jueves, 31 de diciembre de 2015

Año nuevo: luz y vida nueva.


Mensaje por el nuevo año del Arzobispo Juan Carlos Urquhart de Barros


De la noche a la mañana no se pueden ejecutar los cambios que por siglos necesita muestro mundo; pero debemos aceptar que el pequeño aporte de cada persona será la diferencia.

Todos los días y a cualquier hora, es el momento ideal para comenzar el cambio interior de vida. Como estamos acostumbrados al rigor y a la imposición social, en todo caso este cierre de año y comienzo de uno nuevo, puede ser una excusa ideal para ejecutarlo, ¡aprovechemos!

Cerrar un ciclo (un año) nos obliga a una reflexión profunda y un balance; en el cual se destacan frutos positivos y algunos negativos, los últimos, madurados y en el tiempo, también tendrán su aporte positivo. Por lo tanto siempre vale la pena vivir y todo contribuye por sabiduría divina a la formación integral de la persona.

Abrir un ciclo (comenzar un año) nos obliga a soñar. Un cristiano debe ser un hombre o una mujer de sueños, porque la fe nos invita a ello: soñar es el primer paso de la creatividad y el segundo es preparar el terreno para aplicar el tercero: la acción. Qué hacer, cómo hacer y hacerlo.

El Dramaturgo T.S.Eliot dijo: ¡Sólo aquellos que se arriesgan a ir demasiado lejos pueden descubrir hasta dónde se puede llegar”
El poeta Antonio Machado complementó: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”
Y desde estas ideas, les aconsejo como reflexión, de fin y apertura de nuevo ciclo: la frase del Teólogo Lactancio del siglo III: “Donde el miedo está presente, la sabiduría no puede existir”. Así como las palabra de Jesús: “Levántense, no tengan miedo” (Mt. 17, 7 BL)

La Sagradas Escrituras nos aconsejan a través de Josué (1:7-9 BL) “¡Sé valiente y ten ánimo! Trata de observar en todos sus puntos la ley que te dio mi servidor Moisés. No te apartes ni a la derecha ni a la izquierda, y tendrás éxito por donde vayas. Releerás constantemente este libro de la Ley. Lo meditarás día y noche para que actúes en todo según lo que allí está escrito: de ese modo llevarás a cabo tus proyectos y tendrás éxito. Esta es mi orden: Sé valiente y ten ánimo; no tiembles ni tengas miedo; Yavé tu Dios está contigo adonde quiera que tú vayas”.

Sea para un cristiano o para cualquier persona de buena voluntad que practique el lenguaje del amor, aprovechar este corte numérico de los días para iniciar un ciclo de esperanza: “romper de una vez por todas la identificación tan frecuente a lo largo de la historia, entre cristianismo y conservadurismo, entre religión católica e integrismo, entre fe cristiana y fanatismo, por ser contraria al núcleo del evangelio.”

Como Cristianos debemos tener en cuenta que los cambios fuera de nosotros, en la Sociedad, en la casa compartida por todas y todos, se realizan por la vía política y en democracia, y si queremos un cambio auténtico para este 2016 que recién arranca, debemos apostar a la democracia y hacer uso del instrumento para el cambio que somos cada uno de nosotros y accionar. Los laicos desarrollando sus mejores potencialidades para el servicio público y los pastores asesorando a todos y todas por igual, desde la ley del amor.

No podemos avalar a una sociedad injusta y desigual, en la que los pobres y las mayorías oprimidas ven mermados e incluso negados sus derechos en favor de los privilegios de una minoría, como Cristianos tenemos que estar a la cabeza por la lucha en proclamar y denunciar: la incompatibilidad entre evangelio y acumulación; entre amor cristiano y desigualdades sociales; entre caridad e insolidaridad.

Como personas de buena voluntad, que ésta fecha festiva del año, no quede simplemente en un choque de copas y vasos, como todos los comienzos de año, sino que realmente se concrete ese comienzo del cambio tan necesario para la persona y para la construcción de ese mundo posible: que todas y todos soñamos, en el cual la Paz sea nuestra Luz.

“Oh Dios, autor de la paz y amante de la concordia, conocerte es vida eterna, y servirte, plena libertad: Defiende a estos tus humildes siervos de todos los asaltos de nuestros enemigos; para que, confiados en tu protección, no temamos la fuerza de ningún adversario; por el poder de Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

Que Dios Padre y Madre de todas y todos nos bendiga ricamente.

¡Feliz año nuevo 2016!

Juan Carlos Urquhart de Barros
Arzobispo

Iglesia Episcopal Antigua de tradición Católica y Apostólica.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

La Na(ti)vidad como modelo de iglesia.



Cuando Francisco de Asís, el 24 de diciembre de 1223, celebró la misa delante de un heterodoxo escenario –un buey, un asno, heno y un pesebre– no sólo consiguió representar ante los ojos, el tacto y el olfato de los fieles el glorioso momento del nacimiento de Cristo, sino también dejó constancia de la vida cotidiana de los primeros frailes. El belén, entonces, surgió como testimonio eclesial poniendo énfasis en la sencillez y austeridad predicadas y vividas por Francisco. Más allá de lo anecdótico de esta representación en Greccio y de su trascendencia icónica dentro de la tradición cristiana, el acontecimiento de la Natividad bien puede ser un modelo que ilumine con nueva fuerza la misión de la iglesia en la actualidad. Recordemos que para Sallie McFague un modelo «es una metáfora con “capacidad de permanencia”» y que más que una definición, funciona como «un esquema plausible […] abierto al cambio»[i]. Y, en este sentido, me gustaría apuntar algunos rasgos derivados de los relatos del nacimiento de Jesús (Mt. 2, 1-12; Lc. 2, 1-20) que creo pertinentes para afrontar como iglesias las situaciones que vivimos como sociedad.

Na(ti)vidad: congregación de personas diferentes

El nacimiento del Mesías reunió a hombres y mujeres que de otro modo difícilmente hubieran coincidido. Pastores de ovejas, sabios de oriente y, si tenemos en cuenta el relato del Protoevangelio de Santiago, en la escena aparecerían también una comadrona y Salomé, una mujer cuya actitud de incredulidad es análoga a la de Tomás ante el Cristo Resucitado: «si no palpo, no creeré»; todos alrededor de una familia poco convencional. Ateniéndonos únicamente a los relatos canónicos, no deja de asombrarnos la polaridad de los espectadores centrales: los pastores y los sabios. Sobre los primeros, el texto bíblico señala que «estaban en unos campos cercanos, pasando la noche a la intemperie cuidando de sus rebaños» (Lc. 2,8). Joseph Ratzinger apunta al respecto que, al nacer Jesús fuera de la ciudad, era lo más lógico que ellos fueran los primeros llamados a la gruta y, añade luego, que ellos «formaban parte de los pobres, de las almas sencillas, a los que Jesús bendeciría, porque a ellos está reservado el acceso al misterio de Dios»[ii]. Como contraste, los sabios eran astrónomos vinculados de alguna manera a la clase sacerdotal persa poseedores de conocimientos religiosos y filosóficos. Su riqueza se ha inferido no sólo de los presentes que dieron al niño, sino también de que su historia ha sido leída tradicionalmente a la luz del Salmo 72,10 y de Isaías 60. Ellos estuvieron dispuestos a ir más allá de sus creencias convencionales en pos de una revelación nueva y proveniente del lugar menos esperado. Poco importa si pastores y sabios coincidieron realmente en la gruta de Belén; más importante, en cambio, es el hecho de que dos estamentos tan diferentes se congregaran con una actitud compartida: la esperanza, y un propósito común: la honra y la alabanza del recién nacido.

El eclecticismo posmoderno poco ha propiciado que la iglesia se muestre como una comunidad de diferentes. Allende las diferencias doctrinales –que intuyo cada vez son menos relevantes a la hora de elegir una iglesia–, se observan con más frecuencia iglesias sectarias condicionadas por la clase social, la orientación sexual, el grupo etario, la indumentaria y aún la preferencia política. Iglesias homogéneas y homogeneizantes se vislumbran como la norma. Pero ante el acontecimiento de la navidad, se impone una reacción crítica ante el fenómeno de la fragmentación y la homogenización. ¿Es nuestro salario, nuestra vida sexual, nuestra edad, nuestros gustos o nuestra ideología lo que debe primar en el momento de decidir participar en una iglesia? ¿Acaso no es precisamente la esperanza mesiánica, la expectativa y la construcción del Reino lo que debe congregarnos en torno al Salvador? Es claro que abundan quienes señalan que no se puede tener lo segundo sin lo primero; no obstante, la Navidad sigue modelando la diferencia: la congregación de pastores y sabios, de pobres y ricos, de cultos e incultos, de profesionales y artesanos, de locales y extranjeros[iii]

Na(ti)vidad: testigos de la alabanza universal

Los pastores y los sabios fueron testigos de hechos que sobrepasaron su entendimiento: la aparición de los ángeles y la estrella en el Oriente. Así, el nacimiento de Cristo fue reconocido no sólo por los hombres, sino también por la creación y por las jerarquías celestes. En la Encarnación el centro de la Historia es revelado y ese acontecimiento no se puede pasar por alto en el universo; el antiguo himno cristiano citado en la epístola a los Colosenses da espléndido testimonio del hecho (Col. 1, 15-20). Que la naturaleza muestra al Creador y al Redentor es algo en lo que los teólogos y teólogas han hecho hincapié desde San Bernardo hasta Leonardo Boff pero que ya los evangelistas quisieron dejarnos bien claro.

