Por Jordi Font
En este artículo de FronterasCTR nos proponemos presentar un breve estado de la cuestión que servirá como marco para situar la propuesta teórica de un modelo antropológico que da cuenta de la espiritualidad como una emergencia de la vida y que es sustrato para la vivencia de una fe religiosa conscientemente asumida. En su desarrollo queda manifiesto la insuficiencia de la metodología de las ciencias de la naturaleza para dar cuenta de la realidad humana de la espiritualidad. Nos acercamos a la espiritualidad desde un modelo antropológico con el que dar cuenta de la espiritualidad y de la salud. El objetivo de aplicar este modelo es que nos permite comprender el proceso evolutivo madurativo de la vida humana, y no meramente una explicación que establezca relaciones causales. Con ello apuntamos a un marco de discurso no reducible a la ciencia natural empírica, aunque integre resultados actuales de las ciencias neurológicas. Este marco del discurso lo entendemos compatible con las visiones que consideran insuficiente el naturalismo clásico.
Estado de la cuestión[1]
La espiritualidad como emergencia de la vida. Conceptos previos
Creo que es fundamental precisar desde el inicio los límites del significado que atribuimos al concepto de experiencia religiosa y de experiencia espiritual. Entendemos lo religioso como todas aquellas mediaciones empíricas y simbólicas, formalizaciones y objetivaciones, que pueden ser compartidas (textos, espacios, ritos, liturgias…) y que vehiculan la relación del sujeto y del grupo con la realidad trascendente.
Espiritualidad es la tendencia humana hacia una realidad no física vivida como algo que emerge de uno mismo pero que no puede manejar conscientemente, pero si aportar mediaciones empíricas y simbólicas que la faciliten. La diferencia entre espiritualidad y religión estaría entre el dedo que señala (sería la religión), y el lugar hacia dónde señala (sería lo espiritual inefable).
La palabra que puede definir de forma más clara la percepción de espiritualidad es la palabra intuición. Intuimos que hay un misterio que captamos, que no se acaba, la búsqueda de algo más. Es una vivencia. Una vivencia sin símbolos es vivir la misma vida, captar lo que estoy viviendo.
Dos emergencias de la vida: la espiritualidad y la salud
La naturaleza es lo que palpamos y lo que se esconde en agujeros que no sabemos detectar. Nunca se agota, siempre va más allá (no agotan lo que es la vida, lo que supone la búsqueda de la indeterminación humana que busca al otro, pero que no se acaba, la búsqueda de algo más).
La vida es lo que conocemos por experiencia propia y por experiencia del cosmos que va evolucionando. Y esta vida se manifiesta en dos emergencias que son concomitantes: la emergencia que llamamos saludes la expresión de la fuerza vital que mantiene el bien-ser (puede objetivarse con indicadores[2]objetivos) y la emergencia de la vida que es la espiritualidad que intuye, pero sin comprender en su plenitud.
La espiritualidad, emergencia de la vida, es la potencia vital que avanza asintóticamente y se desarrolla en un proceso evolutivo de maduración. La evolución va desde un estado de relación egocéntrico, de supervivencia, que ofrece seguridad, a un estado de relación con la alteridad que supone pasar de lo conocido a lo desconocido, que es el otro, pasando por el riesgo de abandonar las seguridades, hasta poder alcanzar una unión mística no dual. En este sentido, espiritualidad es una experiencia subjetiva referida a un proceso de maduración que, a partir de la experiencia de la incompleción humana, puede alanzar los niveles de experiencia mística inefable. Podemos decir que espiritualidad es la experiencia del sujeto que se dispone a entrar en relación interior con algo que es una realidad que le atrae con una cualidad superior a las seguridades de supervivencia que le aseguran bienestar.
Nos acercamos a la espiritualidad, desde un modelo antropológico con el que dar cuenta de las dos emergencias de la vida a las que nos hemos referido, la espiritualidad y la salud. El objetivo de aplicar este modelo es que nos permite comprender el proceso evolutivo madurativo de la vida humana. Y al buscar la comprensión, y no meramente una explicación que establezca relaciones causales. Con ello apuntamos a un marco de discurso no reducible a la ciencia natural empírica, aunque integre resultados actuales de las ciencias neurológicas. Este marco del discurso lo entendemos compatible con las visiones que consideran insuficiente el naturalismo clásico, de las que hemos hablado en la introducción.
En síntesis, desde el punto de vista antropológico, la vida espiritual es un proceso vital, psicobiológico evolutivo, hacia la maduración de la persona humana en el que distinguimos:
El proceso evolutivo madurativo, de la vida humana, en el que la espiritualidad es una emergencia de la vida cuya maduración no acaba, trasciende el ciclo vital. Es una dimensión que no se agota con el ciclo vital, hay una dimensión que lo trasciende y tiende hacia una relación de unidad total, en una vivencia no-dual.
Además, la maduración espiritual se manifiesta psicológicamente pero no la podemos poseer. Solo se percibe, es inefablepero incorporada a nosotros, vivimos en Ella, (podría expresarse en palabras de Pablo: “No soy yo quien vive, es Cristo que vive en mí”, Ga. 2,20).
Hay que admitir que hay realidades no físicas que podemos intuirlas. Queda abierta la posibilidad de intuir otra Realidad, la de Dios.
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Fuente: blogs.comillas.edu
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