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viernes, 31 de mayo de 2019

Mujeres sacerdotes, mujeres imanes, mujeres rabinas.



por Juan José Tamayo. Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría” de la Universidad Carlos III de Madrid


Las religiones siempre se han llevado mal con las mujeres. Es proverbial su misoginia, que las conduce, por lo general, a excluir a las mujeres del espacio de lo sagrado y de toda responsabilidad en las esferas del poder y del saber. ¿Será que prohibe Dios a las mujeres el acceso a lo sagrado por su impureza, así como al sacerdocio, al imamato y al rabinato porque no pueden representar a la divinidad?

El libro de la escritora Yolanda Alba Sacerdotas. La mujer en las diferentes liurgias y religiones (Almuzara, Córdoba, 2018) responde negativamente a esta pregunta. Y lo hace no a la ligera, sino a través de un detallado y riguroso recorrido por la historia de las religiones desde las antiguas civilizaciones, del Nilo al Eúfrates, los cultos romanos, las druidesas celtas, pasando por el judaísmo, el cristianismo, el islam, el budismo, el hinduismo, las religiones africanas, las culturas y religiones de Indoamérica, Amerindia y Afroamérica. Y así hasta el siglo XXI donde la autora busca -y encuentra- a mujeres rabinas, imames, sacerdotes, pastoras, obispas, ayatolás y sacerdotisas.


Ahí radica uno de los principales méritos de este libro: en que, frente a la pereza de muchos historiadores de las religiones a la hora de investigar sobre el papel fundamental de las mujeres en el terreno religioso, Yolanda Alba no se queda en la superficie y en los estereotipos patriarcales, sino que indaga, investiga, inquiere, busca –uso intencionadamente los cuatro verbos- hasta encontrar el lugar protagónico que corresponde a las mujeres en el mundo de lo sagrado.


La autora ofrece un análisis dialéctico. Por una parte subraya el empoderamiento de las mujeres que se rebelan contra la marginación a la que se ven sometidas por el poder religioso en manos de los hombres. Por otra, constata su papel subalterno y dependiente a partir de la de la inferioridad femenina, que se naturaliza y legitima apelando incluso al acto creador de Dios.
¿Mujeres sacerdotes, imames, rabinas? Por supuesto que sí, responde Alba. Y no como un capricho o privilegio feminista –el feminismo no defiende caprichos ni privilegios, sino derechos iguales-, sino como una legítima reivindicación en plena sintonía con la existencia de mujeres sacerdotes en todas las religiones a lo largo de la historia, con las reivindicaciones de igualdad del feminismo y con los movimientos feministas dentro de las religiones.


Hay una pregunta que recorre toda la obra: “¿Y si Dios fuera mujer?”. Quizá lo sea y la mayoría de las religiones lo han ocultado, al contar la vida y la historia de Dios y de los dioses desde la perspectiva del varón, al pasar del matrismo al patiarcado. “La historia y la teología patriarcal –afirma Yolanda Alba- omiten cualquier clase de información relacionada con la conquista de la diosa y la destrucción de la cultura que floreció en el pasado: la historia de esa época se enterró y solo ha surgido en la última mitad del siglo XX” (p. 83).


Incluso en los textos de los monoteísmos masculinos encontramos el rostro femenino de Dios, que fue ocultado por las tradiciones patriarcales y por las interpretaciones androcéntricas. La Biblia hebrea es un buen ejemplo de las imágenes femeninas con las que se presenta a Dios. Un ejemplo entre muchos: la Sabiduría como creadora con Dios. La lectura feminista de los textos considerados sagrados de las religiones ayuda a recuperar dicho rostro.


Tras la lectura de esta excelente obra, me pregunto: ¿Es posible la existencia de una religión sin misoginia, sin discriminación de las mujeres? ¿Es posible una religión organizada desde la igualdad y la justicia de género? Es posible y necesario, pero no podemos negar que resulta difícil por la resistencia del patriarcado religioso, que presenta a Dios con atributos varoniles y convierte al varón en masculinidad sagrada, conforme a la afirmación de la pensadora feminista Mary Daly : “Si Dios es varón, el varón es Dios”.


Es esta afirmación la que ha inspirado mi teoría sobre “Dioses varones-masculinidades sagradas-inferiorización de las mujeres, que desarrollaré en mi libro de próxima publicación.
Pero no por difícil resulta imposible. Tenemos ejemplos en los movimientos de mujeres que resisten al patriarcado en el interior de las religiones y se organizan autónomamente, y en las numerosas experiencias igualitarias que se dan en las comunidades religiosas.


El feminismo como teoría crítica de la sociedad patriarcal, como movimiento social y como revolución reivindicativa de la subjetividad de las mujeres, constituye una excelente aliado para el objetivo de la creación de religiones y movimientos de espiritualidad, pensados organizados y vividos sin discriminación por razones de género, etnia, cultura, creencia religiosa, clase social, identidad sexual y discapacidad. A su vez, las religiones igualitarias son las mejores aliadas de las luchas feministas.


Me parece un signo esperanzador en el cambio de paradigma que se está produciendo en las religiones el que un colectivo de mujeres pertenecientes a diferentes congregaciones religiosas católicas apoyaran este año la huelga del 8 de marzo y se incorporaran a las multitudinarias manifestaciones del tan revolucionaria efemérides.


Estoy seguro de que el libro de Yolanda Alba contribuirá al cambio de paradigma que se está produciendo en la sociedad y que debe producirse en las religiones: de la discriminación a la igualdad y a la justicia de género. Mi felicitación a la autora y mi invitación a que lean el libro los teólogos y dirigentes religiosos varones de las diferentes tradiciones religiosas y movimientos espirituales. Seguro que les (nos) ayudará a quebrar cráneos ideológicamente endurecidos, a liberarse (nos) de las estructuras mentales patriarcales excluyentes en que con frecuencia suelen (solemos) estar cómodamente instalados y a abrir nuevos horizontes inclusivos fraterno-sororales.


¿Significa dicha liberación perder derechos? En absoluto. El único derecho que está aquí en juego es el de la igualdad entre hombres y mujeres. Y en la medida en que lo recuperen las mujeres, se habrá conseguido plenamente. Lo más contrario a los derechos humanos es la actual desigualdad abismal de género en las religiones, a decir verdad, en una más que en otras.
Con afirma Mary Wollstonecraft en su libro Vindicación de los derechos de la mujer, de 1792, pionero del feminismo filosófico, “las desigualdades entre los hombres y las mujeres son tan arbitrarias como las referidas al rango, la clase o los privilegios”.
¿Significa esa liberación la pérdida de privilegios de los hombres? Sin duda. Y ellos deberían ser los primeros en desprenderse de dichos privilegios -que no pueden confundirse con derechos, por mucho que sea el tiempo en que vienen disfrutándolos injustamente. Mejor desprenderse de ellos, antes de que se los quiten.


Termino con una apelación al feminismo, en este caso aplicado a las religiones, que es una de las mejores – por no decir la mejor- mediaciones teóricas y prácticas para conseguir la igualdad (no clónica) y para eliminar los privilegios.
————–
Juan José Tamayo:
Sus últimos libros son: ¿Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopías? (Biblioteca Nueva, 2018); Religión, género y violencia (Dykinson, Madrid, 2019, 2ª ed., 2ª reimpresión); De la iglesia colonial al cristianismo liberador en América Latina (Tirant lo Blanch, Valencia, 2019)

sábado, 8 de diciembre de 2018

Culturas y religiones en una sociedad plural.


Nos ha tocado vivir la globalización, un intento de unidad por el dinero y el mercado, con muros, reales o burocráticos, que mantienen al margen de la vida a los que no tienen dinero. Un mundo en el que todavía las religiones forman parte de la identidad cultural. Un mundo en el que Dios manda matar a los diferentes. Un mundo en el que no tienen cabida los emigrantes ni los pobres.


