martes, 18 de diciembre de 2018

Principios para el discernimiento ético-político en el humanismo y la fe.

Principios filosóficos y teológicos que, con su enseñanza, nos muestra el Papa Francisco de la mano, entre otros, de Santo Tomás, el Doctor de la Iglesia más significativo y citado por el Papa.
Agustín Ortega

De ahí la trascendencia de reafirmar la vida con sentido y honrada, con un discernimiento crítico y militancia ética-política frente a todo este mal e injusticia; con un adecuado enfoque interdisciplinar en una buena base filosófica, antropológica, ética y espiritual en relación con la importancia de las ciencias sociales y humanas como es, por ejemplo, la psicología.

Todo ello es vital para una buena fundamentación, comprensión y praxis de los derechos humanos, en esta fecha del 10 de Diciembre.

Ahí tenemos toda la fecundidad de los principios filosóficos y teológicos que, con su enseñanza, nos muestra el Papa Francisco de la mano, entre otros, de Santo Tomás, el Doctor de la Iglesia más significativo y citado por el Papa.

Y que expresa todo ese humanismo espiritual, ético e integral, tal como nos transmite la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Francisco enseña estos principios o valores, que recoge lo más valioso de la filosofía y la teología, con una perspectiva claramente humanista y que, como vamos a ver, son muy importantes para la vida ética, social y política con su discernimiento. Y que sintonizan con corrientes muy significativas de pensamiento, como el personalismo o el latinoamericano.
Principios filosóficos y teológicos

Estos principios filosóficos y teológicos, que a continuación vamos a exponer, nos liberan de errores y patologías contenidas en los idealismos, modernismos, postmodernismos, populismos y totalitarismos.

El primer principio, la realidad está por encima de la idea, nos presenta el realismo filosófico y teológico, la pasión por la realidad. El ver y ser honrado con lo real, el hacernos cargo de la realidad. Una metafísica del ser y de la existencia, de la realidad con una antropología integral, que no inventa ni tergiversa lo real. Lo cual sucede, cuando el pensar y sentir no reconoce esta verdad de lo que es y existe, de la realidad, la verdad de lo real.

Es pues una filosofía y teología encarnada en la realidad. Religada al ser real que, en la mirada teológica cómo celebramos en la Navidad, tiene su luz en la Encarnación de Dios en Jesús de Nazaret. Dios en Jesús se ha encarnado en la realidadhumana, personal, social, histórica y trascendente, ha asumido todo lo real y humano para que se encarne la salvación liberadora de todo mal e injusticia.

Por tanto, la razón y el pensamiento se han de religar a la realidad, con un compromiso con lo real: con todo este ser de las cosas y del mundo, con la realidad material, física y corpórea, espiritual y trascendente; con el ser personal, humano, sociable, histórico y transido de alma, espíritu y trascendencia.

Tal como nos muestra la ley natural con su antropología integral, el ser humano tiene una naturaleza personal y social, corporal, política y espiritual. Una vida y dignidad sagrada e inviolable que siempre hay que respetar. En la diversidad y complementariedad social e interpersonal del hombre con la mujer que en el amor fiel fecunda la vida. Es la alegría de la familia con los hijos y las virtudes éticas en la caridad fraterna, responsabilidad y compromiso por el bien común, por la solidaridad, la paz y la justicia con los pobres.

Desde la fe, la vida y dignidad de todo ser humano adquiere tal sacralidad, valor y trascendencia ya que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, es hijo de Diospor la Gracia del Amor que lo libera de toda esclavitud u opresión.

El segundo principio, el todo es mayor que la parte, nos muestra ese ver y cosmovisión de lo real que es universal, inter-relacionada e integral. En donde la parte y el todo se unen confluyendo, lo local y lo global se entrelazan, el fragmento y la totalidad no se oponen sino que se fecundan en comunión. En la inter-relación y retro-alimentación de todo con todo, ya que todo está unido con todo. Es la perspectiva católica de lo universal, de la diversidad en la unidad que se trasciende en algo más (es “magis” tan ignaciano), en la búsqueda de más verdad, belleza y el bien mayor.

Hay que querer el bien más común y universal que, de forma solidaria, promueve el valor del destino universal de los bienes que está por encima de la propiedad, ya que la propiedad tiene un inherente carácter social y personal al mismo tiempo. Es el magis, a la mayor gloria de Dios que, desde la fe trinitaria, es comunión y amor solidario en las diversas Personas Divinas que se unen, que se entregan mutuamente. En contra de todo individualismo, corporativismo y nacionalismo insolidario.

