Benjamín Forcano
Se ha cumplido el plazo, ya llega el reinado de Dios. Enmendáos y creed en la BUENA NOTICIA
La vida de Jesús comienza con el bautismo en el Jordán, en el sentido de que está dispuesto a una entrega total para el bien de la humanidad, sacando a los hombres de la situación de injusticia y opresión, aunque para lograrlo tenga que perder la propia vida. El compromiso que ahí toma es el de crear una sociedad nueva, basada en unas relaciones de justicia y amor; una sociedad alternativa, consciente de que tendrá tentaciones y poderes que intentarán impedírselo. El cuenta con esa oposición, pero sabrá superarla a base de una opción personal libre y responsable, que le llevará a no separar nunca su fidelidad a Dios de su entrega a los hombres y a vencer todo afán de dominar a los demás.
La nueva realidad, la causa, que Jesús predica y para la que vive, es el reino de Dios, que hace posible una sociedad nueva, basada en la justicia y en el amor, digna del hombre. Es su Buena Noticia.
En él, la comunicación definitiva entre lo humano y lo divino
En el momento del Bautismo, se oye una voz del cielo que dice: “En ti me complazco”. Sincronía perfecta entre Dios y Jesús, en El se establece la comunicación definitiva entre lo humano y lo divino, en él encuentra su lugar natural el Espíritu de Dios, el amor de Dios por la humanidad. Con razón es su hijo, no sólo por nacer de El sino por su modo de comportarse igual a Dios. Para conocer de verdad a Dios no hay sino decir y hacer lo que Jesús. Nadie más que El puede contarnos quién es y cómo es Dios.
El resto debiéramos saberlo todos y no olvidarlo nunca: Jesús anuncia su Buena Nueva en su sociedad, en medio de la situación política existente y dentro de la instituciones judías: Sanedrín, templo, sacerdocio, sinagoga, ley, letrados, sábado, ideologías… Y en un tiempo en que era enorme la expectativa de la llegada del reino de Dios, que sería inaugurado por el Mesías. Todos esperaban ese reinado desde diversas visiones y actitudes. Todos lo esperaban y coincidían en lo mismo: el reinado de Dios sería el régimen teocrático de Israel, con eliminación del poder romano y con su posterior dominio a través de las instituciones tradicionales: Monarquía, ley, Templo.
Amar a Dios y al prójimo como a uno mismo es estar dentro del Reino de Dios
Y ahí en esa sociedad, y en ese tiempo, aparece Jesús:
. Marcos 1,14
“Cuando detuvieron a Juan, Jesús se fue a Galilea a pregonar de parte de Dios la buena noticia: Se ha cumplido el plazo, ya llega el reinado de Dios. Enmendáos y creed en la buena noticia.
.Otras palabras de Jesús que revelan su causa
El primer mandamiento nos enseña amar a Dios con todo el corazón y el segundo amar al prójimo como a uno mismo. Quien esto hace, está dentro del reino de Dios (Mt 12, 29-34).
– Vosotros estáis ya en el secreto de lo que es el reinado de Dios, pues sabéis que la simiente del mensaje no da cosecha si no encuentra una tierra buena que lo escuche y lo acepte. El que cumple la voluntad de Dios, ese es hermano mío y hermana y madre (Lc 4, 1-34).
– El que pierda su vida por mi y por la buena noticia, la salvará. Porque, ¿de qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si malogra su vida? (Mr 8, 34-38).
– El que entre vosotros quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos (Mr 9, 33-37).
Jesús de Nazaret traicionado y condenado
¿A quién puede extrañar que Jesús acabara siendo crucificado? Justo en la capital de Jerusalén, a la vista de los más altos dirigentes religiosos, sabiéndose vigilado por el poder romano, enseña y actúa como un hombre libre y enseña a ser libre y liberarse de todas las opresiones creadas por los hombres. Esa libertad le lleva a revolucionar la imagen que de Dios proyectan los guías religiosos de Israel.
Lógicamente el conflicto de Jesús con el poder y sus dirigentes (sacerdotes, letrados, etc.) era inevitable. Cuestionaba de arriba abajo su sistema, el sistema montado por ellos, ellos que controlaban todo, la doctrina , las prácticas y los ritos . No podían ver con indiferencia a este hombre con el mensaje que predicaba y con la libertad que lo hacía. Anunciaba una nueva relación con Dios, una nueva imagen de Dios, de la que brotaba una nueva sociedad: más igualitaria , más justa, más fraterna y más pacífica. En realidad, Jesús hacía remover los cimientos de la sociedad judía. No podían tolerarlo y, como consecuencia, le iban a calumniar, perseguir, juzgar y condenar.
Ante ese conflicto, Jesús tiene que enfrentarse sin escapatorias, si es que se empeñaba en seguir adelante con su mensaje. Dios no lo iba a liberar milagrosamente, porque el Dios de Jesús no es el Dios omnipresente de la filosofía helénica, el Dios omnipotente ligado a la fuerza y el poder, sino el Dios anonado, limitado, vulnerable, pobre, compasivo , que no podía ser suplantado por el Dios pagano.
