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viernes, 11 de diciembre de 2015

¿Por quién doblan las campanas?


Un campamento de refugiados/as de haitianos/as y dominicanos/as indocumentados/as que no es mediático ni en Haití ni en la República Dominicana. Todas las fotos: GARR. -

REPÚBLICA DOMINICANA-

Espacinsular-Reportaje del proyecto Periodismo Ciudadano para la Defensa de los Derechos Humanos implementado con el apoyo de la WACC y del Otto per Mille de la Iglesia Valdese.

Con el Plan de Regulación Migratoria implementado por el gobierno de la República Dominicana, producto de la Sentencia 168-13, dictada por el Tribunal Constitucional, que despojó a miles de dominicanos de origen haitiano, una cantidad indeterminada de haitianos indocumentados y dominicanos nacidos/as en este país que no pudieron demostrar su condición de dominicanos/as, fueron deportados/as hacia Haití.

En lo que va del proceso de repatriación de los inmigrantes indocumentados en la República Dominicana, tres mil 191 haitianas y haitianos han deportados.


Mientras, que cinco mil 821 haitianas y haitianos, optaron por marcharse “voluntariamente, según cifras proporcionadas por el Grupo de Apoyo a Refugiados y Repatriados, que trabaja en la frontera dominico-haitiana.

No se disponen de cifras oficiales actualizadas de cantidad de deportados/as tanto de haitianos/as como de otras nacionalidades. Solo las estadísticas que registran las entidades de derechos humanos que trabajan en la frontera como el GARR, el Servicio Jesuita, la Red Fronteriza Jano Sikse.

Algunos/as, sin nunca haber viajado a ese país, ni conocer la frontera que existe entre ambas naciones y otros/as que hace tiempo perdieron el contacto con sus familias, pero todos se quedaron en un mismo lugar en la comunidad haitiana de Anse-à-Pitres, fronteriza con la provincia dominicana de Pedernales.

“Aquí, en Anse-à-Pitres, han improvisado pequeños campamentos, sin luz eléctrica, ni agua potable, pero tampoco con servicios de salud. En fin, sin ningún tipo de protección social”, expresa el Grupo de Apoyo a Refugiados y Repatriados (GARR), organización de derechos humanos haitiana que acompaña el proceso.

Los repatriados/as han encontrado refugio entre ellos y ellas mismas.

Niños y niñas con la esperanza pérdida, a merced de la lluvia, el sol, pero además expuestos a las enfermedades que como el cólera, que ya ha provocado la muerte de 20 personas y más de 40 están enfermas, esperando la muerte, ante la falta de asistencia de parte de las autoridades oficiales.


“Los nuevos habitantes de Anse-à-Pitres” provienen de localidades dominicanas como Barahona donde trabajaban en plantaciones cañeras, de Jimaní o de otras zonas productivas como la parte alta cafetaleras de la región sur dominicana, donde trabajaban indocumentados.

Las familias repatriadas desde la República Dominicana se vieron obligadas a dejarlo todo. En muchos casos los repatriados/as llegaron Anse-à-Pitres, sin nada, con la esperanza secuestrada.

Ahora no saben qué hacer. Las autoridades haitianas no han asumido la responsabilidad por lo menos en el caso de los ciudadanos/as de ese país que fueron deportados/as por el gobierno dominicano.

Como dicen los afectados “Nadie nos acoge. Solo las ayudas de algunas entidades civiles yentre ellos y ellas mismas.

Los y las niñas de los improvisados campamentos de refugiados

Varias docenas de niños y niñas desnudas y descalzos y llenos de polvo, corretean por los alrededores de las carpas y las improvisadas casuchas que se han levando. El GARR ha identificado unos 174 menores de edad que están en condiciones más vulnerables que los adultos, ante los brotes de distintas enfermedades, siendo el cólera la mayor amenaza para sus vidas.

La inocencia de estas criaturas que ignoran la realidad pero sufren como los adultos. No tienen atenciones médicas, la alimentación es mala y precaria, pero tampoco tienen asistencia psicológica y educativa.

