viernes, 20 de agosto de 2010

Crónica de la celebración por los 70 años de la comunidad Ecuménica de Taizé


El 20 de agosto de 1940, en plena guerra mundial, el hermano Roger llegó solo al pueblo de Taizé con el proyecto de fundar una comunidad. Asesinado por una joven enferma durante la oración vespertina, muere el 16 de agosto de 2005. Como él no deseaba que hubiera demasiadas palabras pronunciadas en las iglesias, la comunidad de Taizé marcó el doble aniversario de los 70 años de su fundación y de los 5 años de la muerte de su fundador por medio de una simple peregrinación, la tarde del sábado 14 de agosto.
Con las 5.000 personas presentes en la colina, los hermanos se reunieron a las 19h.30 en un gran campo al lado del pueblo y celebraron al aire libre la primera parte de la oración común: cantos, un texto bíblico leído en varios idiomas por jóvenes de diversos continentes y un momento de silencio. Un joven italiano, originario de Trento, que vive en Taizé desde hace ya un cierto tiempo entró en la comunidad recibiendo el hábito blanco que llevan los hermanos.
Luego todos juntos, los hermanos y los miles de jóvenes de los setenta países que acababan de pasar la semana a Taizé, y también unos niños, atravesaron el pueblo en una peregrinación. Pasaron delante del cementerio de la pequeña iglesia románica dónde descansa el hermano Roger y dónde fue colocado, a la ocasión, el icono copto egipcio de la amistad, que era muy querido por el hermano Roger. Todos se dirigieron hacia la Iglesia de la Reconciliación donde se celebró la segunda parte de la oración común: se leyó el Evangelio de la resurrección y fueron iluminadas miles de pequeñas velas que cada uno tenía, simbolizando la esperanza de la resurrección.
El hermano Alois dijo está oración, siendo las únicas palabras pronunciadas:
Dios de amor, te damos gracias por la vida entregada de nuestro hermano Roger que nos ha dejado hace ya 5 años, y que hace 70 años llegó solo a este pueblecito de Taizé.
Buscaba vivir ardientemente de tu confianza y decir tu bondad infinita por cada ser humano, creyente o no: tú, el Dios vivo que no condena y que no excluye a nadie de su amor.
En esa confianza tú les concediste el encontrar la fuente de la alegría y de la paz: la paz del corazón que fue lo que hizo de él un creador de paz entre los hombre.
Como San Juan Bautista tan solo quería preparar los caminos de Cristo y reunir a tu pueblo para decirle a todos que « Dios está muy cerca de vosotros. »
Volverse hacia ti, Dios de amor, y estar cerca de los más pobres eran para él realidades inseparables. Aliviar los sufrimientos, acoger a los jóvenes, escuchar para así comprender todo del otro: allí se encontraba la vía que tú le abriste para que caminase tras los pasos de Cristo y para que escuchase al Espíritu Santo.
Aunque pobre y vulnerable, usando sus propias expresiones, con todas sus fuerzas eligió amar.
Amaba tu Iglesia que reúne a los creyentes en un única comunión más allá de todas las fronteras políticas, sociales o culturales. Esta era para él, el signo de esperanza de una humanidad reconciliada.
Te damos gracias el poder recordarle con toda la Iglesia. Las palabras de papa Benedicto van directo al corazón cuando escribe: «Que su testimonio de un ecumenismo de la santidad nos inspire en nuestro camino hacia la unidad.» Los patriarcas de Constantinopla y de Moscú, el arzobispo de Canterbury, los responsables luteranos y reformados, como tantos otros, se unen para decirte nuestro agradecimiento.
Concédenos, a todos nosotros, continuar de todo corazón lo que el hermano Roger comenzó. Como él, quisiéramos vivir de la amistad de Cristo poniendo en práctica, sin esperar, aunque sea una sola palabra del Evangelio.
En la comunión de toda la Iglesia a través del mundo y con quienes nos han precedido en la fe, desde los apóstoles y María, te alabamos y te cantamos:
“Jesucristo, luz interior, no dejes que mis tinieblas me hablen. Jesucristo, luz interior, concédeme acoger tu amor.”

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