Miles de feligreses católicos caminaron el pasado fin de semana hasta Ciudad Barrios, al norte del departamento de San Miguel, para conmemorar el centésimo aniversario del natalicio de Monseñor Óscar Arnulfo Romero. La peregrinación inició el viernes en la cripta de Catedral Metropolitana donde descansan los restos mortales del Arzobispo Mártir, y terminó el día domingo en la “Cuna del Profeta”.
Durante la larga caminata que recorrió más de 150 kilómetros los peregrinos clamaron por la paz, el cese de la violencia en todos sus ámbitos y la convivencia armónica en el país. Este mensaje fue secundado por el recién nombrado Cardenal Gregorio Rosa Chávez, presente en la memorable actividad.
Y hoy Comunidades Eclesiales de Base celebraron el cumpleaños 100 del Beato, nacido el 15 de agosto de 1917. De origen humilde y visión conservadora, Monseñor Romero finalmente pasó a la opción preferencial por los pobres durante su breve arzobispado (1977-80) en los convulsos inicios de la guerra civil salvadoreña; clamó fervientemente por la paz, la igualdad y la justicia, razón por la que fue asesinado por la extrema derecha.
La celebración de los 100 años de Romero -realizada en vísperas de su eventual canonización por el Papa Francisco- es oportuna para clamar por la paz, la no violencia y la armonía social, tal como lo hicieron los peregrinos. Es tarea de todos (Estado, sociedad civil, empresarios, iglesias, academia, etc.) detener esta masacre que desangra al país.
El “cumple” de Romero también debería provocar la conversión de los sectores oligárquicos que lo asesinaron, a quienes Monseñor instó a “quitarse los anillos”, renunciar a sus privilegios y compartir la riqueza. El egoísmo y mezquindad de estas élites hoy se expresa en su oposición a la reforma fiscal progresiva, en la intención de privatizar el agua y el boicot contra el gobierno desde el partido ARENA y la Sala Constitucional.
La conmemoración del nacimiento de “San Romero de América” -como lo llaman los pueblos del mundo- debe servir, además, para que las fuerzas progresistas rectifiquen o retomen la perspectiva contra-hegemónica y la apuesta por cambios estructurales inspirados en los ideales romerianos de justicia, igualdad y dignidad.
Finalmente, es necesario que los seguidores del legado romerista estén alertas para evitar la “fechitizacion” y “profanación” que pretenden consumar sectores de derecha que -ante la imposibilidad de evitar la presencia de la figura y mensaje del Arzobispo Mártir- proyectan a un Romero “light” vaciado de su esencia ética y política. Romero es del pueblo, de los pobres y de los que se convierten a su evangelio de justicia e igualdad.
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