Los pastores presenciaron con temor la aparición de los ángeles, pero el anuncio escuchado los llenó de alegría y los movió a la acción. Apresurados, sabios y pastores, acudieron a Belén y fueron testigos de cómo la estrella se posaba encima de la ciudad y de cómo las palabras del ángel eran verdaderas. En un sentido semejante, Agustín de Hipona señala que el hecho de que Jesús yazca en un pesebre no es vano pues allí era donde los animales comían; siendo así, el Jesús del pesebre simboliza al pan que nutre de vida a los hombres, a los animales y a la creación entera. Es este hecho, principio del misterio pascual, el que anima la alabanza de los ancianos y de las bestias en el Libro del Apocalipsis (Ap. 4, 2-11).

La Navidad, en este sentido, nos devuelve a nuestra posición de criaturas y nos llama, como iglesias, a la humildad y a una nueva forma de solidaridad con toda la creación, ya que en la Navidad reconocemos que los seres humanos no somos los únicos, ni los más importantes, que rendimos tributo al Señor. La Navidad nos llama a presenciar una alabanza que trasciende a la iglesia y a unirnos a ella con actitud de gozo por la promesa cumplida: ¡todo lo que respira alaba al Señor!

Na(ti)vidad: recordar y volver a la misión

Los albores de la iglesia los encontramos en Belén, en una gruta donde pacía el ganado. Es imperioso recordar constantemente esta verdad a fin de no apartarnos de nuestra misión esencial: el anuncio de la salvación.

En las ciudades actuales coexisten distintas tradiciones decembrinas: la cena en Nochebuena, el intercambio de regalos, el personaje de Santaclaus, la diversidad de villancicos. Esto, lo sabemos bien, ha suscitado, entre los evangélicos posiciones que van del rechazo a la aceptación. Sobre la cena en Nochebuena, el mexicano Jorge Fernández Granados –uno de los poetas vivos más destacados– ha escrito el siguiente poema:


Nochebuena
nos sentamos a la mesa
impecables
cada uno en su monólogo
impecable
de siempre en esta noche de tantas
impecables
navidades en la vida que es todo menos
impecable
y de pronto una de las velas que arden en la mesa chisporrotea
y cae
su llama se apaga con un chasquido justo sobre la fuente aún intacta de la
accidentada
cena la costumbre nuestros monólogos el blindado bienestar se
rompen
por un súbito silencio inexplicable compartido
e impecable.

Las dos estancias del poema están marcadas por la contraposición del adjetivo «impecable» en la primera estrofa con verbos que evidencian la fragilidad del disfraz de Nochebuena en la segunda. No obstante, la fugacidad de la apariencia de armonía y concordia que intenta impregnar la Navidad, la buena intención es infructuosa y el día de Navidad suele pasar, incluso en las iglesias, dejando todo como estaba. Ese efecto es totalmente contrario de aquella noche en Belén que atestiguó el nacimiento del Redentor. Los sabios de Oriente volvieron a su hogar por otro camino, desafiando la autoridad de Herodes protegiendo la vida del niño. Los pastores anunciaron el mensaje del ángel y luego volvieron transformados a sus quehaceres cotidianos. La alegría de todos ellos halló un nuevo motivo pues habían alcanzado la promesa (Heb. 11,40). Los ancianos Simeón y Ana, corolarios de la escena navideña, verbalizaron esa alegría en sendas alabanzas (Lc. 3, 27-30, 39) que escucharon «todos los que esperaban la liberación» (Lc. 3,39). La liberación es el contenido del anuncio de salvación. María, la madre de Jesús lo expresa así en su famoso cántico (Lc. 1,46-55). La Navidad, en tanto modelo de iglesia, nos insta a renovar nuestra esperanza, a recordar lo esencial de nuestra misión y a verternos en la alabanza que día y noche entona el universo. Asimismo, nos desafía a construir espacios que cada vez se asemejen a esa no tan lejana noche en la que el Verbo se despojó de su gloria y habitó entre nosotros.

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[i] McFague, Sallie. Modelos de Dios. Teología para una era ecológica y nuclear. Santander: Sal Terrae, 1994. p. 73.

[ii] Ratzinger, Joseph. La infancia de Jesús. Consultado a través de http://www.soysalesianocooperador.org/wp-content/uploads/downloads/2013/07/La+infancia+de+Jesus+-+Benedicto+XVI1.pdf p. 46

[iii] Continuar la vía de la Navidad como modelo de iglesia lleva a reimaginar también la figura del pastor a partir del niño en el pesebre quien pastoreó desde su inocencia y su bajeza a hombres tan distintos a él y tan diferentes entre sí.



Fuente: Lupa Protestante

martes, 29 de diciembre de 2015

Ídolos que simulan virtud.




Desde siempre me transmitieron la importancia de leer la Biblia a diario. Algo muy bueno y sin lugar a dudas recomendable para el conocimiento de Dios, de su revelación en Jesús. Aun así, a veces me daba la impresión de que la importancia del encuentro con la Biblia se distorsionaba. Ya no era tanto una sana enseñanza. Poco a poco comenzaba a ser algo más. Hace unos años empecé a notar que esta disciplina se convertía sutilmente en un criterio de espiritualidad, en uno de los ejes fundamentales del actuar cristiano, un termómetro del fervor. En otras palabras, se convertía en un fin en sí mismo. Y si esto es así, es un grave error.

Encuentro muchas personas diciendo que cuando no están en la voluntad de Dios o cuando están lejos de Dios, sus vidas están mal. En el transcurso de la conversación algunos señalan que esto se debe a la falta de lectura bíblica, entre otras cosas. Por el contrario, resulta curioso que muy pocas veces escucho decir que esta lejanía se deba al egoísmo o al desamor, o a no ser compasivo o paciente.

Lo que la enseñanza evangélica insistentemente ha estado machacando en nuestras cabezas —no sistemáticamente, sino de una manera más bien flotante— es que hay tres cosas fundamentales para cumplir con el quehacer cristiano: leer la biblia a diario, tener un tiempo de oración concreto y asistir fielmente los domingos a las reuniones de culto. Esos son los supuestos requisitos indispensables. En sí mismas, estas cosas, como ya mencioné, no son malas, sino incluso todo lo contrario, siempre y cuando la lectura sea reflexiva y fruto de una sed verdadera; la oración sea una entrega genuina, no motivada por la culpa o con fines de auto-redención y el acto de reunirse no sea costumbrismo, sino sincera comunión. Cuando no es así, esta trinidad de conductas termina siendo más dios que el verdadero Dios. Jesús pone esta cuestión sobre el tapete con la parábola del buen samaritano. El que se quedó observando sus asuntos cultuales (asistencia al templo y otras actitudes religiosas) no es ejemplar para Jesús, sino este hombre anónimo de Samaria, que activamente ama a su prójimo. Este es el criterio fundamental.

El problema es que el acto de bien no es patrimonio del cristianismo, sino un don que Dios regaló a la humanidad. No es un acto de exclusividad cristiana, no es un acto que nos separe y por ende nos dé contraste. Queremos lo palpable, lo concreto, lo mensurable para poder dejar en paz a nuestra conciencia de que somos espirituales porque esta semana leímos cuatro veces la Biblia, pero estamos tibioscuando solo la leímos una vez. Pero ese no es el pensamiento de Jesús. Aunque hay actos de exclusividad cristiana, el acento de Jesús parece estar en cuestiones más universales como la paciencia o la compasión. Aun así, volvemos a construir nuestra identidad en torno a lo tangible, a lo exclusivo: ir al templo, leer un capitulo diario, tener media hora de oración, apartar el diezmo, cosas que si son un fin en sí mismas son solo para calmar la sed religiosa de nuestra conciencia que quiere decirnos: haciendo esto soy cristiano, soy espiritual.

