En Bélgica, la plataforma CIRE ha lanzado hace algún tiempo una guía para desmontar 10 prejuicios de los belgas, y por extensión de todos los europeos, contra los refugiados. “Nuestra acción tiene como objetivo fortalecer los derechos de los extranjeros, el asilo y asegurar que las políticas sean coherentes con los principios de la Declaración de los Derechos Humanos”. Esta guía, que resumimos con sus propuestas más esclarecedoras, debería ser consultada por todos los ciudadanos sensibles.
Nadie escapa a los prejuicios pero es posible superarlos.
Las campañas de opinión xenófoba más extendidas explotan tres miedos que subyacen profundamente en nuestra acomodada sociedad “del bienestar” y de la complacencia consumista: el temor por perder una identidad que se está desdibujando, el temor por la propia seguridad y el temor a perder dinero y una situación privilegiada.
Para que llegue a buen puerto el esfuerzo en favor de los refugiados, se precisa desmontar las campañas en su contra mediante la sensibilización de la opinión pública y de los políticos.
Por ello pasamos a desarrollar esa tarea tomando como base la citada guía de la CIRE.
1“¡Nos invaden los refugiados e inmigrantes! El uso de un lenguaje bélico, desencadena el miedo atávico a los bárbaros. ¿En lugar de “invasión” no es más preciso llamar a este fenómeno “desesperada búsqueda de refugio y vida?.
Unas 900.000 personas llegaron a Europa entre enero y noviembre de 2015, según ACNUR. De ellos más de la mitad son sirios. A pesar de ese número, hablar de ‘invasión’ de Europa por los inmigrantes es una falacia, que se nos “vende” a través de:
– Videos manipulados, frecuentes fotos de naufragios y colas interminables en las fronteras, que los medios de comunicación divulgan ampliamente por su impacto sensacionalista.
– El efectista y costoso cierre de fronteras con muros, alambradas, despliegue de fuerzas etc…, que escenifica el carácter bélico de “la invasión”
– Artículos que propagan el miedo y la xenofobia como eficaz e interesado recurso electoral, que desvía las frustraciones hacia los refugiados e inmigrantes señalados como fáciless e impotentes chivos expiatorios.
– La acentuación del sentimiento de desbordamiento, que oculta la desidia europea durante años, para preparar una red de acogida e integración cuya necesidad no se quiso ver, así como la inoperancia de una política exterior conjunta reticente e incapaz para intervenir en el encauzamiento de los conflictos que repercuten sobre Europa.
Durante muchos años, Europa ha sido egoísta y cicatera con la “asistencia oficial para el desarrollo” que se ha destinado a fomentar las propias exportaciones o a controlar la inmigración, bien en los países de origen o en los países vecinos de obligado tránsito para los inmigrantes. Esta actitud culmina ahora gastando inútilmente dinero para proteger fronteras y expulsar a los extranjeros, cuanto mejor sería dedicarlo a garantizar la paz y el desarrollo en otros países.
La realidad es que no está justificado que Europa se atrinchere así, porque los refugiados tan sólo representan un 0,15% respecto al total de población europea. Es evidente que una distribución uniforme de los mismos sería muy asumible. Pero dificulta esta solución, tanto las preferencias de los propios refugiados por algunos destinos, como los intereses electorales nacionalistas y económicos, que presionan a los líderes europeos para dificultar su acogida y no desarrollar una necesaria red de distribución e integración. Ello hace que un país como Alemania concentre casi la mitad de las peticiones de asilo, lo que puede multiplicar el porcentaje antes dicho. Como puede verse en la figura siguiente:
De hecho hasta el momento España sólo acoge a 18 refugiados de los 160.000 comprometidos por la Unión Europea y no llegan a 6.000 los acogidos en 2015. Objetivamente no es un grave problema ¿qué justifica la opinión española contraria a su acogida? ¿La paupérrima red desarrollada para acogerlos e integrarlos?¿El desinterés en emplear los medios económicos que la UE ha puesto a su disposición para mejorarla?
En países en desarrollo como Turquía, Pakistán y el Líbano están el 86% de los refugiados, a pesar de su menor capacidad para acogerlos. ¿Por qué Europa y España no pueden?
2 “No podemos acoger toda la miseria del mundo”. Europa y América del Norte detentan el 67% de la riqueza mundial, mientras que África posee el 1% y América Latina el 3%. El resto se distribuye entre los países de Asia y el Pacífico.