Punto Omega


Hablaba Teilhard de Chardin de que la materia, la vida y la conciencia están en una evolución continua y que esta evolución lleva a una cada vez mayor unidad, al mismo tiempo que a una cada vez mayor complejidad, hasta llegar al Punto Omega, punto de máxima unidad y máxima complejidad: una sociedad única de diferentes.

Decía que el fascismo y el comunismo son intentos de unidad fallidos porque no soportan la complejidad y la diversidad e intentan acabar con ella por la violencia.


La nueva era antropozoica

Hemos llegado a un momento en la evolución que algunos consideran una nueva era, la era antropozoica, porque el ser humano interviene en la evolución y la puede dirigir.

Apostamos en Utopía por una sociedad plural en la que tengan cabida todas las culturas y todas la religiones. Cosa bien difícil y alejada de la realidad en una sociedad fortificada que no permite la entrada de subsaharianos, que mueren a diario en el intento de llegar. Recuerdo el fuerte impacto que nos produjo el primer cadáver traído por el mar; ahora llegan cientos y ni nos impresiona. Es lo normal. Hasta ahí hemos llegado.


Publicamos tres reflexiones:


Identidad y convivencia con los diferentes en una sociedad plural, de Jesús Bonet


Cultura y religión en una sociedad violenta, de Emiliano de Tapia


Los inevitables dioses, de Antonio Zugasti


Apostamos por una utopía: una sociedad plural en la que tengan cabida sin problemas las diferentes culturas y las diferentes religiones.

En una sociedad cada vez más plural todos hemos de definir bien nuestra identidad, pero sin miedo a las identidades de otros ni a las diferencias, rechazando únicamente los fundamentalismos y la violencia. El “diferente” cuestiona al “normal”, sus seguridades; pero la “diferencia”, la diversidad, es una riqueza para cualquier sociedad.



Podemos llegar a una sociedad laica, pero creo imposible que lleguemos a una sociedad sin dioses. Pueden ser los dioses más diferentes, pero ahí están todos, señalándoles su camino a los seres humanos. Caminos que pueden llevar a la hecatombe. Nuestra tarea es seguir el camino de Jesús, un camino de salvación.


Y hoy está clarísimo cuál es el dios verdadero de la sociedad capitalista. El clamor de los musulmanes: “No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta”, ha sido sustituido por la profesión de fe capitalista: “No hay más dios que el Dinero y el Mercado es su profeta”.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Razones para el diálogo interreligioso e intercultural.

En el artículo de la semana pasada (blog de Juan José Tamayo en amerindiaenlared.org):
escribí sobre “El diálogo interreligioso, respuesta a la violencia” con motivo de mi participación en el II Foro Mundial sobre Violencias Urbanas y educación por la convivencia y la Paz”, convocado por el Ayuntamiento de Madrid.

Hoy ofrezco una nueva reflexión sobre el tema centrado en “Las razones para el diálogo interreligioso e intercultural”, que expuse en mi intervención en el Seminario Internacional Permanente Diálogos Oriente-Occidente sobre “El diálogo intercultural e interreligioso como herramientas para prevenir y erradicar el extremismo”, organizado por la Facultad de Filología y el Instituto Universitario de Ciencias de las Religiones, de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), la Embajada de los Emiratos Árabes Unidos y la Euromediterranean University Institute bajo la coordinación científica del Dr. Mohamed Dahiri, profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la UCM.

La tolerancia, el diálogo y la no-violencia no han sido precisamente valores que hayan caracterizado a las religiones, o al menos a sus dirigentes, ni en el comportamiento con las personas creyentes ni en su actitud ante la sociedad. La mayoría de las religiones han impuesto un pensamiento único y han perseguido, castigado y expulsado de su seno a los creyentes considerados disidentes y heterodoxos. Han invadido espacios civiles que no eran de su competencia y han impuesto sus creencias, muchas veces por la fuerza, recurriendo a la violencia. Por lo mismo, el diálogo ha brillado por su ausencia. Se ha impuesto, más bien, el anatema, la condena, la exclusión. Lo mismo cabe decir de la no-violencia y de los mensajes de paz, que están presentes en los mensajes originarios de las mayoría de las religiones, pero con frecuencia ausentes en sus prácticas, que suelen ser violentas.
Lo que con gran lucidez decía de los cristianos Baruc Spinoza, que había sufrido en su propia carne la exclusión de la comunidad judía, es aplicable a no pocos creyentes de otras religiones:
“Me ha sorprendido a menudo ver a hombres que profesan la religión cristiana, religión de paz, de amor, de continencia, de buena fe, combatirse los unos a los otros con tal violencia y perseguirse con tan terribles odios, que más parecía que su religión se distinguía por este carácter que por lo que antes señalaba. Indagando la causa de este mal, he encontrado que proviene, sobre todo, de que se colocan las funciones del sacerdocio, las dignidades y los deberes de la iglesia en la categoría de las ventajas materiales, y en que el pueblo imagina que toda religión consiste en los honores que tributa a sus ministros” (Spinoza, 1986: 66).

¿Quiere esto decir que la intolerancia y la violencia constituyen la ley de las religiones? No. Yo que creo:
ni el choque de civilizaciones es la ley de la historia;
ni las guerras de religiones son una constante en la vida de los pueblos;
ni los fundamentalismos pertenecen a la esencia de las religiones;
ni los enfrentamientos entre las diferentes etnias están en la naturaleza de éstas;
ni las diferencias culturales tienen que desembocar en conflictos entre ellas;
ni las diferentes disciplinas tienen que estar enfrentadas por defender celosamente su campo de estudio;
ni los pueblos tienen que resolver sus problemas y conflictos violentamente;
ni las identidades se construyen imponiéndose y destruyéndose unas a otras;
ni la sumisión de las mujeres bajo el imperio del patriarcado constituye el principio de organización de la sociedad ni el modelo de relaciones humanas.