Y fue condenado a muerte, violentamente crucificado , no como precio, sangre, sacrificio o rescate impuesto por Dios por los pecados de la humanidad , exigido para reconciliarse con ella. Sería una crueldad tremenda la de ese Dios sádico que exige la muerte de su hijo, una muerte infamante, como reparación a su honor.
El vivir de Jesús: un retrato de su vida.
Nada para concluir esta breve síntesis del Nazareno, como presentar bien relevante lo que podría ser un retrato suyo. Porque ese retrato nos indicará sin más cómo debemos ser si queremos seguirle y qué cosas no pueden concordar con su enseñanza y modo de vida. Y es la mejor manera de corregir y sanar las falsas imágenes que nosotros hemos podido crearnos acerca de su vida o la del Dios que El anuncia. Ese retrato vivo actuará como espejo y aguijón para que no transijamos con lo que no debemos transigir, de modo que al contemplarlo no tendremos más remedio que despojarnos de cuanto es contrario a su estilo de vida.
Me atrevo a dibujarlo de la siguiente manera:
En tiempos de Jesús, lo normal era vivir conforme al grupo. Sin embargo, a él comenzó por no impresionarle la erudición de los escribas, discrepaba de ellos, cuestionaba la tradición, la autoridad, todo supuesto inamovible.
Jesús aparece como un hombre que tiene el valor que le dan sus convicciones, independiente, sin ningún rastro de miedo, sin temor a originar escándalo, o a perder su reputación e incluso la propia vida. Jesús se mezcla con los pecadores y parece disfrutar de su compañía, se mostraba tolerante respecto a las leyes, no parecía sublevarse ante lo que los dirigentes de su pueblo consideraban la gravedad del pecado y era natural en su trato con Dios.
No poseía buena reputación, se le clasificaba como a un pecador más , era amigable su trato con las mujeres y, también, con las prostitutas, le importaba un comino el prestigio a los ojos de los demás, no buscaba la aprobación de nadie.
Sus adversarios le reconocían ser honrado y audaz, (“Sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios” ( Lc 12, 14). Nunca pudieron acusarle de insinceridad, hipocresía o miedo, pero al mismo tiempo le acusaban de estar poseído por el demonio, de ser un borracho, un glotón, un pecador y un blasfemo.
Todo esto hacía que la gente se preguntase: “¿Quién es este hombre?”. Jesús no recabó para sí otra cosa que designarse y ser designado como el “hijo del hombre” sinónimo de humano, y lo hacía así en lugar de decir “yo”. Simplemente pretendía afirmar su identificación con el hombre en cuanto hombre. Jesús sorprende a los dirigentes cuando dice que el “hijo del hombre” es dueño del sábado , tiene poder de perdonar los pecados , no tiene lugar en la sociedad y padecerá violencia a manos de los hombres.
Las señas de la identidad de Jesús son su humanidad, sin que necesite ningún título, función o dignidad. Encomienda a sus discípulos que nadie debe dejarse llamar Rabbí, Padre, Preceptor, pues lo definidor de todos es la hermandad: “todos vosotros sois hermanos”. Lo que hace a Jesús incomparablemente grande es que habló y actuó con una autoridad singular, ajena por completo a la ejercida por los grandes de este mundo: “Sabéis que los jefes de las naciones las dominan y que los grandes les imponen su autoridad. No será así entre vosotros; al contrario, el que quiera hacerse grande sea servidor vuestro y el quiera ser primero sea siervo vuestro” (Mt 20,25-27).
Jesús habla a sus adversarios en parábolas, les pregunta, trata de convencerlos, les invita a pensar por cuenta propia. Era inusitada la firmeza de sus convicciones, proclamaba la verdad sin vacilaciones, sin apelar a la autoridad de la tradición ni siquiera de los mismos textos sagrados. Pretendía que la gente entendiera la verdad de sus palabras sin apoyarse en tipo alguno de autoridad.
Jesús no tuvo más autoridad que la autoridad de la verdad misma. Hizo de la verdad su autoridad. Jesús sabía que la autoridad de la verdad es la autoridad de Dios y esa era la que El poseía. Bastaba, pues, obedecer a la verdad para vivir de un modo veraz. El estaba seguro de decir la verdad, de que sus convicciones eran verdaderas, por sí mismas.
En ese mismo plano, Jesús no tiene dificultad en reconocer y alabar a todo aquel que realiza la liberación, no le importa quién sea, con tal que la gente sea liberada. ( Cfr. ¿Quién es este hombre? ST, 1981, pp. 192-204).
A Jesús se le reconocía no sólo por su libertad y coherencia sino por su programa, en el cual declaraba cosas como estas:
. Hay que amar, incluso al enemigo.
