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sábado, 1 de junio de 2019

Nuestra Iglesia no es transparente…. como lo era la Iglesia primitiva.



Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

Me ha venido este pensamiento a raíz de la 1ª lectura de ayer, 6º Domingo de Pascua. Está sacada del libro “Los Hechos de los Apóstoles”, que es un libro histórico, de los viajes y aventuras de los evangelizadores itinerantes de la primitiva Iglesia, en el que tiene un indudable protagonismo San Pablo. En concreto, ayer leíamos párrafos como éstos. “Bajaron algunos de Judea que enseñaban a los hermanos: «Si no os circuncidáis conforme a la costumbre mosaica, no podéis salvaros. Se produjo con esto una agitación y una discusión no pequeña de Pablo y Bernabé contra ellos”. ” … y les enviaron esta carta: «Los apóstoles y los presbíteros hermanos, saludan a los hermanos venidos de la gentilidad que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia. 24 Habiendo sabido que algunos de entre nosotros, sin mandato nuestro, os han perturbado con sus palabras, trastornando vuestros ánimos, ..Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas indispensables: 29 abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la impureza. Haréis bien en guardaros de estas cosas. Adiós.».

En el libro de “Los Hechos” nos sorprende, visto y constatado el secretismo eclesiástico de nuestros días, la transparencia, la sinceridad, la valentía, y la franqueza a toda prueba. En el texto que ahora contemplamos me llaman la atención dos cosas: en primer lugar, que Pablo y Bernabé no se conforman con lo que ellos consideraban, ¡y lo era!, un atropello para sus fieles procedentes del paganismo, a los que se les quería obligar a hacerse judíos antes de bautizarse, y no se avergüenzan de embarcarse en una nada tranquila ni dulce agitación, que derivó en una “violenta discusión”. Y, en segundo lugar, que no ocultaran ese episodio de incómoda tensión entre los hermanos, sino que lo contaran, y lo dejaran inmortalizado, aunque ellos entonces no lo sabían, ni se lo imaginaban, por los siglos de los siglos.

En las reuniones episcopales actuales, de la Conferencia Episcopal, y otras, sospechamos muchas veces, por la diligencia y premura con la que ocultan sus encuentros, que nuestros señores obispos tienen también encontronazos, que nunca cuentan, y que tenemos que imaginar, sin poder salir nunca del mundo de la sospecha, de los rumores, y de las conclusiones más o menos lógicas, pero exponiéndonos a faltar a la verdad en nuestras suposiciones, con lo fácil que sería que nuestros pastores nos contaran la verdad, con sencillez, humildad, y, si fuera el caso, con pudor y vergüenza. Es hasta ridículo las precauciones con las que pretenden guardar y preservar algunos “secretos vaticanos”, hasta con penas de “excomunión” papal. ¡Que lejos nos encontramos de la actitud que llevó al Maestro a declarar que lo que guardamos tan celosamente en las alcobas, y debajo de la cama, el día del juicio será proclamado en las terrazas y azoteas.

Es una pena que la Iglesia, que en el transcurso de los siglos, se dejó contaminar por la suciedad y basura moral, la injusticia, y la violencia del mundo, no aprovechara, al revés, grandes logros de la humanidad, que el mundo tiene también riquezas que la Iglesia podía haber aprovechado. ¿Por qué la Iglesia institución se dejó contaminar por el afán de poder, por métodos intolerantes y violentos de coacción, llegando hasta la tortura, la delación sin posibilidad de defensa, y la fácil condena a la hoguera y a la picota, y no aprovechó las lecciones que eventos incluso trágicos como la Revolución Francesa trasmitieron a los hombres en dirección a la justicia, a la igualdad, a fraternidad, a la libertad? Sonroja comprobar cómo la Iglesia oficial, institucional, jerárquica, avanzó lentamente, contra corriente de la corriente de la Historia, en casos como la libertad de los trabajadores, el libre pensamiento, la ética de los sindicatos, los derechos humanos de libertad, de dignidad, de libertad de expresión, de pensamiento, y cómo desaprovechó de manera lastimosa la riqueza y la belleza de movimientos culturales como la Enciclopedia y Ilustración, atacándolas con documentos nefastos y horrorosos como el “Syllabus”.

(¿Alguien puede entender que a día de hoy el Estado del Vaticano no haya firmado la Declaración de los Derechos Humanos, proclamados por la ONU el lejano día del 10 de Diciembre del año 1948? ¿Y que haya firmado solo 10 de las Convenciones sobre los Derechos Humanos, de las 110 que hay proclamadas, y en funcionamiento? el mero hecho de que la comunidad eclesial de los seguidores de Jesús sea comandada y dirigida por un estado civil, porque no puede ser teocrático, ya es un escándalo. Y más si se trata de uno de los pocos Estados, -de momento me parece que siguen siendo tres-, que no hayan admitido, ni en teoría, la importancia del reconocimiento de esos Derechos Humanos. Y a mí, personalmente, me sigue escandalizando que no hayamos llenado la plaza de San Pedro cientos de miles de católicos, protestando por esta situación, escandalosa, e inadmisible).

Nuestros primeros padres en la fe no se merecen unos sucesores tan poco claros, ni sinceros, ni transparentes, ni valientes, como los que ahora queremos, y nos gustaría acertar, ser vistos como los testigos fidedignos y creíbles del Reino de Dios.

lunes, 24 de diciembre de 2018

Recordando el Nacimiento y Testimonio de Jesús del Pesebre…


Y dio a luz a su hijo primogénito; le envolvió en pañales y le acostó en un Pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Lc. 2:7

Jesús nació en un Pesebre, pero ¿por qué es tan importante y lo que significa?

La palabra Pesebre viene de la latina que significa “comer”. Un Pesebre o la cuna es un comedero de madera o de piedra o caja de comida que contiene heno para los animales de granja grandes, como vacas, caballos y burros. Es el lugar donde ubicaban el ganado, como establos, corrales, o cuevas.

Los agricultores estaban seguros de mantener sus pesebres bien abastecidos con forraje en todo momento, por lo que los animales nunca pasarían hambre.
En nacimiento en el Pesebre no fue casual, fue un acontecimiento diseñado por Dios. Cuando nació Jesús, María no hubiera querido poner a su bebé en el frío y duro suelo de piedra.

En lugar de ello tuvo que arreglárselas, preparó el pesebre con el heno para suavizar el lugar donde naciera el rey de todos los hombres.

Una vez establecidos allí, un ángel les dijo a los pastores que iban a encontrar su recién nacido Mesías y Señor “acostado en un Pesebre” (Lc 2:12). Fueron de prisa y encontraron al niño en el pesebre y ellos festejaron sus ojos en él (Lucas 02:16).

Jesús no fue puesto en un Pesebre por accidente. Es un símbolo espiritual importante. Los animales buscan su alimento en el Pesebre, pero con Jesús acostado en el heno es símbolo del alimento espiritual. Jesús es el pan de vida, hoy podemos inquirir la comida más importante para nuestra almas.

Acerquémonos al Pesebre de Jesús, porque él nació para salvar y alimentar nuestra almas. Los ángeles lo festejaron primero, ahora nos toca a nosotros festejar este hecho trascendental del nacimiento de Jesús en un Pesebre…

Consejo Editorial de Revista “Reflexión y Liberación” – CHILE

domingo, 23 de diciembre de 2018

Mensaje de Navidad 2018 del Arzobispo Juan Carlos Urquhart de Barros.



“Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” (Jn 8, 12)

Navidad: nacimiento, vida…la luz se hizo entre nosotros.

“Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo”.(Mt 1, 16)

Navidad: otra hermosa oportunidad para darnos un baño de luz y penetrar las sagradas escrituras para descubrir qué quiere Dios de nosotros y que tiene para nosotros.
Las sagradas escrituras anunciaron la venida del mesías, cuenta su vida entre los hombres y contiene su profecía: la segunda venida.

“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.” (Ap. 1,3)

En esta Navidad: Dios tiene para nosotros un especial tesoro ¿Cuál es?
Solo hay una forma de descubrirlo y es tomar entre nuestras manos ese mapa que nos dejó Dios: leerlo, estudiarlo, entenderlo y vivirlo. Solamente caminando hacia ese tesoro, podremos apreciar y disfrutar de antemano la riqueza espiritual de su contenido.

“El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; a los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos.” (Is. 9, 2)

Que en esta Navidad, no interesa en que lugar del mundo te encuentres y en que condición, la conexión con Dios que sopla en tu interior es gratuita. Conéctate.

“- Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?, pues su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarlo.” (Mt 2, 2)

Desde mi silencio como Pastor estaré como todos los días conectándome con Dios y desde allí iluminando a todas las personas de buena voluntad y trabajando para lograr la conversión de los alejados de Dios.

¡Feliz Navidad!
¡Feliz rememoración del nacimiento de la Luz!
¡Feliz reconexión con la luz!
Cristo Vive y camina con Nosotros.

Que Dios rico y misericordioso bendiga a todas las personas para la construcción de la paz en el mundo.



viernes, 21 de diciembre de 2018

La casa común.