Frente a esta desigualdad flagrante, una cosa está clara: nuestros países tienen los medios y la responsabilidad de hacer más. Parafraseando el prejuicio anterior: “No se puede tampoco monopolizar la riqueza del mundo”. Tenemos el deber moral de compartirla.
No debemos olvidar que los países occidentales, y especialmente los europeos, han contribuido a crear y a mantener la miseria en el mundo: a) por su parte de responsabilidad respecto a las causas de las guerras que ahora empujan al exilio a millones de personas; b) por sus políticas económicas que sostienen y favorece el desigual reparto de la riqueza en el mundo; y c) por su responsabilidad en la degradación medioambiental y sus consecuencias.
Contrariamente a lo que a veces se piensa, los que emigran no están entre los más pobres ni menos cualificados de sus países. En 2013, el 30% de las personas que emigraron a los países miembros la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) tenían educación superior, y esta proporción aumenta rápidamente. Por otra parte emigrar sale caro y ciertamente los más pobres no pueden. Sólo una minoría de los inmigrantes totales en el mundo (el 35% en 2013) se mueve desde el empobrecido Sur al Norte.
Las cifras, por tanto, no permiten afirmar que los países occidentales se vean solicitados “por toda la miseria del mundo”. Es una exageración intencionada. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (HCR), en 2014 suman 59,5 millones de personas las desplazadas forzadamente, de las cuales 21,3 millones se quedan en las proximidades de las fronteras de sus países.
Ciertamente, a Europa llegan muchas personas (900.000 en 2015 según Eurostat), pero son muchas más las que se han desplazado dentro del territorio sirio (4.000.000) o que se han instalado en los países del entorno, especialmente en el Líbano (1.200.000), Jordania (650.000) y Turquía (1.900.000) en condiciones de gran precariedad y sufrimiento. Y estas son las que no tienen dinero para pagar a los traficantes, no tienen parientes en Europa, o sólo hablan el árabe y no tienen profesiones con buenas perspectivas laborales.
3 “Si les das la bienvenida, vendrán más”. El “efecto llamada”. Emigrar es y seguirá siendo un reflejo de supervivencia profundamente arraigado en la humanidad. Si no se abordan las verdaderas causas de la migración, como la pobreza, la guerra, los desastres naturales o las dictaduras es imposible evitarla. El efecto llamada es claramente una consecuencia de las enormes desigualdades económicas y sociales entre Occidente y el tercer mundo, causa difícilmente resoluble a medio plazo. Otras circunstancias como la mayor o menor facilidad de acogida, suponen un condicionante secundario que solo modula parcialmente la causa principal.
Se achaca a las instituciones y ONG´s que defienden una acogida humanitaria a los refugiados e inmigrantes de un ingenuo e ignorante “buenismo” que amplifica el “efecto llamada”, para desentenderse después de los problemas derivados de la integración en alojamientos, centros de salud, o educativos, mercado de trabajo etc… Se está magnificando esta circunstancia y se ocultan los problemas humanos que precisamente esas instituciones tratan de paliar, ante la pasividad de una Administración que no enfrenta con decisión una adecuada política de integración cada vez más necesaria en una Europa que envejece.
Hay un argumento demagógico muy escuchado que dice ¿Si eres partidario de acoger inmigrantes por qué no te llevas a algunos a tu casa? La respuesta es sencilla: porque es un problema generado socialmente y la responsabilidad de resolverlo es en primer lugar de la sociedad y los Estados, y porque hay recursos colectivos y públicos suficientes a los que se puede acudir antes de solicitar a los ciudadanos que adquieran una responsabilidad individual que no les corresponde.
Porque la acogida de los refugiados no es una obligación sólo moral o un voluntarismo que alienta la migración, es también una obligación legal que recoge la Convención de Ginebra de 1951, y la concesión de la protección se somete a unas condiciones ya fijadas en la misma.
Algunos países europeos reservan para los solicitantes de asilo un destino indigno, caso de Hungría. Pero bajo el pretexto de que otros países son más intolerantes, no debemos revisar nuestros valores a la baja y burlar las obligaciones internacionales. Por desgracia esa es la tendencia general en la UE. Se cierran fronteras y se restringen los derechos de refugiados e inmigrantes.