Volvamos a lo que sabemos que Dios quiere y llevémoslo a nuestro contexto. Suena muy bien decir: “Liberemos a los cautivos, pongamos vendas al herido” ¿Pero como liberamos y como vendamos hoy, donde la necesidad no radica en heridas físicas necesariamente? Hoy liberamos con un abrazo silencioso; vendamos las heridas con una escucha sincera y sin interrupciones; amamos cuando no somos presurosos para juzgar u opinar, cuando aliviamos siendo prudentes con nuestras palabras; imitamos a Jesús ejercitando activa y conscientemente servicio al otro. Todo esto es intangible porque pertenece a una categoría diferente a la terrenal, es intangible porque es netamente espiritual. Jesús quiere derribar nuestros pequeños lugares de seguridad, nuestros altares y nuestros ídolos. Nos quiere recordar que ‘ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre (…) mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad’. Jesús quiere que abandonemos nuestros fetiches, nuestros amuletos, nuestras oraciones mágicas y nuestras supersticiones disfrazadas de espiritualidad. Jesús sigue diciendo: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’. Mientras sigamos sacrificando nuestros corderos para apagar la ira de nuestros dioses falsos seguiremos esquivos al aroma de redención y de libertad que nos da Jesús. El desafío es soltar las exigencias falsas del juez interior que busca el cumplimiento de la ley y ser capaces de mirar al Cordero, que quita el pecado del mundo y nos da la libertad de vivir en Su espíritu. 




Martin Payba Adet


Estudia medicina en la Universidad Nacional de La Plata en Argentina y realizando un postgrado en Psicoterapias Cognitivas e Integrativas dependiente de la Facultad de Medicina de la misma universidad. También realizó estudios teológicos en un pequeño instituto biblico en La Plata (Instituto Biblico La Plata).



Un niño en brazos.


Jose Arregi

Este año pusimos un Nacimiento especial, sobre un lecho de hojas granates y amarillas, de arce y de ginkgo. Es especial como el motivo por el que una comunidad de cristianos y cristianas amigas de Pamplona nos lo regaló hace unos meses. Y es especial por la hechura: una única pieza de escayola policromada, llena de movimiento y dulzura, donde José levanta en sus brazos a Jesús, estrechándolo tiernamente contra su mejilla; María posa las manos y reclina suavemente la cabeza sobre el hombro de José, el hombre bueno. Unas ovejas recuestan su cabeza sobre otras y se hacen carantoñas, mientras otra, más grande y muy negra, acerca atentamente su cabeza hacia el centro del Misterio. Un aire de bondad lo envuelve todo.

La Navidad es esa ternura que ilumina la historia humana, el cosmos sin medida del que somos parte. Es la confesión de que la bondad engendra y sostiene la vida. Es la fe en que todo está eternamente movido por un latido profundo, creador, más grande y poderoso que el universo, más tierno y pequeño que el corazón de un recién nacido. Es la promesa de que el bien prevalecerá. Y es el compromiso por hacer que así sea. Cada villancico navideño, cada figura de nuestros nacimientos te lo anuncia, como el ángel a María y a José: “No temas. Eres lleno, llena de gracia. La gracia es más fuerte que todos los daños, que todas tus contradicciones”. ¿Exagera la Navidad? De nosotros depende.

Es el sueño más antiguo de la humanidad, y nada lo plasma mejor que la imagen de una madre con su hijo/a en brazos, una imagen presente en todas las culturas desde hace muchos milenios. La hallamos, por ejemplo, en la cultura neolítica Vincha a lo largo del Danubio de hace 5.000 años. En la misma época, conocemos sellos sumerios de la Diosa Madre Innana o Isthar con el niño en el regazo, e imágenes babilonias de Semiramis, madre virgen, con su hijo Tamuz en brazos. En el museo Vaticano se ve la escultura romana de la Diosa Madre Isis con su hijo Horus, del año 600 antes de Jesús.

No es extraño que los cristianos, desde muy pronto, representaran a María con el Niño. Uno de los primeros ejemplos lo tenemos en las Catacumbas de Priscila de Roma, del s. II: María está sentada con Jesús mamando en su pecho, mientras un tercer personaje señala una estrella. Es el icono de la Vida, del cielo en la tierra, de Dios en la carne. La ternura sostiene, nutre, cuida la vida. La bondad hace que Dios nazca y crezca en la tierra. No una bondad pasiva y sumisa, pues no es bondad; tampoco una bondad perfecta, pues no existe. La bondad concreta y siempre inacabada, activa y subversiva.

La Navidad es la fe en el poder de esa bondad. Es una invitación gozosa y amable a asentir a la vida, a dejarse llevar por este aliento vital poderoso y bueno que todo lo mueve, que palpita eternamente en todo cuanto es, desde las partículas de las partículas atómicas hasta las galaxias sin número ni medida. ¿De dónde nace ese aliento vital? No nace de la nada. ¿Acaso es fruto de un puro azar frío y ciego? ¿Existe acaso el “puro azar”, el azar absoluto? Claro que el azar interviene en el origen y en el desarrollo de la vida, de cada uno de nosotros, pobres y preciosos vivientes. Pero decir “azar” es una forma de decir que ignoramos el por qué. Por lo demás, tampoco el llamado azar se produce de la nada, sino que acontece en un universo infinitamente complejo, abierto, relacionado. También el azar, como todo cuanto es, tiene lugar “en Dios”, es decir, en el latido vital encarnado en todos los seres del mundo. El azar tiene lugar en un universo animado por el amor de la vida.

Nadie conoce todas las causas que explican su propio nacimiento, el nacimiento de la vida o del universo. Y la Navidad no explica por qué la realidad es como es, con todas sus muertes y dramas. Pero la Navidad proclama que, a pesar de todo, siempre podemos decir: “Todo está bien”. Es decir: “Todo puede llegar a estar bien”. La Navidad nos dice: “Ama la vida y acógelo todo como es, para que llegue a estar bien”. Cuando alguien abraza a su hijo, a su hija, o lo sostiene en sus brazos, sabe que la ternura, el cariño, el cuidado existen. Anhela que existan, y se siente llamado a hacer que así sea, para que la vida nacida de sus entrañas viva y crezca y sea feliz. En sus manos está, como el hijo o la hija que alza en brazos. “Hágase”.

Creo en la Navidad y quiero hacerla. Creo en la bondad. Creo en Jesús que, aun sin ser perfecto, pasó la vida haciendo el bien. Hágase también en mí. Será poca cosa lo que podemos hacer, pero hagámoslo, y crecerá sin fin.

(Publicado en DEIA y los Diarios del Grupo Noticias el 27 de diciembre de 2015)

Fuente: Atrio

lunes, 28 de diciembre de 2015

Carcajadas sanadoras.


Por Luis Roux

Hay páginas de Julio Cortázar que son capaces de disipar el dolor del alma. Aquí van algunos ejemplos para quien los pudiera necesitar.

La tristeza ha sido mi compañera del alma desde que me recuerdo. Es una presencia tan íntima y propia que a veces la invoco por costumbre cuando estoy rodeado de felicidad. Lo normal, sin embargo, es que llegue acompañada de sus razones y que yo respire hondo para abrirle paso en el pecho.

Ahí es donde está ahora, cuando escribo. Sois sage, ô ma Douleur, et tiens-toi plus tranquille, decía Baudelaire, en el principio del soneto Recueillement, un poema de amor a su propio dolor. Y lo terminaba: Entends, ma chère, entends la douce Nuit qui marche. "Escucha, querida, la dulce noche, caminando".

Hay una relación entre el goce estético y la angustia, por lo menos para mí. La belleza duele, quema. Y más cuando el poeta le pide a su propio dolor, para calmarlo, que escuche los pasos de la noche.
Entonces no hay mejor remedio que la risa llegue al rescate del alma. La carcajada es el bálsamo. Para eso la Literatura no está tan bien preparada. El humor es un género oral, decía Borges, y tenía razón, como casi siempre. Yo diría que también es importante ver al humorista, no solo escucharlo.

El humor escrito es algo más complicado. No está la pausa, la mirada del comediante, el universo de complicidad con su público.
Sin embargo hay algunos pasajes literarios que se quedaron para siempre en mi recuerdo, como ejemplos gloriosos de humor escrito. Varios pertenecen a Julio Cortázar, uno de los grandes de las letras hispanas, que brilla con especial intensidad en el relato corto y la viñeta, aunque su fama derive de una novela.

El primer ejemplo que aparece en esta lista de memoria pertenece al volumen La vuelta al día en ochenta mundos y se titula Manera sencillísima de destruir una ciudad. Dice así:
"Se espera, escondido en el pasto, a que una gran nube de la especie cúmulo se sitúe sobre la ciudad aborrecida. Se dispara entonces la flecha petrificadora. La nube se convierte en mármol y el resto no merece comentarios".

