“Nuestra misión histórica, para nosotros que hemos tomado la decisión de romper las riendas del colonialismo, es ordenar todas las rebeldías, todos los actos desesperados, todas las tentativas abortadas o ahogadas en sangre.” (Frantz Fanon)
No hay nada más colonizador que la Navidad. Especialmente cuando esta conmemoración con pretensiones de universalidad ha diluido en el tiempo sus raíces fundantes; es decir, cuando la Navidad no es lo que los evangelistas neotestamentarios proclamaron desde sus contextos en el primer siglo. Lo que nos lleva a considerar si es que para ellos existe tal cosa como la “Navidad” en términos del mundo occidental.
Navidad y colonización tiene una correlación y participación que la historia no puede negar. Con el nacimiento de la Iglesia Imperial en el siglo IV, surge también la cristianización de la fiesta romana al Sol Invictus. El emperador Constantino, para unos un fiel devoto y para otros un hábil estratega unificador del imperio, promueve el cambio de la fiesta que se conmemoraba del 22 al 25 de diciembre en honor al regreso del sol o Dios sol después de varios días de oscuridad. De esta manera el nacimiento del solsticio romano se transformaba en metáfora del nacimiento de Jesús:“Sol de justicia que traerá salvación” (Mal 4,2); produciéndose así la “conversión” de una fiesta considerada “pagana” ahora “cristianizada”. ¿Cómo fue posible esto? Por el poder político y sus intereses, que en la historia de los pueblos siempre ha tenido a la religión como su aliada.
En este sentido la idea de “secta”, lo “pagano” y la “herejía”, siempre estuvo supeditado al dictamen del grupo hegemónico del momento. Así el nuevo movimiento disidente del judaísmo oficial que tenía la vida, muerte y resurrección del nazareno como su kerigma, en sus inicios se consideró una secta para la religión dominante (Hch 24,5). Será a partir del siglo IV cuando el cristianismo se convertirá en la religión imperial y las reglas del juego cambiani; cambiaron tanto que los que una vez fueron perseguidos se convirtieron en perseguidores y los que antes fueron señalados como herejes se constituyeron en inquisidores y guardianes de la verdad.
En este marco, nuestra conocida Navidad no fue más que parte del sistema estratégico imperial para acabar con la religión opositora que se considerada pagana, imponiendo la hegemonía religiosa universal. En América Latina y el Caribe, se implementó la misma táctica: la evangelización sirvió de instrumento dominador para controlar las mentes, los cuerpos, y los recursos de nuestros ancestros. Así nos llegó la colonización y la Navidad.
Hasta nuestros días aquella estrategia del sistema imperial cristiano dominante que se llamóNatividad mantiene su influencia, cuando aparece con retoques de “Noche buena” o “Noche de paz y amor”. Nos dicen que es un tiempo para compartir, gastar y consumir, porque la Navidad es una excelente oportunidad para vender y comprar; un momento para que empresarios y medios de comunicación impulsen la dicha para el pueblo y olvidar en estos días todo lo que pasa alrededor del mundo: los esfuerzos de Palestina por su independencia, las muertes de los estudiantes en Ayotzinapa, México, las crecientes desigualdades, injusticias y malestares sociales que generan violencia y muerte.
¡Navidad, linda y dulce! Estrategia analgésica para convencer a los ciudadanos de que todo cambiará por el mero hecho de comer, beber y consumir, claro; eso sí, sin olvidar a los pobres e indefensos de este mundo asistiéndoles con ciertos gestos de nobleza. ¡Navidad, blanca como el viejito Santa llegando con su carro lleno de regalos! Tiempo de sosiego, donde hacemos una tregua y los ricos comparten un poco de lo que les sobra, entre otras generosidades que el espíritu navideño, de tinte comercial, motiva. Formas indolentes y sutiles de la colonización moderna que rinde culto al capital idolátrico y utiliza los más creativos disfraces para negociar un poco de tranquilidad y de la siempre prometedora oferta de felicidad.