Todo lo contrario. El choque de civilizaciones, los fundamentalismos, los enfrentamientos étnicos, los conflictos identitarios y el patriarcado son construcciones ideológicas de los poderes políticos, económicos, militares, religiosos y culturales hegemónicos que establecen alianzas entre sí para mantener su poder sobre el mundo y sobre las conciencias de la ciudadanía. Son construcciones humanas que manipulan las culturas, a las que ponen al servicio de proyectos imperialistas opresores; a Dios, a quien se invoca como aliado suyo; a las religiones, consideradas expresa o tácitamente como sanción moral de sus comportamientos, incluso violentos.
Las religiones y las culturas no pueden caer en la trampa que les tienden los poderes hegemónicos. No pueden seguir siendo fuentes de conflicto entre sí ni seguir legitimando los choques de intereses espurios de las grandes potencias. No pueden estar sometidas al asedio del mercado ni al servicio de los poderosos La alternativa al choque de civilizaciones, al conflicto entre culturas, a la guerra de religiones y a los enfrentamientos éticos es el diálogo, cuyas razones expongo a continuación en un tridecálogo:
1. El diálogo forma parte de la estructura del ser humano como ser social, que implica crear espacios de comunicación y lugares de encuentro.
2. El diálogo forma parte de la estructura del conocimiento y de la racionalidad. La razón es dialógica, no autista; intersubjetiva, no puramente subjetiva. Nadie puede decir que posea la verdad en exclusiva y en su totalidad.
3. El diálogo requiere argumentación y exige dar razones y exponerlas con rigor, pero también escuchar las razones del otro y cambiar de opinión se estas resultan más convincentes que las propias.
4. El diálogo es una de las claves fundamentales de la hermenéutica, ya que nos permite comprender los acontecimientos y los textos de otras tradiciones culturales y religiosas y los textos del pasado de nuestra propia tradición.
5. El diálogo constituye una alternativa al fundamentalismo, al integrismo, al fanatismo, al dogmatismo y es un antídoto contra el enfrentamiento entre culturas y religiones y frente a toda amenaza totalitaria.
6. A favor del diálogo aboga la historia de las religiones, que muestra la gran riqueza simbólica de la humanidad, la pluralidad de manifestaciones de lo sagrado, de lo divino, del misterio, y las múltiples respuestas a las preguntas por el sentido de la vida y el sin-sentido de la muerte.
7. La verdad no se impone por la fuerza del poder, sino que es fruto de acuerdo entre los interlocutores tras una larga y ardua búsqueda, donde se compaginan el consenso y el disenso.
8. El pluriverso de culturas aboga por el diálogo intercultural. Ninguna cultura puede considerarse en posesión única de la verdad como si se tratara de una propiedad privada recibida en herencia o a través de una operación mercantil.
9. El diálogo intercultural e interreligioso constituye un imperativo ético para la supervivencia de la humanidad, la paz en el mundo, la lucha por la justicia, la defensa de la naturaleza y el logro de la igualdad en la diversidad.
10. La interdependencia de los seres humanos, la pluralidad de cosmovisiones, las diferencias de opiniones y los conflictos de intereses demandan una cultura del diálogo.
11. Sin diálogo, afirma Raimon Panikkar, el ser humano se asfixia y las religiones
se anquilosan. Por lo mismo, sin diálogo la diversidad es inalcanzable y sin respeto a la diversidad el diálogo es inútil, confirma el filósofo iraní Ramin Jahanbegloo.
12. El diálogo no puede girar en cuestiones superficiales, sino que tiene que ser radical, es decir, girar en torno a los problemas más acuciantes que viven la humanidad y la naturaleza e ir a la raíz de los mismos.
13. Los interlocutores del diálogo no pueden ser los apologistas de las religiones y culturas, sino las personas críticas de sus propias tradiciones culturales y religiosas. Eso las libra de su instalación complaciente en certezas absolutas y verdades eternas, al tiempo que las lleva a reconocer la complejidad de la realidad y estar abiertas al cambio. .

lunes, 5 de febrero de 2018

¿Son las religiones fuente de violencia e intolerancia?


Ignacio Sepúlveda del Río

Si hiciéramos una encuesta preguntando sobre si las religiones tienden a la violencia e intransigencia, ¿qué respuesta obtendríamos? ¿Positiva o negativa? La historia de la humanidad está llena de ejemplos en que las religiones han tendido hacia la violencia y la intolerancia: las Cruzadas, la Inquisición, las guerras religiosas en Europa durante los siglos XVI y XVII, las quemas de brujas en Europa Central… Los ejemplos de violencia e intolerancia, en las distintas religiones, son abrumadores.

En la memoria reciente tenemos las noticias de los atentados islamistas en Barcelona y en Egipto; por otra parte, en Myanmar, recientemente visitada por el papa Francisco, hemos sido testigos de la violencia ejercida contra los rohingya, una etnia musulmana que ha debido huir a Bangladesh en busca de refugio. Al igual que en la historia pasada, los ejemplos actuales de violencia e intolerancia de las religiones pareciera que siguen estando tristemente presentes en nuestras sociedades.

Frente a la violencia e intransigencia de las religiones, no es de extrañar que autores como Richard Dawkins (El Espejismo de Dios), Daniel Dennett (Breaking the Spell: Religion as a Natural Phenomenon), Sam Harris (El Fin de la Fe) y Christopher Hitchens (God Is Not Great: How Religion Poisons Everything) afirmen con vehemencia que las religiones son un peligro para la sociedad, por lo cual convendría deshacerse de ellas (a este respecto, la campaña de Dawkins contra la creencia en Dios ha sido muy controvertida).

Frente a la, aparentemente, abrumadora evidencia pareciera que la respuesta a nuestra pregunta inicial debiera ser positiva: sí, las religiones tienden a la violencia e intolerancia y (ampliando la respuesta) sería conveniente que tuvieran la menor influencia posible en las personas y en las sociedades. Pero ¿esto es realmente verdad? ¿No se nos estará escapando algo con esta afirmación?

En el año 2009, el profesor de teología William Cavanaugh publicó El Mito de la Violencia Religiosa. En su obra, intenta desentrañar la cuestión de si la religión es realmente violenta o esto más bien es un mito. El primer punto que enfrenta el autor es la pregunta sobre qué es la religión. ¿Hay una sola definición de religión? El gran problema de aquellos que asumen que la religión es fuente de violencia e intolerancia es que las definiciones que dan de religión, cuando las dan, tienden a ser muy amplias y, a veces, poco claras. Las consecuencias prácticas de esto no son menores, pues dentro de las variadas definiciones de religión pueden caber múltiples actividades humanas e ideologías: desde las religiones tradicionales, hasta el capitalismo, marxismo o el deporte (tal como ha firmado Danièle Hervieu-Léger).

Según Cavahaugh, las grandes críticas a las religiones como fuente de violencia e intolerancia se pueden agrupar en tres grandes grupos: las religiones son absolutistas, son disgregadoras y que tienden a la irracionalidad. Según algunos autores, la razón por la que las religiones tienden a la violencia es porque cada una de ellas afirma conocer la “verdad absoluta”. Esto genera una sensación de seguridad y de superioridad sobre el resto de las personas, lo que fácilmente puede desembocar en violencia. La segunda crítica que se hace a las religiones es que tienden a ser disgregadoras, pues tienden a distinguir entre el “ellos” y el “nosotros”, separando y dividiendo a la comunidad. Por último, varios autores entienden que la violencia e intolerancia de las religiones está asociada a su falta de racionalidad, pues tienden a potenciar “pasiones no racionales” que devienen en violencia.

¿Cómo responder a cada una de estas tres críticas? Evidentemente las religiones han caído –y aún lo hacen- en cada una de estas “trampas” del absolutismo fundamentalista, la capacidad disgregadora del “nosotros” y “ellos” y en las justificaciones irracionales de muchos hechos. Ahora bien, no hay razón para suponer que otras ideologías, tales como el nacionalismo, el patriotismo, el capitalismo, el marxismo y el liberalismo, por poner algunas, no tengan la misma inclinación que las religiones hacia el absolutismo, la disgregación y la irracionalidad. Pareciera que el ser humano tiene cierta inclinación -¿natural?- hacia los fundamentalismos que afirman tener la “verdad absoluta” o a dividir entre el “nosotros” y “los otros”. En este sentido, habría que preguntarse qué lleva a que distintas ideologías puedan caer, con relativa facilidad, en actitudes violentas e intolerantes y cómo hacer para evitarlas.



jueves, 16 de noviembre de 2017

Iglesias evangélicas y el poder conservador en Latinoamérica.


Por Javier Calderón Castillo

Celag, 14 de noviembre, 2017,- La participación pública de pastores y seguidores de iglesias evangélicas o neopentecostales en los procesos electorales viene creciendo y haciendo sinergia en la ofensiva conservadora vivida en la región. Se han vuelto una parte activa, con diversos niveles de protagonismo, de las facciones de derechas en sus respectivos países. Participan en elecciones –con candidaturas propias o pautadas– utilizando su poder simbólico y retórico para vincular las creencias de la fe a la elección de ofertas políticas, canalizando la desesperanza social de la población/feligreses (en su mayoría pobre) y su enojo con los partidos políticos (que no les articulan, ni les dan respuestas) de tal manera que combinan el poder de convicción de la predestinación religiosa de la salvación pos-existencial al discurso político de un porvenir moralizador y bíblico como redención terrenal.

