Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
Normalmente no me suelo exaltar cuando escribo, al contrario de los arrebatos que puedo tener cuando hablo. Aunque procuro que sean los menos. Pero al escribir vas pausando tus impulsos, y controlando y bajando la adrenalina. Pero hoy tengo ganas, si bien no las voy a dejar que salgan libremente a la palestra, de trinar y berrear contra ciertos católicos, de los que dudo, por sus comportamientos y tomas de postura ante el Papa, que sean, o siquiera quieran ser, verdaderos cristianos. No pretendo, y no hago, un juicio ético, sino una valoración teórica y general de ciertas tendencias que están demostrando, hasta la saciedad, que, o sus protagonistas no son miembros de la comunidad eclesial, o no entienden nada de qué pueda significar serlo. Y estas personas a las que me refiero están, viven, o trabajan, en Roma, y son considerados muy afines al papado, y a la curia vaticana. Pero, de vez en cuando, surgen excepciones. Y con el papa Francisco la excepción se está convirtiendo en regla.
Nos hemos enterado hoy que e un periódico italiano, “L’Espresso”, difundió ayer el borrador de la próxima encíclica papal, “Laudato si” (alabado seas, que son las palabras con las que Francisco de Asís comienza su himno de las criaturas). El adelanto de la publicación, no respetando el embargo del documento hasta su publicación oficial, ha enojado mucho a la Santa Sede, y, en `particular y en concreto, al Papa. Se trata, evidentemente, de un acto de hostilidad, según el criterio de todos los vaticanistas. Esta filtración ha sido atribuida por los vaticanistas a medios conservadores romanos, que pretenden hacer daño a la estima de los fieles hacia el papa, así como intentar rebajar los magníficos índices de aceptación de que goza el Pontífice. El reputado, y leal, vaticanista Giacomo Galeazzi, quien ya había señalado que el entorno del L’Espresso”, “había sido especialmente activo en las últimas semanas al atacar algunos artículos de La Civiltà Cattolica, la revista jesuita supervisada por la Secretaría de Estado del Vaticano”. Y opinó que se trata “de un ulterior ataque preventivo a una encíclica que tiene en su haber un primado histórico: es la primera que es atacada aún antes de su salida”. Además señala dos objetivos que persiguen con el adelanto de la publicación de la encíclica: 1º), “Debilitar el mensaje de la encíclica, ya que en algunos puntos critica con dureza las políticas medio ambientales de países económicamente poderosos, y 2º), atacar la figura del Pontífice , azuzando las resistencias a su estilo de renovación de la Iglesia, difundiendo, incluso, bulos, como el de sugerir temas que incluso no están incluidos en el documento, como ciertas propuestas sobre planificación familiar. Se ha apuntado al vaticanista Sandro Magister, que lo es, en verdad, en el arte de criticar y obstaculizar la obra de Francisco.
Y todo esto, ¿por qué? Esa actitud de crítica y enfrentamiento feroz, ¿es solo por antipatía personal al Papa, porque no consiguen crear empatía con su estilo, porque piensan que es un peligro para la Iglesia? Nada de eso. Procuraré aclarar en pocas palabras como entiendo yo esta especie de cruzada contra el propósito del papa argentino de volver al Evangelio, porque ese es, para mí, el auténtico problema.
1º), la Iglesia no es Romana, como he afirmado, ya, en el título. Ya he escrito varias veces que el apelativo de “romana” quiere decir, en la Iglesia, exclusivamente, el rito que emplean algunas Iglesias locales occidentales, que popularmente son llamadas “iglesias católicas apostólicas y romanas”, como en toda América Latina, en contraste con iglesias católicas orientales, que celebran con otros ritos. (Así la Iglesia de Milán podría añadir “…ambrosiana”; o la de Toledo, “…mozárabe”; se trata de ritos católicos diversos al romano). Puede suceder que venga un Papa valiente que actúe como en su tiempo lo hicieron Pedro y Pablo, llevando la sede de la Iglesia al centro del mundo conocido, entonces, Roma; ahora podría ser Nueva York. ¿Por qué no?
2º), así que los romanos se asustan de un papa no romano, ni italiano, -¡encima porteño!-, que se sale del guión de actuación tradicional-secular. Sí, porque no son unos pocos años, se trata de siglos. El mero hecho de vivir en Santa Marta, de calzar zapatos toscos y vulgares, de desdeñar la tradicional cruz dorada pontificia y mantener la sencilla y pobre de hierro, de predicar, y cumplir la pobreza personal; de disponer que el banco Vaticano sea solo eso, un Bnco par ayudar técnicamente a la administración de los bienes de la Iglesia en beneficio de los fieles de todo el mundo, sobre todo los más pobres, y no como máquina y caverna de blanqueo de dinero. Todo eso pone nerviosos a los que durante siglos han identificado Iglesia con la pompa, ostentación, brillo, lujo, elegancia, y poder que se vivían, y derrochaban, en Roma. Porque se deben decir muchos funcionarios vaticanos, o adláteres, periodistas, gente de oficios volcados a la grandeza y magnificencia pontificias, ¿y si ahora el Papa pretende que hagamos todos un giro a la pobreza y a la vida sobria y discreta? Este es, realmente, el miedo de los que con tanto empeño, y a veces, saña, se oponen al Papa.
3º) Es preciso decirlo: durante siglos el Vaticano y su máquina y fuente de poder ha sido, en verdad, un anti-Evangelio. Esto no quiere decir que todos los papas hayan sido nefastos para la Iglesia. Como afirmó hace poco el teólogo español José María Castillo, y a fe que no lo ha hecho en exclusiva, sino que cada vez más teólogos y pensadores cristianos se suman a esa idea, “el problema no es el Papa: es el papado”. Esto quiere decir que si ha habido papas buenos, eficaces y santos, más bien pocos, lo han conseguido a pesar de una estructura que ha sido, desde los siglos V-VI, antievangélica, y poco, o nada, cristiana. Hay en el Nuevo Testamento, (NT), más de 50 enunciados, dichos, sentencias, o enseñanzas de las que, explícitamente, se deduce una clara, rotunda e inexcusable condena del estilo de vida, de práctica del poder, y del abuso de autoridad, que ha significado el mundo vaticano en la Iglesia. Por eso la tentativa seria, cristiana, evangélica y eclesial, del papa Francisco, de volver a los valores evangélicos de verdad, y no con declaraciones rimbombantes, que no cambiaban nada, ni provocaban una metanoia en la Iglesia, tiene tan asustados a los que, además, ven, o intuyen, que como sigan las cosas así, van a perder el inmenso, e ilegítimo poder, que ostentaban. Amén, así sea.
Fuente: Redes Cristianas
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