4 “Ellos vienen solos y luego traen a toda su familia” Dentro de poco serán mayoría. La reunificación familiar es un proceso vivo que permite a personas de origen extranjero que tienen un miembro de su familia en otro país unirse a él, bajo ciertas condiciones. El derecho a la vida familiar es un derecho fundamental consagrado en el artículo 8 del Convenio Europeo de los Derechos Humanos y libertades fundamentales.
Es cierto que casi todos los inmigrantes (exceptuando a los refugiados), son hombres y llegan solos; pues el camino para llegar a Europa es peligroso. Sólo cuando el migrante tiene abierto un futuro mejor y obtiene el certificado de residencia tras adquirir el arraigo en el país, puede traer a su familia.
Las condiciones para la reunificación están bien controladas y no son en absoluto fáciles. El solicitante debe contar con recursos financieros suficientes, un alojamiento adecuado, probar la estabilidad de la relación, etcétera. Es decir demostrar que ha completado un proceso de integración que lo ha llevado a ser ciudadano de la nación a la que llegó como emigrante. ¿Podemos negarle que se lo ha ganado? Los procedimientos duran meses y tienen un costo que puede ser alto: tasas de la embajada, honorarios de legalización de documentos, certificados…
Se difunde que las mujeres musulmanas son alentadas a parir numerosa prole, lo que genera una desproporción numérica en los lugares adonde emigran, y puede llevar a que se conviertan eventualmente en mayoría. Veámoslo objetivamente : Supuestos 500 millones de europeos estabilizados y 40 de musulmanes (¿30% de mujeres?), así como un parto por mujer fértil y año, serían necesarios al menos unos 50 o 60 años para que alcanzaran la mayoría. Ello supone tres generaciones viviendo continuadamente en Europa y parece un peligro un poco lejano. Teniendo en cuenta el grado de asimilación del modo occidental de vida por el colectivo musulmán ¿Quién puede predecir cómo será el musulmán europeo pasadas tres generaciones?.
No obstante lo dicho existe el peligro de que puntualmente se produzcan concentraciones que dificulten la deseable interculturalidad. Pueden favorecerlas el integrismo, el rechazo y reflejo de autodefensa, los guetos económicos, las condiciones laborales…. Estas circunstancias alimentadas intencionadamente pueden llevar a círculos viciosos de encerramiento y violencia, desconfianza, sentimientos de amenaza, y en general xenofobia, por lo cual deben de evitarse por todos los medios.
5 “Son un peligro para nuestra economía”. El cambio demográfico y el envejecimiento de la población en Europa hacen que la inmigración sea cada vez más necesaria para garantizar su futuro. Alemania así lo ha entendido. Un estudio ha demostrado en Suecia que existe una relación positiva entre el número de inmigrantes y la capacidad de exportar del país. Tanto la política de integración de inmigrantes – permitiéndoles el acceso al trabajo -, como las políticas de acogida de los solicitantes de asilo pueden ser caras a corto plazo, pero en el largo plazo permiten a los Estados cosechar los beneficios económicos y sociales de la inmigración.
La inmigración no es de ninguna manera una amenaza para la economía, sino que la mayoría de los estudios realizados tienden a concluir lo contrario. De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la inmigración tiene, un efecto neutro o positivo en las principales variables de la economía de un país. La mayoría de los economistas también coinciden en que generalmente, la inmigración tiene un efecto ligeramente positivo en el empleo y los salarios.
6 “Los inmigrantes vienen a quitarnos el empleo”. Creer que los empleos de un país están limitados, es una falsedad que se admite generalmente sin demostración. A menudo la mano de obra extranjera es complementaria a la fuerza de trabajo nacional y los inmigrantes ocupan puestos de trabajo potenciales que antes no existían, bien porque los nacionales no pueden o no los quieren ocupar, bien porque requieren habilidades específicas o están en sectores como la construcción, limpieza, hostelería o servicios de dependencia que no les resultan atractivos. Alternativamente también los inmigrantes pueden ser creadores de nuevos puestos de trabajo cuando se convierten en emprendedores y crean sus propios negocios. En resumen la inmigración lleva en última instancia a más producción y creación de empleo.
