domingo, 3 de julio de 2016

Perdonar no es olvidar.



En el año de la Misericordia, mucho se habla y se escribe del perdón, de reconciliación y de la dimensión política de la misericordia. Estas líneas, que recogen cuatro puntos más uno sobre el perdón, quieren ser parte de esa conversación.[1]

1. Perdonar no es olvidar

Perdonar no es olvidar, al menos no necesariamente, no como imposición externa. Quizás a veces la persona ofendida o agredida, por su momento y situación vital, escoge olvidar como mal menor. Propiamente, perdonar sería recuperar y sanar la memoria de lo acontecido. Poder rememorarlo sin los sentimientos de rabia, odio, rencor… para poder empezar de nuevo, para poder seguir adelante sin un futuro hipotecado y lastrado permanentemente por las heridas del pasado. Pero perdonar no es negar esos sentimientos dolorosos tan naturales y comprensibles. Muchos documentos sobre el perdón invitan a no negar los sentimientos de rechazo y dolor que causa el recuerdo de los hechos dolorosos. Perdonar es un proceso de sanación que requiere reconocer y trabajar esos sentimientos, que pueden ser reorientados en una fuerza que ayude a la víctima a convertirse en superviviente: es decir, a ser señora de su pasado, a decidir qué y cómo quiere recordar lo ocurrido, de modo que pueda vivir con sentido su presente. No se trata de erradicar los recuerdos dolorosos, sino de darles un espacio capaz de regenerar y sanar, y construir un futuro libre de la hipoteca del pasado. El olvido impuesto es una nueva victimización de los afectados. Las víctimas merecen la memoria.

2. La “víctima” ha de ser la protagonista

El centro del proceso de perdón ha de estar orientado a la persona o colectivo agredido, ofendido, vejado… Son las “víctimas” las que inician este proceso y marcan los tiempos. Son las víctimas quienes deciden interrumpir el círculo de “agravio por agravio” para darse y dar una oportunidad de comenzar de nuevo. Etimológicamente, la palabra perdón y el verbo perdonar se refieren a un ejercicio gratuito y “excesivo” por parte de quien lo ejerce.Perdonar es una decisión proactiva y de gran generosidad por parte de la víctima. En ese sentido no puede ser una imposición “social”, no se puede urgir por conveniencia política, ni se puede apresurar el proceso. No se puede imponer desde fuera la obligación de pasar página y olvidar, desde una “política del olvido” o un ejercicio de “amnesia colectiva”. Parte del proceso del perdón y el primer paso para una posible reconciliación social, es reconocer la verdad de lo ocurrido, honrar la memoria de las víctimas. Esto es particularmente importante cuando, quizás, toda la “restitución” que los supervivientes pueden obtener es el que se conozca qué ocurrió con sus seres queridos. Las víctimas han de tener un papel preeminente en las decisiones que se tomen en los procesos de reparación, en las medidas que se adopten para restituir la memoria, y se han de considerar medidas activas que mejoren su situación socioeconómica si ésta se ha visto afectada por las agresiones o la violencia sufrida.

3. Perdonar no es negar la justicia o las consecuencias legales

Para que haya perdón y para que se inicie un proceso de reconciliación, es necesario que se reconozca el daño causado. Es necesario que los victimarios pidan perdón y muestren arrepentimiento por sus acciones. ¿El perdón puede ser otorgado sin esto? Ciertamente, porque depende de la generosidad de las “víctimas” (hay un cuaderno de CJ con casos de perdón de familiares de víctimas de ETA, con testimonios de perdón impresionantes en este sentido), pero no habrá un proceso real de sanación social, de restauración de heridas, de reconciliación. La justicia (civil, legal) nunca podrá compensar el dolor causado, pero al menos evitará que los victimarios sigan causando dolor y es un ejercicio social el reconocer que víctima y victimario no están en el mismo plano. La justicia que pide el perdón es una justicia restaurativa, que implique a la víctima, al victimario y a sus entornos sociales en un proceso de reconciliación. Pero este proceso requiere, como primer paso, el cese de las injusticias y el reconocimiento de lo ocurrido. En este proceso las víctimas no pueden ser relegadas a “testigos de cargo”, a pruebas de que algo ocurrió. Han de ser consideradas agentes políticos activos.