Según informes periodísticos, existen más de 19 mil iglesias neopentecostales en el continente, que organizan a más de cien millones de creyentes, es decir, una quinta parte de sus habitantes(1). Estas cifras indican un desplazamiento de la Iglesia Católica, con sus distintas congregaciones, como estructuras mediadoras del poder simbólico de la fe de los latinoamericanos(2). La estructura de la iglesia católica parece haber perdido el monopolio de la fe y poco a poco va dejando de ser el bastión de legitimación -de evasión o consulta- de las creencias y ofertas políticas(3) para la mayor parte de la población.

Los neopentecostales, sin embargo, no son los primeros grupos religiosos en participar abiertamente en política. En la segunda mitad del siglo pasado –desde 1947– se organizaron partidos políticos afiliados a la doctrina europea de la democracia cristiana, con muy diversas posturas políticas nacionales, llegando a ganar la presidencia en algunos países (Chile, República Dominicana, Colombia, Venezuela, entre otros) y teniendo ministros, senadores y diputados en todo el continente(4). Aunque se trata de un proyecto en decadencia que en la actualidad no moviliza la fuerza política lograda en el siglo XX, este precedente establece –con algunas diferencias– un antecedente del “fenómeno” evangélico o neopentecostal.

Los rasgos distintivos de la participación política de los neopentecostales, pastores y sus iglesias, se pueden sintetizar en cuatro:
Posturas ultra-conservadoras en relación con la familia y restrictivas de las libertades sociales.
Abiertos defensores del neoliberalismo y la sociedad de consumo.
Gran capacidad económica ligada al aporte-convicción de sus feligreses.
Despliegue mediático a partir de sus propias emisoras, canales de televisión y redes sociales.

Antes de analizar esos rasgos de participación, veamos el mapeo de los partidos políticos evangelistas, sus alianzas y el porcentaje de adhesión de feligreses:
Partidos políticos evangélicos-neopentecostales



I

Los pastores neopentecostales se caracterizan por su capacidad de oratoria y el carisma sobre las multitudes. Se basan en las enseñanzas de las iglesias pentecostales norteamericanas fundadas a comienzos del siglo XX, de las cuales toman su doctrina religiosa centrada en la difusión y estudio del evangelio, en búsqueda del “avivamiento y encuentro con el espíritu santo como experiencia vital del pentecostal”(20). Eso hace que los feligreses tengan una identidad y fuerte adhesión a su Iglesia de base, más que a una estructura lejana como el Vaticano. Critican a la Iglesia católica por tener como referente al Papa (al que llaman un falso profeta) y recurren a la polémica luterana sobre la popularización masiva de la lectura y el estudio de la Biblia(21). Se puede decir que su desarrollo y expansión en Latinoamérica no es casual por la focalización en grupos indígenas y sectores excluidos, lo cual puede calificarse como una acción de inserción neocolonial.

En Brasil, donde reunen a cerca de 22 millones de militantes pentecostales, se han convertido en un partido político con influencia decisiva sobre los destinos de la nación(22). Antes del golpe parlamentario contra la presidenta Dilma Rousseff, Eduardo Cuhna lideró la bancada evangelista para impedir la concreción de normas a favor de derechos reproductivos de las mujeres y fue el líder del impeachment –juicio parlamentario- que terminó expulsando a la presidenta electa por voto popular(23).

Interpretan las escrituras biblícas como argumentos políticos en contra de procesos políticos progresistas. En Colombia jugaron un papel central en contra de ratificar el Acuerdo de Paz de La Habana en el plebiscito en 2016. Se han aliado con el senador y ex presidente Álvaro Uribe, quien tiene en sus listas al Congreso a pastores de la Iglesia del Avivamiento, Ríos de Vida, la Adventista y otras(24). Los más de 10 millones de feligreses de 266 iglesias neopentecostales fueron convocados a votar por el NO, en contra del Acuerdo de Paz, porque supuestamente atentaba contra el concepto de familia. Una interpretación hecha a conveniencia y contraria al enfoque de género incluido en el acuerdo como transversal, que se refiere a la inclusión de las mujeres en la construcción de la paz, bastante alejado a cualquier otra consideración de orden moral o de estructuración de la organización familiar (cualquiera que sea)(25).

La agenda política de los grupos/partidos evangélicos en todo el continente parece ser similar al movimiento de “Tradición, Familia y Propiedad” surgido en los años 60 en el Cono Sur y vinculado a acciones a favor de las dictaduras(26). Aunque este grupo fuera contrario al protestantismo, coinciden en su oposición conservadora a cualquier alteración del orden patriarcal de los roles de mujer y hombre, de cualquier aspecto sexual distinto a la reproducción y niegan cualquier idea liberal o progresista de la familia o las reformas para ampliar derechos y la democratización de la sociedad.

II

En general, la política a la que adhieren o promueven los pastores y las iglesias pentecostales es coincidente con el neoliberalismo, como lo expresan las iglesias evangelistas colombianas y centroamericanas, quienes fomentan la “ética protestante” ligada al libre comercio, al trabajador exitoso, ahorrador, constante y abnegado, donde “el éxito material aparece como una prueba de elección por Dios. Si un individuo gana mejor en su vida, estará tentado a asociar ese progreso a su Iglesia, y a involucrarse aún más”(27). Otros pastores optan por posturas pragmáticas de derechas, como el actual alcalde de Río de Janeiro, Marcelo Crivella, del Partido Republicano Brasileño y pastor de la Iglesia Universal del Reino de Dios, quien acompañó al PT siendo Lula presidente y él senador -aunque retornó a su causa en contra de Dilma Rousseff y en la actualidad está apoyando al gobierno de Temer y sosteniendo posiciones neoliberales en la gestión de la alcaldía carioca(28)-.


En general, por sus adhesiones o apoyos a partidos ultra conservadores como se observa en la Tabla 1, se puede afirmar que los evangelistas están más cerca del neoliberalismo que de la justicia social. 

También existen algunos grupos evangelistas que apoyan a gobiernos progresistas como en Nicaragua y en menor medida en El Salvador, manejando un discurso pragmático de funcionalidad con el gobierno o, como ocurrió en el proceso de formación y desarrollo de la democracia cristiana, sectores de la iglesia interpretan la función social de la iglesia de formas distintas a la neoliberal(29). En general, por sus adhesiones o apoyos a partidos ultra conservadores como se observa en la Tabla 1, se puede afirmar que los evangelistas están más cerca del neoliberalismo que de la justicia social.

III

Sólo en Brasil, las autoridades fiscales reportan que las iglesias evangelistas movilizaron, en 2015, 25 mil millones de reales (7 mil millones de dólares), una astronómica cifra que le ha permitido un crecimiento exponencial a las iglesias, que manejan franquisias y sus propios templos en cualquier pueblo, ciudad o país del mundo. Las iglesias evengelicas o neopentecostales están expandiéndose de Brasil a todo el mundo, en especial a los países de Latinoamérica y África(30).

En Colombia tienen reportados activos por 5 mil millones de dólares(31). En los demás países no se conocen los montos que manejan los miles de pastores y sus iglesias, aunque se especula que es un “gran negocio de la fe”, una relación económica que no está regulada en algunos países, donde no pagan impuestos, ni los pastores están auditados por entidades del Estado que certifiquen ingresos y egresos, tipo de gastos y destinación de las ganancias(32). También cada feligres ayuda como predicador de la iglesia al desarrollar las campañas políticas, sin mediaciones clientelares y autofinanciados.

De acuerdo a lo reportado en Brasil y Colombia, los ingresos económicos de las iglesias evangelistas en los demás países de Latinoamérica son altos, y al no ser auditados pueden destinarse a apoyar partidos políticos, o las propias candidaturas de los pastores. Una ventaja singular en la política latinoamericana, donde las campañas electorales son cada vez más profesionales y más costosas(33). Podríamos estar ante un escándalo de la misma magnitud que el de Odebrecht.