Esa ausencia de descripción es la maravilla. La catástrofe es tan espectacular como la capacidad de imaginación del lector. Qué tipo de materia salpicará, qué tanto quedará enterrada la nube de mármol. Es algo que se celebra con una carcajada culpable de poliscidio.

Cortázar tiene unos cuantos ejemplos más de buen humor bien escrito, en Historias de cronopios y de famas y Manual de instrucciones. No es fácil elegir entre ellas. Sin embargo, me la juego con Haga como si estuviera en casa, esa del cronopio que puso baldosas de bienvenida en su nueva casa para que se leyeran en orden:
"La primera decía: Bienvenidos los que llegan a este hogar. La segunda decía: La casa es chica pero el corazón es grande. La tercera decía: La presencia del huésped es suave como el césped. La cuarta decía: Somos pobres de verdad pero no de voluntad. La quinta decía: Este cartel anula todos los anteriores. Rajá, perro".

No quiero dejar este botiquín de emergencia para depresivos sin citar las imprescindibles Instrucciones para subir una escalera. Aquí va un fragmento:
"... se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie".

Se recomienda aprender de memoria estos pasajes y recitarlos en momentos de necesidad. Y que tengan todos un feliz y próspero año nuevo. 


domingo, 27 de diciembre de 2015

Por qué me niego a celebrar Navidad.


Si en el siglo III, Aureliano estableció el 25 de diciembre como fiesta de Natalis Solis Invicti; en la segunda mitad del siglo XX, el señor Mercado (con la complicidad de las iglesias) instauró el 25 de diciembre como la celebración demencial de la consumopatia global, en nombre de Dios.

Por Ollantay Itzamná*

26 de diciembre, 2015.- Por varios años creí ciegamente que cada 25 de diciembre nacía Dios-con-nosotros (Emanuel) para salvar a la humanidad de su perdición.

De un tiempo a esta parte, las contrastantes realidades me inquietaron a sospechar de las verdades/creencias aprehendidas como doctrinas. Puse en “riesgo” mis seguridades existenciales, y comencé a ensayar preguntas sobre mis “verdades constitutivas”, y fue así que la duda me abrió los horizontes.

Por alguna razón trascendental nadie sabe cuándo nació el hombre más importante para el mundo occidental cristiano

No existe fundamento bíblico, ni doctrina teológica con fundamento histórico, que evidencie que ese tal Jesús de Nazaret haya nacido un 25 de diciembre.

Los Evangelios hablan de “pastores en el campo recibiendo al Redentor”. Y, entre los hebreos, los pastores migraban con sus rebaños al campo, buscando pasto, en la temporada de ausencia de lluvia (entre agosto y octubre). En el mes de diciembre, los pastores cuidaban sus ovejas alrededor de sus casas, porque ya la lluvia estaba (y no necesitaban pernoctar en el campo). Por tanto, Jesús de Nazaret no pudo haber nacido en diciembre.

Fue el Emperador Aureliano, el año 274 d.C., quien decretó en Roma el festival del 25 de diciembre para celebrar el natalis solis invicti(nacimiento del Sol Invencible), al finalizar las famosas fiestas deSaturnalia (en honor al Dios Saturno).

Casi en todas las civilizaciones, en los momentos picos de invierno (mayor alejamiento del calor solar), se hacían fiestas religiosas para “rogar” el pronto retorno del Sol a la tierra. Por ejemplo, en Roma se celebraba el 25 de diciembre la Navidad de Mitrá, Dios del fuego, una divinidad de origen iraní.

Pero, el ambicioso Emperador Constantino (luego de convertir el cristianismo en religión oficial del Imperio Romano), el año 529 d.C., estableció el 25 de diciembre como fiesta cívica en honor al nacimiento de Cristo con la intensión a cohesionar a sus súbditos ya incómodos alrededor de esta fiesta simbólica, y así preservar el Imperio. Esta es la razón del porqué iglesias y teólogos callan sobre el origen histórico de la Navidad.

Me resisto a venerar a un niño “Dios” blanco y macho en un mundo racista y machista

El 25 de diciembre, en todos los pesebres se colocan y adoran estatuillas de niñitos blancos, con ojos azules, nariz respingada, cabellos castaños y/o rizados. Ese mismo fenotipo tiene María y José. Puros europeos, convertidos en estatuas sagradas.

En vísperas a la Navidad, en las ciudades de Cusco o de La Paz, te ofrecen en compra-venta niños españoles, franceses, alemanes, cusqueños (blancos y cabellos rizados).

Estos niños, cuanto más blancos y revestidos de metales preciosos, son más venerados y apetecidos por empobrecidos y ricos (ignorantes sobre el fundamento de sus creencias). Es la materialización más grotesca de la prepotencia de la blanquitud sacralizada. De allí que el mal del racismo es tan invencible como el mal del machismo.

En estas condiciones, los pesebres navideños, en su gran mayoría reflejan-reproducen-sacralizan en racismo abominable que tanto daño ocasiona a la humanidad. Por eso me resisto a celebrar el nacimiento del Dios blanquito que instala en el inconsciente de colonizados/as la ilusa superioridad de la blanquitud.

Peores o iguales dudas me generan la adoración de un diosito macho-blanco en un mundo machista que se yergue sobre los pechos de las mujeres mancilladas.

Navidad es vanidad en un mundo carcomido por la desnutrición y empobrecido moralmente

Si en el siglo III, Aureliano estableció el 25 de diciembre como fiesta de Natalis Solis Invicti; en la segunda mitad del siglo XX, el señor Mercado (con la complicidad de las iglesias) instauró el 25 de diciembre como la celebración demencial de la consumopatia global, en nombre de Dios.

Mientras millones de niños/as carcomidos por la desnutrición sobreviven a otros miles de infantes muertos por hambre, durante esa misma Noche Buena, la “globalidad” de fieles creyentes en la Navidad y en el Mercado alardean de su capacidad de consumo/derroche a tope.

Casi nadie sabe el origen, ni la razón de ser, del árbol de Navidad, de las guirnaldas, del intercambio de los regalos, del Papá Noel que baja por las chimeneas. Casi nadie sabe dar razón del sentido del derroche de energía (luces por doquier) por estas fechas. Pero, todos celebran, compran, comen, beben, engordan. Luego, muchos corren a los gimnasios.

La Navidad no es sólo vanidad consumopática (ante la ilusión de millones de empobrecidos, también hermanos/as), sino también es una demencial fijación de gases contaminantes en la atmósfera.

Ciudades como DF (México), Cochabamba (Bolivia) o Tegucigalpa (Honduras) amanecen el 25 de diciembre oscurecidas por la quema irresponsable de juegos pirotécnicos en honor al nacimiento del Niño Dios. Y, todos/as no tienen más opción que fijar ese aire contaminado en sus pulmones.

Con esas acciones ecocidas se acelera aún más el ya devastado equilibrio de nuestra Madre Tierra. Todo en nombre de la Navidad, y en complicidad silenciosa de las iglesias y del mismísimo Niño Dios.

Los humanos somos los únicos seres delirantes del pluriverso que destruimos nuestra única casa en nombre de Dios. ¿Qué Dios o Diosa sano podría nacer en este contexto socioambiental?

Por estas y más razones me resisto a celebrar Navidad el 25 de diciembre. Cualquier día o noche es apto para re unirnos, re ligarnos, en familia-amistades y celebrar el reencuentro regenerador. No es necesario destruir aún más nuestra ya destruida única Casa Común en nombre de ningún ser sobrenatural.

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*Ollantay Itzamná es indígena quechua. Acompaña a las organizaciones indígenas y sociales en la zona maya. Conoció el castellano a los diez años, cuando conoció la escuela, la carretera, la rueda, etc. Escribe desde hace 10 años no por dinero, sino a cambio de que sus reflexiones que son los aportes de muchos y muchas sin derecho a escribir se conozcan.

Fuente: Servindi

sábado, 26 de diciembre de 2015

Cada vez que nace un niño es señal de que Dios todavía cree en el ser humano.




Estamos en época de Navidad, pero el aura no es de Navidad, sino más bien de Viernes Santo. Tantas son las crisis, los ataques terroristas, las guerras que las potencias belicosas y militaristas (EE.UU., Francia, Inglaterra, Rusia y Alemania) conducen juntas contra el estado islámico, destruyendo prácticamente Siria, con una muerte espantosa de civiles y niños, como la misma prensa ha mostrado, la atmósfera contaminada de rencores y espíritu de venganza en la política brasileña, por no hablar de los niveles astronómicos de corrupción: todo esto apaga las luces de Navidad y ensombrece los pinos que deberían crear el ambiente de alegría y de inocencia infantil que todavía existe en toda persona humana.