Gabriel Mª Otalora

La persona religiosa que camina en dirección a su vocación se ve forzada, con frecuencia, a modificar el rumbo. A veces solo es necesario un cambio en la forma de hacer las cosas. Pero para lograrlo, necesita fe además de tesón. Cuando se dan ambas -fe y tesón- descubrimos que cada mañana atesora una bendición escondida en el camino de aprendizaje y maduración que es la vida, proyectada en origen para convertirse en la mejor posibilidad de cada persona.

Pero si la fe y el tesón no se riegan suficiente y adecuadamente, lo que predominará no es la construcción del sentido vital sino la identificación de Dios con nuestra propia cultura y con los dioses particulares que facilitan el desarrollo del poder por encima de la actitud de servidor (minister). Entonces se quiebran el ejemplo y la confianza, que son las dos bases de cualquier convivencia humana sana, también entre cristianos. El ejemplo genera confianza y ambos incardinan la base del verdadero liderazgo humano, el que irradiaba Jesús con amor (auctoritas). En este sentido, uno de los campos peor arados por la institución eclesial es el de los seglares, mayoritarios en número, pero tratados en clave de minoría de edad religiosa durante muchos siglos.

Las consecuencias han sido graves al constatar que la institución eclesial es más importante que el Mensaje: imponer en lugar de convencer (zelotismo), clericalismo (paternalismo que busca poder), encastillamiento con los suyos (casta selecta), abuso de autoridad, dureza de corazón… y las dos conductas que más disgustaron a Jesús: hipocresía y falta de misericordia. Cuando sale a la luz algo tan terrible como la pederastia, la mal llamada prudencia trata de preservar la institución incluso frente al Papa Francisco, verdadero azote de la hipocresía que escandaliza a cualquier persona de buena fe. Ocurrió algo parecido con las finanzas vaticanas. Ahora resulta difícil separar tantos años de malas praxis de la buena noticia de Jesús.

El Papa sorprendió con su Carta al Pueblo de Dios, publicada en plena crisis de la pederastia norteamericana, denunciando al elitismo y autoritarismo eclesial, da igual si ha sido por los clérigos o los laicos, porque favorecen los abusos en la Iglesia. El Papa llega a afirmar que el clericalismo es autoritarismo. Nadie puede acaparar o ignorar la acción del Espíritu en los demás. Esa es la gran tentación de una jerarquía centrada en sí misma: creer que el Espíritu tiene que pasar necesariamente por ella para actuar, dinamizar y dirigir a su Iglesia. Es la gran tentación también del laicado que no se compromete en las realidades que el Evangelio señala, cuando muchas personas actúan cristianamente desde su agnosticismo o ateísmo manifestando al Espíritu sin saberlo.

El homo sapiens debería ser llamado homo religiosus (Robert R. Marett) ya que lo sagrado es un elemento en la estructura de la conciencia humana a pesar de que el clericalismo ha entrado en crisis y que los laicos y laicas tenemos que sacudirnos pasividades, comodidades e inhibiciones para dedicar tiempo al compromiso activo en la comunidad cristiana y en la sociedad para fomentar un verdadero liderazgo de servicio. La crisis de vocaciones ha agravado el problema, porque no hay vocaciones sacerdotales ¡ni laicales! y la misión de evangelizar solo se produce con el ejemplo.

Sobre la distribución de los dones del Espíritu nada indica que estén repartidos solo entre los varones. Todo creyente hombre o mujer, judío o gentil, esclavo o liberto, recibe los dones que lo capacitan. Pablo encuentra a cristianas en los lugares de misión y él las respeta a la vez que reconoce y admira su labor. Los prejuicios androcéntricos han intentado rebajar la importancia paulina de la mujer pero “Ya no hay hombre ni mujer porque todos vosotros sois uno en Cristo”. Conocemos incluso la existencia de ministerios femeninos en las comunidades cristianas y nuestro santoral, sin ir más lejos, cita a 27 diaconisas: santas Tatiana, Susana, Justina, Irene…

Todos estamos llamados a seguir a Cristo y evangelizar según el espíritu de las bienaventuranzas desde los diversos carismas. Es falsa la división clásica que separaba a los cristianos en dos sectores: el llamado a una vida de perfección en la consagración de los tres votos (pobreza, castidad y obediencia) y el de la mayoría laical como cristianos de segunda categoría. No hay estados más o menos perfectos desde la Última Cena. A partir de entonces, Cristo es el gran mediador y maestro que reúne en su persona a los tres: Sacerdote, Profeta y Rey. Y quienes recibimos el bautismo somos proclamados como tales ante el obispo cuando nos confirma los tres derechos y deberes evangélicos adquiridos por el bautismo: testimonio, misión y servicio.

La casa de Dios, es de todos y todas por igual; solo es cuestión de tiempo el que así sea.

(*) Gabriel Mª Otalora, autor de La revolución pendiente; la Iglesia vista por un laico. Prólogo de Juan María Laboa. Editorial San Pablo, 2018.

martes, 18 de diciembre de 2018

Principios para el discernimiento ético-político en el humanismo y la fe.

Principios filosóficos y teológicos que, con su enseñanza, nos muestra el Papa Francisco de la mano, entre otros, de Santo Tomás, el Doctor de la Iglesia más significativo y citado por el Papa.
Agustín Ortega

De ahí la trascendencia de reafirmar la vida con sentido y honrada, con un discernimiento crítico y militancia ética-política frente a todo este mal e injusticia; con un adecuado enfoque interdisciplinar en una buena base filosófica, antropológica, ética y espiritual en relación con la importancia de las ciencias sociales y humanas como es, por ejemplo, la psicología.

Todo ello es vital para una buena fundamentación, comprensión y praxis de los derechos humanos, en esta fecha del 10 de Diciembre.

Ahí tenemos toda la fecundidad de los principios filosóficos y teológicos que, con su enseñanza, nos muestra el Papa Francisco de la mano, entre otros, de Santo Tomás, el Doctor de la Iglesia más significativo y citado por el Papa.

Y que expresa todo ese humanismo espiritual, ético e integral, tal como nos transmite la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Francisco enseña estos principios o valores, que recoge lo más valioso de la filosofía y la teología, con una perspectiva claramente humanista y que, como vamos a ver, son muy importantes para la vida ética, social y política con su discernimiento. Y que sintonizan con corrientes muy significativas de pensamiento, como el personalismo o el latinoamericano.
Principios filosóficos y teológicos

Estos principios filosóficos y teológicos, que a continuación vamos a exponer, nos liberan de errores y patologías contenidas en los idealismos, modernismos, postmodernismos, populismos y totalitarismos.

El primer principio, la realidad está por encima de la idea, nos presenta el realismo filosófico y teológico, la pasión por la realidad. El ver y ser honrado con lo real, el hacernos cargo de la realidad. Una metafísica del ser y de la existencia, de la realidad con una antropología integral, que no inventa ni tergiversa lo real. Lo cual sucede, cuando el pensar y sentir no reconoce esta verdad de lo que es y existe, de la realidad, la verdad de lo real.

Es pues una filosofía y teología encarnada en la realidad. Religada al ser real que, en la mirada teológica cómo celebramos en la Navidad, tiene su luz en la Encarnación de Dios en Jesús de Nazaret. Dios en Jesús se ha encarnado en la realidadhumana, personal, social, histórica y trascendente, ha asumido todo lo real y humano para que se encarne la salvación liberadora de todo mal e injusticia.

Por tanto, la razón y el pensamiento se han de religar a la realidad, con un compromiso con lo real: con todo este ser de las cosas y del mundo, con la realidad material, física y corpórea, espiritual y trascendente; con el ser personal, humano, sociable, histórico y transido de alma, espíritu y trascendencia.

Tal como nos muestra la ley natural con su antropología integral, el ser humano tiene una naturaleza personal y social, corporal, política y espiritual. Una vida y dignidad sagrada e inviolable que siempre hay que respetar. En la diversidad y complementariedad social e interpersonal del hombre con la mujer que en el amor fiel fecunda la vida. Es la alegría de la familia con los hijos y las virtudes éticas en la caridad fraterna, responsabilidad y compromiso por el bien común, por la solidaridad, la paz y la justicia con los pobres.

Desde la fe, la vida y dignidad de todo ser humano adquiere tal sacralidad, valor y trascendencia ya que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, es hijo de Diospor la Gracia del Amor que lo libera de toda esclavitud u opresión.

El segundo principio, el todo es mayor que la parte, nos muestra ese ver y cosmovisión de lo real que es universal, inter-relacionada e integral. En donde la parte y el todo se unen confluyendo, lo local y lo global se entrelazan, el fragmento y la totalidad no se oponen sino que se fecundan en comunión. En la inter-relación y retro-alimentación de todo con todo, ya que todo está unido con todo. Es la perspectiva católica de lo universal, de la diversidad en la unidad que se trasciende en algo más (es “magis” tan ignaciano), en la búsqueda de más verdad, belleza y el bien mayor.

