lunes, 5 de diciembre de 2016

Contrastes bíblicos. La Palabra de Dios.



Pedro Serrano García

Siempre se nos ha dicho que la Biblia es la Palabra de Dios. Pero la propia Biblia expresa que “nadie puede ver a Dios sin morir”, es decir, que Dios permanece en el misterio absoluto, luego para el ser humano es imposible oírle, verle, tocarle, gustarle u olerle; la persona no puede ni sentir ni comprender si Dios existe o es imaginación del hombre. Imposible demostrar si es una realidad divina trascendente o una idea humana inmanente. Creyentes y ateos, sabios e ignorantes, buenos y malos, somos incapaces ante lo trascendente.

Por ello, tampoco sabemos con plena certeza si el hombre es semejanza de Dios o Dios es imagen del hombre, o tal vez haya algo de ambas cosas. Ignoramos si el Universo en expansión surgió por voluntad divina hace 13.800 millones de años o es fruto de la casualidad, si ha existido siempre o apareció accidentalmente de la nada. Desde la evolución de las especies, los seres humanos emergieron hará unos 250.000 años como una nueva clase de homínidos; pero, ¿fue por creación divina o por azar natural?

Para algunos pensadores, la Palabra de Dios se expresa en palabras humanas. Aun considerando la Palabra de Dios plena y perfecta, nos encontramos que la capacidad humana de comprensión del ser divino que permanece en la oscuridad del misterio, por nuestra parte es malévola, débil, imperfecta, decadente y egoísta; evolutiva y con altos y bajos a lo largo de la historia. Aunque también las cualidades de interpretación humana sobre lo divino, en otras ocasiones, es amorosa, solidaria, entregada, fiel y sincera. La imagen de Dios y su Palabra, están sujetas al desarrollo cultural humano de cada época y de cada lugar; lo que origina las diversas religiones y su desarrollo histórico. Entre las más importantes se encuentran el Budismo y el Hinduismo; asimismo las religiones del libro: Islamismo, Judaísmo y Cristianismo.

En definitiva, ¿la Biblia es la Palabra de Dios expresada en palabras humanas a los largo de unos dos mil años?, o por el contrario, ¿la Biblia es la palabra humana sobre Dios y su Palabra transcendente? Ya consideremos uno u otro criterio, la existencia de Dios, implica la intervención divina en la evolución histórica de cada persona, de cada colectividad y de cada pueblo sin condicionar sus respectivas libertades. Misteriosamente Dios conduce a la humanidad aposentada en esta Tierra que está inmersa en el inabarcable Universo, hacia la nueva vida plena en la trascendencia de su existencia.

La utopía cristiana afirma que, en la “casa del Padre” (el “nuevo Cielo y la nueva Tierra”), aunque en esta vida ni vemos ni comprendemos, se realizará una nueva existencia trascendente de los seres humanos ya resucitados como hijos de Dios; donde no habrá maldad, ni violencia, ni expolio, ni debilidad, ni ignorancia, ni matrimonio, ni necesidad, ni dolor, ni muerte. Es decir, se vivirá la fraternidad universal, pues la explotación del hombre contra el hombre habrá desaparecido. ¡Asombroso! No necesitaremos en la Resurrección ni religión, ni fe, ni esperanza; pues plena eternamente estaremos viendo a Dios “cara a cara”.
¿De qué Dios hablamos?

El judaísmo acepta 39 libros del Antiguo Testamento bíblico como Palabra de Dios, mientras que las diversas Iglesias evangélicas añaden a los 39 libros del Antiguo Testamento, los 27 libros que comprendes el Nuevo Testamento; en total 66. Para el catolicismo La Biblia la componen 73 libros, 46 del AT (39 canónicos y 7 deuterocanónicos) más los 27 del NT. Es decir, la Biblia la componen los libros siguientes: para los judíos 39, para los protestantes 66 y para los católicos 73. Ambos Testamentos o Alianzas tienen continuidades y discontinuidades, parecidos y desemejanzas, concordancias y oposiciones, tanto en cuanto a la identidad de Dios como a la de su santa Palabra. Observemos algunos casos:
Dios liberador. En el libro del Éxodo, capítulo 3, se nos revela a Dios con el nombre de Yahvé, que actúa promoviendo la liberación de unos empobrecidos esclavos en Egipto, dirigidos por su profeta Moisés. Es un Dios compasivo con los sufrimientos de los hebreos.