Quién pueda ver la película Niños Invisibles, en siete escenas diferentes, dirigidas por directores de renombre como Spike Lee, Katia Lund, John Woo, entre otros, puede darse cuenta de las vidas destruidas de los niños en muchas partes del mundo, condenados a vivir de la basura y en la basura; y sin embargo, hay escenas conmovedoras de camaradería, de pequeñas alegrías en los ojos tristes, y de solidaridad entre ellos.

Y pensar que son millones en el mundo de hoy y que el propio niño Jesús, según las Escrituras, nació en un pesebre para animales, porque no había lugar para María, cercana al parto, en ninguna posada en Belén. Él se mezcló con el destino de todos estos niños maltratados por nuestra falta de sensibilidad.

Más tarde, ese mismo Jesús ya adulto dirá: "quien recibe a estos hermanos míos más pequeños, a mí me recibe". La Navidad tiene lugar cuando se da esta acogida, como la que el Padre Lancelotti organiza en São Paulo para cientos de niños de la calle bajo un viaducto, que contó durante años con la presencia del presidente Lula.

En medio de todas estas desgracias en el mundo y en Brasil, me viene a la mente una pieza de madera con una inscripción pirograbada que un interno de un hospital psiquiátrico de Minas me dio durante una visita que hice allí para animar al personal. En ella está escrito: «Cuando nace un niño es señal de que Dios todavía cree en el ser humano».

¿Puede haber un acto de fe y esperanza mayor que este? En algunas culturas de África se dice que Dios está de manera especialmente presente en los que nosotros llamamos "locos". Por eso son adoptados por todos y todos cuidan de ellos como si fueran un hermano o una hermana. Así se integran y viven en paz. Nuestra cultura los aísla y no los reconoce.

La Navidad de este año nos remite a esta humanidad ofendida y a todos los niños invisibles cuyos padecimientos son como los del niño Jesús, que ciertamente en el invierno de los campos de Belén temblaba en el pesebre. Según una antigua leyenda, se calentó con el aliento de dos caballos viejos que, en recompensa, adquirieron después completa vitalidad.

Vale la pena recordar el significado religioso de la Navidad: Dios no es un viejo barbudo con ojos penetrantes, ni un juez severo que juzga todas nuestras acciones. Es un niño. Y como niño no juzga a nadie. Sólo quiere vivir y ser querido. Del pesebre viene esta voz: «¡Oh, criatura humana, no temas a Dios! ¿No ves que su madre ha envuelto sus pequeños brazos? Él no amenaza a nadie. Más que ayuda, necesita ser ayudado y llevado en brazos».

Nadie mejor que Fernando Pessoa entendió el significado humano y la verdad del niño Jesús:

Él es el Niño Eterno, el Dios que faltaba. Es tan humano que es natural. Es el Divino que sonríe y juega. Por eso sé con toda seguridad que él es el Niño Jesús verdadero. Es un niño tan humano que es divino. Nos llevamos tan bien los dos, en compañía de todo, que nunca pensamos el uno en el otro… Cuando me muera, Niño mío, déjame ser el niño, el más pequeño. Tómame en tus brazos y llévame a tu casa. Desnuda mi ser cansado y humano. Acuéstame en la cama. Cuéntame historias, si me despierto, para que me vuelva a dormir. Y dame tus sueños para que juegue, hasta que nazca cualquier día que tú sabes cuál es.

¿Se puede contener la emoción ante tanta belleza? Por esto, todavía, a pesar de los pesares, podemos celebrar discretamente la Navidad.

Termino con este otro mensaje que tiene significado y que me encanta: «Todo niño quiere ser hombre. Todo hombre quiere ser rey. Todo rey quiere ser "dios". Sólo Dios quiso ser niño».

Abracémonos unos a otros como quien abraza al Divino Niño que se esconde en nosotros y que nunca nos abandonó. Y que la Navidad sea todavía una fiesta discretamente feliz.


viernes, 25 de diciembre de 2015

Los pueblos indígenas también dejamos huellas ecológicas.


Por Ollantay Itzamná*

Al abordar la correlación entre movimientos indígenas y crisis ecológica, las y los “especialistas” en el tema, por lo regular, asumen dos posturas excluyentes entre sí: unos dicen que los pueblos indígenas somos esencialmente cuidadosos, jardineros, de la Madre Tierra. Otros, que somos, por nuestra condición de empobrecimiento, uno de los responsables de la crisis ecológica, específicamente por las técnicas agrícolas de tala y quema que solemos utilizar.

El Informe Brundtland de las Naciones Unidas, titulado “Nuestro Futuro Común”, de 1987, identificó como una de las causas de la crisis ecológica a la situación de pobreza en la que viven grandes porcentajes de la humanidad. En otras palabras, los empobrecidos, dentro de ellos los pueblos indígenas, somos los responsables de la situación crítica del planeta.

En los últimos años, esta postura de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), fue variando, hasta reconocer a los pueblos indígenas como los guardianes más eficientes en el cuidado y cultivo de la megadiversidad de ecosistemas en sus territorios.

Desde mi experiencia existencial, estas categorizaciones, casi maniqueas, no corresponden a la realidad. No todos cuantos nos asumimos como indígenas tenemos la conciencia Tierra o vivimos las ecoespiritualidades.

Pero, tampoco las y los indígenas somos los responsables de la crisis ecológica en sus diversas expresiones. En otras palabras, la gran mayoría de indígenas articulados en los cerca de 5 mil pueblos en el planeta estamos habitados por el antropocentrismo, por tanto denominamos y dominamos a la Madre Tierra como naturaleza (cosa inerte, sin conciencia), y la maltratamos como cualquier cristiano, musulmán o judío que tiene a su Creador en lejano cielo y concibe a la materia como cárcel y enemigo del sublime espíritu.

Pero, también es verdad que en nuestra conciencia individual y colectiva resuenan partículas de reminiscencia milenaria de nuestra identidad Tierra, opacada por el ruido y deseos estridentes de la modernidad. Muchos somos genética y discursivamente indígenas, pero cultural y espiritualmente desligados y enemistados con nuestra Madre Tierra.

El antropocentrismo y la desacralización de la Madre Tierra son dos de las causas que originaron el desequilibrio climático, hídrico, energético, alimenticio y humano en el que se encuentra el planeta. Nosotros indígenas, colonizados en nuestros conocimientos, sueños y deseos, hemos caído presos de estas dos equivocaciones.

La modernidad y las religiones monoteístas nos inculcaron y nos hicieron creer la falsa conciencia de la superioridad humana frente al resto de la comunidad cósmica.

Occidente, con todos sus filósofos clásicos, nos engañó con la mentira que el humano es el centro, la medida y el fin de todo cuanto existe. Que los únicos seres o sujetos con derechos somos los humanos (por nuestra condición de racionalidad, voluntad y conciencia).

Esta falsedad se afianzó en el mito religioso del humano como la única imagen y semejanza del Dios celestial que habita en el cielo y en los templos, pero ya no en el libro sagrado de la creación.

Con estas mentiras, el moderno sujeto civilizado, montado en su maquinaria, perdió el respecto a la sacralidad de la Madre Tierra, la devastó y devasta hasta más allá de su capacidad regenerativa. Siempre persiguiendo su insaciable e infinito deseo de producción-consumo-confort, llamado desarrollo.
Nuestra condición de colonialidad persistente nos predispone a agredir a la Madre Tierra

Uno de los grandes legados que nos dejó la Colonia fue y es el aprehender el modo de pensar, sentir y hacer de los colonizadores habitados por el dios del metal. Aprendimos sus vicios endémicos como virtudes. Aprendimos a desear y soñar con las malas costumbres atentatorias contra la dignidad y la vida de nuestra Madre Tierra.

Nuestros abuelos milenarios nos educaron en la sobriedad de la vida. Nos enseñaron a tomar de la Madre Tierra sólo lo necesario para convivir con dignidad. Pero, ahora, el espíritu de la acumulación del capital nos habita al grado de convertirnos en los nuevos ecosidas irresponsables.

Revisemos cuáles son nuestros sueños materiales. Y, preguntémonos si la Madre Tierra tiene o no capacidad para generar tantos bienes como para satisfacer los infinitos deseos de consumo de los más de 7 mil millones de humanos que coexistimos en el planeta.

La persistente colonialidad del saber y del poder cambió diametralmente nuestras jerarquías de valores. Antes, el cuidado, la cooperación, la ecoespiritualidad, eran valores importantes. Ahora, soñamos con los valores éticos de la competencia, de la eficiencia, del progreso, de la racionalidad insensible. Esta configuración ética y moral es producto de la educación, adoctrinamiento religioso y el envenenamiento desde los medios masivos de desinformación.

En este, y en otros sentidos, la educación occidental mercantil nos hizo mucho daño. El mestizaje violento y racista también hizo su parte para divorciarnos, aislarnos, de las vibraciones y el pulso de nuestra Madre Tierra.