Hay que querer el bien más común y universal que, de forma solidaria, promueve el valor del destino universal de los bienes que está por encima de la propiedad, ya que la propiedad tiene un inherente carácter social y personal al mismo tiempo. Es el magis, a la mayor gloria de Dios que, desde la fe trinitaria, es comunión y amor solidario en las diversas Personas Divinas que se unen, que se entregan mutuamente. En contra de todo individualismo, corporativismo y nacionalismo insolidario.

Desde la ética y la fe católica, el amor universal, la fraternidad mundial, la solidaridad internacional, la paz y la justicia global con los pobres de la tierra, por ejemplo con los hermanos migrantes y refugiados, trasciende toda barrera, frontera, patria, nación…

El tercer principio, la unidad está antes que el conflicto, nos lleva a cargar con la realidad y sus sufrimientos, males e injusticias, con las luchas dramáticas entre el bien y el mal. En sentido teológico, es la conciencia de la pugna entre el Don de la Gracia y el egoísmo del pecado con su maldad e injusticia.

Asimismo, se expresa aquí el principio y virtud de la misericordia, el mismo Ser de Dios que es Amor y Misericordia. Por el que asumo todo este dolor e injusticia que padecen los otros, la pasión de los pueblos crucificados por el mal, injusticia y pecado del mundo. La unidad fraterna se rompe con la opresión e injusticia que se causa a los otros, la dominación y tiranía sobre los pueblos, las comunidades y los seres humanos.

Todas estas autoridades y leyes que niegan el bien común. Las estructuras sociales de pecado y los sistemas económicos perversos: que impiden la justicia y el valor del destino universal de los bienes, imponiendo el ídolo de la propiedad; que rechaza el principio del trabajo, con la dignidad del trabajador y sus derechos como es un salario justo, mediante la esclavitud de la idolatría del capital; que perpetran el pecado de la usura, con sus créditos abusivos e injustos, sacrificando la vida de las personas.

Por lo tanto, hay que realizar ese juzgar (juicio ético). Lo que, unido a la ley natural, lleva a valorar como injusto e inmoral todo aquello que va en contra de la vida y dignidad de la persona, que no promueve el amor y la justicia liberadora con los otros, con los pobres y pueblos. La fe y teología nos muestra al Dios de la vida que nos regala el ser, que nos dona la existencia. Y que se opone a todos estos falsos dioses idolátricos que dan muerte como el dinero, la codicia, el poder y poseer que sacrifican la existencia (ser) de los pueblos y los pobres.

El cuarto y último principio, el tiempo es superior al espacio, señala el dinamismo y trascendencia de lo real. Con los procesos emancipadores y liberadores de las personas, pueblos y pobres en la lucha por más vida, fraternidad solidaria y justicia. Frente a los espacios de poder y dominación.

Expresa ese principio humanista de la subsidiariedad que, en la clave de la opción por los pobres, significa que las personas, los pueblos y los pobres adquieren una verdadera libertad, siendo sujetos protagonistas de la misión y de su promoción liberadora e integral. Es el amor trascendente y liberador, que realiza la existencia de la santidad con la pobreza solidaria en la comunión de vida, bienes y luchas por la justicia con los pobres de la tierra. Frente a los ídolos de la riqueza-ser rico, poder, violencia y tener que esclavizan al ser persona, fraterna y solidaria.

Se nos manifiesta así la sociabilidad del ser humano con la virtud ética de la política, en el amor social y cívico. Expresando el inherente carácter público e histórico de la fe, es la virtud teologal de la caridad política que busca el bien común, los derechos humanos, la civilización del amor y la justicia con los pobres de la tierra. La caridad política que, unidad inseparablemente a la justicia social, va las causas de los males y problemas.

Restituyendo la opresión e injusticia que sufren los pueblos y los pobres, a los que se les roba y expolia sus bienes, recursos y capacidades para un desarrollo humano e integral. Es ese servicio y compromiso del amor solidario, que en lucha por la justicia con los pobres nos regala el sentido, la felicidad y la vida plena-eterna en la comunión con Dios.

Tal como nos trasmite la fe e iglesia con Francisco, es la vida y sabiduría de los santos entrañada en el Dios que se nos revela en Jesús Pobre-Crucificado. Y que en su Espíritu, nos regala el amor liberador, la verdad, la belleza, el bien y la justicia. En contra de los ídolos de la riqueza-ser rico, del tener y poder. El camino de la fe y de la Navidad no es otro que ese Jesús Encarnado en lo humano, el Cristo Pobre y Crucificado-Resucitado que, con su Espíritu de amor y justicia, nos dona su salvación liberadora de todo mal, esclavitud, pecado muerte e injusticia.

Fuente: loyolaandnews

lunes, 17 de diciembre de 2018

Creo en las estrellas de Navidad.


Miguel Ángel Mesa Bouzas

Creo en la paz del corazón y en el esfuerzo por llevar esa paz al mundo en que vivimos.
Creo que Belén es la Casa del Pan, un pan partido, repartido, compartido, para que no haya más hambre en nuestro barrio, en nuestra ciudad, en nuestro mundo.
Creo en los pastores que escuchan la buena noticia y dónde se encuentra el «Dios con nosotros», que salen a su encuentro y, por lo tanto, comparten lo que son y tienen con los marginados y excluidos de nuestra sociedad.


Creo en las estrellas que ya murieron, pero que nos han dado vida y conducido a donde nos encontramos hoy, a lo que somos, a lo que anhelamos ser.

Creo en las estrellas que continúan naciendo y nos siguen abriendo nuevos caminos, inéditas sendas a recorrer, ilusiones que prender en nuestro ojal, destellos llenos de fulgor para nuestros ojos apagados.
Creo en la buena noticia de Jesús de Nazaret, la más profunda humanización del misterio del amor de Dios, en la alegría y la esperanza que nos infunde y, a través de nosotros, en los demás.
Creo en ese otro mundo posible que nos animó a construir, por la dignidad y la felicidad de los seres humanos, para eliminar la injusticia, el odio, el llanto, la desilusión.

Creo que la Navidad acontece cada día del año, cuando trabajamos por la paz y la justicia, por el amor encarnado, por una nueva humanidad más fraterna, libre, en paz. Junto a la naturaleza y el universo que nos rodean, nuestro verdadero hogar, en el que nacimos y al que volveremos, para ser de nuevo polvo de estrellas luminosas, ardientes.

jueves, 6 de diciembre de 2018

Gritar y gritar todos los días.


Faustino Vilabrille

“El impulso de uno sería gritar todos los días al despertar en un mundo lleno de injusticias y miserias de todo orden: ¡Protesto!” (Federico García Lorca).

Lc 21,25-28.34-36:
Dijo Jesús a sus discípulos: “Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo, ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo temblarán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

Estos días hemos visto por Tv. a la nave InSight aterrizar en el planeta Marte y la euforia casi histérica de cómo lo celebraban en la NASA. El proyecto costó 993 millones de dólares.
Paralelamente a esa euforia celebrativa presenciamos el esfuerzo desesperado de miles de hispanoamericanos, especialmente de Honduras, luchando desesperadamente por huir del hambre y la miseria hacia América del Norte, y como Trump envía miles de militares a cerrarles el paso. Por otro lado también la espantosa tragedia de más y más africanos que intentan llegar a Europa que les cierra las puertas, porque África es toda ella un grito de hambre, de sed, de sufrimiento, de impotencia, de desesperación, de tristeza, de espolio, que casi a diario convierten el Mediterráneo en un cementerio de Europa y mar de muertos.

África y América del Sur son dos continentes sumamente ricos en materias primas y posibilidades de futuro, pero sin embargo están cada vez llenos de pobres, que los países del norte del planeta empobrecemos cada vez más porque literalmente les robamos sus materias primas y sus tierras y con ellas su agua, a la vez que les vendemos armas para luchen entre ellos y entre tanto nuestras multinacionales sobornen a sus gobiernos para que les dejen vía libre para sus latrocinios. Sirva como ejemplo el Congo cuya tierra muy pródiga en recursos minerales que se han llegado a evaluar en 24 billones de dólares en oro, cobre, diamantes,cobalto, coltán y otras codiciadas materias primas, mientras que más de ocho de cada diez personas (82%) vive bajo el umbral de la pobreza absoluta y uno de cada seis niños muere antes de cumplir cinco años a fuerza de miseria, malnutrición y desgarradora violación de niñas, pero cuyos funcionarios se embolsaron más 100 millones de dólares en sobornos de la multinacional estadounidense Och-Ziff.

De estos sobornos saben también bastante Chad, Níger, Libia, Zimbabue, Guinea, Togo, entre otros estados africanos. Es el saqueo de Africa. Con el dinero de esos sobornos financian los dirigentes sus campañas electorales y así resultan reelegidos, incluso por decenas de años. Del drama de Africa saben también bastante Suiza y la multinacional francesa Areva. (Ver Transparency International). La compra de tierras por millones de hectáreas es el último asalto a Africa.

