Por Fernando Del Corro. (*)
Buenos Aires.
Los periodistas que cubrieron en Mar del Plata, la perla del Atlántico argentino, la cumbre americana de 2005 cuando el ex presidente estadounidense George Walker Bush llegó con la propuesta del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) no pueden llamarse a engaño.
En Chile no ganó la derecha poniendo fin a un prolongado período de gobiernos de izquierdas que presuntamente generaron cambios profundos a favor del pueblo de ese país. Como dijera el ex vicerrector de la Universidad de Buenos Aires (UBA) Atilio A. Borón, parafraseando al ex presidente brasilero Fernando Henrique Cardoso, al final el votante termina prefiriendo el original a la copia, y en este caso a la mala copia.
El presidente “socialista” chileno Ricardo Lagos fue en esa ocasión uno de los más entusiastas a la hora de respaldar a Bush para la puesta en marcha. Junto con su colega mexicano Vicente Fox, que no ocultaba su condición de representante de las derechas, resultó
Lagos el principal socio de Bush, mientras los cuatro países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), junto con Venezuela se encargaron de desarticular el proyecto del ALCA. Algo que ya la Argentina había iniciado cuando entre fines de 1889 y comienzos de 1890 se desarrolló en Washington, la capital estadounidense, la Conferencia Panamericana donde se presentó el primer intento fallido en la materia. Esa vez los representantes argentinos apoyados por los chilenos mientras los brasileros jugaron a favor de la ya por entonces gran potencia del norte.
En estos días miles de columnas se han escrito para hablar de la victoria de la derecha chilena y de sus complicaciones para la integración regional. El ejemplo antes citado es más que suficiente para mostrar que al gobierno de la Concertación no le interesaba para nada avanzar por ese camino por lo menos durante sus tres primeras gestiones de los democristianos Patricio Aylwin y Eduardo Frei y del citado Lagos.
Durante el último, de la socialista Michelle Bachelet, las cosas cambiaron algo en esa dirección, pero no lo suficiente, habida cuenta de la composición de la coalición gobernante en la que tenían un rol predominante algunos personajes manifiestamente admiradores del pasado pinochetista como el canciller Alejandro Foxley.
Bachelet no alcanzó a cambiar esa imagen de la Concertación aunque avanzó tibiamente en algunas cosas que sus tres precursores no tuvieron en cuenta como en derechos humanos, el sistema previsional y el acercamiento a sus vecinos, incluyendo una negociación con vistas a dar una salida al mar a Bolivia. Pero los derechos humanos se siguieron violentando, en particular en el caso de los aborígenes, se insistió ante la Argentina pidiendo la extradición de asilados que habían huido de la dictadura de Augusto Pinochet y el régimen jubilatorio, aunque más matizado, siguió en manos de corporaciones financieras. Además no se hizo esfuerzo alguno para modificar la constitución pinochetista plenamente aplicada por la Concertación.
La enorme abstención que se produjo entre los sectores populares, sobre todo entre los de más bajos ingresos y los jóvenes muestra a las claras el rechazo a una gestión de dos décadas de “progresismo” donde la mascarada gestual no cambió el fondo de las cosas con una política económica que en lo esencial nada cambió respecto de la aplicada durante los tiempos del terrorismo de estado. Incluso el propio Pinochet fue defendido por la Concertación cuando resultó sometido a juicio y encarcelado en Europa por sus crímenes de lesa humanidad. Y cabe preguntarse porqué el recién derrotado Frei nada hizo durante sus años de primer magistrado siquiera por el asesinato de su padre, también ex presidente. Lo de antes suena más a compromiso con el régimen militar y lo de ahora como un manotazo de ahogado electoral.
Durante el gobierno de la Concertación Chile pasó a ser el segundo poder militar de América del Sur, detrás del Brasil y delante del Perú y la Argentina, según los estudios realizados por organismos brasileros como el portal “Military Power Review”.
El dinero presupuestario destinado a ello supera claramente al que se aplica para cualquier cuestión social. No es casual que en los barrios pobres muy poca gente se haya registrado para votar y que de ellos haya surgido la mayor parte del 21 por ciento de los votos que captó el candidato independiente de izquierda Marco Enríquez Ominami, con perspectivas de poder convertirse en una figura aglutinante para el futuro de manejarse con inteligencia en los próximos años.