Desde la ética y la fe católica, el amor universal, la fraternidad mundial, la solidaridad internacional, la paz y la justicia global con los pobres de la tierra, por ejemplo con los hermanos migrantes y refugiados, trasciende toda barrera, frontera, patria, nación…

El tercer principio, la unidad está antes que el conflicto, nos lleva a cargar con la realidad y sus sufrimientos, males e injusticias, con las luchas dramáticas entre el bien y el mal. En sentido teológico, es la conciencia de la pugna entre el Don de la Gracia y el egoísmo del pecado con su maldad e injusticia.

Asimismo, se expresa aquí el principio y virtud de la misericordia, el mismo Ser de Dios que es Amor y Misericordia. Por el que asumo todo este dolor e injusticia que padecen los otros, la pasión de los pueblos crucificados por el mal, injusticia y pecado del mundo. La unidad fraterna se rompe con la opresión e injusticia que se causa a los otros, la dominación y tiranía sobre los pueblos, las comunidades y los seres humanos.

Todas estas autoridades y leyes que niegan el bien común. Las estructuras sociales de pecado y los sistemas económicos perversos: que impiden la justicia y el valor del destino universal de los bienes, imponiendo el ídolo de la propiedad; que rechaza el principio del trabajo, con la dignidad del trabajador y sus derechos como es un salario justo, mediante la esclavitud de la idolatría del capital; que perpetran el pecado de la usura, con sus créditos abusivos e injustos, sacrificando la vida de las personas.

Por lo tanto, hay que realizar ese juzgar (juicio ético). Lo que, unido a la ley natural, lleva a valorar como injusto e inmoral todo aquello que va en contra de la vida y dignidad de la persona, que no promueve el amor y la justicia liberadora con los otros, con los pobres y pueblos. La fe y teología nos muestra al Dios de la vida que nos regala el ser, que nos dona la existencia. Y que se opone a todos estos falsos dioses idolátricos que dan muerte como el dinero, la codicia, el poder y poseer que sacrifican la existencia (ser) de los pueblos y los pobres.

El cuarto y último principio, el tiempo es superior al espacio, señala el dinamismo y trascendencia de lo real. Con los procesos emancipadores y liberadores de las personas, pueblos y pobres en la lucha por más vida, fraternidad solidaria y justicia. Frente a los espacios de poder y dominación.

Expresa ese principio humanista de la subsidiariedad que, en la clave de la opción por los pobres, significa que las personas, los pueblos y los pobres adquieren una verdadera libertad, siendo sujetos protagonistas de la misión y de su promoción liberadora e integral. Es el amor trascendente y liberador, que realiza la existencia de la santidad con la pobreza solidaria en la comunión de vida, bienes y luchas por la justicia con los pobres de la tierra. Frente a los ídolos de la riqueza-ser rico, poder, violencia y tener que esclavizan al ser persona, fraterna y solidaria.

Se nos manifiesta así la sociabilidad del ser humano con la virtud ética de la política, en el amor social y cívico. Expresando el inherente carácter público e histórico de la fe, es la virtud teologal de la caridad política que busca el bien común, los derechos humanos, la civilización del amor y la justicia con los pobres de la tierra. La caridad política que, unidad inseparablemente a la justicia social, va las causas de los males y problemas.

Restituyendo la opresión e injusticia que sufren los pueblos y los pobres, a los que se les roba y expolia sus bienes, recursos y capacidades para un desarrollo humano e integral. Es ese servicio y compromiso del amor solidario, que en lucha por la justicia con los pobres nos regala el sentido, la felicidad y la vida plena-eterna en la comunión con Dios.

Tal como nos trasmite la fe e iglesia con Francisco, es la vida y sabiduría de los santos entrañada en el Dios que se nos revela en Jesús Pobre-Crucificado. Y que en su Espíritu, nos regala el amor liberador, la verdad, la belleza, el bien y la justicia. En contra de los ídolos de la riqueza-ser rico, del tener y poder. El camino de la fe y de la Navidad no es otro que ese Jesús Encarnado en lo humano, el Cristo Pobre y Crucificado-Resucitado que, con su Espíritu de amor y justicia, nos dona su salvación liberadora de todo mal, esclavitud, pecado muerte e injusticia.

Fuente: loyolaandnews

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