El Grupo del G8, formado por Rusia, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, Reino Unido y Japón, (la Unión Europea que cuenta con representación política), con su iniciativa de Nueva Alianza para la Seguridad Alimentaria y la Nutrición, en realidad está utilizando dinero dedicado a combatir la pobreza para facilitar el acceso a zonas africanas clave a grandes empresas mundiales para controlar la mayor parte del mercado global alimentario, facilitando a las multinacionales el acceso a tierras fértiles y a corredores agrícolas bajo el pretexto de luchar contra la pobreza y ayudar a los necesitados en África. Entre otras multinacionales depredadoras de Africa figuran: Monsanto, Unilever, Syngenta, DuPont, Cargill, Diaego, SABMiller, Coca Cola, y Yara (la productora noruega de fertilizantes más grande del mercado), y eso sin entrar en la manipulación genética de especies que no sabemos a dónde nos puede conducir… (Informe de: The Lusaka Times, periódico electrónico de Zambia).

Los poderosos de hoy económica y políticamente, que se consideran los amos del mundo, pasan tan indiferentes ante el sufrimiento de los cientos de millones de oprimidos, que son como locos enamorados de la muerte, que no tienen la honradez de reconocer que matan para robar (Eduardo Galeano).
Es evidente que el imperialismo capitalista se extiende de momento por este planeta como un monstruo apocalíptico que quiere comer el mundo hasta llegara a fagocitarse a si mismo. Porque “El capitalismo no es nada más que una empresa de ladrones comunes disfrazada de ‘civilizacion’ que extendió, imperialísticamente, a escala global, un ‘sistema’ (económico, político, ideológico y social) para legalizar y legitimar con leyes un robo masivo y planetario del trabajo social y de los recursos naturales, enmascarado de ‘economía mundial’ “. (Manuel Freytas)

Carente de toda ética, no le importa robar a los pobres hasta matarlos de hambre y gastar cientos de millones en ir a marte. No ven, no piensan, que lo primero es quitar el hambre del mundo, quitar la
esquilmación de la tierra, no malgastar millones de toneladas de alimentos y ropas, no derrochar tanta energía lumínica que, además de contaminar para producirla, ella misma contamina y altera el rimo vital
de muchas especies. Por el contrario, respetar y cuidar el planeta que nos sostiene, producir alimentos sanos y no enfermos que nos enferman a nosotros y al final nos matan, después de gastar millones de millones en reparar una salud miserablemente perdida, en vez de hacer la vida digna a todo ser humano y a todos los seres vivos del planeta. El avance ético de la humanidad va infinitamente más lento que el avance tecnológico, con lo que este se puede volver en contra de la propia humanidad, alterando el equilibrio cósmico hasta el punto de que, como dice Jesús, “haya signos en el sol, la luna y las estrellas y angustia entre los hombres hasta quedar sin aliento por el miedo ante lo que se le viene encima al mundo, que hasta las potencias del cielo temblarán”.

Pero Jesús no nos deja bajo del yugo de la opresión del miedo, al que acuden tantas veces las religiones, para mantener sometida a la gente a sus exigencias opresoras, sino que Jesús entra en la historia de la humanidad para abrirnos un claro horizonte de esperanza y por eso nos dice: Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

Porque el impulso de uno sería, como García Lorca, “gritar todos los días al despertar en un mundo lleno de injusticias y miserias de todo orden:
¡Protesto!”. Como protestar por esa exhibición de lujo ostentoso en la recepción del mandatario chino que estos días visita España, cuyas multinacionales gastan millones en sobornos por todo el mundo como hicieron el año 2010 en Venezuela, pagando 176 millones de euros para lograr contratos de infraestructuras energéticas (El País 29/11/2018).

Pero también es un hecho evidente que cada día hay más personas conscientes y comprometidas en dar un giro radical a la deriva de este mundo del neoliberalismo. Está creciendo la conciencia colectiva de que este mundo no puede seguir así, que hay que pensar con conciencia de humanidad, de solidaridad mundial, de compromiso de luchar por un mundo mejor, pero mientras esta conciencia no sea tan fuerte, apasionada y universal como lo es, por ejemplo el futbol, opio actual del pueblo que trae loca a la gente, aun nos queda mucho camino por recorrer. Pero se andará, “haciendo camino al andar”.

Para pensar cada uno: “¿Qué prefieres, que te anestesie y te duerma con la mentira y la ignorancia placentera, o que te golpee y te despierte con la llama de la vida y de la inteligencia reflexiva?” De ahí que hay que gritar y gritar todos los días: “Otro mundo mejor es posible”, como lo hicieron ayer, día 29 de noviembre, más de 200 personas en Oviedo pidiendo el cese del Director de la prisión asturiana que tiene bloqueada la Unidad Terapéutica y Educativa que reinsertó a tantos presos, para que vuelva a funcionar plenamente.


jueves, 1 de noviembre de 2018

El día de todos los santos que no saben que lo son.



Noviembre ya está aquí y empieza, como siempre, con lo del más allá: primero, santos, y luego difuntos.

Celebraciones populares en muchísimos sitios del mundo. Seguramente ya vimos la película “COCO”, entrañable la fiesta de los muertitos en México, colores y flores llenan aquellas hermosas tierras. Y, cómo olvidar la celebración de Halloween exportada a todo el mundo: en breve estarán llegando zombies, fantasmas, sangre, huesos y harapos a los centros comerciales.

¿Quiénes son esos Santos y Santas que celebramos cada año y que son multitudes a lo largo de los tiempos?

Creo que son los santos que, mientras están entre nosotros, no saben que lo son. Y cuando dejan este mundo no forman parte de Santoral.

Santas y Santos desconocidos, mínimos, ocultos, sencillos, con biografías que no aparecen en Wikipedia. Personas anónimas que están por ahí como la levadura en el bizcocho, suministrando esperanza en tiempos duros.

Acogen a quien lo necesita aunque vivan en cuarenta metros cuadrados, tengan tres hijos a su cargo y un padre con demencia senil.

Abren la puerta a sus hijos que llegan en paro con los suyos de la mano, poniendo a disposición su pensión de jubilación… ¡A ver si llegamos a fin de mes!

Santos y Santas anónimos que arriesgan sus vidas en la defensa de los que no tienen voz, viéndose atrapados en una maraña legislativa que los toma por delincuentes en vez de samaritanos.

Los hay que se hacen pobres con los pobres adentrándose en el peligroso terreno de lo No-Legal.

Algunos recorren la ciudad de punta a punta para pasar una hora escuchando a alguna anciana o anciano que vive en soledad absoluta y no habla con nadie. Después van a clase a la universidad.

Hay otros que intentan poner paz en su propia familia dividida y enemistada, viendo que todos pierden, y los niños los que más.

Los hay que recorren siete, ocho… diez pueblos en el medio rural, para decir misa cada domingo, cuando ya suman más de cincuenta años de sacerdocio.

Santas y Santos en los pueblos indígenas luchando sin armas por conservar su vida y sus costumbres y la tierra a la que se sienten ligados.

Hay Santos y Santas que no se dejan corromper por el dinero ni el poder. Eso trae problemas, quedan señalados.

¿Cuántos son?... “Una muchedumbre inmensa, incontable, que procede de toda nación, razas, pueblos y lenguas” (Ap 7, 9).

¿De dónde vienen?... “De la gran tribulación” (Ap 7, 14).

¿A dónde van? … A donde “ya no tendrán hambre ni sed; ya no les molestará el sol ni bochorno alguno (…) Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos” (Ap 7, 15-16).

Cerremos los ojos, respiremos hondo... subamos al monte con Jesús, como hizo aquel día y cada día para contempla a las multitudes viendo a cada uno como pieza única, como “hijos de Dios pues ¡lo somos!”(1Jn 3, 1-3)… y digamos con Él:

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”… ¿No empezaste por el final indicando de quien es el Reino de los Cielos? Claro, Tú explicaste que el Reino de los Cielos es aquí y ahora. Así que estos “bienaventurados” son los Santos y Santas que no saben que lo son pero ya están actuando en la realización de tu Reino. Algunos que luego serán elevados a los altares son también esos pobres de espíritu haciéndose pobres con los pobres y elevando la voz por los que no tiene voz, como San Romero de América, elevado al santoral popular desde los corazones de quienes se sintieron amados y defendidos por él. Desde el 14 de octubre pasado es oficialmente San Óscar Arnulfo Romero.

“Bienaventurados los mansos (o humildes) porque ellos poseerán en herencia la tierra. Santos y Santas que saben compartir y repartir para que nadie se quede fuera o se sienta extranjero.

“Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados” Santas y Santos que arrimarán el hombro para que quien sufre pueda recibir apoyo, dejando su tiempo y su energía en ser consuelo en medio de un mundo hostil.

“Bienaventurados los que tiene hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Santos y Santas empeñados en que la justicia llegue a todos. Santos y Santas que no se contentan con leyes que no llevan en su esencia del equilibrio de la justicia para todos.

“Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia”. Santas y Santos que se saben pequeños, pero empujan para dar a otros amor y misericordia, y todo les vuelve crecido.

“Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”. Estos son Santos y Santas pequeñitos, niños y niñas que todavía no han olvidado quienes son en el corazón de Dios; y también las Santas y Santos que hicieron el camino de regreso hacia dentro cuando entendieron que si no nos hacemos como niños… no hay nada que hacer.

“Bienaventurados los que trabajan por la paz porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Santos y Santas de un lado para otro clamando por una paz que no llega; pacificando en sus ambientes de familia, trabajo, Iglesia, etc.

“Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Santas y Santos perseguidos por la justicia del mundo, por rencores enquistados, por leyes discriminatorias, por razón del color de su piel, lengua cultura o religión, y también por razón de su sexo.

“Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan, y cuando, por mi causa, os acuse en falso de toda clase de males. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros”. Santos y Santas que se paran y se plantean de qué manera Te siguen, a Ti que eres el Maestro, el que se subió a la Montaña para dejarnos este Mensaje. Quedan pensativos viendo que no hay nadie que les injurie ni les persiga, o acuse en falso… que no tienen grandes problemas. ¡Es raro!, piensan. Y exclaman concierto sobresalto interior: ¡Será que estamos rebajando el Evangelio a la medida que marcan los poderes del mundo!

A la caída del sol una suave brisa trae un susurro de voces alegres que sólo escuchará quien tenga abierto el oído del corazón: “Vosotros sois la sal de la tierra… y la luz del mundo (Mt 5, 13-14). No lo olvidéis”. Son los Santos y Santas que no sabían que lo eran cuando vivían entre nosotros pero ahora ya lo tienen claro.

Mari Paz López Santos

Para FEADULTA

1 noviembre 2018

miércoles, 10 de octubre de 2018

La carne de Cristo.


Nicolás Panotto

El principio de la encarnación de Dios (Fil 2) es uno de los elementos teológicos más bellos de la fe cristiana. El abajamiento de la gloria, la “kenosis”, el vaciamiento, y la asunción de una humanidad plena, entregada a lo más bajo, lo más vil, lo más despreciado, para desde allí glorificar la potencia de la vida y burlarse de los poderes del mundo.


Un acontecimiento colosal que hemos reducido a los caprichos de nuestra contingencia, a la funcionalidad de nuestras demandas, a la protección de nuestros recelos, a la pragmática de nuestras militancias; en fin, a nuestras visiones tan descarnadas de la realidad humana. La encarnación no es un relato épico para endiosar engreimientos efímeros sino declarar que Jesús tiene cuerpo. Corporalidad, así como la nuestra.

Necesito sentir ese Cristo que vive las mismas bellezas y penurias humanas desde su carne, tal como yo. Que comparte las risas y las tristezas. Que siente en el pecho las decepciones. Que se enoja, se rebela, se emociona, se excita. Que duda. Que se contradice. Que se sorprende tras la interpelación de un/a otro/a, como la mujer cananea que no teme en disputarle su visión tan reducida de la acción de Dios. Que se exaspera, que grita, que corre, que se molesta. Que reacciona sin reflexión desde la indignación, como cuando echó a los mercaderes del Templo. Que ama. Que pondera lo humano por sobre la ley. Que desea el roce de la piel, como en su encuentro con la mujer que derrama perfume sobre sus pies. Que se compromete con el sufrimiento. Que encuentra su lugar entre los más despreciados/as de la sociedad. Que hace fiesta y disfruta del buen vino. Que no se guarda de expresarle al Padre su cansancio, su miedo, sus lágrimas, su dolor, su deseo de que pase de él esa copa delegada.

La carne de Cristo es mi propia carne. Con sus deseos, sus flaquezas, sus contradicciones, sus debilidades. Allí, la gloria de la existencia en la honradez que confiesa la fe.

martes, 17 de julio de 2018

Liberar a Jesús.

Víctor Codina. 

En el cónclave de marzo de 2013 que precedió a la elección de Francisco, el Cardenal Bergoglio tuvo interesantes intervenciones, alguna de ellas un tanto curiosa y poco conocida.
Al comentar el texto de Apocalipsis 3,20 donde se dice que el Señor está a la puerta y llama, Bergoglio afirmó que evidentemente el texto se refiere a que Jesús golpea la puerta desde fuera para entrar.
Pero añadió que él pensaba en las veces en que Jesús golpea desde dentro para que le dejemos salir.
Sin duda esta interpretación puede escandalizar a muchos biblistas pero es una idea interpelante, porque, como añade Berglogio, la Iglesia autorreferencial pretende retener a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir.

Dicho de otro modo, hemos encerrado a Jesús dentro de doctrinas, leyes, ritos, templos, palacios episcopales y estructuras del pasado. Tenemos a Jesús prisionero durante siglos en la Iglesia de cristiandad, occidental, medieval, feudal, inquisitorial, colonial, diplomática, poderosa, antimoderna, absolutista, burguesa, patriarcal, centralista y elitista. Jesús ha quedado encerrado en estructuras eclesiales que lo alejan de la gente pobre y sencilla del pueblo, de los niños y las mujeres, de campesinos y pecadores, de los migrantes y refugiados, de todos los que en todas las culturas y religiones buscan la verdad.

Jesús desea salir a la calle, no quedar prisionero del pasado, recorrer caminos nuevos, pisar tierra, ir a las fronteras, oler a oveja, a polvo, sudor y lágrimas, escuchar el clamor del pueblo, dialogar, abrazar, besar, dar la mano, curar, bendecir, decir palabras de aliento, perdonar, consolar, anunciar el Reino, generar esperanza y alegría, dar vida, pues solo él posee el Espíritu sin medida.

Hemos de liberar a Jesús de tantas prisiones en las que lo hemos encerrado a lo largo de los siglos, recuperar la frescura de su evangelio, volver a Galilea, escuchar su voz profética contra los actuales hipócritas y explotadores del pueblo, contra los nuevos mercaderes del templo, volver a recuperar al Jesús artesano nazareno, peligroso y desconcertante, capaz de confiar en su Padre, de morir y resucitar.

Pero liberar a Jesús no equivale a afirmar “Jesús sí, Iglesia no”, sino que implica formar una Iglesia no autorreferencial, sino en salida, evangélica, transparente, con sandalias o descalza, pobre, misionera y pascual, desligada de todo poder temporal, comprometida en la liberación de las personas y de la creación, interpelada por el dolor de las víctimas, alegre con la alegría del Espíritu. La Iglesia no puede sustituir a Jesús, ha de fomentar el encuentro personal con él.

Sólo cuando hayamos liberado a Jesús de estas prisiones y le hayamos dejado salir al mundo de hoy para escuchar al pueblo, podremos abrirle la puerta, dejarle entrar en nuestra casa, cenar con él y él con nosotros.

Bergoglio en el cónclave de 2013 ya anunciaba su futura hoja de ruta pastoral y el estilo de una Iglesia en salida. Quizás por esto fue elegido Papa y quizás por esto mismo, otros le rechazan hoy. Pero lo que sí es cierto es que el Señor sigue llamando a la puerta: ¿quiere entrar o quiere salir?

Fuente: cristianismeijusticia.net

domingo, 1 de julio de 2018

Seguidores del nuevo camino.



Miguel Ángel Mesa

“Fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de cristianos” (He 11,26). Así, de una forma tan concisa, relata el libro de los Hechos dónde comenzó el apodo de los seguidores de Jesucristo.

Pero antes de que este término se enseñoreara, perdurando a través de los siglos hasta nuestros días, a los seguidores de Jesús se les denominaba de otra forma. Cuenta también el libro de los Hechos de los Apóstoles, que Saulo de Tarso iba hacia Damasco para capturar y llevar detenidos a Jerusalén a «los seguidores del nuevo camino, hombres y mujeres» (He 9,2). Este término, los seguidores del nuevo camino, aparece reiteradamente en otras citas (He 16,17; 18,25-26; 19,9.23; 22,4; 24,14.22).

Yo creo que podríamos volver a reapropiarnos de esta expresión, que se dio en los primeros años del cristianismo, ya que no ofrece definiciones inflexibles que no hacen más que dividir, sino más bien una invitación a seguir recorriendo el camino cotidiano de la existencia de una manera muy sencilla y, esto, es algo fundamental para el encuentro profundo con el otro, con las alegrías y los sufrimientos de los demás, con la novedad y la sorpresa del sendero de la vida, con la incertidumbre y el reto de seguir confiando en la buena noticia de Jesús, que se mantuvo siempre, constantemente en camino por los senderos de Palestina, para alzar de las cunetas a los heridos, oprimidos y excluidos del sistema.
Como cuando el mismo Jesús salió al encuentro de los discípulos en el camino hacia Emaús, para volver a infundirles ánimo y esperanza, para que reemprendieran la vuelta a la senda de la reilusión y la libertad personal y comunitaria.

