JOSÉ ANTONIO BASTOS - PRESIDENTE DE MÉDICOS SIN FRONTERAS
Es español, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y con estudios en Medicina Tropical y en Salud Pública. Tras ejercer la medicina de familia, realizó su primera misión en 1991. Actuó en Bolivia, Kenia, Somalia, Tanzania, Ruanda, República Democrática del Congo y Angola. Entre 2006 y 2010 actuó en la Cruz Roja.
por RENZO ROSSELLO - 01 abr 2016
—Cuando se firmó el acuerdo Unión Europea-Turquía para expulsar a refugiados, Médicos Sin Fronteras (MSF) y otras organizaciones se retiraron de los centros en rechazo a la medida, ¿cómo explica esta decisión en plena crisis?
—MSF estaba en la isla de Lesbos, que ha sido el punto de ingreso de la mayor parte de los refugiados ya sea sirios, como afganos, iraquíes, somalíes y otros países africanos. Ahí teníamos instalado un dispositivo de rescates marítimos con barcos, teníamos un centro de recepción y asistencia médicos a los recién desembarcados, tenemos grupos móviles buscando en la isla refugiados perdidos o escondidos, un centro de acogida donde damos cobijo, comida, insumos básicos y cuidados médicos con una capacidad para 300 personas. Además trabajábamos en el centro de Moira, que era un centro creado por las autoridades griegas para ayudar a aquellos que quisieran solicitar asilo político a tramitar su papeleo, era un punto del trayecto, un cuello de botella importante para el proceso de estas personas que produjo una acumulación importante de personas en ese punto. Después del acuerdo de UE con Turquía esto se ha tornado 180 grados en un centro de encierro previo a la deportación forzada, nos parece que es absolutamente lo contrario a la intención de que teníamos allí y no queremos tener complicidad ni ningún apoyo con las autoridades europeas y las autoridades griegas en este proceso. No ha sido una decisión fácil, sobre todo a nivel ético, en cierta parte también táctico, pensamos que hubiera sido una manipulación tener ahí a MSF para hacer ver a los refugiados en situaciones aceptablemente normales. Las condiciones de vida de todo este centro son infrahumanas, desde que se ha tomado la decisión.
—Decía que no fue una decisión fácil, ¿qué pesó para adoptarla?
—Nuestro posicionamiento público respecto al acuerdo UE-Turquía es del rechazo más puro, nosotros no peritamos si eso es legal o no, pero lo rechazamos y agradecemos y apoyamos las posiciones de organizaciones de Naciones Unidas. En cambio estamos convencidos de que la deportación masiva es ilegal y la devolución masiva es ilegal, además pensamos que es absolutamente inhumano, que es un paso más adelante en la trayectoria de las autoridades europeas de no solo no asisitirlo, sino de tomar decisiones que cada vez más empeoraban la situación de los refugiados. Esta última decisión es un paso más en esa dirección. Hemos sido testigos los últimos días, según los últimos reportes internos, de los guardacostas turcos usando mangueras de presión contra las embarcaciones para forzarles el regreso a Turquía, esto es un uso de violencia contra personas que necesitan rescate absolutamene inusitado, es convertir a personas desesperadas que huyen en criminales. Y además hay un efecto totalmente perverso de estas medidas y que seguro que va a costar muchísimo más sufrimiento humano. Aunque la decisión de interrumpir el flujo de Turquía a Grecia, la entrada en Lesbos, la UE lo ha argumentado con la decisión de acabar con las redes de tráfico humano en la costa griega. Según nuestra experiencia, cualquier decisión de cierre de fronteras genera una gran oportunidad de negocios para las organizaciones de tráfico de seres humanos en general, y este cierre de Grecia a Turquía, no hay ninguna duda de que va a producir el aumento de otras rutas alternativas diferentes.
—¿Qué han constatado ustedes en circunstancias similares?
—Por los rescates que hemos estado haciendo desde la primavera-verano del año pasado, en la ruta que va de Libia a Sicilia, las personas que hemos rescatado tenían síntomas físicos y mentales de una brutalidad y tortura que practican los grupos de crimen organizado que hemos notado, particularmente en Libia, que nos recuerdan nuestra experiencia con grupos de transmigrantes en México, de ese mismo nivel de brutalidad. Pensamos que un riesgo muy alto es que el circuito de persona que huyen de Turquía a Grecia ahora van a empezar a hacer el recorrido hacia Libia, con un costo humano muchísimo mayor. De hecho es imposible poner una causa-efecto pero es una distancia mucho mayor. Y tendremos que vigilar con mayor cuidado la otra puerta de entrada que es Marruecos-España. Cuando estamos ante una guerra tan atroz como la guerra en Siria, lo que más crece es la ganancia de las organizaciones criminales, es tristísimo.Refugiados, Unión Europea-Turquía, Médicos Sin Frontera, José Antonio Bastos.
Fuente: elpais.com.uy
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