jueves, 6 de mayo de 2010

Cuatro tesis sobre las mujeres en las religiones


En este día del sentimental (y comercial) Día de la Madre, nos parece oportuno reflexionar sobre la consideración secundaria y dependiente que de la mujer tienen casi todas las grandes religiones, a partir de la conferencia pronunciada por el autor en el pasado Día de la Mujer.

Agradezco a la Concejalía de la Mujer de Alcorcón la invitación a participar en las actividades culturales programadas con motivo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora con la conferencia “Las mujeres en las Religiones: mayoría silenciosa y silenciada”. Es, sin duda, la mejor demostración de que la causa de la emancipación y de la igualdad (no clónica) de las mujeres no es sólo asunto de mujeres sino de todos los ciudadanos y ciudadanas, comprometidos en la lucha contra las discriminaciones de género.

La elección del tema, tan poco frecuente en efemérides de este tipo, por parte de la Concejalía refleja una especial sensibilidad por analizar críticamente aquellos espacios en los que las mujeres se sienten más discriminadas, olvidadas e invisibilizadas, cuales son las religiones. Ahora bien, el análisis de las religiones no puede hacerse de manera unidireccional y unívoca. El hecho religioso es lo suficientemente complejo como para que lo despachemos con una serie de afirmaciones planas o gruesas. Tiene muchas capas y admite no pocos matices, también en su relación con las mujeres. Bien puede hablarse de la dialéctica de las religiones en este y en otros campos. Es innegable que las religiones han ejercido –y siguen ejerciendo, en buena medida- una función alienante, especialmente en su relación con las mujeres, y legitimadora del orden establecido. Pero no es menos cierto que han sido, son y seguirán siendo en el futuro fuerzas y cauces de liberación, también de las mujeres. Los orígenes de las religiones constituyen el mejor ejemplo de ello y la relación igualitaria de sus fundadores con las mujeres me parece emblemática de lo que deberían ser hoy.

Creo que a la relación de la religión con las mujeres le es aplicable lo que dijera Marx (1818-1883) de la religión en general en uno de sus escritos de juventud, Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel (escrito entre finales de 1843 y enero de 1844): “La miseria religiosa es, por una parte, la expresión, de la miseria real y, por la otra, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de un mundo carente de espíritu. Es el opio del pueblo”.

En esta conferencia, que quiere ser programática, voy a proponer las que llamo “cuatro tesis de Alcorcón sobre las mujeres en las religiones”, que enuncio así:

1. Las religiones nunca se han llevado bien con las mujeres –tampoco hoy-, que son las grandes olvidadas y las grandes perdedoras.

2. Sin embargo, las mujeres son las más fieles seguidoras de los preceptos religiosos, las mejores educadoras en las diferentes fes y las que, por paradójico que parezca, mejor reproducen la estructura patriarcal de las religiones.

3. Pero cada vez es mayor el número de mujeres que se rebelan contra las religiones, sin abandonar el espacio religioso, se organizan autónomamente, se apartan de las orientaciones morales que les impone el patriarcado religioso y viven la experiencia religiosa desde su propia subjetividad, sin tener que pasar por la mediación de los varones.

4. De esta rebelión ha surgido en todas las religiones una nueva forma de pensar y de reformular las creencias y las prácticas religiosas: la teología feminista.

Desarrollo a continuación estas cuatro tesis.

1. Las mujeres son las grandes olvidadas y perdedoras de las religiones

a) Las mujeres en las religiones no son reconocidas como sujetos morales: se las considera menores de edad que necesitan guías espirituales varones que les conduzcan por la senda de la moralidad, les digan lo que es bueno y lo que es malo, lo que pueden y no pueden hacer, sobre todo en materia de sexualidad, de relaciones de pareja y en la educación de sus hijos. Las normas morales a cumplir por las mujeres –alejadas, cuando no contrarias, la mayoría de las veces, a las de los fundadores y fundadoras- son dictadas por los varones, que se las imponen como de obligado cumplimiento.