Por los diversos caminos de la historia pierden su valor las verdades inamovibles, dogmáticas, eternas, porque lo importante en la vida es discernir en cada cruce del recorrido, qué nos dice hoy la Divinidad, su Presencia y su Voz manifestada en los rostros y las existencias de los hombres y mujeres de nuestro mundo y esta hora, en especial de los más despreciados y olvidados.
Porque la fe (que es algo consustancial a toda la humanidad ‒junto a la espiritualidad‒, aún expresada mediante distintas religiosidades, creencias y convicciones diferentes), en el Misterio y en el ser humano, tiene que cambiar, adaptarse, renovarse constantemente, porque si no se quedará como algo perdido en el pasado, en el olvido, sepultado.

La fe y la esperanza empapada de vida tiene que vivirse como un permanente éxodo, como pascua –el paso hacia otra realidad‒, seguimiento de alguien que nos convoca al amor, a la donación gratuita, al agradecimiento permanente, a la libertad. A la pasión por la vida.
Para ello hay que salir también de los templos que pretenden encerrar y aprisionar al Espíritu, para dirigirse a los caminos del mundo, para adorar al Corazón y el Manantial de la Vida, “en espíritu y verdad”, en la carne concreta de la Humanidad y de la Madre Tierra, del Universo en el que vivimos, respiramos, luchamos y trabajamos cada día.

Jesús le dijo a su amada María de Magdala, cuando ella le abrazaba fuerte, deseando que no desapareciera de nuevo: “Déjame María, no me retengas, porque tengo que seguir caminando, sanando, ofreciendo justicia, paz e ilusión. Nada nos separará ya más. Dile a mis amigas y amigos que no dejen nunca de caminar, ofreciendo la buena noticia de la liberación para la construcción de un mundo más justo, libre, reconciliado y fraterno. Nos veremos y sentiremos siempre, en cada recodo de los caminos de la vida, en el encuentro con los más empobrecidos y marginados y al compartir el pan, el gozo y las lágrimas, la fiesta y el abrazo”.

domingo, 24 de junio de 2018

Reseña de libro: “Sacerdotas” de Yolanda Alba.


¿”Sacerdotas”? Definitivamente sí. O mujeres curas, o presbíteras….Y por ende, reverendas y obispas, arzobispas, mujeres cardenales y mujeres papas, y también mujeres popes, mujeres mulás, mujeres dalai-lama…..
Al igual que otras religiones monoteístas (existen rabinas, imanas y alguna ayatolá), algunas ramas del cristianismo permiten la ordenación de mujeres y éstas alcanzan incluso altas jerarquías religiosas (obispas luteranas). En los primeros siglos de la religión cristiana hubo diaconisas, apóstolas y mujeres oficiantes, hasta que la oficialización y sacralización de lo que la autora denomina ‘kyriarcado’ hizo que fueran excluidas del derecho a ser ministras de la iglesia y de impartir sacramentos, subvirtiendo el mensaje de Yeyoshúa el rabino-Jesus el Cristo-, el genial profeta galileo que predicaba un cambio histórico mediante un revolucionario ideal ético igualitario señalando la hipocresía de las jerarquías religiosas.

Pero esta larga historia de discriminación de las mujeres en la iglesia católica está siendo cuestionada con énfasis en los últimos tiempos: en algunos países existen mujeres ordenadas sacerdotes, o sacerdotas, como muchas quieren denominarse más allá de la idoneidad del término no sexista que levanta interesantes discusiones.

Aquí están sus voces. Más allá de la etimología la ordenación de las mujeres es un tema muy polémico, debatido en el seno de la institución donde se levantan voces a favor de la ordenación de mujeres, desde la teología hasta las instancias vaticanas.
El rol de las mujeres forma parte de los grandes desafíos a los que están confrontadas las religiones hoy, incluido el tener acceso al sacerdocio, es decir: poder dirigir los cultos. Por ello la autora se aleja hacia el pasado más remoto para recordar la existencia y el importante rol de las mujeres oficiantes en las religiones antiguas (las sacerdotisas) y también el de las ministras del culto en las otras religiones actuales (wiccas, santeras, machis, chamanas, nueva ola etc…) a la vez que cuestiona la misoginia existente en religiones que parecieran no padecerla (p.e. el budismo).

martes, 24 de abril de 2018

¿Fe, confort o alivio?


Por: José Neivaldo de Souza

Leí una frase, atribuida a C. S. Lewis, que me hizo pensar: "si buscas una religión cómoda, no te aconsejo el cristianismo". ¿Cómo así? ¿La religión no debe traer consuelo a los fieles? Jesucristo, la roca sobre la que nació el Cristianismo, no dijo en el evangelio de Mateo (11,28): "Vengan a mí, todos los que están cansados y oprimidos, y yo los aliviaré"? En el caso de la fe cristiana, ¿Qué diferencia hay? Son cuestiones que me apuntan a una teología práctica. 

Hay motivaciones esenciales en la vida que nos ayudan a seguir adelante y la fe es una de ellas. Natural al ser humano, sin ella la vida no tiene sentido. Nuestro modo de ser y estar en el mundo depende de esta motivación. Me gusta la definición del filósofo Sören Kierkegaard: "Fe es la pasión más elevada de la humanidad" ¡De hecho! Por ser una pasión, ella carga la “carga” de la ambigüedad. Lo que en la Ley de Newton llamamos inercia y movimiento me atrevo a llamar de consuelo y alivio. 

Como en el principio de la física, la inercia se refiere a la resistencia a cualquier cambio, es decir, la tendencia del cuerpo inerte es mantenerse en la misma dirección y velocidad. Confortable, su motivación para el movimiento depende de una fuerza externa, como vemos, por ejemplo, en algunos accidentes en las carreteras: Si una carreta cargada de bobinas de repente se detiene y si la carga no está bien atada, puede soltarse y continuar en la velocidad anterior y en la misma dirección. Un día, en la natación, mi instructor vio que yo estaba sin ánimo y fuerzas para nadar. Me dijo con autoridad: "sal de la zona de confort". Entendí su bronca y, bajo su observación y motivación, no renuncié, tomé coraje y seguí adelante

Al hablar de comodidad, desde una perspectiva teológica liberadora, hago una analogía con la física newtoniana. Confort es inercia, desánimo y estancamiento. Alivia, por el contrario, es una parada para descanso, consciente de que la dinámica de la vida, con sus conflictos y soluciones, continúa. Este cambio trae realización personal dependiendo del contexto social, cultural y religioso presentado.

Un amigo, predicador de la Biblia, me confesó que se sentía un cristiano devoto y se enorgullecía por ello. Hablar del Reino de los Cielos, no sólo era tranquilo para él, sino compensador, pues le daba status y, no era difícil, por un buen salario, acumular ropa, zapatos, tener la nevera llena, carros que lo llevaban a donde quisiera, sin preocuparse por el precio del combustible. La interpretación que hacía de la Palabra de Dios, así como la fe, tenía también su ambigüedad. Escogió la comodidad, la inercia. No comprendía la reprobación de Jesús: "Jamás puedes servir a Dios y al dinero" (LC 13, 16b). Confortaba a los pobres y sufrientes apuntando hacia el post-muerte donde no habría hambre, ni enfermedad y las personas se encontrarían con lo Divino. En Dios, según él, no hay lo imposible. Conformar a la situación de este mundo, sin perder la esperanza en la vida eterna, parecía ser su método de predicación. Mientras tanto, tomaba vino y banqueteaba con políticos y empresarios corruptos, aun sabiendo que reproducía los intereses de una clase que sólo se preocupaba en acumular sobornos y beneficios. Algo no estaba bien. Su fe era sostenida por una falsa teología, una falsa alegría y un falso evangelio. ¿No sería también una falsa fe o una fe inerte?

Un día mi amigo se despertó y se sintió "incómodo" en esta situación. Tomó su desayuno y luego abrió la Biblia encontrando un texto que lo provocó. Era el evangelio de Mateo (7,15-21). Reflexionando sobre las enseñanzas de Jesús, leyó: "cuidado con los falsos profetas. Ellos vienen a ustedes vestidos de pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces". Se preguntó a sí mismo sobre sus actitudes y la eficacia de sus testimonios. ¿Su predicación no sería un engaño? ¿No vendía una ilusión? El decir "Señor, Señor" no pasaría de hipocresía? En comparación con un árbol, observó sus frutos y vio que "un árbol bueno no puede producir frutos malos.

Confort no es sinónimo de alivio. C. S Lewis tenía razón. Aplicó la palabra "cómoda" en el sentido de comodidad o una situación que no trae molestias o problemas. Alivia, aplicado por Jesús, quiere decir disminución de la carga, descanso de las molestias y de los problemas. Así, puedo entender lo que dijo C. S. Lewis. Jesús no nos prometió una paz de cementerio, sino lucha, enfrentamiento, persecución y cruz. Es en esta situación que nos sentimos aliviados.




miércoles, 11 de abril de 2018

Maestro, ¿dónde vives?


M. Carmen de la Fuente

“Maestro, ¿dónde vives?” (Jn 1, 38) es una pregunta que resuena fuerte en el interior de las mujeres y hombres que deseamos encontrarnos con Jesús, para conocerle más, amarlo más y seguirle más. Una pregunta que nos compromete, porque conocemos la respuesta, “venid a verlo” (Jn 1, 39) y porque sabemos que, si su mirada se cruza con la nuestra, su fuerza nos moverá a ir, a ver y a pasar el resto del día con él.