4. El perdón tiene una dimensión “social”

El presente y el futuro están de algún modo condicionados por lo vivido. Víctimas y verdugos en cierto sentido nunca dejarán de serlo. Es necesaria una dimensión social y política del perdón porque la infracción cometida, el delito, la ofensa, también lo tienen. No sólo sufren las víctimas directas de la violencia, la opresión, el bullying, los abusos… siempre hay “daños colaterales”: las familias y las relaciones sociales de las personas implicadas se ven afectadas. Por esto, requiere una cultura del perdón que va más allá de la conveniencia política o de las restituciones legales y técnicas (que son necesarias). La sociedad no puede sanar sus heridas en falso. Parte del proceso de curación es a veces reabrir heridas mal cerradas para limpiarlas y que puedan cicatrizar bien. Recuperar un relato lo más objetivo posible, lo más fiel a la verdad posible, ayuda no sólo a honrar a las víctimas sino a construir el futuro de la sociedad desde una base más sólida, no con historias partidistas, normalmente escritas por los vencedores como nueva forma de humillación a los vencidos, o como medio de asegurar su impunidad. Por último, un proceso político de perdón y reconciliación no puede dejar de lado a los victimarios, que también forman parte de la sociedad. Para poder liberar el presente de la carga dolorosa del pasado, es necesario implicar a víctimas y victimarios en un proceso complejo de diálogo, reconocimiento, reconciliación y construcción de un presente diferente. Es necesario un proceso comunitario y colectivo de sanación, porque toda la sociedad puede compartir el dolor por lo ocurrido y un cierto sentimiento de “culpa” por haber permitido la violencia, por no haber denunciado, o como sentimiento subsidiario de pertenecer a la sociedad en que estos hechos violentos ocurrieron. El olvido no es pues una opción en los procesos políticos del perdón, que requieren un proceso de duelo y de restitución a la población o personas afectadas.

4 +1. La dimensión cristiana del perdón[2]

Muy brevemente, añadir la perspectiva de la tradición cristiana respecto al perdón. La raíz del perdón cristiano no es otra que la experiencia de haber sido perdonados por Dios. Sólo Dios es compasivo y misericordioso. El creyente que ha sido tratado con misericordia se siente urgido a perdonar. Es la invitación de Jesús: “Sed perfectos como vuestro padre Dios es perfecto”… sed compasivos, sed justos, sed misericordiosos, porque vuestro Padre Dios os ha tratado con misericordia. Son múltiples los textos del evangelio en los que Jesús actúa la misericordia y el perdón de Dios, y da así ejemplo a sus discípulos. El perdón de Jesús se sitúa por encima de la ley religiosa de su época, porque la ley no puede constreñir las entrañas misericordiosas del Dios de la vida. Pero el perdón religioso, cristiano, no anula la justicia civil. La complementa, la acompaña, la sitúa y la excede. El perdón religioso puede ser un proceso interno de la persona que le permite iniciar y acompañar procesos de perdón y reconciliación social. Puede ser un ejercicio de víctima y victimario de perdonar y de pedir perdón respectivamente. En última instancia, en cristiano, el perdón es abandonar el derecho a la justicia última (no la terrena y penúltima) en manos de Dios. Es renunciar a vengarse, a odiar, a guardar rencor. Es, en Dios, dar la oportunidad a la otra persona a rehacerse, a nacer de nuevo.

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[1] Basado en Jesús Sanz: “Perdonar es hacer las paces”, J.A. Zamora “La dimensión política del perdón” y el magnífico libro de Alejandro Rodríguez “La paz y la memoria”.

[2] Lo titulo 4+1 porque no está en el mismo plano discursivo o conceptual que los puntos anteriores. No es más ni menos, es distinto. Y me ciño a la cristiana porque es la tradición que mejor conozco y por la brevedad del post.

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