miércoles, 29 de octubre de 2014

Sobre la incoherencia personal.


Les haremos ver nuestros signos en el universo y en ellos mismos, 
hasta que reconozcan qué es la Realidad”. (Corán, 55, 29)

Isidoro García Gómez

Freud nos decía que los ideales y creencias que tanto valoramos, no son más que los muebles con que decoramos el salón para recibir a los invitados. Y añadía: “yo os enseñaré el sótano, la caldera, las tuberías, la energía sexual, (la líbido), que es la que en verdad controla la casa”.

Por eso hay que desconfiar y mucho de la coherencia interna, que tanto se alaba en las personas y que es muy engañosa, y lo que es peor aún: es muy autoengañosa. Porque esa supuesta virtud, demostradora de nuestra racionalidad, como Freud enseñaba, es artificial y autofabricada a posteriori, para nuestra autojustificación moral.

Y peor aún si va acompañada de grandes alharacas y proclamas acusatorias a los “malos”, los “corruptos”, los “injustos y avariciosos” y demás “viciosos”. “La indignación moral es el artificio que el necio utiliza para autootorgarse dignidad”, apuntaba Marshall McLuhan.

La actitud mas digna es la de la perplejidad. La perplejidad es el nombre fino de la duda. Lo que los taoístas llaman el yin y el yang, las dos caras de la moneda, etc.

Hay dos maneras de tener las ideas muy claritas. La primera es no saber casi nada, y la segunda saber mucho, pero no lo suficiente. Advertía Mark Twain: “Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es tiempo para hacer una pausa y reflexionar”.

Se podría escribir un elogio de la incoherencia. Todos los “esforzados”, (y mas o menos todos lo somos mucho), pensamos que hay que ser consecuentes, coherentes con las ideas que mantenemos, pues no deja de ser absurdo pensar algo y actuar de otra forma.

Pero la incoherencia interna es un fenómeno mas complejo del que parece. Podría ser una especie de instinto, de intuición profunda y secreta de nuestros errores internos.

Todos reconocemos que en la formación de nuestra cosmovisión y de nuestro ideario aceptado, admitimos ideas que muy posiblemente son erróneas o no acertadas. La coherencia absoluta y ciega con nuestro sistema de ideas, lo que hace es amplificar esos errores. Pero lo malo es que todos nos creemos en poder de la verdad, lo que en realidad nunca es cierto al completo.

Ser férreo, y plenamente consecuentes con sus ideas, ha sido la causa de grandes males, pues una idea errónea inicial, contamina a otra y a otra y a otra, en cadena, y no se sabe muy bien a donde vamos a parar.

Por eso esa laxitud en la coherencia interna puede ser muchas veces una defensa intuitiva del subconsciente a la multiplicación de errores en cadena.

Por eso cuando se habla del hombre del Tao, del hombre perfecto, del hombre divino, del hombre sabio, no se les considera nunca incoherentes. El hombre sabio del Tao, considera que él dispone del saber sobre las cosas. Y ese es el origen del famoso y mal comprendido wu wei taoísta, el hacer sin hacer. Se trata del hacer fácil, sin esfuerzo, del que sabe qué tornillo hay que apretar, y lo hace como si no hiciera nada.

La incoherencia brota, fluye de forma natural de los errores de cartografía mental, y cuando estos no existen lo “natural” es ser coherentes. Un ejemplo del tema son los ascéticos, y los integristas, (y sectarios de todo tipo, y todos lo somos en mayor o menor grado), pues nuestra inseguridad personal nos hace muy sensibles a las incoherencias de su vida.

Las teorías del Caos y de la Complejidad, señalan el llamado “efecto mariposa”: una pequeña desviación inicial sobre lo correcto, repetida una y otra vez en un proceso continuo, de forma indefinida, puede causar efectos enormes e inesperados. Los ascéticos y los integristas, al forzar la coherencia de sus planteamientos, logran una coherencia artificial y forzada que les lleva muchas veces a situaciones inestables, y muy perjudiciales para ellos y para los demás.

Pero no me hagáis mucho caso, pues muy posiblemente estas ideas son fruto de mis errores cognitivos propios. Yo tengo un mito personal de que el Juicio final personal de cada uno, no será solo para comprender los errores cometidos, sino sobre todo para revisar nuestra cartografía mental. Entonces habrá que pasar la ITV de las ideas, y se nos colocará a cada uno en la clase oportuna, para reaprender lo que necesitemos, a unos una cosa y a otros otra.

Fuente: Atrio

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