miércoles, 11 de abril de 2012

¿Crees que la Cultura ha retrocedido?



¿Ha retrocedido la Cultura? Esa es una de las preguntas clave del nuevo libro de Mario Vargas Llosa: La civilización del espectáculo. Y que además, ha estado presente desde finales del silgo pasado. En la sección de Cultura de hoy, de EL PAÍS (cuyo artículo anexo al final de este párrafo), he preguntado a una serie de poetas, filósofos, escritores y artistas sobre este tema. Pero ahora quiero abrir este debate a ustedes, preguntarles su opinión, e incluso ir más allá y señalar cuáles serían los principales aspectos que han contribuido a ese retroceso. Si no están de acuerdo con la pregunta original y consideran que se trata de un  cambio, una evolución  o una transformación decirnos por qué.
A continuación agrego algunos comentarios de los lectores en la sección online de Cultura:
CARIBEAN: "Desde hace décadas se ha creado un arte de usar y tirar. Se han perdido los referentes estéticos y cualquiera cree tener el don de la originalidad. Originalidad comercial sin más pretensiones. La preparación cultural para entender el arte es ínfima. Ahora vale el gusta o no gusta. La pintura es pura decoración, la moda pase de disfraces, la música provocación sin consistencia, la arquitectura es mera arquitectura fría y costosa, la literatura, comercial. Nunca se ha viajado tanto y se ha visto tanto, un turismo de alpargata sin preparación para lo que se está viendo ni interés por profundizar. Solo ver y ver y decir que se ha visto"
JOTAPAR: "Es radicalmente falsa la afirmación de que la transmisión de la cultura a la totalidad de la sociedad esté destruyendo la alta cultura. Por otra parte esa distinción entre alta cultura y otra u otras culturas es poco clarificadora. Igualmente calificar de ingenua la vocación educativa de extensión cultural da prueba de las orejeras de un señor que vive en un mundo de formol. No hay que preocuparse. hay un latido de cultura popular muy rico y diverso en el mundo de hoy que habla por sí mismo. Sobran "señoritos" decimonónicos en la cultura contemporánea"
PACOMARTIN: "No hay retroceso... lo que hay es una imposibilidad literal de poder difundir lo creado en muchos casos... tanto a nivel literario como visual"
Foto. De la serie El imperio de las estrellas, de Toni Curcó, de la exposición Pantalla Global, en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, hasta el 28 de mayo.
Cultura en medio de la encrucijada
Por Winston Manrique Sabogal
El siglo XX terminó dando los cuartos y el XXI pasó a dar las campanadas que anuncian el fin de la Cultura. Al menos como se conoce tradicionalmente, no solo como creación y reflexión, sino también como moldeadora de cierto orden en la sociedad y guía en la vorágine del conocimiento. A cambio ha entrado de lleno La civilización del espectáculo, como la llama Mario Vargas Llosa en su nuevo libro, editado por Alfaguara. Un ensayo en el que analiza la situación dominada, según el Nobel, por la banalización de las artes, la pérdida de valores estéticos donde todo se iguala, la frivolidad de la política, el deslizamiento del periodismo hacia el amarillismo y la obsesión por convertir todo en diversión. Un libro que abre un debate al que se unen personajes de la cultura, en cuyas reflexiones parecen filtrarse, con optimismo, aquello de: ¡La cultura ha muerto, viva la cultura!
“Yo no hablaría de retroceso, sino de cambios en el producto cultural con consecuencias positivas y negativas”, aclara la filósofa Victoria Camps. O, acaso, “¿Quién puede saber cuál es el retroceso, cuál el progreso? Hay un punto en el que prácticamente es imposible saber si hay degradación o el cambio que puede llevar a otras formas desconocidas”, explica Victoria Cirlot, experta en cultura y literatura medieval.
El mayor retroceso, según José Manuel Blecua, director de la Real Academia de la Lengua, es que se ha identificado la cantidad con la calidad. “El brillo efímero del mercado —y la tiranía de las estadísticas— con el éxito. Hemos perdido valores tan esenciales como el tesón y el sacrificio, necesarios para lograr resultados en cualquier campo del saber”. Blecua también echa de menos el sentido crítico y que se piensa poco mientras somos víctimas de las prisas. Recuerda que ya en 1975, Álvaro Cunqueiro dijo que “el periodismo está enfermo de superabundancia'. ¿Qué comentaría ahora? Es fácil de suponer. Disponemos de más información que nunca, pero es dudoso que sepamos más que antes”. Aunque sin mostrarse apocalíptico ni menospreciar los avances y el acceso a los recursos que proporcionan las tecnologías cree conveniente cambiar el modelo: “Devolver el gusto por el estudio sosegado y abandonar la velocidad, sobre todo si desconocemos la dirección, el destino del viaje”.