En cambio no parece el mismo el futuro del Partido Demócrata Cristiano (PDC), extinto ya en casi todo el mundo, casi con la excepción de Alemania donde funciona como una expresión de la derecha y no del socialcristianismo. Habrá que ver cual puede ser el futuro del Partido Socialista (PS) si Bachelet logra darle nuevos bríos y el del Partido por la Democracia (PPD), la derecha socialdemócrata de Lagos. Y qué perspectiva de crecimiento tiene la coalición Partido Comunista (PC)-Partido Humanista (PH) que ha mejorado sus performances electorales obteniendo su primer legislador nacional en estas dos décadas.
Respecto de la gestión de Piñera, habida cuenta de lo sucedido en ese período de la Concertación, no parece que se introducirán grandes cambios. Chile ha optado por el camino de los Tratados de Libre Comercio (TLC) y no del Mercosur, aunque si participa de la difusa Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que llegó a presidir Bachelet y condenar el golpe en Honduras., cosa que también hicieron otros gobiernos de derecha de la región.
Seguramente Piñera continuará con los TLC aunque por sus negocios particulares no le convienen futuros conflictos con la Argentina, donde es propietario, entre otras cosas, de la aerotransportadota LAN; con Perú, también sede de sus intereses, y con el que Chile debate problemas limítrofes en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), de La Haya (Países Bajos); y otros.
En ese marco hasta puede ser prudente en una esperada futura alianza de las derechas del Pacífico con Alan García en el Perú y Alvaro Uribe en Colombia. Y hasta, tal vez, cuando Petrobras se convierta en exportadora de Petróleo, se abastezca Chile en el Brasil en lugar de hacerlo, como actualmente, en Nigeria, porque, en definitiva, la Concertación nunca le compró a la Venezuela liderada por Hugo Rafael Chávez.+ (PE)
(*) Periodista, historiador graduado en la Facultad de Filosofía y Letras (FyL) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), docente en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UBA en "Historia Económica Argentina" y subdirector de la carrera de "Periodismo económico" y colaborador de la cátedra de grado y de la maestría en "Deuda Externa", de la Facultad de Derecho de la UBA. Asesor de la Comisión Bicameral del Congreso Nacional para la Conmemoración del Bicentenario 1810-2010. De la redacción de MERCOSUR Noticias. El presente artículo fue editado por El Atlántico de Mar del Plata.
PreNot 8701
100201
Fuente:
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4281
En Chile no ganó la derecha poniendo fin a un prolongado período de gobiernos de izquierdas que presuntamente generaron cambios profundos a favor del pueblo de ese país. Como dijera el ex vicerrector de la Universidad de Buenos Aires (UBA) Atilio A. Borón, parafraseando al ex presidente brasilero Fernando Henrique Cardoso, al final el votante termina prefiriendo el original a la copia, y en este caso a la mala copia.
El presidente “socialista” chileno Ricardo Lagos fue en esa ocasión uno de los más entusiastas a la hora de respaldar a Bush para la puesta en marcha. Junto con su colega mexicano Vicente Fox, que no ocultaba su condición de representante de las derechas, resultó
Lagos el principal socio de Bush, mientras los cuatro países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), junto con Venezuela se encargaron de desarticular el proyecto del ALCA. Algo que ya la Argentina había iniciado cuando entre fines de 1889 y comienzos de 1890 se desarrolló en Washington, la capital estadounidense, la Conferencia Panamericana donde se presentó el primer intento fallido en la materia. Esa vez los representantes argentinos apoyados por los chilenos mientras los brasileros jugaron a favor de la ya por entonces gran potencia del norte.
En estos días miles de columnas se han escrito para hablar de la victoria de la derecha chilena y de sus complicaciones para la integración regional. El ejemplo antes citado es más que suficiente para mostrar que al gobierno de la Concertación no le interesaba para nada avanzar por ese camino por lo menos durante sus tres primeras gestiones de los democristianos Patricio Aylwin y Eduardo Frei y del citado Lagos.
Durante el último, de la socialista Michelle Bachelet, las cosas cambiaron algo en esa dirección, pero no lo suficiente, habida cuenta de la composición de la coalición gobernante en la que tenían un rol predominante algunos personajes manifiestamente admiradores del pasado pinochetista como el canciller Alejandro Foxley.