IV

Las iglesias evangelistas también tienen una enorme red de emisoras de radio y canales de televisión. Algunos pastores justifican estas inversiones porque es la manera de llegar al creciente número de feligreses, “ya no pueden atender a tantos de forma presencial”(34), lo cual acrecienta el poder simbólico a desplegar por dichas organizaciones basadas en la fe. Al tiempo que son la forma de exposición mediática/política que genera una ventaja sobre los demás candidatos.

En Brasil, estas iglesias están apoyadas por la cadena Rede Records, de propiedad del Pastor Eder Mecedo, un potentado y multimillonario evangelista quien dice haber vendido más de 10 millones de copias de 34 libros, escritos sobre distintas temáticas, ayudado por sus feligreses que están repartidos en 147 países del mundo en la Iglesia Universal del Reino de Dios(35), la misma del actual alcalde de Río de Janeiro, Marcelo Cravella. Un sistema copiado por todas las iglesias evangélicas del continente y con una capacidad de generar mensajes culturales muy fuertes, construyendo no sólo una ética pentecostal económica y moral, sino una estética ligada a la fe, la política y la predicación del evangelio.


Son actores políticos emergentes, con una fuerza de cohesión sobre sus feligreses/votantes, que logran desequilibrar elecciones y son apetecidos por todas las formaciones políticas que coinciden con sus postulados religiosos y conservadores 

Estos rasgos distintivos de las iglesias evangélicas son tan sólo la puerta de entrada para conocer un fenómeno que congrega multitudes en búsqueda de redención moral y la refrendación del mito de la predestinación, que está haciendo tránsito de forma creciente a la política, buscando integrar en el Estado los preceptos y verdades bíblicas que se pensaban superadas por la conquista del laicismo estatal. Son actores políticos emergentes, con una fuerza de cohesión sobre sus feligreses/votantes, que logran desequilibrar elecciones y son apetecidos por todas las formaciones políticas que coinciden con sus postulados religiosos y conservadores.

Notas:


(2) http://www.redmovimientos.mx/2016/wp-content/uploads/2016/10/Bourdieu-P....ólica.-Religión-y-pol%C3%ADtica.-Editorial-Biblos.compressed.pdf

































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Fuente: Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG): http://www.celag.org/iglesias-evangelicas-poder-conservador-latinoamerica/

Fuente: Servindi

sábado, 26 de agosto de 2017

Ocho religiones contra el terrorismo.


Representantes de las principales iglesias cristianas y de las comunidades musulmana, judía, budista, taoísta, sij, hinduista y bahai han asistido al acto multirreligioso en Barcelona. 

CARLES BELLSOLÀ


"Paz", "unidad" y "convivencia". Este ha sido el principal mensaje que ha querido transmitir el acto multirreligioso que se ha celebrado este jueves a las seis de la tarde en recuerdo de las víctimas de los atentados de Barcelona y Cambrils hace justamente una semana. El acto, en el Museo Marítimo de Barcelona, ​​no muy lejos del escenario del atentado de La Rambla, ha unido a representantes de ocho religiones diferentes con presencia en Cataluña, además de laicos y ateos, y políticos de todas las administraciones, encabezados por el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y la alcaldesa de Barcelona, ​​Ada Colau.


El acto, convocado y organizado por el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat, llega después de las críticas que recibió la misa en memoria de las víctimas del pasado domingo en la Sagrada Familia, con presencia no sólo de Puigdemont y Colau sino también del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y los reyes de España. Unas críticas que se centraron en la inconveniencia de excluir a otras religiones, y en las palabras del arzobispo de Barcelona, ​​Juan José Omella, que en su homilía apeló a la "unión" y condenó la "división ", en un discurso que muchos interpretaron como dirigido contra el soberanismo catalán.


A diferencia del domingo, hoy sí se han tenido en cuenta todas las sensibilidades religiosas. Han sido invitados -en posiciones de honor, incluso ante los políticos- representantes de las principales iglesias cristianas -católicos, ortodoxos, evangélicos, testigos de Jehová y también mormons-, y de las comunidades musulmana, judía, budista, taoísta , sikh, hinduista y bahai.


Después de que la Orquesta Árabe de Barcelona interpretara una versión del Cant dels Ocells, la actriz Carme Sansa ha inaugurado los parlamentos recordando uno a uno el nombre de pila de las 15 víctimas de Barcelona y Cambrils, y reafirmando la "respuesta de paz y unidad "de la ciudadanía catalana y barcelonesa ante el terrorismo.


"Con la cabeza bien alta queremos insistir una vez más: no tenemos miedo", ha proclamado Sansa, que ha reivindicado la Cataluña "diversa", "acogedora" y "democrática" frente al terror, y que ha reclamado una respuesta de "pluralidad , respecto e inclusión ". Asimismo, ha señalado que los atentados querían "destruir" justamente "esta idea de convivencia", y ha citado a Gandhi para afirmar que "no hay camino para la paz", porque "la paz es el camino". Igualmente ha citado Paco Candel y su concepto de un "solo pueblo" catalán, "con una identidad construido desde la diversidad", conjurando tácitamente el riesgo de fractura entre comunidades después de los atentados, cometidos por terroristas de origen magrebí.


"La diversidad cultural y religiosa es el principal elemento vertebrador de cohesión y paz social", ha señalado la actriz, que ha destacado esta diversidad como "anticuerpos del odio". Asimismo, ha considerado que "actos inclusivos como el de hoy son importantes para vencer la intolerancia y el miedo".


El discurso también ha tenido un apartado dedicado especialmente a los jóvenes, aludiendo también a que los yihadistas que cometieron los atentados eran jóvenes aparentemente arraigados en Cataluña. En este sentido, Sansa ha recordado que "la juventud no siempre es fácil", especialmente "en un contexto de crisis y falta de oportunidades" y de "dificultad para formar la propia identidad". Pero se ha mostrado esperanzada en apelar a la "juventud activa" e "integrada". "Cuidémosles, escuchémosles", ha pedido, porque "son nuestro futuro".


No menos significativo ha sido el apartado de las lecturas, a cargo de miembros del proyecto Constructores de Puentes de la Unesco, que quiere favorecer el diálogo interreligioso entre los jóvenes. Las lecturas religiosas, del Evangelio, el Corán, la Torá y de la tradición budista, se han centrado en los conceptos de la paz y la diversidad -como unos versículos del Levítico llamando a respetar a los extranjeros que viven entre nosotros -. Y en la misma línea se ha elegido la lectura laica: varios artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, entre ellos los que proclaman la libertad religiosa, de opinión y de buscar asilo.

Fuente: publico.es

lunes, 22 de mayo de 2017

Bendita laicidad.



Voltaire tenía razón al sostener que los teólogos consideraban que la razón es un foco de luz tenue y, por ello, hay que prescindir de ella y dar paso a la fe. Lutero lo decía sin ambages: “La razón es la mayor enemiga de la fe. Quienquiera que desee ser cristiano debe arrancarle los ojos a la razón…“. Muchos teólogos y, sobre todo, los clérigos se sienten a gusto en este territorio, de ahí que laicidad o secularismo (secularidad) son lexías que hay que arrojar a la cuneta, condenando su uso. Parten, a mi entender, de una premisa errónea: oponer la razón a la fe; cuando son dos realidades, dos vivencias humanas que se complementan; dos faros imprescindibles para el oscuro camino de la existencia.

Prefiero el término laicidad por cuanto se diferencia y se opone a clericalismo; mientras que la lexía secularismo (secularidad) es opuesto a monacato, a la huida del mundo, del siglo.

