martes, 24 de abril de 2018

¿Fe, confort o alivio?


Por: José Neivaldo de Souza

Leí una frase, atribuida a C. S. Lewis, que me hizo pensar: "si buscas una religión cómoda, no te aconsejo el cristianismo". ¿Cómo así? ¿La religión no debe traer consuelo a los fieles? Jesucristo, la roca sobre la que nació el Cristianismo, no dijo en el evangelio de Mateo (11,28): "Vengan a mí, todos los que están cansados y oprimidos, y yo los aliviaré"? En el caso de la fe cristiana, ¿Qué diferencia hay? Son cuestiones que me apuntan a una teología práctica. 

Hay motivaciones esenciales en la vida que nos ayudan a seguir adelante y la fe es una de ellas. Natural al ser humano, sin ella la vida no tiene sentido. Nuestro modo de ser y estar en el mundo depende de esta motivación. Me gusta la definición del filósofo Sören Kierkegaard: "Fe es la pasión más elevada de la humanidad" ¡De hecho! Por ser una pasión, ella carga la “carga” de la ambigüedad. Lo que en la Ley de Newton llamamos inercia y movimiento me atrevo a llamar de consuelo y alivio. 

Como en el principio de la física, la inercia se refiere a la resistencia a cualquier cambio, es decir, la tendencia del cuerpo inerte es mantenerse en la misma dirección y velocidad. Confortable, su motivación para el movimiento depende de una fuerza externa, como vemos, por ejemplo, en algunos accidentes en las carreteras: Si una carreta cargada de bobinas de repente se detiene y si la carga no está bien atada, puede soltarse y continuar en la velocidad anterior y en la misma dirección. Un día, en la natación, mi instructor vio que yo estaba sin ánimo y fuerzas para nadar. Me dijo con autoridad: "sal de la zona de confort". Entendí su bronca y, bajo su observación y motivación, no renuncié, tomé coraje y seguí adelante

Al hablar de comodidad, desde una perspectiva teológica liberadora, hago una analogía con la física newtoniana. Confort es inercia, desánimo y estancamiento. Alivia, por el contrario, es una parada para descanso, consciente de que la dinámica de la vida, con sus conflictos y soluciones, continúa. Este cambio trae realización personal dependiendo del contexto social, cultural y religioso presentado.

Un amigo, predicador de la Biblia, me confesó que se sentía un cristiano devoto y se enorgullecía por ello. Hablar del Reino de los Cielos, no sólo era tranquilo para él, sino compensador, pues le daba status y, no era difícil, por un buen salario, acumular ropa, zapatos, tener la nevera llena, carros que lo llevaban a donde quisiera, sin preocuparse por el precio del combustible. La interpretación que hacía de la Palabra de Dios, así como la fe, tenía también su ambigüedad. Escogió la comodidad, la inercia. No comprendía la reprobación de Jesús: "Jamás puedes servir a Dios y al dinero" (LC 13, 16b). Confortaba a los pobres y sufrientes apuntando hacia el post-muerte donde no habría hambre, ni enfermedad y las personas se encontrarían con lo Divino. En Dios, según él, no hay lo imposible. Conformar a la situación de este mundo, sin perder la esperanza en la vida eterna, parecía ser su método de predicación. Mientras tanto, tomaba vino y banqueteaba con políticos y empresarios corruptos, aun sabiendo que reproducía los intereses de una clase que sólo se preocupaba en acumular sobornos y beneficios. Algo no estaba bien. Su fe era sostenida por una falsa teología, una falsa alegría y un falso evangelio. ¿No sería también una falsa fe o una fe inerte?

Un día mi amigo se despertó y se sintió "incómodo" en esta situación. Tomó su desayuno y luego abrió la Biblia encontrando un texto que lo provocó. Era el evangelio de Mateo (7,15-21). Reflexionando sobre las enseñanzas de Jesús, leyó: "cuidado con los falsos profetas. Ellos vienen a ustedes vestidos de pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces". Se preguntó a sí mismo sobre sus actitudes y la eficacia de sus testimonios. ¿Su predicación no sería un engaño? ¿No vendía una ilusión? El decir "Señor, Señor" no pasaría de hipocresía? En comparación con un árbol, observó sus frutos y vio que "un árbol bueno no puede producir frutos malos.

Confort no es sinónimo de alivio. C. S Lewis tenía razón. Aplicó la palabra "cómoda" en el sentido de comodidad o una situación que no trae molestias o problemas. Alivia, aplicado por Jesús, quiere decir disminución de la carga, descanso de las molestias y de los problemas. Así, puedo entender lo que dijo C. S. Lewis. Jesús no nos prometió una paz de cementerio, sino lucha, enfrentamiento, persecución y cruz. Es en esta situación que nos sentimos aliviados.




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