jueves, 15 de noviembre de 2018

Dos nuevas parábolas: el poliedro y la pirámide invertida.


Por: Víctor Codina, SJ

Francisco, desde el comienzo de su pontificado, nos sorprende con gestos simbólicos: abrazar a enfermos, ir a Lampedusa y Lesbos, viajar en un coche utilitario, vivir fuera de los Palacios Vaticanos, etc. También suele emplear expresiones muy gráficas: oler a oveja, hospital de campaña, puertas abiertas, hacer lío, casa común, Alzheimer espiritual, economía que mata, cara de funeral, sonrisa de azafata, las tres “T” necesarias para vivir : techo, trabajo, tierra, etc.

Junto a estas imágenes populares, Francisco ha añadido dos nuevas imágenes geométricas: el poliedro y la pirámide invertida.

Poliedro no es la clásica esfera redonda donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias entre unos y otros, sino una figura en la que confluyen todas las parcialidades que conservan su propia originalidad, de modo que la identidad peculiar se integra cordialmente en la comunidad y la enriquece, sin quedar aislada ni esterilizada.

En el modelo del poliedro la Iglesia invita a la comunidad cristiana a los pobres con su cultura y su piedad, a las mujeres, a jóvenes y ancianos, a académicos, empresarios y artistas. Es la Iglesia del diálogo con las diversas configuraciones sexuales, con las diversas culturas, religiones e Iglesias. No es la esfera rígida, uniforme y cuestionadora de las diferencias. (La alegría del evangelio, 235-237).

La imagen de la pirámide es más conocida, aunque sea solo por las pirámides de Egipto: un polígono cuyas caras son triángulos que se juntan en el vértice de la cúspide. Aquí la originalidad de Francisco consiste en afirmar que la Iglesia ha de ser una pirámide invertida, con el Pueblo de Dios en la cúspide y los obispos y el papa abajo, a su servicio, como Jesús que vino a servir y no a ser servido. Es una crítica al centralismo patriarcal y jerárquico, al recalcitrante clericalismo y una invitación a escucharse y dialogar entre todos los miembros de la Iglesia, ya que todos caminamos conjuntamente hacia el Reino de Dios. 

Tanto el poliedro como la pirámide invertida son aplicables también a la sociedad y a la política. Frente a una sociedad uniforme y eliminadora de las diferencias culturales o políticas, consideradas protuberancias peligrosas, el poliedro aprecia, respeta y protege la diversidad, no la encarcela. La pirámide invertida es una invitación a escuchar al pueblo, a oír a los que ordinariamente están abajo, a buscar el bien común y a no convertir la política en provecho de los dirigentes.

Ambas parábolas son fuertemente revulsivas para la Iglesia y la sociedad, y no nos ha de extrañar que Francisco sea fuertemente criticado por los defensores de la esfera clásica y de las pirámides egipcias, sobre todo en estos tiempos de conservadurismo eclesial y vientos de neofascismo político.

Pero a través de estas dos imágenes se percibe la frescura evangélica de las parábolas de Jesús de Nazaret: el Reino de los cielos es como un poliedro… El Reino de los cielos es también como una pirámide invertida. Dichosos los que no se escandalizan de ello y lo ponen en práctica.




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