Lamentablemente hay empleadores que se aprovechan de la vulnerabilidad de personas indocumentadas o sin permiso de residencia, para pagarles en negro, burlar la normativa laboral y fiscal, o aprovechar su extrema necesidad para someterlos a salarios indignos y a condiciones abusivas de precariedad laboral. Circunstancias que conducen al trabajo basura y el fraude a la Seguridad Social que un Estado de Derecho no debe tolerar. Ante esta situación ¿es la solución culpabilizar a los inmigrantes o la persecución del fraude en la contratación? Como se ha visto en esta época de crisis, esta mano de obra muy precarizada ha sido la primera en ser despedida y ha optado voluntariamente en gran medida por retornar a sus países de origen o buscar otro país de destino, lo cual ha servido como un regulador -a favor del trabajador nacional-, del crecimiento de paro real.
En condiciones normales si los inmigrantes trabajan, ayudan a producir bienes, engrosar la cotización a la Seguridad Social y facilitar los servicios. Si engrosan el número de parados, se van como vinieron en busca de otra vida o si se quedan: ¿qué diferencia hay entre 4,5 millones de parados y quince o veinte mil más?¿En qué porcentaje suponen una competencia para el trabajador nacional o disminuyen el sueldo medio?
7 “Vienen a disfrutar de nuestro sistema social”. Las razones que empujan a los migrantes a dejar su país son muy diversas y no se puede decir que el deseo de aprovecharse de nuestros sistemas de ayuda social y sanitaria sea de los principales (razonamiento que no puede aplicarse a algunos socios de la Comunidad Europea). Por otra parte el acceso de los inmigrantes indocumentados a estos servicios está limitado, y no tienen derecho a la asistencia social ni en general a la asistencia médica completa.
En España siempre tienen derecho a ser atendidos en urgencias, y dependiendo de la autonomía tienen acceso a la asistencia sanitaria de la SS aunque no tengan papeles si están empadronados. Normalmente son muy reticentes a acudir a estos centros, bien por no conocer sus derechos, bien por temor a ser localizados o por no superar las resistencias pasivas que encuentran en muchos de ellos. Están, por tanto, en una situación extremadamente precaria.
Se propaga sin datos que muchos migrantes tienen SIDA, sífilis, tuberculosis abierta, lepra y muchas enfermedades exóticas que nosotros, en Europa, no sabemos cómo tratarlas, al no tener suficiente personal preparado y especializado. Sin embargo podemos comprobar que la incidencia de enfermedades tropicales no resulta estadísticamente significativa en contra del miedo que se pretende difundir.
Por otra parte el accidentado camino de la emigración elimina a los más débiles, que son los que requieren ayuda y se compone mayoritariamente de personas jóvenes con pocas patologías o minusvalías. Si bien los refugiados han traído a lactantes y niños pequeños que requieren una atención adecuada, nunca salvo en escasas reunificaciones familiares, traen ancianos con enfermedades crónicas, que son entre los nacionales los que consumen el mayor gasto de la SS que todos mantienen con sus aportaciones. No puede argüirse pues que el inmigrante constituya una gravosa carga.
8 “Son demasiado diferentes, nunca se integrarán”. Nuestras sociedades son multiculturales y cosmopolitas de hecho. Nuestra cultura se renueva sin cesar gracia a quienes la hacen día a día, y por esto nuestros modos de vida son ricos y variados.
Hay circunstancias puntuales que se magnifican interesadamente, como el hecho de que algunos migrantes no saben comportarse de acuerdo con los parámetros cívicos de Occidente, que chocan con sus costumbres o convicciones religiosas. Análogamente sucede con comportamientos minoritarios violentos en situaciones de discriminación, frustración o desatención ante una necesidad extrema, que por desconocimiento del medio, la cultura y el idioma, sienten como tales y no pueden racionalizar. Está claro que nadie es capaz de cambiar de un día a otro unos usos y costumbres arraigados secularmente en sus culturas; tienen que existir mediadores o traductores que les hagan entender las bases de una mínima disciplina ciudadana.
Menos frecuentes aún son los incidentes achacables a arrogancia o exigencia de migrantes ante el personal de los servicios sociales o sanitarios, o aquellos derivados del fanatismo religioso. Pero profesores, asistentes sociales o sanitarios son agredidos con frecuencia similar por ciudadanos nacionales enfurecidos o que Testigos de Jehová igualmente nacionales, se niegan a determinados tratamientos sanitarios vitales.
