jueves, 29 de octubre de 2015

¿Hacia una sociedad post-religiosa?


Gonzalo Haya

La Ecumenical Association of Third World Theologians(EATWOT) realizó en 2011 una Consulta Latinoamericana sobre Religión. La consulta se planteó ante una generalizada percepción “subliminar” de la religión como construcción humana que tanto podía ayudar como dificultar la relación con lo trascendente. Su propósito fue iniciar una reflexión teológica sobre la religión. La revista VOICES recogió en 2012 la contribución de varios teólogos latinoamericanos bajo el título Hacia un paradigma pos-religional.

Realmente ¿se está universalizando una cultura que prescinde de la religión? Sí y no. La respuesta de los teólogos consultados induce a reflexionar y a matizar ese título.

En la imposibilidad de resumir un documento de quince teólogos con más de 300 páginas, y como un pequeño servicio para quienes no tengan oportunidad o tiempo de leerlo, recogeré aquí muy escuetamente las ideas que me han parecido de mayor interés respecto al nuevo paradigma y a su relación con la religión.
Hacia un paradigma

Mirando a la distancia de siglos, se pueden apreciar cambios muy significativos en los hábitos culturales de la humanidad, que nos permiten considerarlas como épocas con características, o paradigmas, diferentes.

Hay consenso en dos o tres grandes paradigmas civilizatorios; otros describen cinco. En los comienzos se puede apreciar un paradigma naturalista: los grupos nómadas veneraban a la naturaleza con temor y respeto (algo que de algún modo continúa en “las teologías indias y afros” Alejandro Ortiz). Al desarrollarse una agricultura sedentaria surgieron las religiones con sus dioses locales -posteriormente evolucionaron hacia el monoteísmo- que organizaron la sociedad mediante sus leyes divinas (creencias, preceptos y ritos). Este paradigma religioso se ha ido resquebrajando desde el Renacimiento y ha dado origen al paradigma humanista “moderno”, centrado en la razón, la filosofía y la ciencia, en el que el hombre y la sociedad civil han ido asumiendo su responsabilidad y se han emancipado de la tutela religiosa.

En la actualidad ya es un tópico decir que estamos viviendo “no una época de cambios sino un cambio de época”; más difícil es precisar en qué consiste este paradigma naciente, cuál es la raíz que ha desencadenado ese cambio porque, mirando de cerca, los árboles no dejan ver el bosque. No obstante podemos señalar las característica que parecen más decisivas.

Quizás la característica más influyente sea el crecimiento exponencial de los conocimientos y su radicalidad que cuestiona –física y filosóficamente- la estabilidad de las leyes físicas mediante la constatación de la interrelacionalidad, la superación del dualismo sujeto-objeto, y la indeterminación cuántica, que desestabiliza el “cosmos” con el “kaos” subatómico. “El sujeto no es un ser definido de una vez por todas sino en constante devenir; es el resultado de sus relaciones. Es una afirmación de fundamental importancia, que lleva a la reformulación de conceptos clave, como el de verdad, el de identidad… la relación con los otros… con la naturaleza y el cosmos” (Luigi Schiavo).

Los avances de la investigación en arqueología, historia, psicología, sociología… han cuestionado igualmente la metafísica inmutabilidad de los conceptos y leyes sociales, y le han contrapuesto una diversidad de soluciones válidas para los problemas humanos. La experiencia personal y colectiva se ha rebelado contra la norma institucional.

Algunos sociólogos apuntan que la importancia que va adquiriendo la inteligencia artificial está llevando a la “tecnoesfera”, a que el hombre ceda su autonomía ante la máquina, hasta el punto de que un cohete inteligente decidirá por sí mismo a quién puede matar. Al menos ya se puede decir que la sociedad civil está cediendo su autonomía ante el dios mercado. La religión y la ética están suplantadas por la técnica “se debe hacer todo lo que se puede hacer”; se está relegando el sentido de la vida; el único valor reconocido es la eficiencia (R M Grácio das Neves).

Otra gran característica de nuestra época es la globalización. La multiplicación de las comunicaciones, físicas y virtuales, por una parte nos aporta nuevos conocimientos e interpretaciones que cuestionan la precariedad del pensamiento propio y nos abren al pluralismo; por otra parte somos incapaces de asimilar tal exceso de información y fácilmente caemos en el escepticismo o nos dejamos arrollar por un pensamiento único.
Pos-religional



¿De qué modo afecta este nuevo paradigma a las religiones? y ¿a quiénes afecta?

Ya hemos visto que el paradigma naturalista, o cósmico, pervive todavía en las teología indias y afros; que el paradigma religioso ha convivido varios siglos con el humanista; y que actualmente las religiones orientales compiten con el nuevo paradigma tecnocientífico. Cabe pues preguntarse a quiénes afecta este nuevo paradigma.

