Jaume Flaquer.
El islam es tan omnipresente en los medios de comunicación que pocos ignoran que ha comenzado el mes sagrado del islam, el Ramadán, pero solo un reducido número de personas sabe realmente qué celebran los musulmanes.
El creyente ayuna de comida, agua y relaciones sexuales desde la salida del sol hasta el ocaso. Lo más exigente, sin duda, es la prohibición del agua cuando el mes de Ramadán cae en verano. El calendario lunar que sigue el islam tiene unos once días menos que el solar, por ello cada año se avanza esta fiesta respecto al nuestro. Dentro de unos quince años, cuando caiga en invierno, será mucho más llevadero.
Mientras, los musulmanes que pueden, especialmente en los países árabes, intentan cambiar las rutinas diarias: comen y beben lo más posible justo antes de la salida del sol, se van a la cama para pasar la mayor parte del día durmiendo, se ponen a trabajar a medio día, pausan el trabajo para romper el ayuno en la puesta de sol, y lo reemprenden hasta altas horas de la noche.
El cumplimiento escrupuloso lleva a ciertas profesiones a trabajar solo de noche, como los dentistas, por temor a que una gota de agua invalide el día de ayuno. Los enfermos y los viajeros están exentos pero tendrán que recuperar los días perdidos en otro momento del año.
La radicalidad de este ayuno recuerda al de la cuaresma de otros tiempos, o el que aún se vive en el mundo Oriental. En la liturgia copta (de Egipto) más de un tercio del año se practica el ayuno…
Ciertamente, Muhammad, según la tradición, se inspiró en estos ayunos para reglamentar el islámico pero si miramos más de cerca el mes sagrado veremos que su sentido está más cercano a nuestra Navidad que a nuestra la Cuaresma.
¿Qué celebran los musulmanes? El descenso del Corán sobre el corazón de Muhammad. El Libro Sagrado empezó a descender versículo a versículo, por medio del ángel Gabriel, en el mes de Ramadán del año 611 d.C. A lo largo de su vida, hasta su muerte en el 632 d.C., fue recibiendo todo el Libro por partes. Él, cuando volvía en sí después de haber caído en trance, repetía fielmente la recitación que había escuchado del ángel. Los compañeros del Profeta memorizaron estas comunicaciones divinas, las compilaron y las escribieron décadas después. Ésta es la teoría de la revelación del islam que se proyecta también hacia los profetas anteriores, porque el islam también cree que Moisés y Jesús recibieron un Libro, la Torah y el Evangelio respectivamente, y que estas revelaciones tuvieron también lugar en el mes de Ramadán. Es un mes, pues, en que los cielos se abren para la comunicación de Dios con el hombre.
El sentido teológico del Ramadán es equivalente al del tríptico de tres celebraciones cristianas: la Encarnación, Navidad y Epifanía, que son un despliegue del descenso de la Palabra para hacerse hombre. De esta manera, el Corán y el Cristo juegan en ambas religiones un rol teológico similar. No en vano, las ortodoxias de ambas Tradiciones determinaron después de vivas discusiones que la Palabra (personal en el caso cristiano y textual en el caso del islam) existía en Dios desde la eternidad y que no había sido creada.
El ayuno se convierte así no solo en un ejercicio de concienciación y asimilación a los pobres de este mundo sino en un símbolo de la desposesión total del yo para llenarse únicamente de la Palabra que desciende de arriba. El cristiano está llamado a cristificarse y el musulmán a identificarse con el Texto sagrado. La tradición islámica recuerda que Muhammad era un Corán viviente.
El hecho de que las dos religiones celebren lo mismo en las fiestas de Ramadán y de Navidad ha hecho que las dos tengan también un significado antropológico similar además del teológico.
En ambas fiestas, las calles se llenan de luces, se dan regalos a los niños y se potencia la solidaridad y la bondad. Igual que en Navidad la gente se enternece con más facilidad ante la interpelación diaria que suponen los pobres de nuestras ciudades, el musulmán es especialmente generoso en Ramadán. Este altruismo se va educando año tras año cuando a final de mes todo cabeza de familia debe dar como limosna (zakat) unos cinco euros por cada persona que esté a su cargo.
Finalmente, ambas fiestas son fiestas familiares. Aquel “vuelve a casa, vuelve, por Navidad” del famoso anuncio de turrones de hace años es vivido también por la comunidad musulmana. Por la noche las familias se juntan para cenar festivamente juntas. Los parientes lejanos se reencuentran de nuevo. ¡Y la televisión aprovecha para lanzar nuevas telenovelas, más blanquecinas que rosadas!
Y por ello, porque es una fiesta familiar, alcanza fácilmente el corazón, y la comunidad musulmana está deseosa de vivirla y revivirla anualmente. No en vano la práctica del Ramadán alcanza al 80% de los musulmanes de nuestro país mientras que el precepto de la oración no es seguido por más de un 50%. Es una fiesta con un componente sociológico importante como la Navidad porque la sociedad, más allá de las creencias, ha de celebrar y recordarse la importancia de la fraternidad, la bondad y la solidaridad.
Fuente: cristianismeijusticia
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