Están a la suerte del tiempo y la ignorancia casi total de la gran prensa que poco han visibilizado la crisis humanitaria que se vive allí.

Organizaciones humanitarias como el GARR están ofreciendo algunas asistencias, pero hace falta más. La protección del Estado haitiano y la intervención de entidades humanitarias internacionales, para evitar que salga de control. Las atenciones que se requieren con mayor urgencia están la salud, higiene y alimentación.

Indiferencia de los medios de comunicación

La realidad mediática es que cuando las repatriaciones de los inmigrantes haitianos indocumentados, la prensa dominicana ofreció una cobertura amplia y hasta cierta espectacularidad.

Un sector de los medios de comunicación con aprensión contra determinados grupos de inmigrantes, muy específicamente contra los haitianos indocumentados o contra sus descendientes, destacaban en las portadas de los diarios, cierto discurso de odio provenientes de partidos y grupos radicales de derechas.

Apoyaron las acciones “legales” del Tribunal Constitucional y de la Junta Central Electoral, para desnacionalizar a miles de dominicanos y dominicanas de ascendencia haitiana, bajo el alegato que sus padres eran extranjeros, es decir haitianos o haitianas.


Estos grupos con tinte xenófobos azuzaron el temor y el miedo en la población dominicana de una “supuesta haitiatización” de la sociedad. De la invasión pacífica, en su afán de reforzar la campaña de deportación de los indocumentados haitianos.

La reacción no se hizo esperar. Miles fueron los haitianos que incluso estando documentados, con sus pasaportes, residencias y estadía legal en el territorio dominicano, que optaron por marcharse a su país de origen.

Los y las que no pudieron abandonar suelo dominicano de forma voluntaria se han quedado bajo el riesgo de la repatriación, de correr la misma suerte de los refugiados y refugiadas de Anse-à-Pitres. La amenaza sigue latente.

Nota: “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti.” (John Donne, Devotions Upon Emergent Occasions.)

Referencia del título del presente reportaje a la novela de Ernest Hemingway “Por quién doblan las campanas”, una épica historia de amor a la humanidad donde se cuenta el dolor de las personas no importa sean abatidas por la guerra, también puede ser la desgracia de la pobreza, la exclusión social, la violencia de Estado o el derecho a migrar.



– See more at: http://www.waccglobal.org/articles/-por-quien-doblan-las-campanas#sthash.Mg7jWofK.dpuf

Fuente: ALC Noticias

domingo, 22 de enero de 2012

El acceso a Internet como derecho fundamental.



