"Sin democracia económica, librados al juego del libre mercado, los pequeños productores etíopes se enfrentan a la contradicción de tener entre manos un producto estrella en el mundo por el que su situación apenas mejora, mientras que la de gran parte del resto de la población empeora".
Las semillas que constituyen la base de alimentación histórica de algunos pueblos- como el teff de Etiopía y la quinoa andina- se han vuelto populares en los países desarrollados por su valor nutritivo y su aptitud para el consumo en dietas rigurosas. El aumento de la demanda, que podría ser una muy buena noticia para los países productores, genera los problemas clásicos de una economía pensada para el lucro y en la que los pequeños productores no tienen los mismos derechos económicos que las elites.
Los negocios naturistas de Londres, Nueva York, París y otras ciudades del mundo desarrollado ofrecen productos elaborados con semillas de teff, un alimento que los etíopes consumen desde hace 5 mil años y es la base de la dieta de esa población, una de las más pobres del mundo.
El consumo de este alimento libre de gluten y sumamente nutritivo crece un 10 por ciento promedio cada año en los países centrales, apoyado en campañas de marketing que incluyen a celebridades como Gwyneth Platrow y Victoria Beckham. El margen del negocio es altamente redituable. Una tonelada de teff se compra en Etiopía a 789 dólares, pero en los Estados Unidos el precio puede crecer hasta los 9.755 dólares, según datos de Gro Intelligence, una consultora neoyorquina que recopila datos agrícolas de todo el mundo.
Ese beneficio queda mayoritariamente en manos de los importadores y la cadena de intermediarios de los países que compran el teff, pero en Etiopía genera problemas. Entre 2006 y 2014, el gobierno etíope tuvo que frenar la exportación de las semillas de teff porque el precio en el mercado local había subido a causa de la demanda internacional y estaba generando problemas alimentarios en la población. Un dato nada menor en un país en el que se calcula que el 20 por ciento de los chicos está desnutrido.
Se calcula que unos 6,5 millones de pequeños productores se dedican a cultivar el teff. La mayoría vende el producto en las ciudades a acopiadores que manejan la parte más rentable del negocio. Como no tienen acceso a la tecnología, la falta de mecanización les impide mejorar la productividad y aprovechar mejor el boom mundial de sus semillas.
El gobierno etíope trata de atender esta situación. En declaraciones al periódico inglés The Guardian, Khalid Bomba, el jefe de la Agencia Agraria de Transformación de Etiopía (ATA), anunció un plan para mecanizar las cosechas y asistir a las cooperativas de pequeños productores que se están organizando para que la producción crezca sin complicar la dieta de la población.
Uno de los ejemplos que los etíopes miran con más atención es el del boom de la quinoa, un alimento andino que es la base de la alimentación en Bolivia y Perú, cuyo precio aumento diez veces en el mercado interno entre 2009 y 2013, y generó conflictos entre los campesinos por la tenencia de la tierra.
Aún si las mejoras en la cadena de producción que promete el gobierno de Etiopía se cumplen, este país del África Oriental tendrá que afrontar otro inconveniente derivado de la competencia capitalista. Varios países del sur de África y algunos europeos, especialmente España, han comenzado a cultivar teff, entusiasmados por la demanda mundial. El resultado es que Etiopía empieza a perder parte de su mercado natural histórico.
Sin democracia económica, librados al juego del libre mercado, los pequeños productores etíopes se enfrentan a la contradicción de tener entre manos un producto estrella en el mundo por el que su situación apenas mejora, mientras que la de gran parte del resto de la población empeora.
Fuente: Red PP
Fuente: biodiversidadenamérica
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