Diciembre se eligió desde hace tiempo como el mes internacional del SIDA o HIV. Más allá que la enfermedad del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida ya no es un tema desconocido, sigue generando controversias. Esto especialmente en lo que concierne tanto a la comprensión del padecimiento como a la inclusión social de las personas que padecen la enfermedad.
En relidad, se escribió mucho, al tiempo que diversos estamentos elaboraron planes de prevención, de información, de comunicación; esto en todos los países del mundo. Sin embargo, en el imaginario popular siguen existiendo conos de sombra sobre la comprensión de las posibilidades de contagio.
No importa el medio social ni el país: lo habitual es que se discrimine de alguna forma tanto a quien porta el virus HIV como al que padece la enfermedad. Si bien se desterró la discriminación absoluta como era el aislamiento, el abanico de actitudes discriminatorias es amplio y puede ir desde lo más sutil hasta lo más obvio.
En general y aunque parezca inverosímil, cuando se indaga acerca de la razón de tales actitudes, la mayoría de las veces se encuentra desinformación. Es paradójico que esto suceda en la era de las comunicaciones instantáneas, pero el temor que produjo la aparición de esta enfermedad se mantuvo en el tiempo y se instaló fuertemente en el imaginario popular. Por ello el trabajo de lograr que la comunicación y la llegada de la información sean efectivas; y que esta última penetre y sea comprendida, sigue siendo aún hoy un desafío.
Las reacciones que evitan el contacto o derivan en el rechazo fueron y son múltiples: comentarios impropios, maltrato físico y verbal, pérdida del hogar así como del empleo, dificultades para insertarse una vez recibido el diagnóstico y la primera asistencia, el rechazo de los entornos más cercanos y también de los más lejanos, etc.
El impacto psicológico y hasta incluso físico de tales reacciones fue y sigue siendo muy negativo para quienes son portadores del virus HIV o sufren la enfermedad del SIDA. No hay que olvidar que, en estos últimos años, muchos niños contrajeron la enfermedad. De acuerdo con un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), más de 40 millones de personas en el mundo viven con HIV. De ellas, más de 27 millones viven en Latinoamérica y el Caribe.
En América Latina se realizaron campañas de todo tipo, elaborándose estrategias para la implementación de programas nacionales en cada país. Según informes de la OPS, la homofobia -aversión obsesiva a las personas homosexuales- es una de las razones que más alimenta actitudes discriminatorias.
De todas maneras, siguen haciéndose grandes esfuerzos para fomentar y profundizar la comunicación, con el objetivo del ida y vuelta de la misma, con sentido y contenido, para sensibilizar, educar y prevenir. La finalidad es provocar cambios reales en las actitudes de la gente común.
Sin duda, establecer una plataforma de comunicación con un abordaje definido que logre un mayor intercambio de experiencias y cooperación entre países, ubica a las naciones (especialmente a las de Latinoamérica) en un lugar mejor para combatir las actitudes discriminatorias. Por eso es conveniente:
· Articular actividades a nivel nacional, regional y local.
· Abordar a las poblaciones vulnerables.
· Mantener un proceso continuo con campañas y actividades a lo largo del año.
· Sostener un compromiso de cooperación entre países.
· Lograr el compromiso a nivel político, en el área de la salud tanto privada como del Estado, y que involucre definitivamente a la gente común.
· Sistematizar los procesos y las experiencias.
· Evaluar el impacto, los ratings logrados, los datos epidemiológicos y el grado de estabilización de la epidemia.
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Fuente: buenasalud.com
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