Una matriarca indígena en India, del estado de Sikkim, de gran diversidad biológica, en el Himalaya. Ella concentra el conocimiento tradicional sobre alimentos y propiedades medicinales de las plantas. Crédito: Manipadma Jena/IPS.
Por Manipadma Jena
IPS, 21 de agosto, 2017.- El maestro Ramakrushna Bhadra tenía un desafío enorme en la escuela primaria rural Hatrasulganj Santhal, en el oriental estado indio de Bengala Occidental, hasta que decidió aprender la lengua indígena.
“Al mostrarle la fotografía de un cuervo en un libro, entono ‘kaak’, en bengalí, la lengua estadual. Muchos repiten a coro la palabra, pero los santhalis de primer grado quedan con la mirada perdida. Solo lo conocen por ‘koyo’”, relató Bhadra.
De los 370 millones de indígenas que hay en 70 países, India concentra 700 grupos étnicos distintos, unas 104 millones de personas.
“Con gusto lanzan las canicas para contar, pero si les preguntas cuánto contaron, se quedan callados porque en su lengua materna, uno es ‘mit’ y dos es ‘bariah’, muy distinto del bengalí, ‘ek’ y ‘du’”, añadió.
Para la comunidad santhal, la mayor de Bengala Occidental, el bengalí es una lengua extranjera; por eso al comenzar la escuela, los nuevos alumnos no aprenden nada, pierden interés y abandonan para ir con sus padres en la migración estacional. Eso genera un analfabetismo que no hace más que perpetuar el ciclo de pobreza.
India aprobó una ley que declara que la educación es un derecho constitucional de todos los niños y niñas de seis a 14 años. La norma también procura reducir el abandono escolar de las minorías étnicas, dispone la enseñanza en su lengua materna en primaria y crea escuelas residenciales gratuitas en áreas tribales, como le dicen a los indígenas en este país.
Con una población de 8.000 personas y solo tres por ciento de mujeres alfabetizadas, la comunidad dongria kondh, en el vecino estado de Odisha, cuenta con una escuela residencial gratuita solo para niñas en el distrito de Rayagada, creada por el gobierno en 2008.
Uno de los pueblos con menor contacto con el mundo exterior, la comunidad bonda, forma parte del corredor Rojo, donde están activos los insurgentes de extrema izquierda y donde los planes del gobierno en materia de educación, salud y saneamiento han tenido muy poco impacto. Crédito: Manipadma Jena/IPS.
La inscripción y la retención de las niñas requiere de un esfuerzo continuo, pero las más grandes, que hace años que están escolarizadas, se alejan de sus raíces y se avergüenzan de sus peinados y atuendos tradicionales únicos.
La preservación de las culturas indígenas, sus conocimientos tradicionales y la gestión sostenible de sus recursos, aun ayudándolos a acceder, a elegir y a priorizar las vías de desarrollo para que no queden rezagados, ha sido un desafío para los gobiernos de todo el mundo.
De los 370 millones de indígenas que hay en 70 países, India concentra 700 grupos étnicos distintos, unas 104 millones de personas.
Para ello es fundamental, y lo más cercano a una solución, concederles derechos consuetudinarios a la tierra, así como a los recursos que se encuentran en ella.
Los recursos y los territorios ancestrales tienen una importancia fundamental para su estilo de vida, su sustento, su cultura y su religión y, de hecho, para su supervivencia física y cultural colectiva como comunidad.
El gobierno tiene varios programas específicos para las comunidades indígenas en materia de educación, medios para ganarse la vida, cuotas educativas y laborales, así como un presupuesto enorme para la seguridad alimentaria, cuyo objetivo es reducir la visible brecha económica entre ellas y el resto de la población.
“La mala implementación de los programas existentes en las regiones tribales hace que no solo la pobreza siga excepcionalmente alta en esa regiones, sino que su disminución ha sido mucho más lenta que en todo el país”, según el informe nacional de la Comisión de Planificación, ahora llamada Niti Aayog.
La discriminación, la apatía oficial y la falta de sensibilidad a los estilos de vida tribales, además de la corrupción generalizada, la falta de justicia y respeto por la dignidad humana y la marginación política fortalecieron el extremismo en varias regiones tribales de India.
En este país, la mayoría de los pueblos indígenas viven en la selva profunda que encima de ricos depósitos de hierro, bauxita, cromita, carbón y otros minerales, muy codiciados por el gobierno y las mineras.
La Constitución de India preserva el derecho al autogobierno y a la autonomía a los indígenas sobre sus territorios. Incluso, el consejo de aldea tiene la última palabra en las decisiones, aun por encima de la del gobierno en lo que respecta al uso de los recursos, en especial en el marco de la Ley de Derechos Forestales, de 2006, y de la Ley de Compensación Justa y Transparencia en la Adquisición de Tierras, Rehabilitación y Reasentamiento, de 2013.
Pero el poder de la aldea se ve subvertido cada tanto por las empresas y las agencias gubernamentales, concluyeron numerosos estudios.
La falta de reconocimiento y de protección de los derechos a la tierra y los recursos naturales, en especial la selva, es una de las principales causas de conflictos y del malestar que perturban a la mayoría de los proyectos de infraestructura, lo que con el tiempo lleva a la interrupción de proyectos y a la pérdida de miles de millones de dólares.
Los grupos étnicos se volvieron en cierta forma más conscientes, pero además la Corte Suprema de India sigue de cerca el respeto de sus derechos a la tierra y a la selva. Eso marcó una diferencia enorme en la última década. El asunto ha estado en el tapete porque las organizaciones de la sociedad civil, tanto locales como internacionales, mantienen las protestas y el debate abierto.
Hasta el censo de 2011, más de la mitad de la población indígena de India se había ido a vivir a las ciudades, en un entorno totalmente distinto a su estilo de vida, más en contacto con la naturaleza. Las principales causas de la migración han sido la pobreza, los desplazamientos derivados de proyectos de infraestructura y la pérdida de su sustento al no tener acceso a la tierra y a las selvas.
En la aldea de Kadaraguma, en lo alto de las colinas de Rayagada, Kone Wadaka, de 66 años, busca una heredera para pasarle su rico conocimiento sobre plantas medicinales. Ella heredó de su padre, un curandero del clan dongria kondh, el conocimiento oral que pasó de generación en generación.
De adolescente, Wadaka acompañaba a su padre durante días y aprendió a identificar hojas y raíces para evitar la concepción, aliviar ataques y convulsiones, curar heridas y calmar el dolor. Y ya de joven quiso tomar la posta del conocimiento familiar.
Como la selva está cada vez más lejos de la aldea y se talan los árboles para dar lugar a plantaciones comerciales de madera, Wadaka teme que de no encontrar pronto una heredera adecuada, el invalorable conocimiento muera con ella. Le apena que su pueblo pierda algo que le perteneció durante generaciones.
La Agenda 2030 de desarrollo sostenible, cuyos objetivos clave siguen siendo construir sociedades inclusivas, buscar el empoderamiento de los pueblos indígenas garantizando sus derechos a la tierra, a la igualdad de educación y de capacitación, duplicar los ingresos y la productividad de los pequeños emprendimientos agrícolas e impulsar a los Estados para que incluyan a los líderes indígenas en las subsiguientes revisiones del progreso del país.
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Traducido por Verónica Firme
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Fuente: Inter Press Service: http://www.ipsnoticias.net/2017/08/el-planeta-necesita-indigenas-para-guardar-sus-tierras/
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Fuente: Servindi
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