En el imaginario patriarcal religioso, muy marcado por la influencia de los clérigos, las mujeres son consideradas tentadoras, ligeras de conducta, amorales, etc. Esa imagen se ha elaborado a partir de determinados textos sacados de algunos libros sagrados escritos en lenguaje patriarcal, considerados válidos en todo tiempo y lugar, y leídos con ojos fundamentalistas y mentalidad misógina.

b) Las mujeres casi nunca son reconocidas como sujetos religiosos. En no pocas religiones la divinidad suele ser masculina y tiende a ser representada sólo por varones. De lo que Mary Daly concluye, creo que certeramente: “Si Dios es varón, el varón es Dios”. Así, los varones se sienten legitimados divinamente para imponer su omnímoda voluntad a las mujeres. Precisamente porque sólo los varones pueden representar a Dios, sólo los varones pueden acceder al ámbito de lo sagrado, al mundo divino; sólo ellos pueden entrar en el sancta sanctorum; sólo ellos pueden subir al altar, ofrecer el sacrificio, dirigir la oración comunitaria en la mezquita, presidir el servicio religioso en las sinagogas (con algunas excepciones). Sólo los varones pueden ser sacerdotes en la Iglesia Católica, imames en el islam y rabinos en el judaísmo ortodoxo. Las ordenaciones sacerdotales de mujeres son declaradas inválidas por la autoridad eclesiástica y la oración comunitaria de los viernes presidida por mujeres es calificada de profanación de lo sagrado. En la Iglesia católicas, las mujeres pueden consagrar su vida a Dios, pero, en razón de su sexo, no pueden representar a Dios. En las mezquitas las mujeres suelen estar deparadas de los hombres -¿para no contaminar?-, son colocadas en la parte superior tras una celosía, e incluso a veces tienen que entrar por una puerta distinta de la de los hombres.

c) Las mujeres difícilmente son reconocidas como sujetos teológicos. Las instituciones religiosas suelen ponerles todo tipo de trabas para el estudio y la docencia de la teología, para la interpretación de los textos sagrados, para la reflexión sobre la fe, etc. Y cuando deciden u osan pensar la fe y hacer teología desde sus experiencias de sufrimiento y de lucha, e interpretar los textos de sus respectivas religiones desde la propia subjetividad, suelen ser acusadas de entrar en un terreno que no les corresponde y de caer en el subjetivismo. En la mayoría de las religiones la teología está escrita con caracteres masculinos.

d) La organización de las religiones se configura la mayoría de las veces patriarcalmente: todos los sacerdotes católicos y todos los imames son varones; el Dalai Lama es varón; la mayoría de los rabinos y de los lamas son hombres. Y así sucesivamente. Por ello, las religiones bien pueden definirse como perfectas patriarquías.

e) Las mujeres acceden con dificultad a puestos de responsabilidad en las comunidades religiosas. El poder suele ser detentado por varones. A las mujeres les corresponde acatar las órdenes. Lo que tiende a justificarse tanto por el discurso androcéntrico de las religiones apelando a la voluntad divina: es Dios quien encomienda el poder y la autoridad a los varones y la obediencia a las mujeres.

f) Las religiones legitiman de múltiples formas la exclusión de las mujeres de la esfera pública, de la vida política, de la actividad intelectual, del campo científico, y limitan sus funciones al ámbito doméstico, a la esfera de lo privado, a la educación de los hijos e hijas, a la atención al marido, al cuidado de los enfermos, perdonas mayores, etc. Cualquier tipo de presencia de las mujeres en la actividad política o social es considerado ajeno a la “identidad femenina” (¿?) y un abandono de su verdadero campo de operaciones, que es el hogar., con la consiguiente culpabilización

g) Las religiones ejercen la violencia contra las mujeres de distintas formas: violencia física, violencia simbólica, violencia religiosa.

h) La mayoría de las religiones niegan a las mujeres el reconocimiento y el ejercicio de los derechos reproductivos y sexuales:

– Las mujeres no son dueñas de su propio cuerpo, que es controlado por los confesores, directores espirituales, esposos, etc.

– A las mujeres no se les permite planificar la familia: deben tener los hijos y las hijas que Dios quiera, los que Dios les mande, no los que ellas libremente decidan.

