jueves, 3 de enero de 2019

Mentes sumisas, mentalidad sumisa.


José María García Mauriño

Por mentalidad entendemos esa capacidad que tiene todo ser humano para pensar sobre unos determinados contenidos. Puede ser también el conjunto de creencias y costumbres que conforman el modo de pensar, enjuiciar la realidad y actuar de un individuo o de una colectividad. O bien, es una “cultura y modo de pensar que caracteriza a una persona, a un pueblo, a una generación”. La mentalidad sumisa, o mentes sumisas, siempre hacen referencia a modos de pensar de personas individuales o colectivos o pueblos. Mentalidad es el abstracto del concreto “mentes”.
Aquí vamos a tratar del poder que el sistema capitalista ejerce sobre las mentes de las personas, individual o colectivamente.

Una pregunta inicial, ¿pensamos por nosotros mismos o pensamos con los valores propios del sistema? Porque el poder del sistema ya no es tanto un “poder opresor”, que no soportamos, cuanto un “poder seductor”, que nos complace y estamos a gusto conviviendo con él, hasta hacernos ver la vida como realmente no es. Es la cultura capitalista la que se nos impone. Se trata de la mentalidad sumisa a un ideario ya sea político, jurídico o religioso. Sumisión a un ideario que responde a intereses ocultos y quizá inconfesables. Pero, sobre todo, sumisión sin condiciones porque sabemos por experiencia que la sumisión nos da seguridad. Y bien sabemos que la satisfacción de nuestros intereses y la seguridad en nuestra posición, esas dos cosas, tienen más fuerza para determinar nuestra conducta, que los ideales éticos por más elementales o más sublimes que sean.

Partimos de esta constatación; vivimos inmersos en una sociedad regida por los valores del sistema capitalista, El capitalismo tiene dos objetivos claros: la acumulación de beneficios, de riquezas, y la dominación del mundo, Es un poder que domina y que crea sumisión, en personas, instituciones y pueblos. La mayoría de las personas viven sometidas a los dictámenes del sistema, en su pensamiento y en su proceder, pero sobre todo en su pensar. Hay muchos grados de sumisión, y en lo más alto se sitúa la alienación.

A) Sometidos al poder del Sistema
El poder puede definirse de modo muy general como la posibilidad de imponer la propia voluntad sobre la conducta de otros (Max Weber). Se trata, pues, de un dominio que impone sumisión. El sistema no soporta a personas libres, las persigue y si puede las elimina. Quiere personas, hombres y mujeres, sometidas a sus normas y valores. El sistema no tolera los Derechos Humanos. Porque los DH son un canto a la libertad, empezando por el art, 1 “Todos los SH nacen libres e iguales…”

Los instrumentos del poder son tres:
1) La capacidad de intimidar, que usa la violencia y la coacción, y además amenaza con el castigo.
2) La capacidad de recompensar, que compra la adhesión con la promesa de estima, riquezas y honores; para eso se sirve de la ambición de los otros y su deseo de seguridad.
3) La capacidad de persuadir, que inculca una ideología que exalta el poder y presenta la obediencia y la sumisión como un bien deseable; se aureola de autoridad en el saber y en obrar, y explota la ignorancia o la falta de criterio y espíritu crítico.

Los efectos propios del poder tienen este común denominador de crear la sumisión:
a) la sumisión por temor hace cobardes;
b) la sumisión por ambición hace despreciables;
c) la sumisión por ignorancia o falta de espíritu crítico, hace infantiles, gregarios.
Los tres instrumentos se combinan de maneras muy diversas. El gran triunfo del poder está en hacerse venerar e incluso amar por aquellos que oprime. Se trata de la “servidumbre voluntaria””: ser sumisos, más o menos esclavos del sistema, a quien servimos a gusto porque nos da seguridad.

B) La alienación:
En la cota máxima de la sumisión está la Alienación, Se trata de lo siguiente: Yo no soy yo, estoy alienado, enajenado, soy un ser ajeno a mí mismo, yo no me conozco a mí mismo, yo no pienso por mi mismo, soy un producto del sistema, el sistema lo abarca todo, lo penetra todo, pensamientos, sentimientos, modas, costumbres, lo económico, lo laboral, lo jurídico, lo social, etc. es el orden establecido, por eso, en mi pensar, en mi sentir, en mi proceder, yo no soy yo, es el sistema el que actúa por mí. Es posible que no seamos conscientes del todo, de ese tremendo poder de persuasión que tiene el sistema. Nos parece lo “más natural”, es el aire que respiramos. Es una lucha constante, larga y dura. Si queremos vivir dignamente hay que vivir al margen del sistema. al menos en lo referente al modo de pensar. Es difícil, pero es posible. Hay que estar muy atentos para que no se nos “cuele” alguna norma o valor o costumbre propio del sistema. El sistema es perverso y no existe un “capitalismo de rostro humano”, que es una invención del pensamiento conservador para amortiguar los trazos duros e implacables del sistema. .

También la religión produce mentes sumisas, Porque la religión es jerarquía y obediencia y produce desigualdad y sumisión.

Para no ser sumisos, para ser medianamente libres, hay que liberarse del sistema. Es preciso mantener siempre vivo el espíritu de rebeldía frente al sistema, para poder pensar distinto que el sistema, y llegar a actuar independiente del “orden establecido”.

Y espíritu crítico frente a la religión para liberarse del dogmatismo católico.

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