lunes, 25 de enero de 2016

La Mujer y la Iglesia.


+José Galarreta, SJ.

En las comunidades que aparecen en los Hechos de los Apóstoles las mujeres tienen voz, tienen oficios litúrgicos, son apóstoles y profetas…
En el episodio de la mujer adúltera el planteamiento de los escribas y fariseos es muy significativo: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. Tu, ¿qué dices?”

Al hablar de “Moisés”, se refieren a dos textos:
LEVÍTICO 20, 10:
“Si uno comete adulterio con la mujer de su prójimo, los dos son reos de muerte.”
DEUTERONOMIO 22, 22
“Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, morirán los dos: el hombre que se acostó con la mujer y la mujer misma. Así harás desaparecer de Israel el mal.”

Resulta verdaderamente asombroso comprobar cómo La Ley, por muy machista que fuera la sociedad en que se redactó, es mucho más justa que la interpretación que hacen los escribas y fariseos ante Jesús. La ley hace pagar sus culpas al varón y a la mujer. Los dos son reos de muerte. Para los escribas y fariseos, el varón ha desaparecido, sólo la mujer ha de ser castigada. Es decir, una sociedad machista y superlegalista utiliza la ley en provecho de sus propias conveniencias.
Y, aunque parezca increíble, podemos reflexionar si en nuestro momento actual, no se está actuando en la iglesia de una manera semejante: ¿qué hay en el evangelio respecto a la mujer? Una valoración de Jesús sorprendentemente más positiva que la habitual en su sociedad, hasta el extremo de que son las mujeres los primeros testigos de la resurrección.

Pero nosotros la iglesia seguimos anteponiendo a los varones, especialmente en el sacerdocio. ¿Qué fundamento tiene esta preferencia? Simplemente que Jesús era varón y que en los relatos de la última cena no aparecen las mujeres. De esto se quiere concluir que Jesús no quiere que las mujeres sean sacerdotes. Y hay que explicarlo.
En primer lugar, que las mujeres no figuren en los relatos no quiere decir que no estuvieran en la última cena. Jesús se reunió con sus discípulos no tiene por qué significar que las discípulas estuvieran excluidas.
En segundo lugar, hace tiempo que se ha prescindido en la iglesia de la concepción “institucional” acerca de la cena de despedida de Jesús. La institución de la eucaristía y la ordenación sacerdotal de los doce en esa cena son enfoques reductivos hace tiempo superados. La primera iglesia no tiene sacerdotes.

En tercer lugar, en las comunidades primitivas las mujeres juegan un papel considerable. Somos injustos con Pablo cuando le atribuimos poco aprecio a las mujeres. Basta con leer las dedicatorias y despedidas de sus cartas para comprobar el enorme papel de las mujeres en su trabajo apostólico y la consideración con que Pablo las nombra. Fueron las generaciones cristianas posteriores a los años 70 las que hicieron prevalecer el machismo imperante en su sociedad y fueron desplazando a las mujeres de los servicios litúrgicos.

Pero hoy mismo parece que en las altas esferas de la iglesia (no en la iglesia), se quiere volver atrás, a tiempos anteriores al Vaticano II, y expulsar a las mujeres incluso de servicios litúrgicos menores. Sobre esto tenemos que decir una sola palabra: que es muy bueno volver atrás, pero atrás del todo, no un siglo atrás sino veinte siglos atrás: que la Tradición de la Iglesia no empieza en Trento, ni en los Padres Capadocios, sino en Jesús. Y que la Iglesia que aparece en los Hechos de Apóstoles no da ningún pie para todas esas revisiones que quieren presentarse como “tradicionales”.

En la sociedad judía en que vivió Jesús la mujer no tiene derechos civiles, se sienta en la sinagoga en lugar aparte, sin tener en ella voz, su testimonio no tiene validez legal. En las comunidades que aparecen en los Hechos de los Apóstoles las mujeres tienen voz, tienen oficios litúrgicos, son apóstoles y profetas. No parece exagerado decir que esta “vuelta a lo tradicional” que hoy parece amenazar a la iglesia es una vuelta al Antiguo Testamento.
Y esto, no solamente en lo que respecta a las mujeres, sino incluso a la celebración de la eucaristía. Si es verdad lo que se está filtrando -suponemos que intencionadamente- se pretende que la eucaristía deje de ser la cena del Señor para parecerse más a los sacrificios de Caifás Sumo Sacerdote en el Templo de Jerusalén. Pero la Iglesia no se dejará engañar. Tendrá que sufrir por mantenerse fiel al Espíritu de Jesús. Pero a eso ya estamos acostumbrados.
+José Galarreta, SJ
Fe adulta – Reflexión y Liberación

http://www.reflexionyliberacion.cl/articulo/4789/la-mujer-y-la-iglesia.html

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