Posibles ejemplos actuales se podrían ver en los sistemas levantados en Bolivia con Evo Morales y en Ecuador con Correa que, aunque con sus deficiencias, afirman su autodeterminación frente a la dominación del Imperio Norteamericano, a semejanza del Israel bíblico frente al imperio Egipcio. Evidentemente, si creemos en Dios, el habrá influido en la historia para que ambas emancipaciones boliviana y ecuatoriana respecto del yugo yanqui hayan sido posible, sin que ello quite mérito alguno a los movimientos emancipadores de ambos pueblos. Constatamos la acción humana, pero creemos en la actuación divina.

Dios colonizador. Sin embargo, en el capítulo 7 del Deuteronomio, claramente se manifiesta como un Dios invasor y colonialista. Entre otras cosas ordena Yahvé a los israelitas: tomarás posesión de la tierra cananea en donde habitan siete naciones, para que las derrotes y destruyas; nunca hagas alianzas con ellas; tampoco las “tendrás compasión” ni emparentarás tus hijos e hijas con sus habitantes, de lo contrario entraré en cólera y os destruiré.
Un posible parecido moderno lo tenemos con los dirigentes del actual Estado de Israel, pues van lentamente destruyendo sin compasión alguna al pueblo palestino que invadieron y se posesionaron de sus tierras. Claro, este genocidio que padecen los palestinos no sería posible si Estados Unidos y la Unión Europea defendieran, frente al Estado racista de Israel, a la debilitada y fallida nación palestina.

Dios emigrante. En la interpretación bíblica ha de tenerse en cuenta que “la letra mata y el espíritu vivifica”. Hay que evitar interpretaciones literales y fundamentalistas. Aplicando el método interpretativo histórico-crítico, hay teólogos que consideran que hacía el 1.200 a.C., hubo diferentes oleadas de emigrantes hacia Canaán, además del grupo del éxodo. Todos ellos se fueron situando pacíficamente en las zonas montañosas, pues al ser menos productivas estaban más desocupadas; mientras que en las planicies más cercanas al Mediterráneo se habían constituido las ciudades-Estados con los pequeños pueblos cananeos, amorreos, hititas, filisteos, jebuseos, etc. Aunque la ocupación de las tribus nómadas emigrantes fue prioritariamente pacífica, dado que los clanes hebreos eran bastante más atrasados e indefensos que los pueblos cananeos, no se libraron de escaramuzas y agresiones, saqueos y asesinatos.

Fueron los hebreos evadidos de Egipto y dirigidos por Josué, los que propusieron a los demás grupos emigrantes en las montañas más cercanas al río Jordán, la alianza entre las tribus asumiendo como Dios a Yahvé, el liberador de los pobres y esclavos; pues los otros dioses (o ídolos) de los pueblos de Canaán, privilegiaban a los opresoras castas de ricos y reyes. Así serían más fuertes para defenderse de las agresiones de los pueblos vecinos.

Al cabo del tiempo, los encontronazos entre las ciudades-Estado contra los nuevos emigrantes hebreos, fue fortaleciendo a los israelitas hasta ser la nación victoriosa y bien constituida bajo la monarquía davídica. Ello fue posible, asimismo, por las crisis internas de las grandes potencias: tanto de Egipto en el Oeste, como de Asiria y Babilonia en el Este.
Digamos que, Dios bíblico es contrario a las invasiones y las colonizaciones de un pueblo contra otro, pero favorable a la acogida de los emigrantes y a la unidad en una sola nación entre emigrantes y naturales, respetando la diversidad enriquecedora de sus culturas. Al fin y al cabo el homínido homo sapiens (considerado el ser humano actual), apareció en África con cualidades migratorias hasta poblar nuestro planeta. La Tierra es de Dios y los seres humanos organizados en Estados y naciones somos sus administradores, pero no sus dueños. El derecho de emigración es inalienable. Tiene prioridad la persona, ya sea indígena o emigrante, frente a la nación, la cultura y la raza.