Los aparentes y extraños estados nacionales nos obligaron a renunciar a nuestras identidades interdependientes de la Madre Tierra a cambio de permitirnos como sus cuasi ciudadanos.

Antes éramos cuidadores, jardineros de las diferentes formas de vida en la comunidad cósmica. Ahora, para ser ciudadanos y modernos, debemos ser productores (olvidando que es la Madre Tierra la que produce), consumidores compulsivos.

Y así, vamos corriendo tras la ilusoria modernidad aun cuando en el lugar de origen de la modernidad, ahora, algunos/as comienzan a desandar por el camino de la reconciliación con la Madre Tierra.

En este contexto, el gran reto que tenemos cuantos nos asumimos como indígenas es comenzar a reconciliarnos con nuestra Madre Tierra. Reconstruir nuestra identidad Tierra.

Asumirnos, sin complejos, como parte horizontal de la comunidad cósmica. Reconocer que todos los otros seres también son portadores de dignidad y de derechos.

No somos, ni nunca fuimos, el centro, ni el fin, ni la medida de la realidad o de todo cuanto existe. Somos una cofinalidad con todos los otros seres materiales y espirituales que coexisten con nosotros creando e inventado una infinidad de redes de interrelación. Nuestro camino no es la competencia, ni la dominación.

Nuestro camino es la cooperación. Nuestro destino es la comunidad. La comunidad cósmica.

Esta tarea implica necesariamente desaprender lo aprendido como verdades absolutas. Necesitamos cultivarnos en el método de la sospecha y de la duda-pregunta permanente.

Debemos zafarnos del corsé de la academia y de las universidades como las únicas fuentes y depositarias del conocimiento. Las universidades y la academia sólo saben lo que occidente le dice que sepa.

Nuestros econocimientos no están en las universidades. Así como el universo y el pluriverso se encuentran en permanente expansión y consolidación, también los conocimientos se encuentran en peramente construcción. No existen verdades absolutas, ni modos únicos de construir los conocimientos.

La razón occidental es incapaz de conocer las razones de la Madre Tierra. Al palpitar del corazón de la Madre Tierra se accede mediante la ritualidad y el sentimiento pensante.

Debemos abandonar la idealización de los grados y títulos académicos, y la cultura escrita, como fetiches del conocimiento y estatus social. El mundo actual está patas arriba, ¿por el gobierno de quiénes? La ilustración y la modernidad devastaron el planeta en menos de tres siglos.

Pero, a la Madre Tierra le llevó cientos de millones de años para posibilitar las condiciones adecuadas para cobijar las diferentes formas de vida. Nuestros abuelos subsistieron y convivieron en Ella y con Ella miles de años.

Otras camisas de fuerza de las que debemos liberarnos los pueblos indígenas son del autoritarismo de los estados nacionales y de las religiones monoteístas.

Para nosotros, en estos doscientos años de repúblicas latinoamericanas, no ha existido Estado alguno. Estado entendido como garante de los derechos y facilidator de la construcción del bienestar integral común. Por tanto, no nos sentimos parte, ni representados por los estados nacionales.

Nosotros nunca fuimos parte, ni en los orígenes, ni en las historias de dichos estados. Su autoridad no es legítima para nosotros. En el mejor de los casos, a los estados nacionales los vimos y sentimos como los agentes violentos del colonialismo interno, avasallando nuestros territorios.

Cuando aguantamos y nos inmolamos para el bienestar de los dueños de los estados nacionales, entonces, nos toman como “indios” permitidos. Pero, cuando nos organizamos y exigimos nuestros derechos y los derechos de nuestra Madre Tierra, nos declaran y reprimen como a los enemigos internos del Estado.

El monoteísmo no es amigable con la diversidad, ni con la interrelación. La religión monoteísta engendra violencia porque su misión esencial es anular-convertir al otro diferente.

Y, como la Madre Tierra nos engendró y concibió abiertos a la diversidad, entonces, el misionero monoteísta (agente del monoculturalismo) colisiona con esta realidad. Allí nace la violencia, la fragmentación, la exclusión.

Las doctrinas monoteístas fueron acuñadas y son sostenidas con la finalidad de legitimar la dominación de unos pocos privilegiados a costa del dolor de las grandes mayorías. Las y los indígenas sabemos, por propia experiencia como pueblos, el recurso del monoteísmo para la colonización permanente.

El monoteísmo no permite la interrelación porque plantea la unicidad-uniforme como el ideal perfecto. No admite la sacralidad del universo, ni de la Madre Tierra, porque lo sagrado es monopolio del Dios desconocido ahistórico que habita fuera del universo y pluriverso.

Los pueblos indígenas, si apostamos al disfrute pleno de nuestros derechos, y a la garantía de los derechos de nuestra Madre Tierra, debemos transitar hacia la autodeterminación en nuestros territorios reconstruidos.

Desde allí, si es inevitable, impulsar procesos de construcción de Estados plurinacionales. Aunque también somos conscientes que no necesariamente la humanidad nació con estados, ni está condenado a subsistir bajo los estados.

Debemos transitar de las religiones mal aprendidas a la fase de las espiritualidades interculturales. Las religiones son dogmas, jerarquías, exclusiones.

Las espiritualidades son vivencias transformadores que nos predisponen a la fecunda y creativa comunidad cósmica, nos motiva a gastar la vida en la construcción de un mundo equilibrado e intercultural.

*Ollantay Itzamná es indígena quechua. Acompaña a las organizaciones indígenas y sociales en la zona maya. Conoció el castellano a los diez años, cuando conoció la escuela, la carretera, la rueda, etc. Escribe desde hace 10 años no por dinero, sino a cambio de que sus reflexiones que son los aportes de muchos y muchas sin derecho a escribir se conozcan.

Fuente: Servindi

jueves, 24 de diciembre de 2015

Reencuentro con el Dios interior.


Mensaje de Navidad 2015 del Arzobispo Juan Carlos Urquhart de Barros
Iglesia Episcopal Antigua de tradición Católica y Apostólica.

Como el mismo Cristo “el hombre no nace en la naturaleza. No nace desde los elementos hostiles, ni de los astros o vegetales. Nace desde el útero materno y es recibido en los brazos de la cultura. El hombre por ser un mamífero nace en otro y es recibido en sus brazos. Si fuéramos vivíparos, como los peces por ejemplo, podría hablarse de que la experiencia proxémica, hombre-naturaleza, es la primera. El pececillo debe defenderse solo en las infinitas aguas que lo rodean hostiles. El hombre en cambio nace en alguien, y no en algo; se alimenta de alguien, y no de algo.” (1)

“Y un día sucedió que “dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón." (Lc 2, 7; RV 1960).
Que aquel Cristo que nació del vientre de una mujer virgen y en un pesebre, renazca cada día en nuestros corazones.

Si analizamos nuestro entorno; constataremos que la catedral inmensa que nos envuelve es el mundo, todo lo que está ahí es para disfrutarlo, para dominarlo “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Gn 1, 28; RV 1960); pero dentro de ese macro lugar que es la casa compartida, antes debemos ocuparnos en reconstruir dos lugares: el pesebre y el refugio.

El pesebre es ese lugar humilde, santo, donde nacimos y crecimos, y el cual un día dejamos para formar otro: el hogar. Ese segundo vientre, exterior y material, nos permite sentirnos seguros, cómodos, plenos y desde esa comodidad familiar, ir creciendo, madurando, preparándonos día a día para interactuar con nuestros semejantes. Hermanas y hermanos iguales que nosotros que esperan allí afuera, en ese gran universo lleno de tensiones e ilusiones, un aporte bueno y solidario, para el bien común.

El refugio es ese lugar intimo en el que inhabita Cristo con nosotros, ahí elevamos nuestras más profundas plegarias, en Gálatas 2:20 mediante una escritura penetrante; el apóstol Pablo escribió: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Aprovechemos este tiempo, no esperemos más y aportemos mediante nuestra voluntad y acciones el crecimiento del Cristo en nuestro interior.

La Biblia dice claramente que nosotros debemos ser el templo en el que habita Dios (2 Corintios 6:16). Dios y Cristo viven en nosotros por medio del Espíritu Santo (Romanos 8:9-11). Por lo tanto, el grado en que Dios y Jesucristo moren en nosotros depende del grado en el que sigamos la guía del Espíritu Santo y utilicemos su poder para realmente llegar a ser como Dios el Padre y Jesucristo, en cuanto a su naturaleza, carácter, espíritu, actitudes, enfoque y amor.