Hablamos de una sociedad laica, no porque en ella no tenga cabida lo religioso, la fe, sino porque la razón es quien tiene la primacía en el entramado de valores sociales. Se puede decir que la fe, lo religioso, aporta una visión complementaria a la realidad histórica humana, pero no es el único y exclusivo paradigma a seguir.

Si las comparaciones son odiosas, en este mapa lo es más aún. ¿Cuántas atrocidades se han llevado a cabo a lo largo de la historia humana por el fundamentalismo de la fe, al ser considerada como una luz de más kw que la razón, y, por lo tanto, superior a ella? Desde aquella concepción de que lo espiritual, la fe, está por encima de lo material, la razón, y que desemboca en la teoría de las “dos espadas” (no puede ser más desafortunada la metáfora), nuestra sociedad occidental, al menos, ha estado “gobernada” por el clérigo. Ahí está la historia y que a más de uno sorprende lo que decía Gregorio VII en 1075: “Sólo el papa puede llevar los signos imperiales, sólo él tiene derecho a que todos los príncipes le besen los pies, sólo él puede deponer a los emperadores”; o cuando se ve por televisión alguna serie histórica, donde el clérigo no sólo aconseja al emperador, estableciendo los límites de sus decisiones, sino que en más de una ocasión le impone su criterio. Esa ha sido la pura realidad y todavía en nuestra sociedad española el clérigo, a veces sin tapujos, pretende que nuestras leyes y nuestros valores sociales y culturales se adapten a ese pretendido poder de lo espiritual, de lo religioso. Ese tufillo del poder se manifiesta abiertamente en el lenguaje de muchos clérigos. Es el caso, en estos días, de la intervención del cardenal Cañizares en las páginas de La Razón; para él sólo hay un modelo de familia, el integrado por un hombre y una mujer, que es el único “santuario”, donde se protege y defiende la vida. Si en una sociedad, como la nuestra, se defienden otros modelos de familia, ello implica “una actitud irresponsable y suicida que conduce a la humanidad por derroteros de crisis, deterioro y destrucción de incalculables consecuencias”.

“A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”, o “Mi Reino no es de este mundo”. Jesús de Nazaret, como hombre laico y profundamente religioso a la vez, pretende, desde esa laicidad, culminar una revolución ética y espiritual en el interior de cada hombre y mujer, no directamente en la sociedad ni en su tejido político, legal y cultural. No es necesario aducir aquí su oposición radical a todo lo que olía a clérigo, a sacerdote. Tal vez el texto evangélico más evidente de su laicidad es su diálogo con la samaritana, una mujer y una extranjera para más fuerza significativa, donde se carga sin paliativos el mayor signo de poder del clérigo, el templo: “Créeme, mujer, que es llegada la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre…, pero ya llega la hora, y es ésta, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn. 4, 21.23). Este texto nos lleva al de Ortega y Gasset de 1926, para quien Dios no es sólo un asunto de la “religión”, sino también es “un asunto profano”; o lo que es lo mismo “hay un Dios laico, y este Dios… es lo que ahora está a la vista“.

Una sociedad es laica cuando la razón es el foco luminoso principal, no el único, de su caminar por la historia; pero hay que añadir otros pilares a este basamento: libertad, autonomía, ausencia de mediaciones.

1. a) Sin libertad la razón no puede desarrollar su rol específico de iluminar el entramado social de una comunidad. Para Blas de Otero libertad es también luz, alba y, sobre todo, palabra que hace trizas el silencio impuesto por la dictadura política o el fundamentalismo religioso. La libertad, como elemento óntico del ser humano, es una de esas certezas irrenunciables y tan placentera que, para H. Bergson, es “entre todos los hechos que observamos, no hay ninguno que sea más claro”. Para el poeta bilbaíno la libertad, ese hecho incuestionable, se relaciona con la ruptura de cadenas y, sobre todo, con el no-silencio; o lo que es lo mismo, poder hablar, hacer uso de la palabra. Nuestra sociedad española sabe muy bien, con la no lejana dictadura franquista, qué es eso del silencio; otro tanto habría que añadir del fundamentalismo religioso, que ampara y promueve no sólo el que las mujeres “in Ecclesia taceant”, sino que el clérigo es el único que tiene la palabra, como bien resalta la Vehementer Nos de Pío X (los textos se podrían multiplicar hasta el infinito): “…que sólo en la categoría pastoral (los clérigos) residen la autoridad y el derecho de mover y dirigir a los miembros hacia el fin propio de la sociedad; la obligación, en cambio, de la multitud no es otra que dejarse gobernar y obedecer dócilmente las directrices de sus pastores”.

2. b) A la libertad la sustenta la autonomía, la capacidad de valerse por sí mismo, de tomar decisiones desde el no-silencio y desde la luminaria de la razón, que es la que la regula, para que no sea una autonomía a lo loco, mediante el autodominio, factor también imprescindible, según Tomás de Aquino, en la libertad. En el territorio eclesiástico se aplica la obediencia como elemento impositivo que anula la variable humana de la autonomía. “Oboedire”, por el contrario, implica salir al encuentro del otro y desde ahí compartir las propuestas y no el aceptar sumisamente, silenciosamente lo que se proponga. La parábola del “buen pastor”, desde una hermenéutica rastrera e interesada, le viene al clérigo como anillo al dedo para minar la autonomía del creyente, un adulto que ha de ser responsablemente consciente de su tarea dentro del pueblo de Dios y dentro del mundo; para ello no necesita la voz guiadora ni la mano protectora del clérigo, sino como la de un compañero más en el camino.

3. c) La autonomía nos lleva a la no-mediación, es decir, el creyente no necesita del sacerdote ni para relacionarse con Dios ni para recibir las bondades divinas. A tenor de lo expresado en el texto de la encíclica Vehementer Nos el sacerdote, el ministerio ordenado, es el único que sabe y conoce el buen camino y a través del cual, como único agente de los sacramentos, se puede recibir los dones divinos. Así la vida espiritual está en sus manos y ello comporta que la espiritualidad sea regulada, uniforme; por el contrario, desde la libertad y autonomía, la espiritualidad se fundamenta en experiencias relativas, en experiencias individuales que se comparten y se hacen comunitarias, como la de los discípulos respecto del Resucitado, o como la de las beguinas, cuya experiencia de Dios hace exclamar a su confesor: “donde yo las quería llevar, ellas ya habían llegado”; experiencias, pues, transformadoras del creyente, que recupera así su propia interioridad y se derrama a su alrededor. De esta manera resplandece en plenitud la gratuidad de Dios y no es algo que se merece o se “compra”. JA. Marina comparte esta reflexión: “he visto con claridad cómo la idea de Dios se ha ido moralizando. En sus orígenes, la figura de Dios no estaba relacionada con la bondad, sino con el poder. Que Dios se hiciera bueno fue un gran progreso”. Desde esta perspectiva la religión se hace más humana, más espiritual (no tan ritualista y encorsetada por la norma), más comprensiva con la historia y más de acuerdo con el programa ético del Resucitado.