Bachelet no alcanzó a cambiar esa imagen de la Concertación aunque avanzó tibiamente en algunas cosas que sus tres precursores no tuvieron en cuenta como en derechos humanos, el sistema previsional y el acercamiento a sus vecinos, incluyendo una negociación con vistas a dar una salida al mar a Bolivia. Pero los derechos humanos se siguieron violentando, en particular en el caso de los aborígenes, se insistió ante la Argentina pidiendo la extradición de asilados que habían huido de la dictadura de Augusto Pinochet y el régimen jubilatorio, aunque más matizado, siguió en manos de corporaciones financieras. Además no se hizo esfuerzo alguno para modificar la constitución pinochetista plenamente aplicada por la Concertación.
La enorme abstención que se produjo entre los sectores populares, sobre todo entre los de más bajos ingresos y los jóvenes muestra a las claras el rechazo a una gestión de dos décadas de “progresismo” donde la mascarada gestual no cambió el fondo de las cosas con una política económica que en lo esencial nada cambió respecto de la aplicada durante los tiempos del terrorismo de estado. Incluso el propio Pinochet fue defendido por la Concertación cuando resultó sometido a juicio y encarcelado en Europa por sus crímenes de lesa humanidad. Y cabe preguntarse porqué el recién derrotado Frei nada hizo durante sus años de primer magistrado siquiera por el asesinato de su padre, también ex presidente. Lo de antes suena más a compromiso con el régimen militar y lo de ahora como un manotazo de ahogado electoral.
Durante el gobierno de la Concertación Chile pasó a ser el segundo poder militar de América del Sur, detrás del Brasil y delante del Perú y la Argentina, según los estudios realizados por organismos brasileros como el portal “Military Power Review”.
El dinero presupuestario destinado a ello supera claramente al que se aplica para cualquier cuestión social. No es casual que en los barrios pobres muy poca gente se haya registrado para votar y que de ellos haya surgido la mayor parte del 21 por ciento de los votos que captó el candidato independiente de izquierda Marco Enríquez Ominami, con perspectivas de poder convertirse en una figura aglutinante para el futuro de manejarse con inteligencia en los próximos años.
En cambio no parece el mismo el futuro del Partido Demócrata Cristiano (PDC), extinto ya en casi todo el mundo, casi con la excepción de Alemania donde funciona como una expresión de la derecha y no del socialcristianismo. Habrá que ver cual puede ser el futuro del Partido Socialista (PS) si Bachelet logra darle nuevos bríos y el del Partido por la Democracia (PPD), la derecha socialdemócrata de Lagos. Y qué perspectiva de crecimiento tiene la coalición Partido Comunista (PC)-Partido Humanista (PH) que ha mejorado sus performances electorales obteniendo su primer legislador nacional en estas dos décadas.
Respecto de la gestión de Piñera, habida cuenta de lo sucedido en ese período de la Concertación, no parece que se introducirán grandes cambios. Chile ha optado por el camino de los Tratados de Libre Comercio (TLC) y no del Mercosur, aunque si participa de la difusa Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que llegó a presidir Bachelet y condenar el golpe en Honduras., cosa que también hicieron otros gobiernos de derecha de la región.
Seguramente Piñera continuará con los TLC aunque por sus negocios particulares no le convienen futuros conflictos con la Argentina, donde es propietario, entre otras cosas, de la aerotransportadota LAN; con Perú, también sede de sus intereses, y con el que Chile debate problemas limítrofes en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), de La Haya (Países Bajos); y otros.
En ese marco hasta puede ser prudente en una esperada futura alianza de las derechas del Pacífico con Alan García en el Perú y Alvaro Uribe en Colombia. Y hasta, tal vez, cuando Petrobras se convierta en exportadora de Petróleo, se abastezca Chile en el Brasil en lugar de hacerlo, como actualmente, en Nigeria, porque, en definitiva, la Concertación nunca le compró a la Venezuela liderada por Hugo Rafael Chávez.+ (PE)
(*) Periodista, historiador graduado en la Facultad de Filosofía y Letras (FyL) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), docente en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UBA en "Historia Económica Argentina" y subdirector de la carrera de "Periodismo económico" y colaborador de la cátedra de grado y de la maestría en "Deuda Externa", de la Facultad de Derecho de la UBA. Asesor de la Comisión Bicameral del Congreso Nacional para la Conmemoración del Bicentenario 1810-2010. De la redacción de MERCOSUR Noticias. El presente artículo fue editado por El Atlántico de Mar del Plata.
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Fuente:
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4281
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