Juan Simarro Fernández
Inmigrantes: El multiforme rostro de Dios
Vivimos en un país en donde hay personas que, en esta Semana Santa, se van a centrar más en el dolor que en la alegría de la resurrección. Parece que a la gente le gusta en España la celebración del dolor y del sufrimiento. Muchos cofrades celebrarán en España las catorce estaciones del Vía Crucis. Pasean en procesión todo el sufrimiento de Jesús. Es más, muchos quieren participar de él: se dan latigazos, cargan cruces pesadas pero a veces se olvidan del dolor y sufrimiento del hermano.
Primera estación: Huerto de los Olivos. Ellos, los pobres, también se han angustiado en su Huerto de los Olivos, quizás muchos han tenido su alma triste hasta la muerte antes de tomar la decisión de subirse a una patera o a un cayuco… o a un avión. Es la primera estación del vía crucis de los pobres.
Segunda estación: El Beso de Judas. Muchos de los pobres del mundo aguantan su soledad al haber sido traicionado por el Judas de nuestro tiempo, adorador del dios Mammón, dios que acumula capitales desequilibrando el mundo. Seguidores de Mammón que, a veces, dicen que no se olvidan de los pobres y que rezan u oran en las iglesias. Rezan u oran también ante sus opulentas comidas diciendo que se acuerdan de los pobres. Es el Beso de Judas. La 2ª estación
Tercera estación: La condena del Sanedrín. Los pobres, tanto los países como las personas, han sido condenados por el Sanedrín acumulador contemporáneo de los países ricos. Estos usan sus materias primas, aseguran su bienestar con los cobros de la deuda externa. Los pobres han sido condenados a ser los excluidos de la tierra, un remanente sobrante que llega a estorbar a los que detentan el capital. La condena dictada por el Sanedrín opulento es la tercera estación de su vía crucis.
Cuarta estación: La negación del pobre. Cuando el hambre acucia, cuando no se tiene una vivienda digna, cuando no se tiene acceso a un trabajo capaz de sustentar a la familia, se sale de los países de origen y se emigra. Llegan a las sociedades ricas y éstas les reciben. Los necesitan, los usan… los explotan o se les rechaza con brotes xenófobos o racistas. Se les niega. Es la negación de Pedro, pero sin arrepentimiento. Es la cuarta estación de los sufrientes del mundo.
Quinta estación: El juicio. Los pobres son juzgados por los políticos, por los Pilatos de nuestro tiempo. Juzgan, condenan y, después, se lavan las manos. Hay políticos que hablan de los peligros de la inmigración, de la inseguridad, de expulsiones, de controles. Son los resultados de un juicio político… juzgados por el Pilatos de nuestro tiempo. Es la quinta estación. El juicio a los pobres y migrantes del mundo.
Sexta estación: La flagelación. Jesús fue flagelado, pero muchos pobres también. Apaleados y pateados en el Metro como vimos en los telediarios. ¡Cuántos apaleados que no graban las cámaras de seguridad! Flagelados de mil formas, con las miradas, con las palabras, con las exclusiones… Es la sexta estación del vía crucis de los pobres. Tienen que soportar durante esta estación, su pesada y dolorosa corona de espinas.
Séptima estación: Tienen que cargar con la cruz, con la pesada carga que no quieren llevar los ricos del mundo, con trabajos que ellos, los satisfechos y ahítos, no quieren hacer ni encuentran quienes los hagan. Hoy muchos pobres tienen que cargar con la cruz, por un poco de dinero y, quizás, sin seguridad social, ni vacaciones, ni pagas extra. Es la séptima estación del vía crucis de los pobres cargando con la pesada cruz. Espaldas cansadas, brazos agotados, cansancio, mala alimentación. Triste estación.
Octava estación: Cirineo. Un punto de descanso, de solidaridad. También hay Cirineos en el mundo que intentan ayudar a llevar la cruz. Las ONGs, algunas iglesias, algunos creyentes… algunos ateos y humanistas del mundo. Es la mano tendida en medio del vía crucis. Hoy también, afortunadamente, Cirineo se mueve por el mundo, siendo las manos del crucificado, siendo los pies del Siervo Sufriente. Es la octava y bendita estación dentro del vía crucis de los pobres.
Novena estación: El llanto. Las mujeres de Jerusalén llorando ante Jesús que carga con la cruz. Coro de mujeres que se lamentan y dejan correr sus lágrimas por sus mejillas. Yo no sé si hoy falta este coro de mujeres que lloren por el mundo. Necesitamos esta novena estación. Es la estación del llanto, la del grupo que une sus lágrimas a las de los sufrientes del mundo. No lloréis sólo por los sufrientes, llorad por vosotras mismas. Cuando un niño se muere de hambre en el mundo, algo de vuestros hijos perdéis. Llorad por vuestros propios hijos, los coetáneos de los que mueren por el hambre o la desnutrición. Que no falten las lágrimas de esta estación novena
Décima estación: Es el momento del Jesús crucificado. Jesús en su agonía. ¿Cuántos de los pobres del mundo estarán pasando ya por esta estación? Los clavos ya clavados, las manos y los pies ya sangrantes. ¡Cirineo, ayúdanos! Pero hasta ahí ya no puede llegar el Cirineo. Es la estación de la ejecución de la condena. La décima estación. El niño va a morir, el adulto no va a llegar a los cuarenta años, ha envejecido prematuramente y ya está en la cruz esperando la muerte. ¿Dónde está la justicia?
Décimo primera estación El buen ladrón tiene premio. Apelemos a la conversión de los ladrones del mundo, que se conviertan y compartan.
Décimo segunda estación: A los pies de la cruz. La madre y el discípulo amado al pie de la cruz. La necesidad de los que aman. El discipulado, el seguimiento de Jesús. No dejemos solos a los que sufren. Pongámonos a los pies de su cruz particular.
Décimo tercera estación: La muerte. Jesús muere. Su figura crucificada nos anima a no permitir que mueran impunemente más inocentes. ¿Cuántos pobres y migrantes han muerto hoy? ¿A cuántos se les ha matado su dignidad o su autoestima en este día?
Décimo cuarta estación: La tumba. Jesús es depositado en un sepulcro nuevo. Con los ricos fue en su muerte. Muchos pobres no tienen ni siquiera esta estación. Son lanzados al mar desde las pateras o los cuervos se comen sus carnes. Hoy los abismos del mar sienten nauseas por tanta muerte. Fin del vía crucis.
¿Marca el fin este vía crucis? ¡No! El vía crucis no marca el fin. Sigamos andando hasta la resurrección. Sería un error quedarse ahí. ¡Hay esperanza! Jesús resucitó y nos llama a ser sus discípulos en medio de un mundo de dolor.
El vía crucis debe ser derrotado, el Reino de Dios ya está entre nosotros y puede tener su acción en el mundo a través de sus hijos solidarios, activos y comprometidos. Señor, ayúdanos a eliminar el vía crucis de los pobres del mundo. Lo queremos hacer por ti, Señor. Que la memoria del crucificado nos lance al amor y a la solidaridad, que nos sintamos movidos a misericordia. Estamos en tiempos de resurrección. Tu muerte es la que puede dar vida al mundo, pero mientras no terminemos con el vía crucis de los pobres, no seremos nosotros tampoco felices. La primavera no habrá llegado. Tendremos nuestro personal vía crucis ¡Ven, Señor Jesús!
Fuente: redescristianas.net
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