La hora de la laicidad ha llegado para no irse; la sociedad occidental, y la española de manera vistosa a partir de la democracia, aprecia su influencia, aunque, como toda realidad humana tenga a veces expresiones discordantes; pero sus “bondades” están ahí y se palpan, por más que muchos clérigos sigan levantando el dedo condenatorio, comportándose desde “una psicología de ciudad sitiada”, como expresa acertadamente J. Marías. La laicidad es, pues, una buena hija de la llamada modernidad, a la que M. Fraijó alaba con pasión: “Fue el arrollador empuje de la modernidad el que mitigó supersticiones, fanatismos e intolerancias cristianas; fue ella la que desmontó ingenuas e interesadas construcciones dogmáticas; fue ella la que desacralizó fetiches e insoportables fardos autoritarios…”; pero también la modernidad, indica M. Fraijó, siguiendo a J. Habermas, debe reconocer la influencia del sustrato cristiano en la historia y “mirar, agradecida, a la tradición judeocristiana”.

viernes, 12 de mayo de 2017

La religión tiene su peligro


José M. Castillo, teólogo

La religión no es Dios. La religión es un conjunto de creencias y prácticas (ritos, observancias, rezos y ceremonias) que, según pensamos los creyentes, nos llevan a Dios. Por eso hay tantas personas convencidas de que, si su relación con la religión es correcta, su relación con Dios también es correcta. Y aquí es donde está el peligro que entraña la religión.
Este peligro consiste en que la religión nos puede engañar. Porque nos puede hacer pensar que estamos bien con Dios, si somos religiosos, si somos observantes de las cosas que manda la religión, defendemos sus intereses y promovemos su esplendor.

Esto es lo que explica – seguramente y entre otras cosas – por qué hay tantas personas, países y culturas, que son tan religiosas como corruptas. Es más, posiblemente no es ningún disparate afirmar que la tranquilidad de conciencia, que proporciona la religión, es (o puede ser) un factor que ayuda a que los corruptos cometan sus fechorías, pensando que ellos son religiosos y que los buenos servicios que le hacen a la Iglesia, al clero (o a la religión que sea), eso justifica sus conciencias. De forma que su fiel observancia religiosa es lo que explica por qué pueden decir que ellos tienen la “conciencia tranquila” y “las manos limpias”.

Por todo esto se comprende que los evangelios sean la hiriente y dura historia de aquel hombre de pueblo, un galileo, Jesús de Nazaret, que fue rechazado, condenado y asesinado por la religión. Porque puso al descubierto lo engañados que vivían los hombres más religiosos de su tiempo. No porque aquellos hombres fueran religiosos, sino porque su religiosidad les permitía despreciar a todo el que no pensaba como ellos. Y condenar a todo el que no hacía lo que hacían ellos.

Exactamente lo mismo que ocurre ahora con no pocos profesionales de la religión. Y con los observantes fanáticos. Los que le dan más importancia a “lo sagrado” que a “lo profano”. Hasta el extremo de pensar que, si “lo sagrado” está bien protegido y bien costeado, “lo profano” es asunto que corresponde a los poderes públicos, con los que hay que mantener buena relación, con tal que nos respeten y nos costeen lo más digno que hay en la vida: la seguridad y la dignidad de “lo sagrado”. De lo demás…, “se hará lo que se pueda”. ¿No acabamos de ver el peligro que entraña todo esto?

Al decir todo esto, no es que yo desprecie a “lo sagrado”. Lo que digo es que tan sagrado es un templo como el dolor de un enfermo, el hambre de un pobre o la vergüenza humillante del que tiene que vivir “de la caridad” de otros. Es más, si el Evangelio dice la verdad, el día del juicio final no nos van a preguntar si fuimos a visitar los templos, sino si estuvimos cerca del que sufre, ya sea por hambre, por estar enfermo, por ser extranjero o estar en la cárcel (Mt 25, 37-40).

Fuente: Redes Cristianas

sábado, 25 de marzo de 2017

Da miedo la religión mal entendida.



José M. Castillo, teólogo

Fuente: Teología sin censura


El terrorismo religioso, que la humanidad viene soportando desde que en el mundo hay religiones organizadas, se ha hecho más preocupante y peligroso desde que el desarrollo tecnológico ha posibilitado el manejo de medios de comunicación y de destrucción violenta que, hace menos de un siglo, no existían. Y, puesto que las tecnologías de la información y de la muerte avanzan a una velocidad que ya no controlamos, cada día que pasa nos da más miedo el “terrorismo religioso”. Sobre todo, si tenemos en cuenta que, con frecuencia, el hecho religioso se entiende mal. Y se vive al revés de cómo se tendría que vivir.

La religión no es Dios. La religión es el medio para relacionarnos con Dios. El problema está en que Dios, por definición, es “trascendente”. Es decir, Dios no está a nuestro alcance, ya que la “trascendencia” constituye un ámbito de la realidad que no es el nuestro. “A Dios nadie lo ha visto jamás”, dice el Evangelio (Jn 1, 18). El cristianismo ha resuelto este problema viendo en Jesús, el Señor, la revelación de Dios. Otras religiones encuentran distintas “representaciones” de Dios. Pero – insisto – ninguna religión puede asegurar que ve a Dios y sabe lo que Dios quiere en cada momento y en cada situación.

Todo esto supuesto, se comprende el peligro que entraña la religión. Porque las creencias religiosas nos pueden llevar al convencimiento de que lo que a mí me conviene o a mí me interesa, eso es lo que Dios quiere. Y si hago lo que Dios quiere, ese Dios (que puede ser una “representación” mía) me puede “mandar que mate” o que “robe” o que “odie” o “utilice” a otras personas, etc. Y lo que es peor, si mato o robo…, “mi Dios” me dará el premio del paraíso de la gloria y los placeres. Con lo cual, ya tenemos el montaje ideológico perfecto para odiar, robar, matar, no sólo con la conciencia tranquila, sino que la convicción del deber cumplido y el futuro ideal asegurado. Si a semejante tinglado mental le añadimos la fuerza del “deseo”, la pasión, los sentimientos y las ambiciones que son tan frecuentes en la vida, ya podemos echarnos a temblar.

Todo esto viene de lejos. Cuando san Bernardo (s. XII) organizaba las cruzadas, publicó un libro en el que decía que matar al infiel sarraceno no era un “homicidio”, sino un “malicidio”. O sea, se podía matar con buena conciencia. Cuando el papa Nicolás V (s. XV) le mando una bula al rey de Portugal en la que “le hacía donación” de toda Africa, de forma que sus habitantes fueran sus esclavos, puso la primera piedra del esperpento y los horrores del negocio de la esclavitud. Cuando Alejandro VI concedió a los Reyes Católicos la bula para invadir y apoderarse de los territorios y riquezas de América, justificó el colonialismo. La desigualdad, en dignidad y derechos, que las religiones han establecido entre hombres y mujeres, entre homosexuales y heterosexuales, han acarreado humillaciones y sufrimientos indecibles. Los horrores de los terroristas religiosos actuales, que matan matándose ellos mismos, porque así se van derechos al paraíso, convierten en un acto heroico lo que es un acto criminal.

Es evidente que, con la experiencia de estas atrocidades (y tantas otras…), necesitamos gobernantes, policías y jueces que nos protejan. Pero este fenómeno, tan arraigado en la historia y tan fundido (y confundido) en las creencias más hondas de millones de seres humanos, sólo se puede resolver mediante la educación. Y con el replanteamiento del hecho religioso, con su fuerza genial. Y con se peligrosidad aterradora.

Como creyente cristiano, termino recordando que, según el Evangelio, las tres grandes preocupaciones de Jesús fueron: 1) el problema de la salud (relatos de curaciones), 2) el hambre y sus consecuencias (relatos de comidas); 3) las relaciones humanas, centradas en la bondad con todos y siempre. ¿No es esto lo que más necesitamos para que este mundo y esta vida resulten más soportables? Y que cada cual lo viva con religión o sin ella. O en la religión que mejor le lleve a vivir así.

domingo, 12 de marzo de 2017

La Agonía de la Solidaridad, el Último Paso para la Victoria del Neoliberalismo.


