lunes, 23 de abril de 2012

Las patologías de la democracia (2/2)


Jaume Patuel, 21-Abril-2012


Continuación del artículo publicado el 11 de Abril

Otra patología es poner en práctica o proyectar la paranoia en los otros. Gobiernos obsesivos, de recaptación injusta e inmoral, con miedo a perder el sillón de poder, para obtener a cambio orden, control y gran obediencia ciega a las normas. Y todo demostrado lógicamente y en nombre de la verdad: las estadísticas, la gran argumentación de la evaluación, de la lógica del Estado de Derecho fáctico y sobre todo de un “buen” gobierno.


Como ejemplo de lo anterior están las normas de conducir y sus mecanismos de control. Máquinas de fotografiar, radares, multas sin sentido o represivas. No existen normas para madurar sino personas en función de las normas estrictamente literales sin comprensión. ¿Es que una máquina tiene sentimientos o criterio para comprender una situación de emergencia? Con esto no quito importancia a las normas como regulación en pro de la salud pública, pero los hechos por desgracia no siempre van por este camino.

Otro mecanismo patológico de la democracia fáctica es la negación. Negar la realidado no hacerse responsable de ella. Negar una democracia que no existe puesto que es partitocràcia, se toma como ideal y punto de partida. Y eso es una desconexión con la realidad. Y no por los escritos o la ley sino por el que tiene el poder, las leyes, en la mano. Y esta mano depende del nivel de madurez anímica para saber aplicarlas.

Si queremos una verdadera democracia o algo que se le asemeje, es preciso reforzar, empujar a todo nivel el sistema de instrucción o enseñanza. Pero desgraciadamente los recortes a nivel escolar son el ejemplo de la gran miopía de los gobernantes. Patología grave el quedarse a un nivel de consciencia mítica o mágica o de sumisión total o cociente intelectual bajo, que no permite ver el futuro y la evolución. Se niega la realidad convenciéndose uno de que el nivel en que nos encontramos es razonable y óptimo.

Y así veríamos otras patologías: Histrionismo, narcisismo, autismos colectivos o grupales.

¿Qué terapia es la adecuada para estas patologías? Ciertamente, no lo son tanto las conductales-cognitivas, que serían más adaptivas a lo que hay, sino mejor apostar por las que permiten expresar libremente a quien las adolece, el propio pensamiento, las propias emociones, el propio deseo. Y además sabiendo que se le escucha y se le respeta. Estas terapias no se operan porque piden demasiado tiempo. Y de aquí aparece otra patología: la inmediatez, la falta de espera, la incontinencia. La dificultad de postergar una satisfacción. Y ante eso se impone medicalizar los fenómenos o las dificultades humanas de la vida cotidiana. Como la timidez, la hiperactividad, la rebeldía, entre otras.

Otra terapia sería el silencio. Pero ¿quién aguanta el silencio puesto que sale la rabia o el sentido común, esa voz constructiva y crítica? En su lugar hay que acallarla con mucha música, ruido y no digamos consumir de todo para no digerir nada.

Mucha información significa no informar ya que pide escoger, escoger pide pensar, y penar pide un criterio propio y un criterio propio pide silencio. Y los representantes de la democracia van contra todo eso. Y esta democracia real, patológica y patógena, es lo que hay por el momento.

La terapia tendría que poder ayudar a ser persones coherentes y radicales. Y la democracia o partitocracia no lo quiere como todo poder totalitario o dictatorial. La intolerancia hacia el otro es en el fondo la angustia de saber que no se tiene la razón o el miedo a perder el poder.

Y si las patologías de la democracia hacen que la juventud no crea, no se entusiasme, no se rebele, no grite sino que sea pasiva en nombre de la tecnología y el progreso material, entonces el diagnóstico es muy grave: una depresión profunda que tiende a la propia muerte.

¿Habrá salida? Será preciso recorrer a la resiliencia, a la esperanza, pulsiones fuertes que están en todo ser humano.

Fuente: Atrio

Primera Parte


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