Por Leonardo Boff
Tenemos que empezar el año con esperanza, pues urge hacer frente al clima de conmoción y de frustración que significó la COP 15 de Copenhague. Ciertamente, el calentamiento global comporta graves consecuencias. Sin embargo, desde una perspectiva más filosofante, no estaría destinado a destruir el proyecto planetario humano, sino que lo obligaría a elevarse a un estadio más alto para que sea realmente planetario. Urge pasar de lo local a lo global y de lo nacional a lo planetario.
Si miramos hacia atrás en el proceso de la antropogénesis, podemos afirmar: la crisis actual, como las anteriores, no nos llevará a la muerte sino a una integración necesaria de la Tierra con la Humanidad. Será la geosociedad. En ese caso, estaríamos entonces ante un sol naciente y no ante un sol poniente.
Tal hecho objetivo conlleva un dato subjetivo: la irrupción de la conciencia planetaria con la percepción de que formamos una única especie, ocupando una casa común, con la cual formamos una comunidad de destino. Esto nunca había ocurrido antes, es lo nuevo de la actual fase histórica.
Es innegable que hay un proceso en curso que ya tiene miles de millones de años: la ascensión rumbo a la conciencia. A partir de la geosfera (Tierra) surgió la hidrosfera (agua), enseguida la litosfera (continentes), posteriormente la biosfera (vida), la antroposfera (ser humano) y para los cristianos la cristosfera (Cristo). Ahora estaríamos ante la inminencia de otro salto en la evolución: la irrupción de la noosfera que supone el encuentro de todos los pueblos en un único lugar, el planeta Tierra, y con una conciencia planetaria común. Noosfera, como la palabra sugiere (nous en griego significa mente e inteligencia), expresa la convergencia de mentes y de corazones dando origen a una unidad más alta y compleja.
Lo que nos falta, por el momento, es una Declaración Universal del Bien Común de la Tierra y de la Humanidad que coordine las conciencias y haga converger las diferentes políticas. Hasta ahora nos limitábamos a pensar en el bien común de cada país. Ampliamos el horizonte al proponer una Carta de los Derechos Humanos. Esta fue la gran lucha cultural del siglo XX. Pero ahora surge la preocupación por la Humanidad como un todo y por la Tierra entendida no como algo inerte, sino como un superorganismo vivo del cual nosotros los humanos somos su expresión consciente. ¿Cómo garantizar los derechos de la Tierra junto con los derechos de la Humanidad? La Carta de la Tierra surgida en los inicios del siglo XXI intenta responder a esta demanda.
La crisis global nos está exigiendo un gobierno global que coordine soluciones globales para problemas globales. Ojala no surjan centros totalitarios de mando sino una red de centros multidimensionales de observación, de análisis, de pensamiento y de dirección que tengan como objetivo el bien vivir general.
Se trata sólo del comienzo de una nueva etapa de la historia, la etapa de la Tierra unida con la Humanidad (que es la expresión consciente de la Tierra). O la etapa de la Humanidad (parte de la Tierra) unida a la propia Tierra, formando juntas una única entidad, una y diversa, llamada Gaia o Gran Madre.
Ahora estamos viviendo la edad de hierro de la noosfera, llena de contradicciones, pero aun así, creemos que todas las fuerzas del universo conspiran para que se afirme. Hacia ella está marchando nuestro sistema solar, quién sabe si toda la galaxia, y hasta incluso este tipo de universo, pues según la teoría de las cuerdas puede haber otros, paralelos. Es frágil y vulnerable, pero viene cargada de nuevas energías, capaces de moldear un nuevo futuro. Tal vez en este momento la noosfera sea solamente una llama trémula, pero representa lo que debe ser. Y lo que debe ser tiene fuerza. Tiende a realizarse.
Fuente:
http://analisisafondo.blogspot.com/2010/01/leo-boff-tierra-y-humanidad-una.html
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