Pero el porvenir nunca debe ser fácil, según la poeta Clara Janés. Y menciona una frase de Whitehead citada por Ilya Prigogine en ¿Tan sólo una ilusión?: “El futuro tiene que ser peligroso... Los grandes progresos de la civilización son procesos que fundamentalmente destruyen la sociedad en que se producen”.
Y entre los cambios que se están produciendo hay uno que se impone de forma irreversible, sentencia el cineasta Jaime Rosales: “El valor de lo efímero sobre lo duradero. Es lo más característico de nuestra sociedad: primar el presente y sus contingencias sobre la trascendencia de valores y conocimientos adquiridos a través de los siglos. Una Cultura, la nuestra, que no dejará huella”.
Una cultura espectáculo, según Victora Camps, propiciada por la importancia de la imagen y la tiranía de la audiencia, que lo simplifica todo y lo convierte en puro entretenimiento. “Tiene la virtud de que es más democrática y llega a más gente. El problema es quedarse sólo con ese soporte cultural y no complementarlo con otros soportes más clásicos”. Aplaude que el acceso a la cultura han aumentado, “pero si la persona no ha aprendido a discernir y a seleccionar, la cultura espectáculo no la hará más culta”.
Algo que, recuerda Cirlot, el culto a las apariencias, al efectismo, desagradan por haber perseguido siempre la autenticidad. Y aun así, y, tristemente, se pregunta: “¿Quién nos puede asegurar que es mejor lo profundo que lo superficial, lo difícil que lo fácil, lo permanente que lo efímero? Ciegos, como siempre, ante el muro del destino”.
El filósofo Manuel Cruz recomienda tomarse la banalidad en serio “o, si se prefiere formular esto mismo de una manera algo más filosófica (y un punto grandilocuente), la posmodernidad no es la causa de nada, sino el efecto de algo. Si no se atiende a los cambios en la estructura del mundo real (en la economía, en la sociedad, en la política, en la entera vida) y se queda uno en el mero reflejo en la esfera de lo imaginario, no hay forma de ir más allá del teatral lamento por el regreso de la barbarie (o por la apología de la ignorancia: la otra cara de la misma moneda). Lo peor de esta afectada actitud es que parece colocar la solución en un imposible regreso a unos presuntos buenos tiempos perdidos en materia de alta cultura”.
El académico José Manuel Sánchez Ron no cree que a nivel de creadores haya un retroceso. “Otra cosa es la cultura entendida como cultura popular. Existe una tensión entre la información y la reflexión; hay que saborear el conocimiento, y a pesar de la tecnología esta tiende a producir para muchos una cultura banal. Otra cosa es que esa inundación de facilidades termina para muchas personas prostituyendo ese ideal de cultura clásica”.
Ante el posible retroceso, la filósofa Adela Cortina empieza diciendo: “A lo verdadero, a lo bello, a lo bueno'. Esta leyenda, que figura en la Antigua Ópera de Frankfurt, resume las aspiraciones de una cultura con capacidad creadora, con capacidad de ilusionar”. Es clara en afirmar que el saber, la música, la literatura, la moral y la política no pueden convertirse en mercancía y reducirse a pura diversión. “Y no solo porque cuando el espectáculo invade la vida entera no quedan sino gentes pasivas, superficiales, víctimas fáciles de la manipulación, sino también porque han perdido el gusto por lo más hermoso. Contagiar en la educación de los ciudadanos y los profesionales la estima de los mejores valores, enseñarles a degustarlos, suscitar el impulso de las grandes aspiraciones es indispensable para revitalizar una cultura decadente, que se nos está escurriendo por las rendijas de la banalidad”.
Y resurge la voz de la poeta, de Janés, recordando que no hay marcha atrás y que sólo se puede intensificar la reflexión y la responsabilidad. “Tal vez no tenemos aún las directrices, pero no hay que sucumbir al hecho de que la naturaleza ignora la ética y está en 'la atrocidad de una contienda eterna', según Arthur Schweitzer. Hay que decir con el Mahabharata: 'El destino es poderoso pero la acción es igualmente poderosa. Es la acción la que da forma al destino”.

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