Javier García.
Diputado Nacional- Uruguay
Desde el gobierno no hay la más mínima idea de cómo instrumentar la ley que legalizó la producción y venta de Marihuana. Los que aplauden desde el exterior aplauden aire, porque acá del presidente para abajo no tienen idea como hacer. Hasta ahora la legalización de la marihuana es un concurso de payadores, en el que destacan Mujica y Huidobro.
La última genialidad, esta sí peligrosa, es la que compartieron en sus coplas esta semana. Ambos, porque se adjudicaron responsabilidad compartida en la idea, adelantaron que se prevé que la siembra del cultivo se haga en algún “predio militar”.
El año anterior habían adelantado algo señalando además que ese terreno debía estar al norte del Río Negro. Mujica, desde Chile a principio de esta semana, agregó que la plantarían privados usando alguna forma jurídica que no tiene claro como sería (por lo menos lo reconoce) y el ministro de Defensa, Fernández Huidobro confirmó que sería así y los militares custodiarían perimetralmente el plantío.
La novedad es un espanto. Tanto o más que la ley por más aplauso hipócrita venido del exterior (felicitan por lo que ellos en sus países no hacen ni harían).
Primero: la propuesta de poner militares a participar en el cultivo de marihuana es un mensaje político indudable. Implica una función que ni por el principio de especialidad ni por mínimas consideraciones profesionales corresponde a las FFAA de un país democrático y republicano. Desde levantar basura hasta plantar marihuana todo puede ser. Para el gobierno del Mujica las FFAA son una especie de mano de obra barata y disciplinada para tareas insalubres. Son algo así como una ferretería del Estado donde encontrar lo que hace falta para arreglar entuertos. El colmo es que ahora se las ponga a plantar marihuana.
Envuelve esta idea cierto grado de antimilitarismo precario y conservador, de desprecio si se quiere. Y además se ordena lo que se sabe se va a cumplir, aunque la tarea sea humillante.
Segundo: encargar a una institución cuya misión es la Defensa Nacional la tarea subsidiaria de plantar droga, es no entender los peligros que encierra. Poner en contacto directo a militares con privados que se encargaran de comercializar droga es ponerlos en contacto con su venta legal, pero además con el tráfico. Todo ello adentro de una unidad militar, porque allí se va a plantar. La corrupción que encierra el comercio de la droga es uno de los peores crímenes. A eso estará expuesto personal de una institución que participa hoy con unidades especiales en la lucha contra el narcotráfico, como la Prefectura, o la Fuerza Aérea. A aquellos que luchan contra las drogas se los someterá a custodiar su producción y su venta y exponerlos al crimen organizado que derivará de ello.
Tercero: es el reconocimiento que la ley no servirá. Si se legalizó para sacarle al narcotráfico su producción y venta y con ello la peligrosidad de su comercio, entonces qué necesidad de que haya militares custodiando algo que no es peligroso. Es la confesión de que el tráfico ilegal no desaparecerá con esta ley.
Cuarto: los militares custodiarán una actividad lucrativa privada, porque los particulares que la planten no lo harán por filantropía. Harán dinero en invernáculos asegurados por militares. Soldados pobres cuidando a prósperos comerciantes de la droga. Una buena foto de la lucha de clases de la que hablaban cuando eran progresistas.
Fuente: elpais.uy.com/opinión
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