El principio fundamental de las antiguas religiones, y en especial del Cristianismo, es la llamada Solidaridad. Siendo esta el motor de la vida comunitaria en favor de todos sus actores, lo que Rousseau determina como el impulso natural de los humanos que permitió la vida en Sociedad. Pero fue el mismo filósofo francés el que señala la fragilidad de los individuos y su condición natural de ser seres corruptibles, corruptibles por la sociedad, y es aquí donde vemos una sociedad moderna basada en el individualismo y la competencia. La extrema desigualdad, la falta de justicia, la miseria son un producto de una Infraestructura económica y una Superestructura política y cultural que corrompe y condiciona a las personas.

Este proceso de individualización y enajenación es un proceso del sistema neoliberal, pues incluso en el capitalismo escrito en tinta por Adam Smith –el cual se basa en el principio de que la compasión es un rasgo humano fundamental – y el desarrollo del capitalismo hasta mediados de los 50 –específicamente lo que conocemos como Estado de Bienestar- está basado bajo un principio de Solidaridad. El reemplazo del mundo productivo en las potencias industriales –la externalización de producción- y la liberalización de la economía a nivel global han creado una Sociedad que atenta a su misma etimología, los continuos colapsos económicos van de la mano de las continuas crisis sociales que hacen visible la extrema desigualdad. La economía de Hayek y Friedman han hecho estragos en la humanidad, y hoy han llegado al punto a poner en juego la base fundamental de las tres grandes ideologías que han movido a la humanidad –liberalismo, socialismo y anarquismo-: la Solidaridad.

Cuando un sistema económico se basa en la acumulación infinita de riquezas, se basa a la vez en la acumulación infinita de poder, en un círculo vicioso donde el dinero compra poder y el poder legisla para aumentar el dinero de quienes pagaron sus campañas electorales. Y es en ese tránsito como se fundó por ejemplo EEUU, donde el verdadero poder estaba en el Senado, que no era electo, sino designado por los terratenientes que habían reemplazado a los Ingleses, pero incluso países como el “Tío Sam” o el Imperio Ingles, es insostenible la falta de democracia, desde abajo siempre hay un empuje violento que fuerza a los amos. La Ilustración y la dialéctica de la Lucha de Clases llevaron a la Democracia con Voto Universal, como al desarrollo de una prevención de los capitalistas a la espontaneidad de los proletarios desposeídos: Un Estado de Bienestar.

Un sistema que imponía una dura regulación e impuestos, otorgando Derechos como Vivienda y Salud a la enorme masa de personas comunes, pero este acceso a los que eran privilegios de pocos, provoco el desorden y desato la fuerza del acobardado pueblo en varias partes del mundo, desde el Mayo del 68 en Paris a las largas y extenuantes luchas en Estados Unidos de la mujer y los negros –un pueblo bien alimentado y educado a veces es tan peligroso como uno famélico y analfabético-. Provocando una reacción inmediata entre los amos de la humanidad para frenar lo que el primer informe importante de la Comisión Trilateral de Norteamérica (1975) –The Crisis of Democracy- denomino como “un exceso de democracia”. La búsqueda de que los grupos sociales alguna vez pasivos y apáticos dejen de presionar el orden institucional, debían volver a la pasividad y despolitizarse, para ello tenían que hacer dos cosas: Rediseñar la Economía y matar la Solidaridad.

Rediseñaron la Economía, ahora el Mercado no tiene límites, todo se compra o vende, han globalizado finalmente al sistema capitalista. En palabras de Slavoj Zizek en La Nueva Lucha de Clases: los refugiados y el terror: “Compro mi forma física visitando el gimnasio; compro mi iluminación espiritual apuntándome a cursos de meditación transcendental; compro la satisfactoria experiencia de mi compromiso ecológico adquiriendo solo fruta orgánica, etc” (Barcelona: Anagrama, 2016, p.23). Todo es negocio y la acumulación de riquezas por parte de una minúscula parte de la Sociedad parece imparable para cualquier legislación o regulación, la fragilidad de las condiciones laborales han permitido a los ricos ser súper ricos y a la masa trabajadora estar preocupada por trabajar, impidiendo la asociación entre ellos e incluso la vida, creando una Sociedad del Rendimiento donde ya no se trabaja para vivir, sino, se vive para trabajar.

Mientras la Solidaridad como un valor tradicional y un impulso natural se ve en mejores condiciones, pero tras la Guerra Fría y la Globalización el sistema neoliberal está golpeando duramente a su último enemigo. Tras la caída del Bloque del Este y la URSS; la crisis de la Socialdemocracia; el estancamiento del Socialismo Africano ante el FMI; el desequilibrio y fragilidad del Socialismo Bolivariano tras la muerte de Hugo Chávez, ya no quedan enemigos estables u opciones alternativas al sistema capitalista y a la competencia e individualismo como base valórica. En los países capitalistas el Estado de Bienestar se ha desmantelado, hasta la salud y la vejez son parte del Mercado, se ha inculcado en los medios de comunicación de que todos somos “emprendedores” y “competidores” que deben conseguir los sueños de grandeza y realización individual para hacernos olvidar de los valores del comunitarismo e igualitarismo, para olvidar que todos –sin importar el apellido o bienes familiares-: tuvieron acceso a la educación estatal gratuita y de calidad ; a la atención médica gratuita; a una vivienda propia para poder dormir sin miedo a que un banco te la quite; a una vejez digna con pensiones que realmente equivalgan a décadas de duro trabajo; al acceso universal de medicamentos y alimentos saludables que hoy tanto faltan para una población global que tambalea entre la obesidad y anorexia.

La muerte de la Solidaridad significara irremediablemente el fin de todas las ideologías emancipadoras y de todas las religiones, será el asesinato de Dios y su creación, viviríamos en un mundo vacío, una cascara seca donde no solo se vive explotación, violencia e injusticia, sino que a nadie le importaría, pues en nuestro camino solo veríamos nuestros egos y miedos, no veríamos ni al vecino, ni al compañero de trabajo y menos a la familia. La teoría de Byung-Chul Han será una realidad, y el sistema neoliberal será parte de nuestro inconsciente y cuando la historia juzgue nos reprochara para siempre el fin de la esperanza.

Por ello es que hay dos escenarios donde cada individuo debe desenvolverse en el enfrentamiento final que definirá si el sistema neoliberal triunfa sobre la humanidad: el privado y el público. En nuestras vidas privadas debemos guiar con el ejemplo, vivir la vida por lo que es, no una carrera o competencia para ver qué tan importante puedes ser ni por imitar a nadie. Saludar en el trasporte público a los choferes y pasajeros, ceder asientos, intervenir cuando ocurren situaciones que dañen a otros, darse el tiempo por hablar con la gente sola que solo busca momentos de conversación para alegrar sus días, ayudar a cruzar la calle a quien lo necesite, ser honesto y transparente, buscar lo mejor para conocidos y desconocidos, aportar en los mínimos granos de arena que cada uno puede dar durante sus días. En la vida pública de cada uno está la política, algo que muchos rechazan pero al final toda la vida gira entorno a esta y todo es en sí mismo política. Aquí está el labor no necesariamente de militar en partidos políticos, sino el labor de la organización, participar en juntas de vecinos, movilizaciones, hablar con todo el mundo sobre lo malo que ocurre y la necesidad de actuar, votar en todas las elecciones, opinar cuando se pueda opinar, debatir, participar, sindicalizarse, etc. Buscar la organización en pos de una Sociedad de Derechos y no Privilegios, luchar por mantener los beneficios que quedan y buscar extender los deberes del Estado a los que ya se privatizaron.

Es deber fundamental de cada persona, construya resistencia desde su vida personal a lo más público que existe para mantener viva la Solidaridad. Si el neoliberalismo pierda su lucha contra la Solidaridad en lo privado y público, será automáticamente desmantelado, no habrá contrapeso a el rediseño de la economía para mantener esa metamorfosis, se caerá de la balanza y morirá.
Alonso Ignacio Salinas Garcia (Chile).