“Maestro ¿dónde vives?” nos ha llevado a Melilla-Nador, un lugar que, si alguna cosa es, es frontera, porque allí la frontera lo empapa todo. Una frontera que separa dos mundos que nos esforzamos en mantener alejados. Una frontera que hiere y mata a hombres y mujeres cada vez más jóvenes. Una frontera que no queremos mirar pero que es tan nuestra como de quien la construye y la protege. Una frontera a la que vivimos de espaldas porque duele, porque sabemos que está construida sobre nuestro miedo, nuestra indiferencia y nuestro egoísmo. Una frontera que se reproduce en nuestras calles, en nuestros barrios, en nuestro imaginario… para separar a los de aquí de los de allá, lo legal de lo ilegal, los documentados de los indocumentados, los que estamos de los que llegan…

Hasta ese lugar frontera llegamos un grupo de 35 personas para celebrar la Pascua en comunidad y acogidas por las comunidades que allí viven. Cada una desde nuestra historia, nuestra motivación personal y nuestro deseo: algunas movidas por la búsqueda y la necesidad de confirmar que sí, que Dios se hace presente también en la frontera; otras confiadas en vivir el encuentro porque saben que si Dios está en algún sitio, es en las fronteras y que es allí donde su rostro aparece con más claridad.

“Maestro ¿dónde vives?” es el interrogante que nos ha acompañado cada día durante esta Semana Santa y para el que hemos ido encontrando algunas respuestas, que no son definitivas y que no agotan la pregunta, pero que nos pueden ayudar a seguir nuestro camino.

El Maestro vive con y en las personas que sirven. Hombres y mujeres que además de servir para algo, viven sirviendo a alguien. Personas que curan las heridas del camino (las internas y las externas), que acompañan el sufrimiento, que simplemente están.
Son aquellas que suben al bosque para encontrarse con quien se esconde esperando la oportunidad de llegar al otro lado.
Son las que viven en lo alto del monte, entre la cárcel y el vertedero, acompañando a todo un barrio, llamando a cada vecino/a por su nombre.
Son aquellas que están rodeadas de menores extranjeros que viven en la calle, consiguiendo que por momentos dejen de ser “no acompañados” y recordándonos que también ellos son dignos de nuestra mirada.
Son aquellas que se ponen al servicio de quien ha conseguido cruzar la frontera –a pie de piedra, a pie de CETI- , ofreciendo herramientas para continuar su viaje.

Son mujeres y hombres de humanidad desplegada, que se arrodillan para lavar los pies de otros/as. Son presencia y puerta abierta. En ellas vive el Maestro mostrándonos como el amor puede –si queremos- convertirse en servicio.

El Maestro vive con y en las personas que sufren. Aquellas que vienen desde lejos recorriendo rutas imposibles que duran años. Personas que en el camino son convertidas en mercancía, extorsionadas, encerradas, maltratadas… pero que a pesar de tanto sufrimiento tienen una fuerza sobrehumana, alimentada por la fe en un Dios que sienten que los acompaña y los sostiene siempre y para siempre.
Son aquellas que sufren en un bosque en condiciones infrahumanas.
Son las porteadoras que cargan con bultos que valen más que su vida y que luchan cada día por pasar la frontera.
Son las que intentan saltar la valla una y otra vez, aunque en cada intento sean golpeadas de un lado y de otro, devueltas por la puerta de atrás y situadas de nuevo en el punto de partida.
Son los menores que viven en la calle esperando un hueco en los bajos de un camión o arriesgándose para “colarse” en un barco.

Son personas a las que tratamos de despojar de su humanidad, a las que recortamos su dignidad, a las que convertimos en cifras. Con ellas vive el Maestro (que también fue humillado ante la mirada de muchos) porque son sus elegidas, mostrándonos que la lógica de Dios es radicalmente opuesta a la lógica que mueve nuestro mundo.

El Maestro vive con y en las personas que esperan. Aquellas que mantienen la esperanza, a pesar de vallas y fronteras, porque saben que la muerte no tiene la última palabra. Son personas que esperan sin quedarse quietas, que viven en el camino con los sentidos afinados (mirando, escuchando, tocando, oliendo y gustando la Vida).
Son las que esperan que dejemos de dar rodeos, miremos al margen del camino -a la frontera- y que la compasión nos lleve a hacernos cargo, cargar y encargarnos de la realidad. Mientras tanto siguen gastando su vida curando las heridas de los que yacen “apaleados y medio muertos”.
Son aquellas que esperan que los estados dejen de protegerse con alambradas y concertinas, de las personas que huyen de la miseria que sostiene nuestro bienestar. Mientras tanto denuncian las situaciones de injusticia y vulneración de derechos humanos de las que son testigo.
Son las que sencillamente explican “esto tiene que ser de otra manera” y cuentan a quien se acerca a ellas el sufrimiento que han visto con sus propios ojos. Con su relato lleno de rostros desean contagiarnos de la humanidad que vamos perdiendo, mientras esperan que la frontera deje de ser un lugar donde perder la vida.

Son personas que mantienen su compromiso con la Justicia y desde él nos interpelan continuamente. Con ellas vive el Maestro y en ellas sigue resucitando, manteniendo viva la esperanza (contra todo pronóstico).

“Maestro ¿dónde vives?”. Con las personas que sirven, con las personas que sufren, con las personas que esperan. Estos son los ecos de unos días en la Frontera Sur. Que este tiempo de Pascua que ahora comenzamos sea oportunidad para seguir encontrando al Maestro en nuestras fronteras, cada uno/a en las suyas: visibles e invisibles, internas y externas. Puede ayudarnos hacer el camino con los ojos bien abiertos y, quizá, dejar de mirar cerca y hacia arriba para mirar lejos y hacia abajo.

martes, 3 de abril de 2018

La Ressurrección como una revolución en la evolución.


por Leo Boff

En la siguiente entrevista del 27 de marzo de 2018 Boff explica que “la Resurrección es la concreción de la utopía predicada por Jesús, el Reino de Dios que implica la superación de morir y de la muerte”. Pero ¿cómo comprenderlo dejando de lado pruebas (científicas) concretas? Es ahí donde, según el teólogo, se inscribe como alternativa la narrativa mítica. “El mejor camino es elaborar narrativas y proyectar mitos que, en el sentido moderno del término, son un medio de expresar lo indecible. El mito no inventa el hecho, le da una forma para que podamos comprenderlo”, explica.

Lea la entrevista completa.

IHU On-Line – ¿En qué medida la Modernidad perturba el entendimiento pleno del concepto de Resurrección?

Leonardo Boff – No veo que la Modernidad tenga interés en el tema de la Resurrección, no los autores que conozco. Sí se preocupan por el tema de la muerte. Por otro lado, si tenemos un concepto más profundo del ser humano, ahí sí apunta el tema de la Resurrección. Si aceptamos que el ser humano es un proyecto infinito y está devorado por un deseo que no conoce límites, como Aristóteles y Freud reconocieron, ahí se plantea la pregunta: ¿cuál es el objeto adecuado a su impulso infinito y al oscuro objeto de su deseo infinito?

Sólo un infinito sacia nuestra sed de infinito, sólo una vida que es eterna hace descansar el deseo. Es la famosa experiencia agustiniana del “cor inquietum” que sólo descansa cuando encuentra a Dios. El sentido de la vida es más vida, es la plenitud de la vida. Es lo que los cristianos llamamos Resurrección.

IHU On-Line – ¿En qué consiste el “resucitar” según la Teología y la Antropología?

Leonardo Boff – La Resurrección no puede ser identificada con la reanimación de un cadáver como el de Lázaro que, finalmente, acabó muriendo. La resurrección es la irrupción del “novissimus Adam” de San Pablo (1Cor 15,45). Es decir, es la completa realización de todas las incontables virtualidades presentes en el ser humano. Si es un proyecto infinito, la Resurrección representa el momento en que estas virtualidades llegan a su plena floración.

IHU On-Line – ¿Cuáles son los límites de buscar la Resurrección como un dato histórico? ¿Y de qué forma la lectura mítica puede ampliar el entendimiento acerca de la Resurrección?

Leonardo Boff – Nadie vio la resurrección de Jesús. Tenemos sólo testimonios de personas a las que se dejó ver y algunas señales como el sepulcro vacío y sus vestiduras. Por lo tanto, no es un hecho histórico susceptible de ser detectado por una cámara o por la televisión. Es un hecho que sucedió en Jesús, accesible por la fe en los testimonios.

Este evento no pertenece al mundo del bios, de la vida biológica que siempre termina en la muerte. Por eso los textos juiciosamente hablan de Zoé, que significa una vida eterna. Tampoco dicen: hemos visto al Señor, sino: Él se dejó ver (óphte en griego, aoristo pasivo de oráo ver). La iniciativa parte de Jesús y no de los apóstoles, a los que les permite verlo. Podríamos decir que la Resurrección es la concreción de la utopía predicada por Jesús, el Reino de Dios, que implica la superación de la muerte y el morir. No sin razón Orígenes, uno de los más geniales teólogos cristianos del norte de Egipto en el siglo III, denomina la resurrección como la autobasilea tou Christou: la autorrealización del Reino en Cristo.

