Hace poco el presidente Santos de Colombia hablo de un capitalismo con rostro humano. Chávez, en su tiempo, se dedicó a dar un rostro humano al socialismo como siguen haciéndolo sus seguidores . El papa Francisco, por su parte, quiere devolver a la Iglesia el rostro humano de Jesús de Nazaret.
Hay en esta búsqueda del rostro humano a través de las distintas ideologías y creencias un signo de los tiempos. Se trata de poner en la primera línea de los valores el anhelo humano que caracteriza las personas y los pueblos de nuestro tiempo. No basta decirse capitalista, socialista, comunista, católico, cristiano etc., hay que transformar en realidad lo humano al cual cada persona y cada pueblo aspiran.
Más que nunca, realizamos que las ideologías y creencias se miden por sus capacidades en transformar lo inhumano en lo humano, de substituir las injusticias por la justica, las mentiras por la verdad, el individualismo por la solidaridad, la violencia por la compasión, la venganza por la misericordia. Se miden también por sus realizaciones en el campo de los bienes esenciales al desarrollo de las personas humanas. El papa Juan XXIII, en su encíclica Paz en la tierra, resume lo que se puede considerar como lo esencial de la condición humana:
“11.Al desarrollar, en primer término, el tema de los derechos del hombre, observamos que éste tiene un derecho a la existencia, a la integridad corporal, a los medios necesarios para un decoroso nivel de vida, cuales son, principalmente, el alimento, el vestido, la vivienda, el descanso, la asistencia médica y, finalmente, los servicios indispensables que a cada uno debe prestar el Estado. De lo cual se sigue que el hombre posee también el derecho a la seguridad personal en caso de enfermedad, invalidez, viudedad, vejez, paro y, por último, cualquier otra eventualidad que le prive, sin culpa suya, de los medios necesarios para su sustento.
Importa, entonces, a la luz de lo anterior, que los gobernantes y dirigentes del mundo, independientemente de sus ideologías y creencias, se pongan al servicio de este “bien común”, el cual debe imponerse a todos los otros intereses individuales y corporativos. Para que este “bien común” se imponga con legitimidad es preciso que esté conforme a la voluntad mayoritaria del pueblo, expresada a través un referéndum general dando así fuerza a una constitución que define este bien común y el camino para alcanzarlo.
Para devolver a la humanidad su rostro humano no hay otro camino por parte de los Estados y organizaciones públicas que de abrir las puertas del poder a la participación de los pueblos, hacer posible que estos pueblos se den una constitución que refleje realmente sus voluntades en cuanto al poder del Estado y al bien común. De la misma manera les importa hacer de la solidaridad de todos los sectores el motor para lograr estos objetivos del bien común.
Ya llegamos al momento histórico que pone a prueba las ideologías y las creencias frente a los anhelos profundos de una humanidad destinada a existir y a vivir con rostro humano en el cual cada uno puede reconocerse. La buena voluntad y la determinación para conseguir estos objetivos se reconocerán a la capacidad de los gobernantes y dirigentes en sacrificar, si necesario, sus ideologías y creencias para cumplir con los imperativos del bien común de todos.
Yo veo como positivo esta voluntad de dar un rostro humano à las ideologías y creencias. Si Santos piensa poder lograrlo con el capitalismo, que lo haga. Pronto se dará cuenta que el capitalismo al igual, del imperialismo, no aceptará nunca la subordinación al poder de los pueblos
El problema no consiste en la competencia en los mercados sino en el rechazo de toda subordinación de parte del imperialismo y del capitalismo a los imperativos del bien común. El día en que el presidente Santos se dará cuenta que los capitalistas no pueden seguirlo sobre el camino del bien común no estará muy lejos del socialismo del siglo XXI.
Yo termino mi intervención, refiriéndome a una intervención del papa Pio XI que contradice la afirmación que decía en aquel entonces que “la libre competencia y la ley del mercado que alaban los economistas y empresarios eran fuente primera de las libertades individuales y colectivas”.
El papa Pio XI rechaza esta aserción con estas palabras:
“…la libre competencia, la cual, arrastrada por su dinamismo intrínseco, había terminado por casi destruirse y por acumular enorme masa de riquezas y el consiguiente poder económico en manos de unos pocos, «los cuales, la mayoría de las veces, nos son dueños, sino sólo depositarios y administradores de bienes, que manejan al arbitrio de su voluntad» (Ibíd., p.201ss). (MM35)
36. Por tanto la dictadura económica ha suplantado al mercado libre; al deseo de lucro ha sucedido la desenfrenada ambición del poder; la economía toda se ha hecho horriblemente dura, inexorable, cruel» (Ibíd., p.211). De aquí se seguía lógicamente que hasta las funciones públicas se pusieran al servicio de los económicamente poderosos; y de esta manera las riquezas acumuladas tiranizaban en cierto modo a todas las naciones. (MM36)
Esas referencias vienen de la Encíclica del papa Juan XXIII, MADRE EDUCADORA.
Oscar Fortin
25 de Julio 2014
Unas referencias
Fuente: periodistadigital
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