miércoles, 22 de abril de 2015

Cuando los pueblos remueven las instituciones de poder.


Oscar Fortín

SOMOS PUEBLOS DE DIOS

La ultima cumbre de las Américas en Panamá puso de relieve cuanto importante estuvo la Cumbre de los pueblos que se realizo al mismo tiempo, en la misma ciudad para tratar de los mismos temas. De un lado, 35 jefes de Estado que no logran entenderse sobre una declaración común porque 2 de estos jefes, Estados Unidos y Canadá, se opusieron a lo que los cancilleres de todos estos países habían redactado en un común conceso. Del otro lado, centenares de representantes de organizaciones sociales, de movimientos ligados a todo lo que toca a uno u otro aspecto del desarrollo de las personas como de los pueblos, lograron firmar una declaración final.

Lo que nos revela esta Cumbre de las Américas es que los pueblos están allí para quedarse tanto como poder democrático que como expresión de sus intereses, independiente de los jefes de Estado. No es que andan en contra o en pro de estos poderes, sino que desarrollan un pensamiento que nace de sus propias experiencias y que aclara el camino por el cual los pueblos y sus dirigentes tienen que caminar. No tienen dependencias a grandes capitales como ocurre a menudo con los jefes de Estado. Los pueblos son libres.

Esta experiencia de los pueblos que asumen la responsabilidad del poder que les corresponde me hizo pensar que así debiera actuar el Pueblo de Dios en la Iglesia con relación al poder eclesial que se expresa a través el Vaticano y las jerarquías. Si cada vez que hay un sínodo o un encuentro de los representantes de las jerarquías para tratar una problemática de la Iglesia, el Pueblo de Dios se movilizaría para discutir de lo mismo al partir de su propia realidad, alcanzaríamos mas rápido los cambios que se imponen y se alumbraría con mas claridad los caminos por donde pasan el testimonio de Jesús y él de sus seguidores.

El Pueblo de Dios se encuentra en las comunidades de base, en los movimientos sociales y en muchos otros movimientos que interpelan, como es el caso de los profetas y teólogos, la institucionalidad y orientaciones de la Iglesia.

En el Evangelio de Mateo tenemos la confirmación de esos dos poderes. Hay el poder dejado por Jesús a Pedro (Mt. 16,18) y hay el poder dejado al pueblo, del cual poco hablamos (Mt,18,18). En esta ultima referencia, Jesús entrega a la comunidad el poder de decidir de lo correcto cuando hay divergencias o problemas en la comunidad.

« De cierto os digo que todo lo que ligareis en la tierra, será ligado en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo. » (Mt.18,18)

Me parece que ha llegado la hora para que el Pueblo de Dios tome consciencia de este poder y que lo asume en la Iglesia con toda legitimidad.

Cuando Pablo, en su carta a los Efesios (2,20) habla de las dos columnas a base de la Iglesia, hablando de la columna de los Apóstoles y la de los profetas, expresa algo de estos dos poderes. En general, los profetas andan con el pueblo de Dios, mientras tanto los apóstoles se dedican al anuncio de la buena noticia del Reino de Dios.

"Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo"

Al actuar así, Jesús impide toda forma de exclusividad del poder. Los dos poderes deben concertarse sin nunca olvidar que Jesús sigue siempre la cabeza de la Iglesia y ,su Espíritu, él que distribuye sus dones como bueno lo entiende. El único monopolio que existe es el de Jesús resucitado, y de su Espíritu. Los dos poderes tienen que andar mano en mano para mejor servir la humanidad en sus anhelos de justicia, de verdad, de solidaridad, de compasión y de misericordia. Importa que estos dos poderes pueden expresarse en las mismas condiciones que les corresponde al poder del Vaticano y de las jerarquías.

Aquí tengo que poner de relieve un articulo, “Los guardianes de la Iglesia”, recién publicado en Redes cristianas que me llamo la atención y con el cual estoy completamente de acuerdo.

“Todas las instituciones o departamentos de la Iglesia que he citado sirven para el bien del Pueblo de Dios, (y si no sirven para eso, ¡no tienen sentido en la Iglesia!), para su crecimiento, mantenimiento y cultivo.

En conclusión, quisiera sugerir que una parte de los fondos del Banco del Vaticano sirva para sostener esta participación y movilización del Pueblo de Dios al igual que sirve a las jerarquías para cumplir su misión al servicio de todos los hombres y mujeres de buena voluntad del mundo.

La única manera de liberar la Iglesia-institucional del poder que la mantiene presa de los poderes del mundo, es que la Iglesia-Pueblo de Dios intervenga cada vez que se reúne la Iglesia-institucional para dar su opinión y exigir, si necesario, los cambios que se imponen.

No podemos dejar por mas tiempo entre las manos de un grupo de cardenales y obispos, la exclusividad de la responsabilidad de los dos poderes que Jesús dejo a su Iglesia. Al pueblo de Dios le corresponde alzar su voz para hacer entender lo que Jesús y su Espíritu dicen con relación a la buena noticia del Reino de Dios para todas la personas de buena voluntad. La Iglesia en su conjunto es, ante todo, un compromiso para servir la justicia, la verdad, la compasión, la solidaridad, la misericordia, liberando así la humanidad de las injusticias, de las mentiras, del fanatismo, del individualismo y del farisaísmo.

Oscar Fortín
El 18 de abril 2015



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