– No pueden ejercer la sexualidad fuera de los límites impuestos por la religión (matrimonio, heterosexualidad). La práctica de la sexualidad fuera del matrimonio o con personas de otro sexo es prohibida y condenada expresamente.

– Son consideradas impuras por la menstruación.

– Si deciden interrumpir el embarazo, incluso ateniéndose a la ley, son acusadas de pecadoras y criminales y se pide para ellas incluso penas de cárcel. En la condena y criminalización del aborto coinciden los líderes religiosos, por ejemplo, del catolicismo y del islam.

– Las mujeres no pueden utilizar métodos anticonceptivos, porque eso implica poner obstáculos a la vida.

2. Sin embargo, las mujeres son las más fieles seguidoras de las religiones.

Hay quienes hablan de que la orientación femenina hacia la religión es innata, más aún, genética, que las mujeres son por naturaleza más crédulas y, por eso, son más asiduas a las actividades religiosas. Quienes así piensan o razonan, se olvidan de que tradicionalmente ha sido a las mujeres a quienes más se ha inculcado el sentimiento religioso. Se trata, por tanto, de un proceso inducido, que responde a una determinada educación y aprendizaje.

Las mujeres son las mejores transmisoras de las enseñanzas religiosas a sus hijos en la familia y a los niños y niñas en los espacios religiosos a través de las catequesis. Ellas son también las que mejor reproducen la organización patriarcal y la ideología androcéntrica y las que más practican las religiones.

3. Rebelión de las mujeres

En las últimas décadas asistimos a una auténtica rebelión de las mujeres en el ámbito de las religiones, tanto a nivel personal como colectivo, tanto en el interior de las religiones como en la sociedad.

a) A nivel personal, transgrediendo conscientemente las normas y orientaciones en materia de sexualidad, relaciones de pareja, planificación familiar, opciones políticas, etc.

b) En el interior de las religiones, creando movimientos y asociaciones de mujeres que ejercen su libertad de organización y funcionan autónomamente al margen de los varones e incluso enfrentadas con las autoridades religiosas.

c) En la sociedad, participando activamente en los movimientos feministas y en las organizaciones sociales como expresión de la convergencia en las luchas por la emancipación de las mujeres y como forma de comprometerse con los sectores más vulnerables de la sociedad.

d) La rebelión de las mujeres dentro de las religiones constituye uno de los hechos mayores y de más profunda significación en la historia del fenómeno religioso, que tiene importantes repercusiones políticas y sociales. Supone un avance en la lucha por la emancipación de las mujeres y por la liberación de los marginados y excluidos. Por eso la rebelión feminista de las mujeres creyentes debe ser apoyada no sólo por los colectivos y las personas religiosas, sino por todos los ciudadanos y ciudadanas comprometidos en la lucha por la emancipación de los pueblos sometidos a las distintas formas de opresión.

4. Teología feminista

Fruto de esta rebelión ha surgido una nueva manera de vivir y de pensar la fe religiosa desde la propia subjetividad de las mujeres: la teología feminista, que:

a) Parte de las experiencias de sufrimiento, de lucha y de resistencia de las mujeres contra el patriarcado y sus diferentes manifestaciones.

b) recupera la memoria de las antepasadas que trabajaron por la libertad;

c) Reescribe la historia de las religiones desde la perspectiva de género dando voz y protagonismo a las mujeres silenciadas por el patriarcado religioso.

d) Utiliza las categorías de la teoría de género para analizar críticamente las estructuras patriarcales y los discursos androcéntricos de las religiones.

Conclusión

. En el siglo XIX las religiones perdieron a la clase obrera porque se colocaron del lado de los patronos que los explotaban y condenaron las revoluciones sociales que luchaban por una sociedad más justa y solidaria. Los trabajadores dieron la espalda a las religiones porque se sintieron traicionados por ellas.

. En el siglo XX las religiones perdieron a los jóvenes y a los intelectuales por sus posiciones integristas desde el punto de vista filosófico y cultural.

. En el siglo XXI, si continúan por la senda patriarcal por la que ahora caminan, perderán a las mujeres.

Fuente: ATRIO

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