Los problemas nacen de la incapacidad o falta de voluntad del mundo político/económico/social para fomentar el “vivir juntos”; de su miedo a la pérdida de identidad y el control de sus privilegios. Si el “vivir juntos” no se aborda o se enfoca de modo inadecuado, las diferencias de origen, religión, comportamientos o estilos de vida conducen al miedo y al rechazo. Pero ¿por qué hemos de aceptar esta postura contraria a lo que nos enseña la Historia?
Los problemas no son culpa necesariamente del otro, del extranjero, pueden deberse a la cerrazón y el rechazo local a priori. ¿Por qué no considerar a los migrantes como ciudadanos activos, no sólo para integrarles, sino como personas que pueden participar plenamente en la construcción de nuestras sociedades multiculturales del mañana?
Si el diálogo, el encuentro y la síntesis social multicultural están en el centro de las políticas nacionales y europeas, sería posible evitar enfrentamientos y caminar hacia un futuro deseable. Pensar que el diferente supone una amenaza es casi siempre el resultado del desconocimiento, o de la desconfianza en los propios valores y en la democracia. El aprendizaje de la lengua y cultura nacional, la vivencia de una ciudadanía democrática, la interiorización de los derechos humanos y las ventajas del estado del bienestar, son jalones del recorrido que permiten a los extranjeros contrastar estos valores con su propia cultura y llegar a considerarse miembros activos dentro de la diversidad de la comunidad nacional que les acogió.
9 “Entre los refugiados, sin duda hay terroristas”. Y violadores y delincuentes de todo tipo. Es una de las frases más repetida por muchos ciudadanos asustados tras cualquier atentado o suceso amplificado por los medios de comunicación. En primer lugar recordemos que los solicitantes de asilo que llegan ahora con nosotros son las primeras víctimas del terrorismo, el radicalismo y el yihadismo, especialmente en Irak y Siria. Es precisamente a causa de estas barbaridades y la violencia de la guerra por lo que están huyendo de sus países.
Aunque no es totalmente imposible que un terrorista se disfrace de refugiado para venir a Europa, porque no existe el riesgo cero, vemos que de hecho han empleado otras vías para establecerse en ella. Esta improbable posibilidad de confundirse con los refugiados, no tiene el peso moral suficiente para calificar como sospechosos a todos los que buscan protección para ellos y sus familias, que sin duda son la inmensa mayoría.
Se dá amplio eco mediático a la alarma social basada en los mensajes sin confirmar que identifican delincuencia o terrorismo con refugiados, pero mucho más restringidos son los desmentidos de acusaciones gratuitas, como las de agresiones sexuales ocurridas en la Nochevieja en Colonia (Alemania). Dos meses después de lo ocurrido y de las acusaciones vertidas, se ha podido saber que solo 3 de los 58 hombres detenidos por los abusos sexuales y robos en Colonia eran refugiados.
Dicho esto, es evidente que las personas refugiadas han sido las más perjudicadas por los hechos que se les han atribuido y que, desde entonces, no se cesa de buscar en ellas fáciles “chivos expiatorios” a los que culpar de todo conflicto social y criminal en el seno de las sociedades europeas.
Debemos hacernos conscientes de que la manera correcta de mantener la identidad europea está en defender nuestros valores, buscar la verdad, acoger y defender los derechos humanos y cumplir con nuestros deberes internacionales.
10 “¿Por qué no se quedan en casa para desarrollar su país”. Muchos inmigrantes no tienen más remedio que abandonar su país, sus hogares y sus familias. Tomar el camino del exilio para escapar de la guerra, la violencia o la pobreza. (art 13 de la Declaración universal de los derechos humanos). Otros escapan de unas condiciones de vida económicamente inviables para sostener unas condiciones de vida mínimamente decentes.
Los inmigrantes son importantes contribuyentes mediante la transferencia de dinero a sus países de origen, como en España se sabe por experiencia. Actualmente los importes enviados por los emigrantes a sus países de origen, son mucho más altos que los presupuestos de la Ayuda Oficial para el Desarrollo a dichos países, Ayudas Oficiales que por otra parte cada vez son menores.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ha demostrado que la migración no sólo puede mejorar el desarrollo humano para las personas migrantes, sino también para la nación de acogida y la de origen.
Por tanto la respuesta es clara: porque si consiguen sus objetivos al emigrar, el resultado económico individual y colectivamente en su país de origen es mucho más favorable que el quedarse.
Fuente: Redes Cristianas
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