En enero de este año pasé un tiempo en Quito, Ecuador, en la casa de mi hija y mi yerno que son pastores menonitas. En su biblioteca encontré varios libros de Hans Küng, y en los momentos libres volví a leer algunos de los textos más clásicos de este autor. Me volvió a impresionar la pertinencia de su pensamiento y la vigencia de sus propuestas para este tiempo, que carece de voces que ayuden a iluminar el camino por donde transitar a tantos cristianos. Al volver a Chile busqué entre mis libros el texto sobre la Ética Mundial. Considero que esta propuesta tiene una urgencia para nuestros días y todas las personas deberíamos abrazarla y promoverla para que avance la paz en el mundo.
¿En qué consiste la Ética mundial? Cuando se habla de una ética de estas características, no se está haciendo referencia a una nueva ideología, o a una religión universal y unitaria más allá de las religiones existentes, ni mucho menos al predominio de una religión sobre las otras. Tampoco se ha de entender como un sistema ético de corte aristotélico, tomista o kantiano, sino como un consenso básico sobre una serie de valores vinculantes, criterios inamovibles y actitudes éticas fundamentales, en realidad evidentes, que deben conformar la convicción de la persona y de la sociedad humana. No es una superestructura, sino un ethos de la humanidad que enlaza entre sí los recursos religioso-filosóficos comunes ya existentes en el mundo. La idea es el resultado de la reflexión emprendida por Hans Küng en la década de los años noventa.
El proyecto nace con la siguiente pregunta ¿es posible la supervivencia de la humanidad, de las naciones, sin una paz y una ética mundial? En medio de la crisis política y económica, de los desastres, de la imagen de brutales crueldades cometidas en escenarios bélicos del mundo, y en nuestras propias ciudades y países latinoamericanos, cobra gran sentido la idea de una Ética mundial. El problema es abordado por el autor mediante las siguientes tesis:
– No habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones.
– No habrá paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones.
– No habrá diálogo entre las religiones sin estándares éticos globales.
– No habrá supervivencia de la paz y la justicia en nuestro mundo global sin un nuevo paradigma de las relaciones internacionales fundado en estándares éticos globales.
En palabras del mismo Hans Küng, “no es tarea fácil lograr un consenso universal en muchas cuestiones éticas concretas desde la bioética y la ética sexual, pasando por los medios de comunicación, la ciencia, la economía y el Estado”.
De acuerdo con lo anterior, ¿cuál sería la base para una ética mundial que pudiera ser compartida por los creyentes de las grandes religiones, y también por los no creyentes, sin importar la tradición cultural dentro de la cual se hallen?
Según el autor, hay que partir del principio de humanidad, el cual se encuentra presente en casi todas las tradiciones éticas y religiosas del mundo, expuesto del siguiente modo: “todo ser humano ha de recibir un trato humano”. Es decir, que toda persona, sea hombre o mujer, blanco o negro, rico o pobre, niño o viejo, ha de ser tratada humanamente. En el ámbito de las religiones, tal mandato se expresa mediante la llamada regla de Oro: “no hagas a los demás, lo que no quieres para ti”. En la práctica, de este principio se desprenden cuatro compromisos fundamentales:
Compromiso con una cultura de la no-violencia y de respeto a toda vida: la antigua regla: “¡No matarás!” Dicho positivamente: “Respeta la vida”.
Compromiso con una cultura de la solidaridad y con un orden económico justo: el antiguo mandamiento: “¡No robarás!” Dicho positivamente: “Obra con justicia y honradez”.
Compromiso con una cultura de la tolerancia y con una vida en veracidad: la antigua exigencia: “¡No mentirás!”. En otras palabras: “Habla y actúa desde la verdad”.
Compromiso con una cultura de la igualdad de derechos y de camaradería entre hombre y mujer: la antigua máxima “¡No harás mal uso de la sexualidad!”. En forma positiva: “Respetaos y amaos los unos a los otros”.
Quienes están familiarizados con la idea de reglas éticas universales podrán recordar que es en la Modernidad, con Kant, cuando la reflexión en torno a la fundamentación moral desde una perspectiva racional adquiere una gran importancia; de tal manera que se concibe como un modelo que puede ser válido para todas las personas, independientemente de sus creencias y deseos personales, ya que la razón tiene carácter universal y necesario. Esto lleva a una concepción ética de carácter formal, carente de contenidos, ya que no dice de antemano qué cosas son buenas, sino que ofrece un criterio para juzgar las acciones: “obra según la máxima de tu voluntad que puedas querer que se convierta en ley universal”.
En este sentido, la originalidad de Hans Küng consiste en su capacidad de enlazar la racionalidad de los principios con la práctica cotidiana, por medio del recurso a las grandes religiones del mundo. En éstas se encuentran operando una serie de valores vinculantes, en los que todas ellas coinciden, y que todas ellas anuncian y promueven. De este modo se puede esperar que la mayoría de los seres humanos, con independencia de sus creencias religiosas, y de sus formas de pensar y de vivir -entiéndase aquí también a los ateos y agnósticos- estarían dispuestos a aceptar tales principios, porque los comprenden y les resultan razonables. En consecuencia, esos compromisos que hemos enunciado dejarían de ser meramente formales, ya que están siendo vividos y practicados en el interior de esos paradigmas religiosos. En otras palabras, estos criterios éticos, al otorgarles un cierto contenido a los principios de carácter universal por hallarse ya presentes en las grandes religiones del mundo, hacen posible la comunión entre la reflexión teórica y la vida concreta.
En este nuevo escrito de Hans Küng, Ética mundial en América Latina, podemos encontrar tres aspectos significativos. Primero, se presenta como una valiosa síntesis de su proyecto y de sus ideas respecto a este tema, a la vez que traza una estructura clara de las tesis vitales que ha venido desarrollando. Esta visión esquemática se desarrolla en este texto como un mensaje para Latinoamérica en orden a los siguientes puntos:
– Ética mundial y ciencia.
– Ética mundial y religión.
– Ética mundial y política mundial.
– Ética mundial y economía mundial.
– Ética mundial y educación.
En segundo lugar, su lectura nos ofrece una visión esperanzadora de un nuevo orden del mundo al que están invitadas todas las personas -en esta ocasión especial, todos los que formamos parte de este continente latinoamericano-, seamos creyentes o no creyentes, ateos o agnósticos. Y es también una incitación a todos aquellos que buscan una nueva orientación en este mundo globalizado, en donde no se trata de globalizar la ética, sino de situar la globalización sobre una base ética común.
Y por último, es igualmente una provocación al lector para que aborde él también los siguientes interrogantes: ¿Cómo puede ser posible en la economía, la ciencia, la religión, la política y la pedagogía, la idea de una ética mundial? ¿Es posible la supervivencia de la humanidad sin paz mundial? ¿Es posible la construcción mundial de un nuevo modelo económico justo? ¿Es posible la paz mundial sin justicia mundial? ¿Es posible la paz de las naciones sin la paz y la comunión de las religiones?
A estas preguntas urgentes debemos dedicarles tiempo en nuestra reflexión para pasar a la acción hoy.
Fuente: Lupa Protestante
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