Juan Luis Rodríguez Luque CCB –Zona de Antequera-
-Una posible interpretación-
*En las dos primeras, Jesús nos viene a decir que el comportamiento lógico, en cualquier ser humano, cuando pierde una parte de sus bienes (animales, dinero, etc.), consiste en lanzarse de inmediato a buscar o recuperar lo que considera como suyo. De no hacerlo, ¿qué pensaríamos?
Si bien, cuando lo que se ‘pierde’ es un ser humano, nuestra reacción ante el hecho oscila entre el total ‘desinterés’ -pasando de lo ocurrido- hasta el otro extremo, de mostrar una actitud de ‘desprecio’ u ‘odio’ hacia ese individuo, por haberse atrevido a salirse de la norma –a desviarse de lo acostumbrado, del rol asignado a su estatus-. Lo condenamos y/o excluimos del grupo casi de inmediato.
Es decir, no nos preocupa, no salimos en su búsqueda ni nos interesamos a fondo por averiguar sus motivos o las causas por las que ha decidido actuar así, de manera diferente a nosotros, a la mayoría. Simplemente, nos limitamos a esperar o exigir que recupere la ‘cordura’ y vuelva al redil del grupo, a cumplir con todo cuanto la gente hace en su entorno social.
Evidentemente, en la vida, todo el mundo, al mismo tiempo, no puede tener la razón o la verdad, si mantiene criterios opuestos. Pero, tampoco se deben simplificar las situaciones y los hechos trazando posturas maniqueas –nosotros somos los buenos y ellos, los malos, siempre-.
Por eso, en la tercera parábola, Jesús expone dos ‘actitudes’ muy frecuentes en cualquier colectivo: Una, la de aquellos que optan por cumplir las normas establecidas, más o menos a rajatabla, creyendo que de esa forma la ‘vida’ discurrirá por su cauce y todo saldrá a pedir de boca. Tal sumisión a las ‘normas’ suele realizarse como algo rutinario y frío; sin faltar las ganas, de vez en cuando, por saltarse las leyes; y, ¿quién no lo ha hecho alguna vez?
Realmente, la vida no transcurre de forma ‘perfecta’ por el mero hecho de someterse a las leyes. Esto fue uno de los grandes ejes que enfrentó a Jesús con las autoridades de su tiempo [Mt.23, 23]. Y en las cartas ‘paulinas’ se continúa esa línea de denunciar la ‘Ley como agente de muerte’ [2 Co. 3].
La otra actitud, viene a ser la contraria, la de quienes prefieren vivir libertariamente, sin sujeción a ningún tipo de norma, actuando en función de sus ‘deseos’ o caprichos más placenteros.
¡Ojalá, la vida, fuera tan simple y sencilla!: obedeciendo unas normas o, siguiendo los impulsos y necesidades que la existencia vaya planteando.
Los animales y la naturaleza, prácticamente, viven sujetos a leyes, sin tener que decidir. Se adaptan al medio o transmutan por fuerza mayor y ajena a su voluntad.
En cambio, el hombre es un ser complejo, en proceso inacabado de crecimiento o mejora, y ha de decidir, en muchos momentos, con cierta libertad y conciencia, el camino o postura a elegir ante su realidad. Por eso, ni puede vivir como la ‘cigarra’ –cantando y comiendo de cuanto encuentre a su paso-; pues, más pronto que tarde, los recursos se agotan. Ni tampoco, logra superar todas las dificultades y problemas obedeciendo ciegamente las ‘normas’ que fueron establecidas en un tiempo pretérito en base a unas circunstancias determinadas.
Es decir, la vida no se rige totalmente por ninguno de esos dos caminos. La dinámica existencial, sometida a tantos factores, circunstancias y matices distintos obliga a no fiarse de la ‘norma’ como criterio único e infalible a la hora de elegir entre lo ‘bueno’ y lo ‘malo’. [No se puede medir por el mismo ‘rasero’ a todos los hijos, a todas las personas, a todas las situaciones]. Entonces, la necesidad y validez de la ‘norma’ ha de estar supeditada a su ‘relativización’, a su ‘flexibilidad’, dentro del marco referencial del “bien del hombre” –individual y colectivamente-; esto es, dentro de ‘grandes Principios universales’, como por ejemplo los ‘Derechos Humanos’. Por tanto, debemos permanecer ‘abiertos’, huyendo de ‘dogmatismos’ y ‘fanatismos’, interpretando y modificando las ‘leyes’ cuando las circunstancias lo requieren.
Como Dios nos conoce, por eso es paciente y comprensivo con nuestros errores. No obstante, nos ha dotado de la esencia de su ser, ‘hechos a su imagen y semejanza’, de una potencia a la que llamamos ‘amor’.
Con amor, los ‘romeo y julieta’ logran superar el odio fratricida que institucionalizan familias y etnias; los ‘francisco de asís’, logran romper las cadenas del ‘estatus social’ para confraternizar con todos y con todo. Con amor, Jesús de Nazaret, va enseñando la buena noticia a ‘ciegos, cojos, sordos y paralíticos’; acoge a ‘leprosos y prostitutas’, a ‘banqueros, ricos y militares’ porque su verdad, su camino ni ofende, ni discrimina ni excluye a nadie en su dignidad, a fin de posibilitar a toda persona el alcanzar la verdadera categoría humana –‘Hijo del hombre o Humanidad nueva’-.
No obstante, el ‘amor’ exige a todos ‘destapar’ y ‘hacer frente sin violencia’, (mediante la ‘palabra’ y una actitud crítica permanente) a todo tipo de ‘explotación’ y de ‘opresión’ que, lamentablemente, los sistemas sociales –clasistas e igualitarios- acaban engendrando y solapando entre sus leyes e instituciones.
El amor siempre está atento a lo ‘diferente’ y abierto al ‘cambio’, porque busca la ‘vida’ en todos y en todo.
El imperio de la ‘ley’, en cambio, se aferra a un pasado, a una idea abstracta, al interés de alguien; e impide lo nuevo, lo distinto (homosexualidad, igualdad de la mujer con el varón en todas las instituciones, justicia social, etc.).
Israel, el Pueblo como Dios quiere, va en busca de una ‘Tierra que mane leche y miel’, caminando, se va dotando de grandes principios (‘los diez mandamientos’) y de una organización colegial. Mas, con el tiempo, los dirigentes anulan al Pueblo, toman las decisiones ellos solos; y lo someten con multitud de leyes barnizadas de falsa voluntad ‘divina’ o de egoísta decisión de ‘minoría mayoritaria’, desvirtuando y contradiciendo los grandes mandatos o principios con los que se inicia toda Religión o Revolución.
La tarea, entonces, a la luz de estas parábolas, consistiría en ‘sumar’ personas dispuestas a actuar con libertad, responsabilidad y fraternidad transparentes ¿No?
Fuente: Redes Cristianas
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