martes, 23 de septiembre de 2014

Sí a combatir el cambio climático.


ECLESALIA, 19/09/14.- Dentro de unos días tendrá lugar en Nueva York una cumbre convocada por Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU, para que líderes políticos, sociales, industriales y financieros se comprometan a paliar los efectos del cambio climático construyendo una economía baja en carbono. A ésta cumbre, que lleva el lema “Sí a combatir el cambio climático”, le seguirán las de Lima y París donde se esperan grandes decisiones el próximo año. Pero, ¿se adoptarán medidas valientes o serán, como el Protocolo de Kioto, promesas vacías? Las ideas están claras pero, reformulando la gran cuestión al modo clásico, nos preguntamos: ¿quién le pondrá el cascabel al gato?

El cambio climático es un hecho, así como su autoría: la emisión descontrolada por parte del ser humano de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. En 2013, las emisiones de CO2 registraron el mayor incremento anual en los últimos 30 años. Si no variamos el rumbo, en unas pocas décadas se sucederán cambios irreversibles que acelerarán la desaparición de millones de especies y pondrán en grave peligro la supervivencia misma del ser humano, en especial los más pobres y vulnerables.

El clima es una ecuación muy compleja formada por decenas de variables que se retroalimentan. Algunos investigadores han alertado de que una débil subida de temperaturas está produciendo ya la liberación de metano en el Ártico, un gas de efecto invernadero con una acción 20 más potente que el CO2. Si la tundra ártica se descongela, de la permafrost surgirá tanto metano que sólo podemos imaginar sus efectos como una película de terror. Estamos jugando a aprendices de brujo y se nos está yendo de las manos nuestro mefistofélico experimento.

Algunos científicos y medios de comunicación siguen poniendo en duda la seriedad del problema e incluso llegan a negar su existencia, pero muchos periodistas e investigadores han denunciado que tras estas opiniones hay campañas de intoxicación financiadas por grandes grupos políticos y económicos que quieren evitar verse afectados por las consecuencias a corto plazo de tomar medidas serias que frenen el calentamiento global. Uno de los personajes más notorios fue el último presidente Bush. En medio de esta pretendida confusión, el mirar hacia otro lado, aduciendo otras prioridades (entre ellas la misma crisis económica que padecemos), se ha convertido en una práctica generalizada de nuestros líderes. Pero, ¿podemos permitirnos seguir así? ¿Somos realmente conscientes de que cuando nuestra casa se está quemando es una locura ponerse a discutir sobre el color de las paredes? La humanidad se enfrenta a muchos y graves problemas a la vez, pero ninguno de la magnitud y capacidad de destrucción del cambio climático.

El combate empieza por pequeñas decisiones personales, desde luego. Llevamos ya muchos años oyendo y obedeciendo indicaciones en la línea de coger la bici en vez del coche. Pero no basta con mejorar los hábitos individuales o colectivos de consumo; son precisos enormes transformaciones estructurales y culturales que sólo una sociedad unida a nivel planetario puede llevar a cabo. Imaginemos que los expertos acudieran a la cumbre con la idea de que en 10 o 15 años debería prohibirse la producción de motores para el transporte rodado que no fueran totalmente eléctricos. Tenemos la tecnología para ello pero necesitamos mucho más: compartir el conocimiento con países en vías de desarrollo, hacer enormes inversiones públicas en energías renovables, renunciar a modelos económicos basados en el crecimiento infinito del PIB, cambiar nuestros hábitos culturales y de ocio…

El cálculo de la factura social y económica de semejante revolución excede a nuestra imaginación pero, como en toda guerra, sabremos sacar de nosotros mismos una fuerza y un ingenio del que siempre ha hecho gala el ser humano en sus luchas más épicss. Muchos hablan de que, si nos ponemos manos a la obra, la lucha global contra el cambio climático podría ser el impulso necesario para reactivar la economía, pero una economía distinta, menos contaminante y más humana. Necesitamos ahora dirigentes valientes que nos conduzcan por este camino de “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor” hacia una victoria que no podemos permitirnos no alcanzar. No faltan personas como José Mujica, presidente de Uruguay, o el Papa Francisco que, a la denuncia, añaden su propio compromiso con una vida sencilla y austera. Pero hace falta convencer a muchos más.

Para presionar a los líderes del mundo a tomar medidas urgentes y ponerle por fin el cascabel al gato, se celebrará en miles de ciudades de todo el mundo este domingo, 21 de septiembre, la Marcha Global Ciudadana contra el Cambio Climático. Se puede firmar la petición en https://secure.avaaz.org/es/100_clean_final/ y unirse al evento en https://secure.avaaz.org/es/join_to_change_everything_rb/

Es hora de actuar. Se lo debemos a las futuras generaciones. Se lo debemos a los pobres de la tierra que ya están sufriendo las amargas consecuencias de este jinete del apocalipsis. Se lo debemos al Señor, que nos hizo cuidadores de la Creación.

juan@ciberiglesia.net

ZARAGOZA.

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