Descolonizar la Navidad es hacer rupturas necesarias y urgentes. Nos llama a considerar cómo el mensaje de los evangelistas, que escribieron desde su experiencia con Jesús, se ha distorsionado con los intereses humanos de por medio. Conlleva hacer una distinción entre lo que significó el acontecimiento de Jesús para las primeras comunidades, y cómo la Iglesia Imperial del siglo IV lo interpretó desde sus circunstancias históricas, culturales, políticas, económicas y religiosas. Es necesario reconocer cómo la religión ha formado parte de las estrategias de colonización que tanto daño ha hecho a la humanidad, y sigue presente en nuestros territorios, saberes, modos de sentir y concebir la vida y en las diversas formas de globalizaciónii.
La descolonización de la Navidad exige una toma de conciencia de la realidad de colonización en todas las instancias de la vida modernaiii para hacer un esfuerzo, no libre de crisis, por volver a Jesús de Nazaret, al útero cultural de su mundo, sus realidades de opresión, la vida de sus pobladores en una patria controlada por los imperios extranjeros de la época que explotaban todos sus recursos, y redescubrir qué pudo significar para ellos el acontecimiento de que“Hoy en la ciudad de David, ha nacido un salvador que es Cristo el Señor” ¿Qué conflictos generó? ¿Qué dilemas traía este acontecimiento en su historia? ¿Qué enemistades surgían? ¿Qué esperanzas nacían? ¿Qué compromisos se asumían? ¿Qué horizontes renacían?
En palabras De Souzaiv se trata de descolonizar el saber de la Navidad, reinventar su poder y discernir su genuino espíritu revolucionario. La Navidad comprendida desde un esfuerzo crítico descolonizador, no reducirá la experiencia espiritual en relación con la realidad política, ni la vivencia testimonial comprometida con la situación económica de nuestros pueblos, sino que podría ser vivida y experimentada como una fuerza liberadora para una misión en el mundo, donde el espíritu del Señor será una realidad presente aquí y ahora:
“«El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha ungido para proclamar buenas noticias a los pobres; me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos, a dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a proclamar el año de la buena voluntad del Señor.»
Enrolló luego el libro, se lo dio al asistente, y se sentó. Todos en la sinagoga lo miraban fijamente. Entonces él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de ustedes.» Lucas 4,18-21.
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i Hans Küng. El cristianismo: Esencia e historia. Editorial Trotta, Madrid, España, 2006.
ii María del Pilar Mora. Desde la filosofía latinoamericana hacia un proyecto descolonizador. Corporación Editora Nacional, Quito, Ecuador, 2012.
iii Walsh, C; Schiwy, F; Castro, S. Interdisciplinar las ciencias sociales: geopolítica del conocimiento y colonialidad del poder-perspectivas desde lo andino. Editorial Abya Yala, Quito, Ecuador, 2002.
iv Boaventura De Souza Santos. Desconolonizar el saber, reinventar el poder, Editorial Trilce, Montevideo, Uruguay, 2010.
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Ángel Manzo Montesdeoca
Ángel Manzo Montesdeoca; es ecuatoriano. Se desempeña como Director Académico del Seminario Bíblico Alianza del Ecuador, y Vicerector del Instituto Tecnológico Alianza. Productor del Programa radial Reflexiones de Actualidad, y Hagamos Teología que se transmite por HCJB2. Licenciado en Teología, Licenciado en Ciencias Humanas y Religiosas, Máster en Teología Practica por la Facultad Teológica Latinoamericana (FATELA), Magister en Gerencia y Liderazgo Educacional por la Universidad Católica de Loja (UTPL). Actualmente culmina la Maestría en Estudios Teológicos en la Universidad Nacional de Costa Rica, aplica al Programa Doctoral en Ciencias Pedagógicas en la Universidad Carlos Rafael Rodríguez, de Cienfuegos, Cuba; participa en diversas actividades de educación teológica, educación superior y desarrollo en América Latina y El Caribe. Autor de los libros: Teología del ser y quehacer de la Iglesia, Iglesia en el Mundo, Iglesia Verde, Habacuc-notas del aparato crítico en la Nueva Biblia de Estudio Mundo Hispano, y Teología apasionada por la vida.
Fuente: Lupa Protestante
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