El macro lugar que Dios pensó para nosotros está agonizando: una sobre explotación de los recursos no renovables; el cambio climático adverso; las guerras se multiplican; el narcotráfico avanza; los terroristas enloquecen; el capitalismo sigue engordando; persisten las discriminaciones de genero, sexuales, raciales; el gran drama de los refugiados; los 43 estudiantes mexicanos no aparecen; las masacres de Palestina, Francia, Irak; Haití; los indígenas siguen luchando por sus tierras; el egocentrismo político dividendo a las personas; se construyen nuevos muros; el hombre es lobo del hombre…nada responde a Dios y todo es causa de la persona humana.

Siempre es bueno repensar un nuevo pesebre, rediseñarlo, cuantas cosas de más y cuantas cosas de menos…concentrarnos en tener lo suficiente para vivir en equilibrio y ayudar a los otros a que lo logren, estas acciones nos llevarán a la armonía entre las personas y luego reflejarán en la Paz para todas y todos.

Apelando a la razón y a los mensajes de los grandes iluminados de la historia: todo comienza en el interior de la persona; en ese refugio donde día a día nace o muere nuestra parte divina; allí decimos los cristianos esta Cristo. Esa parte divina está en todas las personas buenas y malas; pero es la obligación de aquellas de buena voluntad trabajar en ese refugio para afinar al máximo los instrumentos de nuestra humanidad, para salir hacia afuera a dar lucha y construir ese mundo pacífico que antes lo soñó y lo diseñó Dios; ese mundo que Cristo antes del Cristianismo comenzó a reconstruir con acciones.

Queridos hermanos y hermanas, Cristianos, creyentes en Dios, hombres y mujeres de buena voluntad ¡accionemos! un mundo mejor es posible, y es posible desde nuestro refugio interior hacia afuera; que la luz interior de cada uno, al igual que la estrella de Belén ilumine a partir de esta Navidad un nuevo mundo: justo, solidario y en Paz.



Juan Carlos Urquhart de Barros
Arzobispo
Iglesia Episcopal Antigua de tradición Católica y Apostólica.



Nota:

(1) Dussel, Enrique; Filosofía de la liberación. Cap.2 De la Fenomenología a la liberación. Proximidad originaria, pag 29. Ed. La Aurora. Buenos Aires. 1985.-

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Por una política feminizada.


OLGA RODRÍGUEZeldiario.es, 22/12/2015

El lado luminoso de la fuerza en la política y la vida
Fuera, en la calle, la guerra proseguía. Pero ahí dentro, en ese instante, aquella mujer era capaz de mantener una sonrisa.
Las mujeres que conciben la empatía y la cooperación como máximas prioridades han sido clave en los movimientos sociales de los últimos años, en la PAH y ahora en la política institucional, como Ada Colau.

Hay una imagen que convive conmigo desde hace años. Es el recuerdo de una mujer en un hospital de Bagdad, en 2003. La guerra pegaba fuerte y las bombas estadounidenses habían dejado terribles secuelas físicas y psicológicas en la población.

Los doctores practicaban operaciones quirúrgicas en el propio hall del hospital, en el suelo, ante la falta de espacio por la avalancha de heridos. El jardín se había convertido en un cementerio improvisado donde los propios médicos cavaban zanjas para los muertos y en ellas colocaban cartones con los datos de los fallecidos:


“Niña anónima de unos seis años encontrada en el barrio de Adamiya, llevaba vestido azul”.

O: “ Familia con tres niños encontrados en Karrara, tras un bombardeo. Sin datos”.

En los pasillos del hospital la gente iba y venía como autómatas. Desde cualquier lugar se oían los gritos de los heridos y de los familiares de las víctimas. Yo llevaba casi tres meses en el país y la guerra se me había metido muy dentro.

Fue entonces cuando la vi. En la sala de maternidad. Ella sostenía en sus brazos a su bebé nacido prematuramente y me pareció que a su alrededor brillaba una luz diferente. ¿Qué había en esa mujer que tanto me llamaba la atención? Enseguida me di cuenta: estaba sonriendo en una ciudad en la que casi nadie sonreía desde hacía muchas semanas.

Fuera, en la calle, la guerra proseguía. Pero ahí dentro, en ese instante, esa hermosa mujer era capaz de mantener una sonrisa mientras miraba a su bebé, como si no existiera nada más en el mundo, o quizá como si tanto amor pudiera vencer a la guerra que continuaba al otro lado de las ventanas.

Aquella imagen me recuerda hasta hoy la potencia del amor frente a la guerra, la fuerza de los afectos frente a la violencia, la contundencia de la sonrisa ante la agresividad. No creo que sea casual que fuera una mujer quien la protagonizara.

Desde el 15M hasta ahora se habla cada vez más de la necesidad de feminizar la política y la vida. Las guerras han sido tradicionalmente cosa de hombres, no solo las de los fusiles y misiles, también las otras, las que se libran por dinero y poder en los lugares de trabajo, en los hogares, en la política. La servidumbre del patriarcado se impone en diversos escenarios y obliga tanto a hombres como a mujeres a comportarse con agresividad, como si el sentido último de la vida fuera quedar siempre por encima.

Frente a eso se están introduciendo en nuestra sociedad otras formas, otros mensajes, otros valores que priorizan los derechos humanos y la felicidad concreta de la gente frente a la abstracción de la victoria. Ada Colau, Manuela Carmena o Mónica Oltra son algunas de las figuras que representan y reivindican esos modos más serenos, más pacíficos, más sensatos. “Hay otra manera de hacer política, una política distinta, relacionada con la concertación, con la paz, la eficacia…”, dice Carmena a menudo.

Ada Colau lo expresaba así recientemente en un mitin electoral: “Hay una potencia transformadora imparable, que tiene que ver con la feminización de la política, poniendo la cooperación por delante de la competitividad, la empatía como máximo valor, los cuidados, la vida y la dignidad de la gente como máxima prioridad, para felicidad de todos y todas”.

Las mujeres que conciben la empatía y la cooperación como máximas prioridades han sido clave en los movimientos sociales de los últimos años, en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y ahora en la política institucional, hasta el punto de que Pablo Iglesias dice haber aprendido de Ada Colau o de Carmena a “reivindicar el cambio con una sonrisa, con más pedagogía, con un estilo menos agresivo”.

Algo está cambiando. Es la irrupción del poder concebido de otro modo, imprescindible para que nos entendamos más y nos enfademos menos. Ninguna transformación será suficiente si no mejora nuestras relaciones humanas, si no nos suaviza, si no nos hace más felices.

Como dirían los guionistas de la nueva entrega de la saga de las galaxias -quien la haya visto entenderá por qué la menciono-, hay un despertar del lado luminoso de la fuerza. Y ese despertar es capaz de dar lecciones vitales en medio de la agresividad que vivimos cotidianamente. Solo así se puede ganar de verdad: sin que la competitividad nos devore, sin que el camino nos pierda, sin que la lucha nos corrompa. No hay nada más revolucionario que una sonrisa de amor en mitad de una guerra. Y de eso las mujeres saben mucho.

Fuente: Atrio

martes, 22 de diciembre de 2015

Se ha perdido un niño.


AUTOR Yolanda Tamayo
 
La llegada del Mesías ha sido ensombrecida por una gruesa capa de exceso, una desmedida manera de celebración que con torpeza ha interpuesto la fiesta anulando al festejado. 

Tengan mucho cuidado, ahí fuera ha estallado la Navidad. Quieren acorralarnos entre turrones y villancicos. Los comercios tienen bien estudiadas sus estrategias de venta e intentan sutilmente, como cada año, que el hipnotizado consumidor tire la casa por la ventana. 

La navidad nos ha sorprendido con su consabido desfile de sensibilizadores anuncios, de adornos y luces que entontecen y sugestionan; pues quienes mueven los hilos conocen sobradamente lo vulnerable que es el hombre y lo fácil de manipular, tienen un cometido: convertirnos en compradores compulsivos. ¡Deténganse¡ ¡No se fíen ¡ Si se descuidan pueden quedar atrapados en sus redes consumistas. 

Atractiva propaganda navideña atravesará nuestras retinas con la única intención de hacernos caer en el engañoso juego de comprar por comprar. Es tiempo de regalar, pero ¿qué tipo de regalos? Pocos piensan en la navidad con la sensatez que requiere tal celebración, con el deber de enarbolar ilusiones ante el recuerdo de una efeméride tan notable. 

A pocos, muy pocos, les interesa en realidad la señal que nos llega desde el pasado, esas buenas nuevas de esperanza para todos los seres del planeta. La floritura creada alrededor de ese niño de Belén ha enturbiado el verdadero sentido de la navidad, relegando tan crucial acontecimiento a una simple reseña que escasamente se intuye. La llegada del Mesías ha sido ensombrecida por una gruesa capa de exceso, una desmedida manera de celebración que con torpeza ha interpuesto la fiesta anulando al festejado. 