. Hay que perdonar y ser misericordioso.
. Hay que practicar la justicia y estar limpios de corazón.
. Hay que ser sinceros, ecuánimes y veraces.
. No se debe tolerar la exclusión, discriminación o humillación de nadie.
. Hay que aborrecer la hipocresía, el orgullo y la dureza de corazón.
. Hay que tener preferencia por los más pobres y olvidados.
. No hay que apetecer el poder de mandar sino el servicio.
. Hay que trocar la avaricia por la generosidad y el compartir.
. Hay que detestar el dineroo conseguido a base de oprimir y explotar a los demás.
. No se pueden establecer divisorias entre el amor a los hombres y el amor a Dios pues ambos son una misma cosa.
. No se puede oponer el bien de Dios al bien de los hombres, pues para Dios la gran pasión es la felicidad de los hombres.
. No se puede contraponer el acá al allá, la muerte a la resurrección, pues si Dios es el principio de todo lo creado es también su fín.
En conclusión: el estilo de vida define a los discípulos de Jesús
. El estilo de vida del Nazareno -no unos ritos o unas prácticas puntuales y ocasionales- es lo que define a los verdaderos discípulos de Jesús, el de Nazaret.
Entendámoslo bien: una cosa es el sistema de vida de los escribas y fariseos (de entonces y de ahora), del sistema religioso oficial del Templo (de entonces y de ahora) y otra el estilo de vida de Jesús. Y el estilo no es cosa de horas o de días, de espacios privados o públicos, para cuando se está sólo o acompañado, para cuando las cosas van bien o van mal, para cuando nos conviene o nos deja de convenir, sino para todo momento y lugar en una unidad de vida coherente.
. En ese estilo , para quienes quieran seguir al Nazareno, no va a faltar la cruz. Pero no la cruz material elegida por uno mismo para macerarse y agradar a Dios, sino la cruz que los otros le van a poner encima por seguir a Jesús y querer vivir como El. El que quiera vivir como el hijo del hombre, repite el Nazareno, que se prepare: lo impugnarán, no lo comprenderán, lo calumniaran, lo perseguirán y hasta puede que lo maten y “crean que hacen un obsequio a Dios”. Por ahí, le llegará la cruz que, en un momento u otro, otros le pondrán encima.
. Si Jesús no hubiera vivido como vivió, si no hubiera defendido los valores que defendió, si no hubiera sido coherente, si se hubiera dejado comprar por la fama, el dinero o el poder no hubiera tenido que afrontar la pasión ni la crucifixión, seguramente hubiera llegado a viejo, hubiera muerto pacíficamente en la cama y no violentamente colgado de una cruz.
La causa de Jesús fue, pues, simple : crear con todos una familia nueva, sin exclusión ni discriminación de nadie, en igualdad, viviendo y tratándonos como hermanos y, en todo caso, sabiendo que la grandeza de sus seguidores está en el servir y en ser los últimos en el beneficio.
El nos enseñó una nueva imagen de Dios, una nueva manera de relacionarnos con EL, de entender que el culto sin justicia y amor es falso, que la religión nuca puede servir para manipular, engañar, oprimir, discriminar. Dios mira el corazón, no las apariencias. El lo resume todo en el amor: amar a Dios y al prójimo como a uno mismo. Su máxima utopía es ser buenos como Dios, amar como Dios, dar la vida por las personas que amamos.
ORACION DEL DISCÍPULO
Aquí estoy, Señor,
tal como Tú me has hecho,
tratando de descubrir en el día a día,
el sentido que tu voluntad ha impreso a mi vida.
En ese caminar propio me sobreañades
la vida de Jesús, que me ayuda ,
marcando mojones en el camino.
Soy uno entre tantos,
hermano universal de todos,
igual que todos,
servidor de todos,
superservidor en todo caso
de los más pobres.
Mi ser es amor,
verificable en el amor al prójimo,
vicario tuyo.
Sé que estás en todos, creyentes o no,
y a nadie exiges más de lo que es.
No me queda sino trabajar,
pacífica y amorosamente,
en todo lugar,
pues tu Reino allí está y crece,
donde está cualquier persona.
Tu Palabra llega a todos los hombres,
cómo sólo Tú sabes.
Mi misión evangelizadora es ser yo,
interconectado en todos y con todo,
abarcando la totalidad de tu Reino.
Estaré a la escucha,
en respeto y comprensión,
sin estorbar,
sin discriminar,
sin imponer,
sin lamentarme,
sin enfatuarme,
acechando el reverbero de tu amor,
que de todos sale y a todos llega.
Seré feliz, cuando en todos me vea feliz,
en esa familia tuya universal,
sustentadora de todo amor.
Voy a seguirte como María,
hermana de humanidad y madre universal
Seré feliz, si acierto a hacer creíble tu presencia ,
en la entrañable casa de la Tierra
imperecedera luego en la Casa del cielo.
Fuente: redescristianas.net
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