Denunciamos, pues, a los dirigentes de Estados Unidos y de los Estados europeos que expolian a los pueblos en vías de desarrollo, pero impiden a los emigrantes y refugiados asiáticos, africanos y latinoamericanos participar en su promoción.
Dios misericordioso. La genialidad de JESÚS de Nazaret, es que inaugura el Reinado de Dios en el siglo I de nuestra era, superando las concepciones divinas de Yahvé, como duro juez, guerrero, vengativo, colonizador, racista y nacionalista. Asume, sin embargo, las cosmovisiones de los profetas del Antiguo Testamento que dan testimonio de Dios como liberador de los esclavos hebreos, Dios protector de los marginados emigrantes en Canaán, defensor de los pobres y de los extranjeros, de las viudas y de los huérfanos. Los profetas, a su vez, denunciaron a los ricos y a los reyes opresores. Propusieron un Dios animador de un mundo de paz, justicia y abundancia.

JESÚS, pues, basado en el profetismo bíblico como el de Isaías, Jeremías, Amós y Miqueas, supo potenciar otras imágenes de Dios, tales como: Dios compasivo, misericordioso, cercano, comprensivo, liberador de los oprimidos, pacifista, humilde, entregado, servicial, paternal y maternal. Es el Dios de los pobres y de los marginados. Es Dios salvador de todos y de todas. El Dios de JESÚS no pretende destruir al poderoso ni al pecador, ni al pagano ni al clerical, sino convertirlos a la solidaridad mediante el perdón y la entrega de su propia vida. En la cruz manifiesta su inmensa bondad con los verdugos: “perdónalos Padre, porque no saben lo que hacen”. Ese perdón divino abarca salvadoramente a toda la humanidad.

Con JESÚS, queda abolida la venganza contra el enemigo, Incluso la ley del Talión judía del “ojo por ojo y diente por diente”. A partir de JESÚS, solo es posible el amor sincero: al pobre para liberarlo, al opresor para convertirlo, al prójimo para servirlo, al ignorante para educarlo, al enfermo para sanarlo. Hagamos verdaderos Estados de Bienestar justos y equitativos en todas las naciones, mediante la solidaridad entre los pueblos.
La fraternidad mundial en marcha
El Dios de JESÚS, es Padre bondadoso de todos los seres humanos, pueblos y razas; es el Dios Amor, tal como lo expresa Juan en su evangelio y en sus cartas, que “hace salir el Sol sobre buenos y malos”. JESÚS, manifestación plena de Dios, deja de ser un Dios para una sola nación (Israel), revelándose como el único Dios de todas las naciones, razas, culturas y religiones de la Tierra. Dios acoge y ama a los creyentes y a los increyentes, a los pecadores y a los enemigos, al prójimo y al lejano, pero sobretodo al empobrecido y al emigrante.

JESÚS, como Hijo de Dios, inaugura el Reino de fraternidad y de vida, de justicia y de paz; pero sin destruir a los enemigos, enriquecidos y poderosos, como hacen los líderes político-económicos de todas las épocas; sino al contrario, promueve el Reinado de Dios sin cambiar ningún sistema político-económico; sino transformándolos mediante el amor y entregando su vida por los verdugos y las víctimas. No quita la vida a los contrarios, sino que entrega la suya para la liberación de todos. Diríamos que Dios se encarna en la raza humana y en todas sus instituciones políticas y económicas para promover la fraternidad universal.
Ejemplos actuales del Dios amor y liberador de los empobrecidos, se descubren en personajes tales como Gandhi (India), Luther King (Estados Unidos), Nelson Mandela (África del Sur), Oscar Romero e Ignacio Ellacuría (El Salvador), Berta Cáceres (Honduras) y Marcelino Camacho (España), junto con muchos otros y otras que murieron trabajando pacíficamente por un mundo nuevo donde se respete la dignidad y los derechos de los seres humanos, se acabe con la explotación de las minorías poderosas contra las mayorías trabajadoras y se levante un sistema fraternal y solidario. Otro mundo es posible.

Diciembre 2016

Fuente: Redes Cristianas

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