Y con tantas idas y venidas, el ajetreo y la aglomeración, el niño se ha perdido. Ese niño Dios que vino a salvar al mundo se ha extraviado entre el bullicio de la multitud, pues ha quedado desatendido y casi nadie ha reparado en él. 

No quiero caer en el juego injusto en el que se ha convertido la Navidad, me niego a verme involucrada en actividades que no dicen nada acerca de la verdadera esencia de lo que recordamos. Quiero sentarme a solas con ese niño y entonar nanas para que duerma. Agradecerle el haber nacido en un pesebre y ver en su cara ese mensaje de amor para con el hombre, y así, celebrar la Navidad sabiendo que ese nacimiento ha de ser mi evocación diaria y hacer que en mi vida cada mañana nazca Jesús. 


lunes, 21 de diciembre de 2015

Remedios peores que la enfermedad.


Olga Larrazábal

« sabemos –pero no creemos lo que sabemos, y no actuamos
necesitamos algo así como un plan global de supervivencia…
y estamos lejos de poder ponerlo en práctica »
Del Blog de Jorge Riechmann

Después de la Enciclica Papal, en que el Papa Francisco puso en el tapete con gran difusión mediática los excesos de la cultura humana en referencia al medio ambiente, ni las personas comunes y corrientes, ni los estados ni las organizaciones mundiales, se pueden hacer los desentendidos respecto al tema.

Los resultados de la Conferencia sobre el Cambio Climático COP 21 convocada por la UN en París, han sido un avance respecto de lo anteriormente acordado, que era muy poco, y parecen más palabras de buena crianza, que compromisos formales con presupuestos financiados y soluciones ecológicas.

George Monbiot, del diario inglés The Guardian, comprometido denunciante de los desastres agro industriales, se muestra pesimista en cuanto a la seriedad de las resoluciones utópicas de mantener el aumento de la temperatura global en 1.5° C. con un margen hasta 2°C, que de todos modos es un desastre, y nos recuerda que mientras se sigan quemando combustibles fósiles, es difícil creer que esto sucederá.

Los Ecologistas en Acción, también han publicado su decepción sobre los vagos acuerdos de la COP21, que pueden leer a continuación:

Pero lo que a mí me ha llamado profundamente la atención son dos artículos relacionados con las soluciones alternativas propuestas, considerando que nadie realmente pretende dejar de consumir petróleo. Estas soluciones por supuesto constituyen “buenos negocios” para ciertas empresas, pero son extremadamente peligrosas para el planeta y la especie humana.

Un artículo de Silvia Ribeiro de ETC que es un grupo que monitorea “el impacto de las tecnologías emergentes y de las estrategias de las corporaciones sobre la biodiversidad y los derechos humanos”, y que pueden leer en español enhttp://piensachile.com/2015/12/25610/ trata de una solución de la Geo Ingeniería,que más que solución es un buen negocio.

El otro artículo, extraído de Piensachile que exponemos a continuación, es la solución propuesta por la Bio Ingeniería, en que los nuevos Aprendices de Brujos están dispuestos a meter mano hasta en los procesos de fotosíntesis de las plantas y bacterias.

Estamos con los transgénicos y con los plaguicidas cancerígenos hasta el copete. La OMS hace sus llamados de atención sobre los plaguicidas cancerígenos y los transgénicos cancerígenos y ni los gobiernos y menos el retail le hacen caso, con el silencio cómplice de los medios de comunicación.

Supongo que no es esto lo que quería el Papa Francisco.



Pasándose de listos con la naturaleza


Publicado el 13 diciembre, 2015 , en Agua y Alimentos, Medioambiente

Agricultura climáticamente inteligente y biología sintética

9 de diciembre de 2015.
Algunas de las corporaciones agroindustriales más grandes del mundo ondearán la bandera de la “agricultura climáticamente inteligente” en la Cumbre sobre Cambio Climático. Aseguran que sus cultivos de alta tecnología para la agricultura industrial son necesarios para rescatar a los agricultores (y a quienes padecen hambre) de un mundo caliente. Un argumento ampliamente desacreditado entre los movimientos campesinos y grupos de la sociedad civil. Un informe nuevo del Grupo ETC –Grupo de Acción sobreErosión, Tecnología y Concentración– y la Fundación Heinrich Böll descubre los planes para usar herramientas de biotecnología extrema, es decir, del campo de la biología sintética, para empujar su agenda “climáticamente inteligente”. Las extremas intervenciones propuestas por la biología sintética van desde la alteración de la fotosíntesis hasta la liberación de herramientas de edición genética “conductores genéticos” para modificar poblaciones enteras de hierbas.

La biología sintética describe un conjunto de nuevas técnicas de ingeniería genética y a una industria joven muy promocionada que se dedica a diseñar formas de vida desde cero para propósitos industriales. Hasta ahora la mayoría de los productos comerciales de la biología sintética han sido combustibles, saborizantes y compuestos químicos producidos mediante microbios modificados, pero el campo se expande rápidamente hacia cultivos bio-diseñados y otras aplicaciones agrícolas que se planea liberar en el ambiente. Este informe detalla algunas de las formas en las cuales los biólogos en este ramo se sumergen en áreas de investigación cada vez más riesgosas, y lo que se deja ver es que se trata de productos que reforzarán la dependencia de los agricultores a la producción intensiva mediante plaguicidas, solo que como son de alta tecnología se les presenta con la retórica de la “agricultura climáticamente inteligente” como justificación.

Los movimientos de agricultores y sus aliados ya dejaron muy en claro que la llamada agricultura climáticamente inteligente es un remedio técnico equivocado para el cambio climático. Aplicar la biología sintética a los retos que enfrenta la agricultura es doblemente equívoco, explica Silvia Ribeiro, Directora para América Latina del Grupo ETC, actualmente en las negociaciones sobre el clima en París. “Lo que se necesita para enfriar el clima es que se reconozcan y se apoyen las agriculturas en pequeña escala, agroecológicas y los sistemas campesinos de producción, en vez de caer las falsas soluciones que provienen de las grandes corporaciones de agro-negocios que ocasionaron el cambio climático en primer lugar.”

“En París la sociedad civil insiste en que necesitamos un cambio de sistema para arreglar el clima.”

“Lo que con toda certeza no necesitamos son los remedios técnicos riesgosos” afirmó Lili Fuhr de la Fundación Heinrich Böll. Las corporaciones de los agro-negocios nos harán creer que es mejor cambiar procesos naturales fundamentales, como la fotosíntesis, que alejarnos de la agricultura industrial y sus impactos dañinos, lo cual no solamente es una locura, sino que es fundamentalmente insostenible e injusto.”

El informe, de 20 páginas, incluye:
-Un vistazo de las empresas que se presentan como “climáticamente inteligentes” y que son parte de la Alianza Global para la Agricultura Climáticamente Inteligente (GACSA, por sus siglas en inglés).
-Detalles y análisis de proyectos de investigación púbicos o privados para alterar la fotosíntesis en plantas y microbios, teóricamente para aumentar la captura de carbono en las plantas.
-Detalles y análisis de proyectos de biología sintética que buscan aumentar la fijación del nitrógeno en las plantas y crear “plantas auto-fertilizantes”, teóricamente para reducir las aplicaciones de fertilizantes.
-Información sobre las nuevas aplicaciones de biología sintética desarrolladas por la corporación de agroquímicos Syngenta, que pretende controlar la activación de los rasgos con “tolerancia al estrés climático” con la aplicación de plaguicidas patentados, lo cual profundizará la dependencia de los agricultores al uso de agroquímicos.
-Propuestas para la liberación de los controvertidos “conductores genéticos”, para que las poblaciones de hierbas consideradas malezas se vuelvan más susceptibles al herbicida Round Up Ready de Monsanto, alterando los ecosistemas para extender la viabilidad comercial de ese agroquímico.

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También en colaboración con la Fundación Böll, el Grupo ETC realizó una animación de 10 minutos explicando la biología sintética, ¿Qué es la biología sintética? Diseñando la vida y los sustentos en laboratorio. Dibujado por la premiada cineasta canadiense Marie-Josée Saint-Pierre y producido por la documentalista Jocelyne Clarke, se encuentra ya disponible en español, francés, portugués, alemán y creole de Haití. Las nuevas versiones en estos idiomas pueden verse en:

Más información:
Lili Fuhr – Heinrich Böll Stiftung, Berlin (Alemania). Correo: fuhr@boell.de
Silvia Ribeiro – ETC Group, Mexico. Correo: silvia@etcgroup.org
Pat Mooney – ETC Group. Correo: mooney@etcgroup.org Tel: +1 613 240-0045
Jim Thomas – ETC Group, Montreal (Canada).

Correo: jim@etcgroup.org Tel: +1 819 322-5627

Fuente: Atrio