Aunque no soy un experto, creo que afecta principalmente a los intelectuales en la cultura occidental, y que muchas de sus características se están difundiendo en un ambiente de estudios medios y superiores. En cuanto al pueblo más sencillo, de cultura básica, creo que se rige por su inteligencia emocional (ética o religiosa) más que por las complicadas explicaciones o normas científicas o religiosas; le basta con ser “buena gente”. “Se puede generalizar diciendo que en medio mundo la religión está en efervescencia y en el otro medio está en crisis… y los dos medios mundos están… mezclados” (EATWOT).

En cuanto al modo en que afecta a la religión, considero de mayor interés los artículos finales porque concretan las consecuencias prácticas de ese nuevo paradigma para la religión cristiana, y en particular para la católica. Lo referente al teísmo y a la no dualidad (Juan Diego Ortiz y obispo Spong) necesitaría un comentario aparte sobre los conceptos de trascendencia e inmanencia.

La comisión teológica (EATWOT ) concluye que el paradigma pos-religional “continuará siendo religioso… en cuanto relacionado con la dimensión espiritual del ser humano y de la sociedad, aunque cambien las culturas y las épocas”, lo que supera es el modo actual de concebir las religiones agrarias. En este sentido enumera una serie de rasgos que pueden resumirse en que las religiones son construcciones humanas, no estamos sometidos a ellas, no son por naturaleza eternas, y no tienen el monopolio de la espiritualidad.
Luigi Schiavo considera que habrá que revisar conceptos clave como revelación, encarnación, y en general la cristología que ha suplantado al mensaje subversivo del Reino (aquello del dedo que señala a la luna). El fondo del problema está en que “a partir del nuevo paradigma relacional se entiende que no hay una verdad ya confeccionada y lista sino que existe un proceso colectivo y plural de búsqueda de la verdad”; en consecuencia debe darse prioridad a lo relacional sobre lo institucional, “preocupándose más por la fidelidad a los valores que por la historia de las definiciones y formulaciones doctrinarias”. En concreto hay que revisar los conceptos de jerarquía y magisterio (“la dictadura de la fidelidad doctrinal y del dogmatismo”), el patriarcalismo, y la misión (la inculturación del evangelio). Propone en cambio volver al evangelio y renovar su capacidad profética mediante la opción por los pobres.
Marià Corbí propone las líneas de un nuevo paradigma axiológico no sometido a ningún sistema de creencias, ni religioso ni laico, porque la religión es creación humana, no revelación divina. Este paradigma debe ser adecuado a una sociedad globalizada, y no puede ser exclusivo ni excluyente; debe recoger lo mejor de la sabiduría humana. Un paradigma axiológico adecuado a la sociedad en continua evolución de conocimientos, que interprete la realidad y regule los hábitos culturales como modos de sobrevivencia para la comunicación y el servicio mutuo; ofrecido sin imposiciones sino como “la mejor de las posibilidades humanas”.
Conclusiones

En conclusión diría que la cultura intelectual de occidente, está desarrollando un nuevo paradigma hermenéutico de la realidad con consecuencias axiológicas sobre nuestra ética social, y que este paradigma cuestiona las religiones tradicionales (en cuanto a sus creencias, preceptos, ritos y jerarquías).

Me pregunto si, desde el punto de vista cristiano, un paradigma cultural puede cuestionar la religión y la ética. El paradigma cultural se basa en la razón (con sus aciertos y sus deficiencias), y desde el punto de vista cristiano, la razón es obra de Dios desde la creación; por tanto es anterior a la religión en tiempo y en rango. Jesús cuestionó (Mc 11,14 y Jn 4,23 insinúan que derogó) su religión judía, cuya institución se atribuía directamente a Dios, pero revalorizó su espiritualidad; y esta espiritualidad coincide con el fondo de todas las religiones y de una ética humanitaria.

En cambio cualquier paradigma cultural tiene que respetar una ética y una espiritualidad, porque son tan inherentes al hombre como la razón. Cada una de estas tres capacidades humanas presenta aciertos y desviaciones, por eso deben interrelacionarse para aproximarse al misterio de una realidad que nos supera. La razón, la ética y la espiritualidad juntas tienen que juzgar tanto a las religiones como a cualquier paradigma cultural. No podemos aceptar que un paradigma cultural nos conduzca a un pensamiento único, a un dios mercado o a un consumismo.

Creo en definitiva que ese nuevo paradigma hermenéutico y axiológico debe inducir a las religiones (especialmente al judaísmo, cristianismo e islamismo) a flexibilizar su estructura y a potenciar la espiritualidad común. Jesús no impuso doctrinas, preceptos ni ritos; propuso un movimiento de fraternidad universal, que denominó como el Reinado de Dios.

Fuente: Atrio

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