El debate sobre si el acceso a Internet debe ser un derecho fundamental en las sociedades democráticas viene ya de largo. En Europa, el país pionero en declarar ese derecho fue Finlandia. En América, países como Perú o Colombia –donde se propuso y luego se desestimó– también han contemplado la posibilidad de instaurarlo. Y la propia ONU ha declarado abiertamente que debiera serlo. El debate, pues, está abierto.
Razones para establecer ese derecho se han dado muchas. El blog de la revista Perspectiva las resume muy bien:
Internet es un concepto que revolucionó por completo la comunicación y al mundo entero. Una vez las personas acceden a ella, se rompe la barrera de espacio y tiempo. Internet se ha convertido en una condición para el desarrollo económico y social, y en una herramienta esencial para difundir y garantizar la democracia y la difusión del conocimiento, rompe barreras y facilita la toma de decisiones así como la ejecución de las mismas.
Aunque también se han esgrimido argumentos en sentido contrario, negando que el acceso a Internet debiera constituir un derecho en sí mismo. Las declaraciones más sorprendentes en este sentido han sido sin duda las deVint Cerf, co-creador del protocolo TCP/IP y conocido como uno de los “padres” de Internet, en un artículo cuyo título no deja espacio a la duda:“Internet Access Is Not a Human Right”.
Según Cerf, centrar el debate en el acceso a Internet como un derecho por sí mismo es un error. Para el ahora vicepresidente mundial y Chief Internet Evangelist de Google, la Red es sólo una herramienta tecnológica que habilita la posibilidad de que se ejerciten otros derechos fundamentales, como el derecho a la libertad de expresión o el derecho a la información. Y los derechos –expone– no debieran ser otorgados a las herramientas, sino a los fines que éstas nos permiten alcanzar:
La tecnología es un facilitador de derechos, no un derecho en sí misma. Existe es un gran obstáculo para que algo sea considerado un derecho humano. Puesto libremente, debe estar entre las cosas que los humanos necesitan para llevar una vida sana y plena, como el no ser sometidos a tortura o gozar de libertad de conciencia. Es un error poner ninguna tecnología en particular en esta categoría elevada, ya que con el tiempo terminaremos valorando las cosas equivocadas.
Se refiere Cerf a la declaración de la ONU, incluyendo el acceso a Internet entre los derechos humanos. Y quizá con razón opina que con los mismos argumentos se podría declarar ese acceso como derecho civil. Pero más allá de estas disquisiciones teóricas, en las que Cerf termina hablando de la responsabilidad de los agentes tecnológicos en la garantía y seguridad de ese acceso, existen razones políticas y económicas que en este caso quizá sí recomendaran declarar como derecho lo que Cerf identifica como herramienta.
Porque los derechos que Internet posibilita, como la libre expresión, sólo pueden ejercerse si se tiene acceso a la Red. El acceso es la primera garantía necesaria para el disfrute de esos otros derechos. Cuando gobiernos dictatoriales o no democráticos buscan alejar a sus ciudadanos de las libertades de expresión e información limitan o anulan el acceso a la Red o a parte de ella. No declarar el acceso como derecho sería descargar de responsabilidad a los censores.
Del lado de Cerf, pero valorando aspectos económicos que éste no contempla, se sitúa Adam Thierer, que en un artículo para The Technology Liberation Front expone que cualquiera que apoye el acceso a Internet como un derecho debería preguntarse quién paga los costes de ese derecho y cuáles serían las posibles desventajas para la competencia y la innovación derivadas de él.
En resumen, Thierer viene a decir que garantizar el acceso universal de banda ancha puede hacer quebrar económicamente a los gobiernos y que además sería ago que vendría a obstaculizar el progreso, ya que –asegura– “la competencia no se desarrolla habitualmente en instalaciones y servicios declarados como esenciales”.
Un punto exageradas estas valoraciones de Thierer, que parece presuponer que el derecho al acceso implique que conexiones de fibra óptica y alta velocidad deban llegar todos los rincones, y además de manera totalmente gratuita. Y no menos curioso resulta que, en esta era tecnológica, parezca opinar que favorecer la innovación sea, paradójicamente, no garantizar el derecho al acesso a Internet.
De otro lado, JD Rucker rebate en Techi.com los argumentos de Cerf, y se plantea tres cuestiones para reflexionar sobre la conveniencia del acceso como derecho:
  1. ¿Es posible en un futuro próximo crear una infraestructura que ponga el acceso a Internet al alcance de casi todos en el mundo?
  2. ¿Podría el acceso a Internet disponible en todo el mundo para la gran mayoría de la gente fomentar cambios positivos en cada cultura y cada sociedad?
  3. ¿Son los que no tienen acceso a Internet menos capaces de prosperar?
La respuesta al número 1 es definitivamente sí, aunque no sin dificultades. El número 2 es discutible, pero la historia reciente nos inclina hacia la respuesta afirmativa. El número 3 es una cuestión filosófica personal, pero una vez más la percepción general es también afirmativa.
Desde el punto de vista que aquí nos interesa, el del periodismo ciudadano, no cabe ninguna duda sobre la necesidad del derecho al acceso a Internet. Gran parte de la información ciudadana –y quizá la más interesante y necesaria– nos llega desde lugares donde el acceso a la Red no sólo es complicado, sino que además está supervisado por poderes políticos que pretenden mantener silenciada y en la ignorancia a la ciudadanía. De ahí que nos parezca digno de aplauso el que la ONU se manifieste en este asunto.
Como expone Mathew Ingram en GigaOM –inspirándonos para tratar este tema– ver el acceso a Internet como un derecho es un paso importante para hacer que esté disponible para tantas personas como sea posible. Que de eso, y no de otra cosa, se trata en definitiva.