Cuando las realidades son demasiado grandes, nos faltan conceptos y palabras. El mejor camino es elaborar narrativas y proyectar mitos que en el sentido moderno del término (en C.G. Jung y en los antropólogos) son un medio de expresar lo indecible. El mito no inventa el hecho, le da una forma que podamos comprender. En esa línea se debería pensar la resurrección de Jesús. Antropológicamente es fecunda, pues se encuentra con lo que de utópico e infinito discernimos en el ser humano.

IHU On-Line – Muchos estudiosos sostienen que la Resurrección de Cristo es la victoria de la vida sobre la muerte. ¿Cómo podemos comprender tal perspectiva?

Leonardo Boff – La vida está llamada a la vida y no a la muerte, aun cuando sabemos que un día vamos a morir. Este es el anhelo fundamental del ser humano, no sólo vivir mucho, sino, como señalaba Nietzsche, vivir eternamente. En ese sentido, la Resurrección representa un tipo de vida tan plena que en ella no penetra la muerte. Pero para eso, ella necesita transfigurarse, es decir, realizar totalmente al ser humano en sus infinitas posibilidades. No vivimos para morir, como dirían los existencialistas. Morimos para resucitar. Don Pedro Casaldáliga lo formuló bien: la alternativa cristiana es o vida o resurrección.

IHU On-Line – ¿Es posible afirmar que el Dios vivo en el Cristo sólo se revela plenamente en la Resurrección? ¿Por qué?

Leonardo Boff – Mientras estaba entre nosotros, Jesús participaba de todo tipo de limitaciones e incluso achaques de la existencia humana. Es lo que está implícito en la encarnación. El autor de la Epístola a los Hebreos es muy concreto: “entre súplicas, clamores y lágrimas se dirigió a aquel que lo podía salvar de la muerte… y aprendió a obedecer por medio de los sufrimientos” (Hb 5,7-8). Más adelante dice que él “es el general de la fe” (12,2). La Resurrección es la superación de esta situación carnal y el paso a la situación “espiritual” (del Espíritu de vida). Aquí Dios se revela como el Dios que hace de un muerto, un vivo y de un vivo el “novísimo Adán”. Se da la plena revelación del Dios vivo que quiere la vida y que en el libro de la Sabiduría se revela como “el apasionado amante de la vida” (Sb 11,24).

IHU On-Line – ¿En qué consiste la idea de “resurrección de la carne” y de qué forma se articula con la perspectiva del sepulcro vacío, tan detalladamente descrito en la narrativa de Marcos?

Leonardo Boff – “Carne”, bíblicamente, significa la situación humana frágil, enfermiza, mortal. Esta situación fue totalmente transmutada por la Resurrección. Pablo lo dice claramente: “se siembra un cuerpo vital y se resucita un cuerpo espiritual” (1Cor 15,44). Yo sostengo la tesis, aceptada por muchos, de que las apariciones al final del evangelio de Marcos serían un añadido posterior, un pequeño resumen de las apariciones. El Marcos original no tendría nada de eso. Jesús termina diciendo “a los discípulos y a Pedro que Él (Jesús) los precederá en Galilea. Allí me veréis como os dije” (Mc 16,7).

Con eso quiero decir que Jesús no se ha manifestado aún de forma plena. Todos estamos en camino a Galilea (el término de la historia) para verlo entonces cara a cara. Me parece que así se entiende mejor la historia humana, porque a pesar de la Resurrección de Cristo en verdad nada ha cambiado, pues campa la muerte y la violencia en el mundo. En la esperanza caminamos hacia la Galilea de la resurrección. El mismo Jesús está en proceso de resurrección, pues sus hermanos y hermanas, que somos nosotros, aún no han resucitado ni el universo que le pertenece ha alcanzado su plenitud. Está todavía en fase de cosmogénesis. Cuando todo se complete, entonces, Jesús y su comunidad habrán finalmente resucitado. Aquí caben las palabras de Ernst Bloch: “el génesis está al final y no al principio”.

IHU Online – Usted dice que la Resurrección representa “una revolución en la evolución”. Me gustaría que detallara esa perspectiva.

Leonardo Boff – La moderna cosmología afirma unánimemente que el estado del universo no es la estabilidad, sino la movilidad. Todo se está expandiendo, completándose y autocreando. La evolución permite que las virtualidades latentes dentro del universo conozcan emergencias, puedan irrumpir bajo las formas más diferentes. En este sentido, el universo no está todavía listo. En vez de hablar de cosmología, deberíamos hablar de cosmogénesis, la lenta y progresiva génesis de todas las cosas.

Cuando digo, siguiendo a Jürgen Moltmann, que la Resurrección es una revolución en la evolución, quiero decir que la Resurrección es una pequeña anticipación del fin bueno de la creación, como si el término de la evolución se anticipase y nos mostrara en pequeño lo que nos está preparado. Eso es una revolución dentro de la evolución que aún continúa y sigue su curso.

IHU On-Line – ¿De qué forma el panenteísmo puede contribuir al entendimiento de la Resurrección en nuestro tiempo?

Leonardo Boff – La expresión panenteísmo fue creada en el siglo XIX por un teólogo protestante de nombre Krause. Y no tiene nada que ver con el panteísmo. Él quiere decir lo que la teología antigua y clásica enseñaba y todavía enseña con la expresión “pericóresis” (la intro y retro relación de todo con todo) o “circumincesión”. Primero se aplicaba a la relación de la creación con el Creador: ambos están de tal manera imbricados que uno no puede ser entendido sin el otro. Después se aplicó a la cristología y a la doctrina trinitaria. Las tres divinas Personas están tan íntimamente relacionadas que una siempre implica a la otra y así eternamente.

Panenteísmo significa, entonces, que Dios está en todo y todo está en Dios, guardadas las diferencias entre criatura y Creador. No se trata de panteísmo según el cual todo es indistintamente Dios. El propio Voltaire mostró el absurdo filosófico que tal afirmación comporta. El panenteísmo guarda las diferencias, pero revela cómo ambos están presentes el uno en el otro y no pueden ser pensados separadamente. Esta comprensión puede generar una mística como la de Pierre Teilhard de Chardin o la de San Francisco de Asís, que conseguían ver a Dios en todas y en cualquiera de las realidades.

El Cristo cósmico de las epístolas de San Pablo y de la introducción del evangelio de San Juan nos da la perspectiva del “pléroma”, es decir, de la universalidad de la presencia del Resucitado en todas las cosas. Es célebre el dicho 77 del evangelio apócrifo de Santo Tomás, al que grandes nombres de la exégesis como Joaquim Jeremías y otros confieren gran autoridad, pues parece haber salido de la boca del Resucitado: “Yo soy la Luz del mundo. Todo salió de mí y todo vuelve a mí. Raja la leña y estoy dentro de ella, levanta la piedra y estoy debajo de ella, porque estaré con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos. Levantar una piedra cuesta y rajar la leña es duro. Incluso estos quehaceres comunes contienen la presencia del Resucitado.

IHU On-Line – ¿Cómo puede la vuelta a la experiencia de la Resurrección de Cristo inspirar a la humanidad de nuestro tiempo a superar sus dilemas?

Leonardo Boff – Tal vez este pequeño cuento del área de la ecología que se encuentra en mi libro Ecología: grito de la Tierra – grito de los pobres (307) pueda responder a esta pregunta: «En cierta ocasión un anciano y santo monje fue visitado en sueños por el Resucitado. Este, el Resucitado, lo invitó a pasear por el jardín. El monje accedió con entusiasmo y lleno de curiosidad. Después de caminar largo tiempo dando vueltas por el sendero del jardín como hacen aún hoy los monjes después del almuerzo, el santo y anciano religioso se atrevió a preguntar: “Señor, cuando andabas por los caminos de Palestina, una vez dijiste que un día volverías con toda tu pompa y gloria, ¡pero esa vuelta se está demorando mucho!”. Tras unos momentos de silencio que parecían una eternidad, el Resucitado respondió: “mi querido hermanito: cuando mi presencia en el universo y en la naturaleza sea evidente; cuando mi presencia en tu piel y en tu corazón sea tan real como mi presencia aquí y ahora; cuando esta conciencia se vuelva cuerpo y sangre en ti hasta el punto de no pensar más en ello; cuando estés tan lleno de esta verdad que ya no necesites preguntar con curiosidad, entonces mi querido hermano habré regresado con toda mi pompa y gloria”».

Más no se necesita decir: el Resucitado está entre nosotros sólo en las fimbrias del misterio; quien crea y sea sensible percibirá su presencia.

Traducción de Mª José Gavito Milano

Leonardo Boff é teólogo e escribió el libro Nuestra resurrección en la muerte, Vozes 2004.