública, dejando el gobierno de la sociedad en manos de empresas privadas.
6. Deberás llegar a ser el más fuerte, si quieres sobrevivir en medio de la brutal competitividad actual.
7. Renunciarás a defender la justicia social, superstición estéril, y a practicar el altruismo, actitud cuasirreligiosa igualmente estéril.
8. Defenderás la libertad individual como valor absoluto sin referencia comunitaria ni dimensión social alguna.
9. En todas tus acciones humanas defenderás la prioridad de la economía sobe la ética y sobre la política.
10. Practicarás la religión del mercado con todos sus rituales, sus sacramentos, sus libros sagrados, sus tiempos sagrados, sus personas sagradas.
11. No tendrás en cuenta las necesidades de los pobres, marginados y excluidos, que son población sobrante y no generan riqueza; practica el darwinismo social.
12. Dominarás la Tierra como si fuera tu propiedad privada con derecho a usar y abusar, ya que ella no es sujeto de derechos; sólo lo son los seres humanos.
13. Pondrás la Naturaleza al servicio del Capital, que es quien mayor rendimiento puede sacar de ella, sin atender a consideraciones ecológicas, que son retardatarias del progreso humano.
Alianza entre religiones y éticas y movimientos sociales en tiempos de crisis
A las religiones y las éticas hay que sumar un tercer elemento en el camino hacia la utopía: los movimientos sociales, actores de la utopía, que constituyen la mediación necesaria e irrenunciable para avanzar en la dirección de una sociedad libre e igualitaria (no clónica) en la perspectiva de la interculturalidad, el diálogo interreligioso, el feminismo y el respeto a la diferencia. La alianza entre las religiones, las éticas y los movimientos sociales puede contribuir positivamente a mantener viva la esperanza, la docta spes a través del optimismo militante, como diría Bloch, en tiempos de crisis, en los que tiende a apoderarse de la gente el pesimismo, la desesperanza, la depresión, la apatía, la indiferencia, la pasividad, el desencanto.
Es precisamente en tiempos de crisis cuando los sectores marginados toman conciencia de la negatividad de la historia, expresan su insatisfacción con la realidad, muestran su descontento e indignación, su protesta y su hartazgo. Es en esos momentos especialmente críticos cuando radicalizan su sentido crítico y formulan utopías movilizadoras de las energías emancipatorias de la Humanidad.
Es en los márgenes de la sociedad donde se han fraguado siempre –y siguen fraguándose- las alternativas, las grandes trasformaciones. “El cambio –afirma Gianni Vattimo- lo impulsan los que no están bien: los pobres, los oprimidos. El cambio no tiene por qué ser mejor, pero el mantenimiento de lo que hay implica una clausura del futuro. Hay una motivación ontológico-cristiana: por un lado, los oprimidos intentando cambiar las cosas; por el otro, el hecho de que los débiles son más. Eso es la democracia”.
Es en tiempos de crisis y desde los márgenes cuando resulta más necesario que nunca sacar a la luz los tesoros ocultos que anidan en lo profundo de la realidad y activar las potencialidades y latencias ínsitas en los seres humanos. Por eso invito a cultivar la utopía, a seguir escribiendo nuevos relatos utópicos y a pensar la realidad más allá de los límites de lo posible, como sugiere Walt Whitman: “Antes del alba, subí a las colinas, miré los cielos apretados de luminarias y le dije a mi espíritu: cuando conozcamos todos estos mundos y el placer y la sabiduría de todas las cosas que contienen, ¿estaremos tranquilos y satisfechos? Y mi espíritu dijo: No, ganaremos esas alturas para seguir adelante”.
(Conferencia de Juan José Tamayo pronunciada el 29 de septiembre en la inauguración de curso de la Asociación para el Diálogo Interreligioso en Madrid)
Juan José Tamayo
Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones. Universidad Carlos III de Madrid y autor de Invitación a la Utopía. Estudio histórico para tiempos de crisis (Trotta, Madrid 2012).
Fuente: redescristianas
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